Disclaimer: Tanto los personajes de Rurouni Kenshin como la historia Hilda Huracán, les pertenecen a sus respectivos autores, editoriales y productoras. Es una historia destinada sólo al entretenimiento y sin fines de lucro.
Otsu, la ciudad donde nací. Otsu fue mi primera ventana al mundo. En la pequeñas procesiones católicas siempre era el angelito del ala torcida. Los otros dos angelitos a mi lado eran Kenshin y Sanosuke. Nacimos el mismo día y crecimos juntos. Por eso en Otsu somos conocidos como Los Tres Mosqueteros.
Kenshin Himura era el hijo de una viuda que vendía jaleas. Lo criaron para ser sacerdote, y era conocido como el Santo. Era pelirrojo, como su fallecido padre, y lo mantenía siempre corto.
Sanosuke Sagara, el bello, fue el hombre más guapo que se vio en Otsu. Alto, fuerte y castaño con su indomable cabellera de punta.
Éramos alumnos en la secundaria del colegio público, donde las clases de religión las daba el padre Anji.
-Dios odia al niño que peca con las manos. Nuestras manos fueron hechas para rezar, para ayudar, para aplaudir, para alabar a Dios. ¡Nuestras manos no fueron hechas para alabar al diablo! Había un niño que vivía pecando con las manos, ¿saben lo que Dios hizo con él? Dios hizo crecer pelos enormes en sus manos, comenzaron a crecer en la palma de la mano, luego en los dedos, en las uñas, por el brazo entero, y eran tan largos que se arrastraban por el piso. – Nos asustaba. Todos examinábamos nerviosos nuestras manos.
Los tres soñábamos muy alto. Sanosuke, el bello, quería ser galán de Hollywood. Quería aprender inglés y trabajar en algo para ahorrar en un pasaje de ida a Estados Unidos.
Kenshin quería ser santo. Estudiaría en el convento de los jesuítas; se enorgullecía de ser casto y de nunca haberse masturbado. Y nunca tuvo miedo de que le crecieran pelos en las manos. Poco sospechaba él que sería noticia en los próximos meses en todos los periódicos, y que su santidad correría grave riesgo al sufrir un primer desafío. Un bello, lindo e inolvidable desafío…
Y yo, Akira Kiyosato, yo soñaba con hacer la revolución que cambiaría al mundo. Teníamos dieciocho años, y lo podíamos todo. A los dieciocho años, siempre se puede todo.
Finalmente, estábamos allí; habíamos desembarcado en la vida moderna. Kioto era nuestra América, la gran metrópolis; un mundo por descubrir, un mundo por conquistar. Por lo menos nuestros ojos adolescentes lo veían así. Nos sentíamos tan grandes, y al mismo tiempo tan pequeños, mientras caminábamos por esas calles con olor a jazmín y gas lacrimógeno.
-No tiene nada de malo que vengas a ver Miss Verano, Kenshin… - le dije un día.
-No puedo y punto, Akira. – Kenshin se mantuvo firme.
-Pero ni siquiera eres un sacerdote, Kenshin. – le retruqué - Eres aspirante a sacerdote.
-¡No hay caso con ustedes! ¡Me quieren desviar! – nuestro pelirrojo se estaba alterando.
-Quiero ver cuando tenga éxito en Hollywood, vas a ser el único que no me va a ver besando a Elizabeth Taylor…en la boca. – se burló Sanosuke.
Kenshin nos miró con temor en sus ojos violetas y se marchó. Seguro iría a rezar por nuestras almas. Sanosuke y yo nos dispusimos a entrar.
Cuando entramos en el exclusivo club donde se llevaría a cabo el certamen, nos quedamos con la boca abierta. Cócteles, bocados exquisitos, galas gimnásticas, era un lugar fenomenal. Por un momento me olvidé que este tipo de cosas me desagradaban.
-¿Esa no es Tomoe Yukishiro? ¿La sobrina de la amiga de tus tías? – me preguntó Sanosuke.
Enfoqué la vista y la vi. Con su piel blanquísima que brillaba al sol como nácar, y su cabellera negra cayendo como cortina por su espalda, estaba Tomoe, la chica más linda de todo Japón. Su tía, Akane Yukishiro, era amiga de mis tías Tae y Sae, todas pertenecientes al club de beatas de la región de Kansai.
