Originalmente un manga japonés escrito e ilustrado por Kyōko Mizuki, y la mangaka Yumiko Igarashi, pero en este espacio utilizo sus hermosos personajes para darle vida a historias de mi creación, espero me acompañen esta vez atras en el tiempo con conflictos que debo advertir tocan puntos fuertes de la época, siempre buscando el amor y las enseñanzas de vida que son las mismas aunque nuestras propias historias sean distintas, actualizaré lo mas pronto que pueda todas las semanas, Un Abrazo enorme a mis lectoras de siempre y las que nos encontremos por el camino esto es con mucho cariño para ustedes.
Sus pensamientos estaban dispersos mientras desenrollaba el hilo gris, el día era gris, su vestido de lana desgastado también era gris, suspiró con tristeza sin apartar la vista de su tarea. La señora Dustin tejía de manera sorprendente a su lado, pensaba que jamás podría tener una habilidad de dama como esa, por mas que lo intentó siempre terminaba en desastre, la admiraba mucho, había perdido a un hijo en la guerra y su hija mayor estaba casada lejos de allí solo tenia a su compañero que estaba mas allá en aquel silencioso salón escribiendo cartas, también había servido al ejercito pero ya era muy mayor estaba de baja por alguna lesión en su pierna izquierda, aunque aun prestaba servicio de entrenamiento estratégico, su clase y abolengo le permitían vivir cómodamente sin restricciones, su deber era hacerle compañía a la señora que aunque bien podría tratarla como servidumbre la acogió como una hija, era como si los señores Dustin de pronto la adoptaran, en dos años la enseñaron a leer y a escribir entre muchas otras cosas, por ello no quería dejarlos aún, deapues de todo lo que pasó le dieron mas que un trabajo cariño sincero y ella les tenia un cariño enorme, recordó como bien decía siempre papá Leo "el amor se pagaba con amor". Recordar a ese gran hombre hizo que le doliera el pecho lo quería realmente como un padre aunque ambos sabían muy bien que no lo era, era una huérfana, sin embargo dios le había regalado una pequeña familia humilde para quitársela como quizá le quito a su familia verdadera, esa a la que nunca conoció y de la que no supo, ahora le daba otra con los Dustin, en realidad no estaba sola nunca lo estuvo, siempre hubo quien la quisiera y acompañara aunque fuera en pensamientos, excepto ese año terrible, se estremeció y con los ojos cerrados agradeció a Dios por todas las personas buenas en su vida.
La señora Dustin se revolvió en el asiento de piel mullido y haló el cordón del hilo gris haciendo que su ayudante de labores abriera sus ojos con un pequeño sobresalto, sabia que debía dejarla ir como dejo ir a sus hijos, para no verlos regresar, sonrió de lado mirándola con ternura, era una joven muy dulce, había llegado hacia 2 años desgarbada, sucia y frágil, parecía a punto de quebrarse o desvanecerse en cualquier momento, tan delgada que creyó que no había comido en meses, desesperada, asustada y con una historia tan triste como aterradora, no dudó ni un momento en ayudarla, no paso mucho tiempo para tomarle verdadero cariño y desde entonces buscar alguna forma de verla feliz, era apenas una muchacha de 22 años, bonita, rubia y con unos encantadores ojos verdes, sabia por su historia que su corazón estaba en algún lugar de Glasgow, había llegado muy lejos para detenerse aunque seguía teniendo miedo.