-¡Es ella! – confirmé, mirándola como un bobo. Sanosuke me miró.
-¡Aaaahhh, ahora entendí! – se burló - ¡Por eso no te rehusaste cuando te invité a este antro de burguesía!
Pronto pasamos al salón principal a presenciar el desfile de candidatas. Sanosuke y yo tuvimos que taparnos la nariz para evitar una hemorragia. ¡Una más linda que la otra! Aunque estaba interesado en Tomoe Yukishiro, no me privaría de recrear la vista. Hasta que vi a la portadora del bañador dorado. Verla prácticamente me cambiaría la vida…
Y es que aquí, en Kioto, conocí a la mujer que me hizo querer ser escritor. Para un día, escribir su historia. Kaoru Kamiya, la del bañador dorado.
Después del desfile y los aplausos de rigor, llegó el momento de anunciar a la ganadora del certamen y Miss Verano 1959.
-¡La ganadora es Kaoru Kamiya! ¡La chica del bañador dorado! – anunció el presentador. Un rato después, se dispuso todo para la fiesta y el baile. Mientras Sanosuke se veía rodeado de chicas, yo me dediqué a rondar a Tomoe.
Los jóvenes llegaron en tropel para sacar a bailar a Kaoru Kamiya. Ella les dijo:
-Voy a bailar con quien me traiga una rosa roja. Sólo si es roja. – sabiendo que la decoración floral sólo consistía en rosas blancas. Cuando salieron disparados en busca de la rosa de la suerte, ella escogió a un muchacho nada agraciado para su pareja de baile, y ante las quejas de sus amigas contestó:
-Amo a los desheredados del mundo.
Rato después, estaba bailando con Enishi Yukishiro, quien consiguió la dichosa rosa roja quién sabe de dónde. Era un muchacho alto de cabellos negros, que usaba lentes del mismo color, que le daban un aire entre misterioso y moderno. Era primo lejano de Tomoe y casi no se trataban, de familia rica y con grandes propiedades, y un padre influyente en la política. Todo un partido.
-Estoy estudiando Derecho en Tokio, así que reparto mi tiempo entre esa ciudad y Kioto. – le contó él a Kaoru.
-Yo pienso inscribirme en Magisterio, quiero ser profesora. ¡Adoro a los niños! – dijo ella emocionada.
Enishi tragó saliva. Kaoru Kamiya le gustaba desde hacía mucho tiempo y sentía que era hora de exponer sus sentimientos antes de que otro se le adelantara.
-Te vi el domingo pasado, aquí en la piscina del club. – empezó nervioso.
-Yo también te vi. –le dijo Kaoru, mirando con sus ojos azules a los oscuros de Enishi.
-¿Qué hubiera pasado si no te hubiera conseguido esa rosa?
-La conseguiste. – le dijo ella - Y si la conseguiste fue porque tenía que ser.
-¿Quieres ser mi novia? – preguntó atropelladamente.
Kaoru asintió tímidamente y a Enishi la felicidad no le cabía en el cuerpo. Como no podían sellar su amor con un beso en medio de la fiesta, se dedicaron miradas cómplices y bailaron al son de You are my destiny, de Paul Anka.
Mientras, en el convento, Kenshin hablaba con el crucifijo que tenía en su celda y pedía por sus amigos pecadores.
-Yo sé que ellos no lo hacen por malos. Pero lo que hacen sí está mal. Siempre viendo esas revistas, con fotos de mujeres…ya sabes…desnudas. ¡Pero yo no miro, sabes que no lo hago! Está bien, me tienta saber cómo es, ¡pero no miro, no miro! Yo te prometí el día de mi Comunión que no iba a cometer ningún pecado, y que voy a morir tan santo como cuando nací…
Como aperitivo previo a los hechos picantes, y más que picantes, emocionantes, que estamos por vivir, una pequeña reseña sobre nuestro candidato a Santo, que en aquellos días estaba muy atareado con el coro de los Niños Cantores de Dios, vieja y querida idea que tuvo desde los días en Otsu; era el idealizador, fundador, director, maestro, y su sueño era que todos los que oyesen al coro cantar, creyeran en la existencia de Dios. Me decía que mis días de ateo estaban contados.