- Debes escribirle mi niña – insistió sin mirarla
- ¿Y que voy a escribirle Señora Dustin? Quizá no quiera verme y no creerá en una carta
- Vendrá por ti si es un caballero de palabra
- Temo que nunca venga, no me busco jamás
- Entonces ve allá y pregúntale de frente – dejó el bordado clávandole la mirada adusta
- Sus ojos se empañaron – y si me dice que…. Yo… iré… prefiero ir y verlo una vez mas y si me rechaza… – una lagrima cayo en su regazo pero la otra la limpio con fuerza dejando escapar un suspiro
- Entonces vuelve a esta casa en donde te recibiremos con los brazos abiertos, ¡le escribí a un conocido que me debe unos cuantos favores en Edimburgo linda! – exclamó el señor Dustin agitando una carta en su mano – en un par de semanas puedes embarcarte tu
- Abrió los ojos como platos – ¿!Dos semanas?! Yo… no tengo como pagarles…
- ¡Ya, ya! No vengas otra vez con eso Candice, nosotros no tenemos suficiente para devolverte la alegría que trajiste a esta casa – dijo la señora Dustin con una sonrisa – debes recuperarlo y con él tu felicidad
- Sonrió tímidamente – soy feliz aquí, con ustedes
- Pero estas vacía niña, si no vas a verlo no sabrás si es posible otra vida para ti, la que te mereces – se giro y la abrazó - Ve a alcanzar al fin la felicidad
Esa noche al quitarse su cofia y su vestido gris detallo un objeto, antes era una cadena que le llegaba hasta el pecho pero se había maltratado tanto con el viaje que apenas quería tocarlo, un guardapelo de plata que tenia grabados una H y una V, en el centro brillaba una pequeña esmeralda y al abrirlo tenia un pequeño espejo, era una joya preciada que papá Leo le había entregado junto con una palabra "búscalo" pero en ese momento no tenia mas cabeza para pensar a que se refería estando en medio de una guerra, aun no sabia que significaba aquello, protegió y guardó lo único que le quedaba de una vida que creía perdida entre soldados heridos, cañones y espadas, lo apretó contra su pecho y suspiró le compraría una cadena en cuanto pudiera, aunque ya se había repetido aquello muchas veces, siempre quedaba guardado en la bolsita de cuero desgastado, a resguardo, por miedo de perderlo como había perdido todo.
Su risa inundaba el espacio, era lo único que escuchaba una y otra vez, aquella era una mañana de primavera, el sol brillaba en lo alto y esa risa no dejaba de sonar entre los árboles, bajó de su caballo el mismo que siempre tomaba para dar el paseo matutino, lo ató a un árbol y siguió el sonido infantil, mas allá lo encontró, era una niña pequeña, sonrió y se apoyo de un junco para observarla de lejos, descalza perseguía a un par de conejos blancos por el prado mientras a su carrera levantaba en vuelo a montones de mariposas de colores, era una visión mágica, por fin logro obtener a un conejo y lo abrazo con ternura, lo alzo como un bebe y restregó su nariz en su pelaje, luego lo libero para correr tras otro mientras reía con diversión, en su mente maravillado por aquella niña de origen humilde a simple vista se preguntaba cómo podía ser feliz con tan poco, su sonrisa se desvaneció cuando ella giro en su dirección, no debería estar allí, debería estar en casa con su mamá no en el prado sola, estaba a punto de irse cuando ella corrió en su dirección saludando con una vitalidad abrumadora.
- Hola – jadeo por la carrera y lo miro impresionada de arriba abajo – ¿eres… eres un príncipe?
- No, soy… Soy…
- ¡Se quien eres! – replico cruzándose de brazos – el príncipe de los cuentos de Loren, vives en un castillo por allá – señalo hacia el este
- Fue un castillo hace 100 años pero ahora es una casa de Verano y…
- Es primavera – sonrió – No llevas una corona en cambio si ese sombrero extraño – se tapo la boca reprimiendo sin éxito una risita
- No soy un príncipe niñita y este es un sombrero de montar
- ¡Oh! Lo siento mucho alteza – se inclino en un torpe intento de saludo real
- Entonces él se echo a reír muy fuerte y la chiquilla rió también – ¿como te llamas? ¿Que haces aquí sola? Debes tener unos 6 años ¿y tu madre?