Semanas después…
-¿Qué es eso? – me preguntó Sanosuke, mirándome entre confundido y consternado.
-Un póster del Che Guevara. Soy muy admirador de él, y voy a seguir su ejemplo.
-Eso era lo único que me faltaba, Akira. – suspiró mientras tomaba su café.
No le hice caso.
-Voy a visitar a Tomoe Yukishiro. – anuncié, tomando mi chaqueta.
-¿Ella sabe que tu gran ambición es hacer una especie de reforma agraria? – se burló - ¿No pensaste en ser guionista? Ya que tanto quieres ser escritor, en Hollywwod puedes tener éxito. ¡Escribe para el cine, Akira!
-¿Y escribir para el imperialismo americano? – me ofendí - ¿Qué tienes en tu cabeza, Sano? Hollywood y yo no estamos hechos el uno para el otro.
-¡Me vas a decir que no quieres ir de fiesta en fiesta, con Marilyn Monroe de tu brazo! – a continuación, revolvió entre sus cosas y empezó a pegar un poster al lado de mi Che.
-¿Qué es eso, Sano? – le pregunté. Miré con detenimiento, era un póster de una película de la Monroe.
-Akira…no da para entrar a la casa y ver esa cara, todo barbudo…da hasta miedo. – me dijo Sano, lanzando una mirada desagradable al revolucionario argentino. No le llegaba ni a los talones en guapura.
Nos dispusimos a salir a hacer nuestras diligencias y él seguía con su alharaca.
-¡Cuando el gran Sanosuke Sagara llegue a Hollywood van a llover dólares sobre mi cabeza! – luego vio que me escondí detrás del cantero de la entrada y me puse a espiar alrededor - ¿Qué pasa?
-Estoy siendo perseguido…
-¿Eh? – Sano pensó que me volvía loco.
-Por Hajime Saito, un policía que caza comunistas. – le expliqué - Sé que me persigue por todos lados, adonde voy está él tomando notas.
-¿Tan importante eres en la revolución? – me preguntó, ya serio.
-Tengo mi papel, Sano. Cada uno tiene su papel.
Me encontré con Tomoe en el portón de su casa, y mientras hablábamos de cosas triviales, su tía Akane nos espiaba desde la sala y me dirigía miradas de desconfianza.
-No le gusto a tu tía… - le dije a Tomoe.
-Claro, ella no se acuerda de ti y no sabe de quién eres hijo. – contestó ella - Ni si eres de una familia de buenos antecedentes. – luego vio mi cara de preocupación - ¿Qué pasa? ¿Estás preocupado?
-¿Por casualidad tu tía es de izquierda? – le pregunté, todo sería tan fácil con Tomoe si no tuviera que mentir sobre mi ideología.
-¿Mi tía de izquierda? – rió ella - ¡Mi tía odia a los comunistas! ¡No puede ni verlos! ¿Por qué preguntas?
-Por nada, pura curiosidad. – respondí bastante abatatado - ¿Vas a algún lugar ahora?
-¿Te acuerdas de la chica Miss Verano? ¿Kaoru?
-¿La del bañador dorado? – recordé con una sonrisa estúpida.
-Sí, ella se compromete hoy.
Iba a contarme más, pero la tía Akane no se aguantó y salió de su escondite para llamar a Tomoe.
-¿Quién es ese muchacho con el que te ves en el portón? – empezó a regañarla.
-Es Akira, tía…
-Akira…Akira no es nada, ¿Akira qué? – preguntó impaciente, mirándome aún con desconfianza.
-Kiyosato, es de Otsu. –aclaró Tomoe. El rostro de la tía Akane se iluminó.
-¿De la familia Kiyosato? ¡Debe ser pariente de Tae y Sae! ¿Por qué no me dijiste nada, Tomoe-chan? ¿Qué va a pensar la gente si deja plantado a ese joven tan importante? – y me llamó - ¡Akira-kun, entre por favor! Tomoe-chan ofrécele un refresco…
Luego nos encaminamos a la fiesta de compromiso de Kaoru Kamiya, a la cual fui invitado por las invitadas. No puse objeción, pues era una buena excusa para seguir cerca de Tomoe y ganarme el cariño de la tía Akane. Y también para ver de lejos a Kaoru Kamiya.