- Sintió como el calor inundaba sus mejillas pensando con indignación que de príncipe no tenia nada - Tengo 10 y puedo andar sola – se cruzó de brazos
- Con un perfecto movimiento se quito el sombrero y se inclino ante ella tomando su mano – Lo siento mucho pequeña, a una dama no se le debe hacer tantas preguntas imprudentes aunque el caballero este preocupado
- Quito su mano pero esta vez su sonrojo era vergonzoso – no soy una dama - escuchó la voz de Jimmy llamarla y giró – ¡debo irme! Adiós Alteza
- Se quedó mirándola correr cruzando el prado, era evidente que no se trataba de una pequeña dama, se pregunto de donde sería, otra de sus tantas preguntas sobre aquella niña, pero solo supo con certeza su nombre – ¿Candy?
Su recuerdo así era mas bonito, mas fácil, frente a el estaban un montón de personas conocidas mas no queridas y la fiesta estaba en su apogeo, como podría disfrutar alguna vez nuevamente de la música después de los años que pasó entre tanto desastre, su vida se dividió en antes y después de esa guerra. Enfundado en su traje elegante oscuro esquivo a algunas personas tratando de salir y respirar un poco de aire fresco pero no pudo esquivarla a ella, le sonrió y lo tomo del brazo, por supuesto que sabía lo que quería y adivinaba con facilidad lo que necesitaba, hacia un año que la frecuentaba a menudo, aplacaba de cierta forma sus demonios y fantasmas
- No es bueno que estés solo esta noche cariño
- Quizá quiera solo respirar – contesto casi en susurro
- Respiremos juntos entonces – lo guió hacia la terraza en donde aun se podían escuchar los murmullos y la música, estaba adornada con flores y cintas de colores – ¿Que sucede?
- No me gustan las fiestas es todo – suspiró – lo siento, se que es nuestro compromiso no quiero que la pases mal por mi culpa – acaricio su mejilla
- No la estoy pasando mal pero me preocupas William, espero que no sea otro de esos dolores de cabeza, además estas retraído
- Miró a su alrededor – ¿estas feliz con esto Daisy?
- Esto es lo que nuestras familias acordaron, es lo que tu padre quería y mi abuelo por fin viaja hasta aquí para la boda, estará toda la nobleza de Reino Unido, ¡estoy feliz! – sus ojos brillaron
- Sonrió apenas y beso su mejilla con cariño – entonces yo también lo estoy
- Estoy segura de que tendremos un matrimonio excelente, nos llevamos muy bien y nos conocemos desde hace mucho, seremos una pareja perfecta – observo como le sonreía y pensó que era tan afortunada por tener a su lado al amor de su vida
Su tía los interrumpió y le solicitó con su imponente expresión que la acompañara, a él le pidió en lo que mas bien fue una exigencia que acompañara a unos caballeros Duques importantes, como siempre fue a cumplir con su deber pensando que era la vida que le toco vivir por mas que se rehusara, era la herencia de su padre, recordó las palabras de Daisy, "lo que siempre quiso" con él siempre tuvo exigencias, trató de ser el hijo que quería aunque lo hiciera infeliz pero luego estalló su frustración y se reveló a la familia, su padre se parecía mucho a su tía, nada les complacía todo debía ser perfecto, a Daisy él si que la quiso muchísimo como a una hija y le parecía perfecta, tanto que concretó su matrimonio desde que eran unos niños, era la nieta de un Barón prestigioso y conocido su alianza era mas que ventajosa un deseo de su padre, así que desde muy pequeña la prepararon para ser su esposa, una dama refinada, de modales perfectos que lo apoyara en todo momento, la futura madre de sus hijos, siempre le tuvo el cariño de una hermana era difícil imaginársela como su esposa pero no seria imposible, era muy hermosa y pensaba que con el tiempo podría llegar a amarla como se merecía. Tenia que poder amarla, daría su mayor esfuerzo.
La estación de tren no albergaba tanta gente pero quien la viera pensaría que era la mucama de los señores, a pesar de los intentos de vestirla de forma mas elegante ella se negó y prefirió sus sencillos vestidos de lana desgastados por el uso y sus sombreros roídos, lucia algo pálida como un ratoncito asustado, la abrazó con cariño dejando salir un par de lagrimas de emoción, el señor Dustin le entrego sin derecho a negativa ni replica un saquito con un poco de dinero que ella prometió devolver en cuanto comenzara a trabajar y así subió a un tren sola, luego de saber que estaba vivo hace mas de un año se había negado a escribirle, él sabía perfectamente que no podía hacerlo y a su mente regresaron todas las palabras de madame Elroy, estaba mejor sin ella, pensó que lo superaría pero en su mente y su corazón solo estaba él, fue real y tenia que serlo y si no entonces prefería que se lo dijera, tenia que por lo menos volverlo a ver, le costó separarse de los Dustin, también prometió escribirles en cuanto estuviera en Glasgow, el viaje sería largo y aunque el miedo la llenaba de dudas su corazón latía fuerte con solo imaginar estar de nuevo entre sus brazos, que le susurrara como siempre que todo estaría bien, y por otro lado imaginaba que la rechazaría, se repetía que no tenia cabida en su vida y que jamás sería lo que necesitaba.
El viaje fue tedioso y largo, cuando llegó a Edimburgo se arrebujo en el abrigo Gris oscuro de capa y miro a su alrededor, no era común que una mujer estuviese sola, siempre debía tener una compañía pero ella era a vista de cualquiera una moza quizá una sirvienta, No había estado allí nunca antes, a pesar de que había recorrido muchos países en Europa, Reino unido, hasta en India no pensó que fuera tan gris, combinaba perfectamente con su vestimenta, podría confundirse con ese cielo que cada vez estaba mas oscuro, pensó que quizá en Glasgow habría un poco de sol aunque sabia perfectamente que no era cierto, él le describió muchas veces su hogar y a pesar de ser una costa con el mar siempre a la vista el sol muy rara vez se dejaba ver en su esplendor, caminó con su escaso equipaje hasta dar con una posada, era bastante tosca y llena de gente rara, se acerco a el hombre de la barra para pedir alguna habitación y pasar la noche pero éste la miro con lascivia de arriba abajo
- Esto es un bar respetable muchacha, aunque quizá tengas clientes por allá – señalo con un movimiento de cabeza a un grupo de borrachos en una esquina
- Disculpe pero no conozco este lugar y afuera dice que es posada, solo pasaré la noche – menciono en tono dulce, estaba acostumbrada a tratar con toda clase de hombres y la insinuación del hombretón de mediana edad no la escandalizo, sacó algunas de las monedas que le había dado el señor Dustín y las puso de golpe en la barra - una habitación por favor y asegúrese de que este limpia y tenga cerrojo, no quiero problemas con ninguno de sus clientes señor por favor
- Discúlpeme – tomo las monedas – se nota que no es de por aquí muchacha, las mujeres no están solas ni las muchachas de los señores andan por allí a estas horas por eso la confundí con una cortesana
Llamó a gritos a un niño como de unos 13 años en un idioma extraño y este la condujo a la habitación, le llevaron agua limpia y una cena a base de nabos, ya estaba cerca, estaba muy cerca, no quería abusar de la hospitalidad de mas extraños aunque agradeció la intención del señor Dustin, partiría temprano directo a su destino, no quería perder ni un minuto mas, no podía perderlo, su corazón se lleno de ansiedad desde que saliera de Bath y no había parado de desesperarla, que pasara lo que tenia que pasar pero quería escuchar de sus labios que no quería verla nunca más o por el contrario no perdía la esperanza de escuchar que la quería.
El día amaneció mas despejado que de costumbre, casi se podía decir que era soleado a pesar de que el sol no se veía, dio un paseo a caballo como de costumbre, le ayudaba a relajarse y ese día lo necesitaba, a lo lejos la iglesia debería estar sonando anunciando un matrimonio toda la mañana lo haría, sintió una punzada en la cabeza y azuzó al caballo. Al regresar la mansión adornada estaba abarrotada de sirvientes, su tía lo intercepto apenas cruzó la puerta dando instrucciones para que se preparara y simplemente dejo su mente en blanco, se dejo guiar por ellos y su ayuda de cámara corría tras él para quitarle la ropa de montar mientras otros llenaban una enorme bañera con agua caliente, no quería pensar en nada mas, no sabia exactamente si se sentía abrumado o aliviado de que al fin llegara ese día, quizá debería comportarse como un novio a punto de casarse, se dejó caer en la bañera y cerro los ojos, su mente en busca de un escape volvió al pasado otra vez, a un campamento, a unos ojos, a la libertad y la paz que le ofrecían.