-Hoy en día no es fácil encontrar una chica como Kaoru para ser esposa de uno de nuestros hijos. Bien nacida, bien criada, ¡es una perla! – cumplimentaba la tía Akane.
-Pero yo no la querría para mi hijo, tan joven y arrastrando desgracias…un hombre se mató por su culpa. – replicó una de las beatas presentes.
-¡Pero ella no tuvo la culpa! – la defendió la tía Akane - ¡El muchacho no pudo afrontar su rechazo! Qué locura, matarse sólo porque una no quiso casarse con uno, es algo que le podría suceder a cualquiera.
-Pero ya sucedió con ella… - repuso la otra, mirando a la chica Kamiya como si estuviera apestada.
Pero para quien Kaoru no era ninguna apestada era Enishi. Apenas podía creer que en menos de un mes se casaría con el amor de su vida.
-¿Feliz? – le preguntó a Kaoru. A él ni hacía falta preguntarle.
-¡Más de la cuenta! – contestó la chica sonriendo.
-¡Quiero casarme ya! – confesó Enishi, impaciente.
-Quisiera casarme en junio, en el día de mi cumpleaños, creo que sería muy lindo. – le dijo Kaoru - No siempre cumpliendo los dieciocho alguien se casa… - luego su cara se ensombreció.
-¿Qué paso? ¿Dije algo malo? – se preocupó su novio.
-No…no me hagas caso. – lo tranquilizó Kaoru - ¡Así soy yo, cambio mucho de ánimo! – luego le dijo - Quiero el Ave María de Gounod para mi entrada, lloro cada vez que lo escucho…
Más tarde, ya de noche, en el convento, Kenshin daba vueltas por su cama…
-¿Qué me pasa? No consigo dormir…tengo una sensación extraña…
Una mañana, faltando dos semanas para la boda, Kaoru le comentó a Tomoe adónde pensaba ir.
-¡Es una maravilla esa adivina Madame Ikumatsu! ¡Todo lo que ella dice se cumple! Hasta el presidente va a verla; dicen que no da un paso sin antes consultar las cartas de Madame Ikumatsu… - le contó. Ella sabía que sería feliz con Enishi, pero necesitaba asegurarse…
Ya en casa de la adivina, se sentó a esperar junto con otras clientas. Parecía la sala de espera para ver a un doctor; la diferencia radicaba en los tapizados, la cargada decoración y el hecho de que estaban en una casa particular.
-¡Kaoru Kamiya! – escuchó que la llamaban. Entró a la habitación y vio a Madame Ikumatsu peleando con su refrigerador, que no cerraba bien - Siéntate…este aparato casi ni funciona, debo comprar una heladera nueva… ¿cuál era tu nombre completo?
-Kaoru Kamiya.
A pesar del aire excéntrico, era una mujer muy hermosa. Cuando Kaoru la vio creyó que estaba ante esas antiguas geishas de las pinturas, tan etéreas, delicadas y bellas. Pero a pesar de lo que parecía, Madame Ikumatsu tenía una voz tan autoritaria como su carácter y no parecía mujer destinada a complacer a nadie. A eso se le sumaba que era bastante distraída.
-Kaoru Kamiya… - y siguió hablando de su heladera - debería ir a ver el último modelo que me recomendaron. Me dijeron que es una maravilla…¿Kaoru cuánto?
-Kaoru Kamiya.
-¡Ah, Kaoru Kamiya! – mientras mezclaba las cartas la miró - ¿Tienes miedo? – Kaoru negó con la cabeza muy nerviosa y luego le ordenó - ¡Corta!
Al mismo tiempo, en el convento, como contestando la pregunta de Madame Ikumatsu, Kenshin se encontraba lamentándose frente al altar.
-A veces tengo miedo…miedo de no saber qué va a pasar conmigo…tengo miedo de algo que no sé ni qué es…
-¿Estás de novia? – preguntó Madame Ikumatsu mirando el enorme anillo de compromiso en el dedo de Kaoru.
-Me caso dentro de dos semanas. – contestó ella feliz. La adivina dio vuelta una carta y gruñó - ¿Qué vio?