Ella estaba sentada rodeando sus piernas sobre una roca enorme, miraba al infinito con una sonrisa, se preguntaba como podía sonreír con todo el caos a su alrededor, era una de las mujeres que acompañaban el campamento, tenia su pelo rizado largo hasta la cintura ondeando al viento y no llevaba calzado alguno, se veía tan libre, ella era tan única que su corazón se agitaba con el solo hecho de observarla, siempre le pasaba igual, se quedaba observándola como hipnotizado por largo rato, ya no era aquella niña que corría de un lado a otro, era una mujer, una joven muy bella, dulce y alegre que siempre le robaba las sonrisas, pero él no debería verla de ese modo se había reprochado eso montones de veces, eran amigos, lo habían sido siempre o ya en ese lugar ni siquiera eso, se había enlistado en contra de toda la familia como un acto de rebeldía hacia su padre, se sentía preso y acosado todo el tiempo entonces con el dinero de la herencia de su madre compro un cargo dentro de la guarnición de Reino Unido y se marchó de casa, ya no era más que un teniente de un pelotón a sus 26 años, llevaba 5 ejerciendo y solo 2 desde que ella había llegado para acompañar a su única familia, su padre y su hermano pequeño ambos reclutados a fuerza de las cercanías de Dorset, a ella no le quedó más que ir pero no se limitó a atender solo a sus soldados, aprendió un oficio, llevaba un delantal blanco con una cruz roja en el pecho, cuando había movimiento se encargaba de una forma hábil de los heridos, cuando no, trabajaba igual con las otras mujeres para que alcanzara el alimento, lo había reconocido un día hacía poco más de 10 meses, un día en que sus miradas se cruzaron pero no podían mostrar signos de familiaridad o de donde podrían conocerse, ella venía de un pelotón que se unió al suyo, casualidades del destino, aunque su primer pensamiento fue de terror imaginato todo el peligro que correria allí, luego la sensación emocionante de abrazarla fuerte y detallar lo que había cambiado con los años su pequeña traviesa, así que solo le sonrió; tenían trato cordial frente a los demás, rara vez podían quedarse a solas y hacerlo era una estrategia divertida de la que siempre terminaban riéndose, una hora o quizá toda la noche pero hablaban como siempre de cualquier cosa que los ayudara a olvidar por un instante la muerte y el miedo.
Con un fusil en el lado derecho y una espada en el izquierdo se quitó el sombrero y avanzó hasta ella como si se tratara de un imán, se colocó justo a su lado tenia que mantener las distancias aparentes, observó lo que a ella la tenía embelesada, un paisaje precioso si no supiera que en cualquier lugar de esa espesura estaba el enemigo, él solo veía enemigos nada más.
- Estas expuesta aquí deberías estar en alguna carpa – miro su entorno cual depredador entrecerrando los ojos
- No se preocupe teniente, nada va a pasarme, sé que va a protegerme y yo rezo cada día por qué si le llega a tocar algún arma pueda curarlo – dijo sonriendo y sin mirarlo
- ¿Solo si me curas tu estaré a salvo? – dejó escapar el siempre serio teniente una sonrisa y ella lo miro de reojo sonriente
- No sé porque los hombres insisten en matarse por un pedazo de tierra y la certeza de que esta les dará más poder, ¿acaso no ven que la tierra no es nuestra? ella permanecerá aquí cuando muramos y nosotros seremos consumidos por ella, es absurdo Albert, quiero volver a casa con los tres, quiero que todos volvamos a casa
- Todo estará bien – susurró – volveremos – su mano toco la suya apoyada en la roca y sus miradas se cruzaron, ella le sonrió con esa sonrisa hermosa de siempre y él solo supo ser el tonto que se queda prendado a ese verde tan claro, tan puro, tan bello
De pronto sonaron disparos que no estaban tan lejos y el movimiento comenzó, sabía muy bien que los disparos alertarían a los enemigos que estaban cerca si no eran ellos, solo quería verla a salvo detrás de las líneas aunque estando allí nunca lo estaría.