-Estoy viendo muerte…una muerte que ya fue… - luego la miró y le preguntó como si nada - ¿Tú habías aparecido en la foto del diario por lo de Miss Verano, no?
-Sí…¿pero de quién fue la muerte? – Kaoru no podía creer que le hablara de Miss Verano cuando el asunto era grave.
-Saliste tan linda en esa foto… - luego volvió a mirar la carta, adoptando una expresión grave - un joven, ligado a ti sentimentalmente…
-Sé de quién habla, él se mató…porque no me quise casar con él…eso es lo que él puso en la carta que dejó, que era por mi culpa… - dijo ella con pesar para después asegurar - ¡Pero el que se quiere matar siempre encuentra una excusa! ¡Yo no me siento culpable! ¿Cómo iba a saber que él haría algo así?
Madame Ikumatsu seguía dando vuelta las cartas.
-Ese espíritu te acecha…él no quiere que seas feliz. Está muy perturbado. – dijo ella con aire distraído. Definitivamente compraría ese refrigerador que le recomendaron.
-Pero voy a ser feliz, ¿no? ¡Ya soy feliz! – aseguró Kaoru, preocupada.
En eso, Madame Ikumatsu la mira fija y gravemente.
-Nadie viene aquí si está feliz, quien se sienta en esa silla frente a mí alguna cosa le falta…
Kenshin seguía lidiando con esa repentina crisis de fe.
-¿Qué me falta? ¡No me falta nada!
-¿Pero voy a ser feliz? – pregunto con insistencia Kaoru.
-Saca otra carta y ponla aquí, así completaremos la frase… - Kaoru cumplió la orden - ¡Ja! Aquí dice que vas a ser muy feliz. Pero para llegar hasta esa felicidad, vas a tener que derramar muchas lágrimas…Mis cartas no se equivocan: ¡Ese muchacho que le puso el anillo en el dedo no es el hombre de tu destino! – anunció. Kaoru abrió sus ojos azules, horrorizada - ¡Vas a encontrar a tu príncipe! Pero para que eso suceda…vas a tener que dejar tu posición de princesa y sufrir más que Cenicienta…porque tu madrastra, será tu propia vida… Vas a saber que el hombre de tu destino apareció, cuando pierdas uno de tus zapatos favoritos. ¡Presta atención, porque ésa será la señal! Un zapato perdido…
-¿Pero qué hombre? – cuestionó la otra, alterándose - ¿Usted está diciendo que no voy a ser feliz con Enishi?
-Mira pequeña, me encantaría poder decirte todo lo que quieres escuchar. Me encanta ver a la gente saliendo alegre de este lugar, pero no puedo inventarme nada. Si las cartas lo dicen…yo sólo trato de ser positiva. Ese casamiento no va a suceder. – le aseguró madame Ikumatsu.
-¿Cómo que no va a suceder? ¡Pero si está todo listo! ¡Sólo si yo muero o él muere, sólo así! – gritó. Se levantó para irse y buscó en su cartera - ¿Cuánto le debo?
-No te voy a cobrar…págame la próxima vez. – le dijo la adivina con toda la tranquilidad del mundo.
-¿Qué próxima?
-Vas a volver. Y ahora presta atención, porque te voy a decir una cosa que siempre digo a mis clientes: Nadie huye de su destino… - luego la despidió y siguió murmurando cosas sobre los electrodomésticos y sus mañas.
Durante esas dos semanas previas a la boda, las palabras de Madame Ikumatsu no dejaban de dar vueltas por la mente de Kaoru.
Por un lado estaba enojada. ¿Cómo esa mujer se atrevía a cuestionar su futura felicidad con el hombre de sus sueños? ¡Le mandaría una foto de su casamiento para que viera cuán equivocada estaba! ¡No, muchas fotos con su flamante marido!
Pero por otro lado, a medida que se acercaba el gran día, ella no podía dejar de dudar con la decisión de casarse. ¡Pero estaba tan entusiasmada! El vestido, la fiesta, la casa, la alegría de sus padres, la alegría de Enishi…y ahí comprendió. Tenía esas dudas porque se había preocupado por todo el mundo y por todas las cosas, menos por ella…nunca se detuvo a pensar por ella misma, asumiendo que como hija y como mujer, ése era su deber y no debía chistar. Todo lo contrario, debería dar las gracias, no todos los días una se casa con un partidazo como ése.
¿Pero realmente ella amaba a Enishi? ¿Realmente él la amaba? Tuvieron un noviazgo demasiado corto, sin el tiempo suficiente para conocerse, y de repente y sin saber cómo, allí estaba ella, a punto de casarse. Prácticamente a punto de unir su vida a un desconocido…
El día de la boda, mientras se preparaba en su casa, ella se preguntaba todo eso. ¿Aún estaba a tiempo para echarse atrás? ¿Realmente quería casarse, tener hijos y esperar a su marido con la comida hecha y la casa limpia? No, no quería eso, y mientras su madre alababa su velo al estilo de Grace Kelly, Kaoru pidió sin mirarla:
-Mamá…quiero hablar con Enishi… lláma a Enishi…
Su madre la miró sorprendida. Hacía diez minutos estaba feliz, y ahora le hacía esa petición de manera grave. Cierto era que había estado apagada durante estos últimos días, pero lo consideró normal, seguro eran los nervios. Lo anormal sería que no los tuviera.
-Pero hija, el novio no puede ver a la novia antes de la ceremonia, da mala suerte. Tienes toda la vida para hablar con él. – la quiso tranquilizar su madre.
-¡Si Enishi no viene yo no pongo ni un pie en esa iglesia! – exclamó Kaoru.
Dado el aviso, Enishi hizo todo lo posible por salir disimuladamente de la iglesia, para no levantar sospechas de ningún tipo. Ya estaba esperando junto al altar a su novia, y lo dicho por la señora Kamiya le cayó como baldazo de agua fría. Una vez fuera de la iglesia, se dirigió como una bala al encuentro de Kaoru.
Ella estaba en su habitación vestida de novia, serena y con la mirada perdida.
-¡Kaoru! – la llamó él, preocupado. Temía que se sintiera indispuesta.
Ella lo miró y le empezó nerviosa:
-¿Sabes, Enishi? Estamos…yendo muy rápido...nos pusimos de novios…al poco tiempo pusimos fecha de casamiento…
Enishi la miro perplejo. Pero debían de ser los nervios, sí, tenían que ser los nervios…
-Mi amor, eso no es problema. Todas las novias se ponen nerviosas… - intentó tranquilizarla, cuando ni él mismo estaba tranquilo.
-Sé que nadie me obligó, Enishi…pero me siento un poco desorientada…¡Estoy vestida de novia y apenas sé cómo llegué hasta aquí! No pensé en nosotros, sólo en la fiesta, la alianza, el vestido, en todo menos en nosotros…
Enishi se ponía cada vez más nervioso.
-Amor, no es hora de divagar…
-Tengo miedo de casarme sin estar segura, Enishi… - dijo Kaoru con miedo.
-¡Pero en la iglesia están todos esperando!
-¡Pero quiero decirte lo que estoy sintiendo!
-¡Y sé lo que estás sintiendo, lo sé! – exclamó el novio - Pero, ¿sabes qué hora es?
-Enishi…no voy a entrar a esa iglesia sin estar segura…
-¿Qué está sucediendo? ¡Habla de una vez! – él estaba al borde de la desesperación - ¿Acaso dije algo malo?
-¡No pasó nada! ¡No hiciste nada!
-¡PERO TIENE QUE HABER UN MOTIVO PARA QUE HAGAS LO QUE ESTÁS HACIENDO! – Enishi se descontroló - ¡UN MOTIVO! ¡QUIERO UN MOTIVO! ¿QUIERES QUE ME PEGUE UN TIRO EN LA CABEZA COMO ESE OTRO ENAMORADO QUE TUVISTE? – bramó como un loco.
PAAAAAFFFFF!
Kaoru le dio vuelta la cara de una bofetada.
-¡NO DIGAS ESO NUNCA MÁS! ¡NUNCA MÁS! – rugió ella.
Pero Enishi prosiguió.