Abrió los ojos con un sobresalto tanto que el agua cayó por los bordes, y se sujetó de la bañera tan fuerte que sus nudillos llenos aún de cortes del pasado se pusieron blancos, respiraba agitadamente, se pasó las manos por su rostro y en menos de dos segundos tenía allí a la comitiva que lo ayudaría a vestirse, su mente volvió a quedar en blanco no sin antes pensar que quizá era un fantasma y había muerto en Francia como un teniente o eso deseó.
La iglesia de aquel lugar era preciosa repicaban las campanas, había mucha gente y todo estaba adornado con flores seguro alguien se casaría, sonrío al imaginar a los novios, buscaba con desesperación un cochero que la llevara a la mansión pero parecía una tarea complicada todos estaban allí para presenciar la boda, quizá luego de que salieran los novios podría alguien llevarla, se acercó al sitio atraída por la multitud en la enorme abadía, había tanta gente que la calle estaba repleta, preguntó a una señora con un bebe quien se casaba y ella contestó de forma pedante que era un Lord y una Leidy que solo estaba allí para ver el vestido, se encogió de hombros y se quedó mirando la maravillosa edificación entre el gentío, a su lado las personas murmuraban cosas y un carruaje cerrado elegantísimo con caballos blancos y flores se abría paso para llegar, detrás de ella un hombre exclamó que allí había llegado la hija del barón Mayers, ella jamás había escuchado de ese fulano
- Lord Andrew sí que sabe elegir - dijo el otro hombre en respuesta
- Se giró y miro al hombre con los ojos abiertos de par en par – ¿quien? ¿Quien ha dicho usted? – se puso pálida y tomo al hombre por el rostro para que la mirara – ¿quien va a casarse aquí?
- ¡Muchacha por dios! Lord William Andrew hijo ¿quien más? todos lo saben
Su mente se nubló, cómo pudo a empujones y con la desesperación instalada en su alma se precipitó a la entrada no la detendría ningún guardia, con agilidad más que con inteligencia se abrió paso y al abrir las puertas de golpe un coro comenzó a cantar pero ella no se detuvo en la entrada corrió por el pasillo hasta que lo vio parado en el altar, tiró al suelo la pequeña maleta y sus ojos se inundaron de lagrimas.
No podía creer lo que veía, esperaba ver a su futura esposa entrar por esa puerta y en cambio las emociones le recorrieron el cuerpo como un escalofrío, todo pareció ir en cámara lenta iba vestida de gris, llevaba una cofia y un sombrero del mismo tono pero era ella de eso estaba seguro, todos la veían con horror y su tía que estaba muy cerca en primera fila se cubrió el rostro con vergüenza, era ella estaba viva y estaba frente a él o era otra de esas alucinaciones.
- ¿Candy? – musitó sin apartar la vista
- Albert que es… No puedes casarte – unos guardias la tomaron bruscamente por los brazos y la arrastraban hacia la salida
- ¡Suéltenla! – bajó del altar y caminó unos pasos por el largo pasillo, detrás de él un grupo de hombres quisieron detenerlo y la iglesia hizo un silencio sepulcral – ¿Candy? ¿Eres tú? ¿De verdad estas aquí?
- ¡Lo siento mucho alteza! – sonrío entre lágrimas
Entonces el rió con los ojos empañados pero su sonrisa duro poco, detrás de el alboroto estaba de pie la novia vestida con pomposidad de blanco y encaje con cara de espanto
- Alguien preguntó a viva voz detrás de él novio – ¿William que significa esto? ¿Quién es ella?
- Su mirada no se apartaba de ella quizá por temor a que desapareciera o fuese un sueño – Ella… Es mi esposa – y el silencio se rompió en todos los rincones.
...