-¡YO NO SOY DÉBIL COMO ESE OTRO! ¡NO! ¡PRIMERO ACABO YO CONTIGO ANTES QUE TÚ CONMIGO! ¡AHORA VAMOS QUE ESTÁ TODO KIOTO ESPERANDO! – y la tomó del brazo bruscamente, dispuesto a llevarla a la iglesia.
-¡PUES ME VAS A TENER QUE ARRASTRAR POR LA CALLE! – gritaba ella mientras trataba de zafarse del agarre del muchacho - ¡Y OBLIGARME A ENTRAR A ESA IGLESIA!
-Dí la verdad…quiero la verdad…¿tienes otro? – murmuró Enishi en un estado de histeria - ¡CONFIESA!
-¡No tengo a nadie más!
-¿Acaso crees que soy un idiota? ¿Qué me vas a ver la cara? La gente me decía que no valías nada, que eras una zorra…¡UNA DESCARADA! – gritó él con los ojos salidos de las órbitas.
Kaoru lo miró confundida. ¿Por qué la gente diría esas cosas de ella?
-¡Te dijeron! ¡Te dijeron, eh! ¿Qué más te dijeron? – preguntó.
-Tus amigas…tus mismas amigas me dijeron que no valías nada, ¡que eras un demonio disfrazado de santa! ¡Que traicionaste a varios y que me traicionarías a mí!
-Esas falsas…esas víboras… - susurró Kaoru, no podía creer que sus propias amigas dijeran esas cosas de ella.
-Y dieron nombres… ¡niégalo!
-Siempre me tuvieron envidia… - prosiguió ella.
-Yo me caso contigo de igual manera, Kaoru. – rogó Enishi, con los ojos llenos de lágrimas - Dime quién es, y te juro que nunca más hablamos de eso…yo te acepto…dime quién es…
-¡No tengo a nadie! ¡NO TENGO A NADIE! – Ahora Kaoru era la histérica.
-¡Yo acepto y lo voy a olvidar! ¡Nadie lo va a saber! – Y dicho esto, Enishi se derrumbó, sin poder controlar su llanto.
-Enishi…Enishi…no llores…no soporto verte llorar, siéntate aquí… Mírame. – le dijo ella cariñosamente - Estoy segura de que encontrarás una buena muchacha, vas a tener tu familia, tu casa…tú no me hiciste nada, Enishi…soy yo…olvídame, va a ser lo mejor para ti…olvídame.
-Pero resolvamos eso después del casamiento. – sollozaba Enishi - Si no quieres hacer vida de casada conmigo, está bien. Pero vivamos en la misma casa, guardando las apariencias…¡Te juro que no te pongo un dedo encima! ¡No toco ninguno de tus cabellos!
-No, Enishi, no…
-¡Puedes tener a tus amantes! ¡Yo acepto!
Kaoru lo miró con rabia y decepción. ¿La creía capaz de eso? ¿Él, todos?
-¿Y no me vas a hacer la vida imposible por saber sus nombres? – lo probó.
-¡Te juro por lo más sagrado que nunca más te pregunto nada! Tienes mi pala…
-Y si quisiera llevar a alguno a la luna de miel, ¿me dejarías? – siguió probándolo ella.
-Sólo te pido que no seas indiscreta…que no me hagas pasar el ridículo…por favor, Kaoru…
Todo se trataba de las apariencias al fin. Apariencias que no eran más que mentiras. Sus propias amigas hablando mal de ella…el propio Enishi creyendo todo lo que le decían y asumiendo lo que escuchaba sin confiar en ella. Todos juzgándola por lo ocurrido en el pasado y despreciándola en silencio, pero como ella era bella y de familia acomodada era mejor congraciarse. Sintió asco de todo el mundo, de sus padres, de Enishi, de ella misma… se irguió y lo miró con odio.
-No te humilles más… yo no te quiero… - se dirigió a la puerta y la abrió para que se fuera - ¡NO TE QUIERO NI CUBIERTO DE ORO! – le gritó.
PAAAAAFFFFF!
Ahora la bofetada la recibía ella de parte de Enishi.
-¡YO NO ME CASO CON VAGABUNDAS! ¡Y TÚ ERES UNA! – le gritó él antes de irse.
Minutos más tarde era el turno de su madre para gritarle; Kaoru no tuvo otra opción que escucharla en silencio.
-¡Tú sólo piensas en ti! ¡Nunca en tu padre, en tu madre! ¿Cómo vamos a quedar en la sociedad ahora? ¡Dímelo! ¿Cómo?
-¡Yo pensé que quería a Enishi! – trató de explicarse la chica - ¡Pero me engañé! ¡No es amor lo que siento por él! ¡Ni es amor lo que él siente por mí!
Esa fue la gota que rebalsó el vaso para su madre.
-¿PERO QUÉ AMOR? ¡EL AMOR VIENE DESPUÉS CON LA CONVIVENCIA! ¡NADIE SE CASA MURIENDO DE PASIÓN! ¡ESO PASA EN EL CINE Y EN LAS FOTONOVELAS! ¡EN LA VIDA REAL NO! – rugió ella, luego se lamentó por el yerno que no fue - Enishi…¡Enishi es un excelente muchacho! ¡Bien educado! ¡Él iba a ser un buen marido para ti! ¡Un buen padre para tus hijos! ¡ES ESO LO QUE CUENTA! ¡ES ESO LO QUE SUSTENTA UN CASAMIENTO! ¡NO EL AMOR! – luego la miró con rencor - ¡Tenía mucho miedo de ese temperamento fantasioso! ¡Ese romanticismo exagerado! ¿Acaso piensas que estaba enamorada de tu padre cuando me casé con él? No lo estaba, ni él de mí. Sólo que con el tiempo, una se va acostumbrando a la otra persona…va descubriendo las cualidades de ella…hija, usa la cabeza…¡en la vida hay que ser práctica!
-Una mentira…ustedes son todos una mentira… - le contestó Kaoru con rabia - ¿Sabes lo que Enishi me propuso? ¡A él no le importa que tenga amantes, tantos como quiera!
Pero a su madre no le importó lo que ella le decía. Ni siquiera la escuchaba, y Kaoru se aterrorizó ante eso. En cambio, se lamentaba por los regalos…
-¡Los regalos! ¿Qué hacemos con los regalos ahora? ¡Akane mandó un juego de tazas de cristal! – sonó el teléfono y fue a contestar. Kaoru la siguió para tratar de hacerle comprender - ¡Kamiya! ¡Qué bueno que estás viniendo con el doctor! ¡Nada, no conseguí nada! ¡La internamos! ¡De última la internamos! Por lo menos vamos a salvar nuestra reputación…
Y eso fue suficiente para Kaoru. No quiso escuchar más, pues ellos habían decidido. Y ella también. Tomó las maletas con esos regalos tan caros y la ropa de la luna de miel y salió de allí. Se metió en el lujoso auto que la esperaba para ir a la iglesia, y le dijo al chofer que manejara. No iría a la iglesia, iría a cualquier lugar.
Casi anocheciendo, después de un rato dando vueltas con el auto, llegaron a una rotonda rodeada de locales de dudosa reputación: bares, un cabaret, todos esos edificios rodeando un hotel inmenso y algo deteriorado, cuyo cartel rojo rezaba "Aoiya". Y un montón de personas mirando el auto, ya que esos vehículos tan lujosos nunca pasaban por allí, ni de casualidad. Kaoru los miró: borrachos, prostitutas, travestis y policías de bajo rango constituían la población de esa rotonda marginal. Sin duda era un barrio peligroso, y bastante alejado del suyo.
Sin saber por qué, y antes de que el chofer tomase otro rumbo, le pidió que parase allí. El hombre le preguntó con temor si estaba segura de lo que hacía, y ella en respuesta y paga le entregó su anillo de compromiso. Mientras le bajaba las maletas, los demás miraban con sorpresa a la joven vestida de novia que bajaba de esa limusina.
Muy lejos de allí, en el coro de la iglesia del convento, Kenshin estaba feliz. Estaba a punto de iniciar las prácticas del coro que tanto esfuerzo le costó formar. Dentro de poco y unas cuantas prácticas, el mundo escucharía la prueba de la existencia de Dios; y sus amigos recobrarían la fe. Puso todo en orden y se dispusieron a iniciar los ensayos. La primera canción de la lista era el Ave María de Gounod.
Sin saberlo, y vestida de novia, Kaoru marchó al son de la composición rumbo al hotel Aoiya.
