¡¡Holas!!

Este fic es un AkuRoku (me encanta esta pareja 3).

Los capítulos son breves y la historia es triste.

Este capítulo es un RoxasPOV; un recuerdo del pasado.
Lo digo porque a partir de ahora los escritos en cursiva serán pensamientos de Roxas.


Los personajes ni los lugares me pertenecen, snif, son propiedad de Square Enix.

Espero que os guste y me dejeís coments ///

PRÓLOGO

Si cierro los ojos soy capaz de verte apostado en lo más alto de la torre del reloj de Villa Crepúsculo, del mirador de Bastión Hueco, de la atalaya del Castillo del Olvido; en lugares altos donde el vértigo es una sensación tan fuerte que se podría coger con las manos. Estabas allí, desafiando la gravedad, mirando fijamente el sol del ocaso. Una silueta recortada en la luz, con tus cabello rojizos y tu ropa oscura.

¿Qué miras? – se me ocurrió preguntarte una vez, cuando aun no hacía mucho que nos conocíamos.

Te volteaste y me dedicaste tu sonrisa irónica a modo de saludo. Me acerqué a ti, al frente del ocaso y al borde de la nada. La puesta de sol invadía una parte del mundo con su luz ambarina, cada vez más rojiza y oscura. Pero tú no estaba admirando el paisaje transformado a esa hora del día, sino que dirigías tu atención al astro rey; como si quisieras ver algo entre el gas incandescente que lo formaba.

¿Qué miras? –volví a preguntar mientras entrecerraba los ojos por la intensa luz sanguinolenta.

Busco el espíritu del fuego.

¿Cómo?

Te dirigí una mirada extrañada, infantil a tus ojos, pues te limitaste a sonreírme y despeinarme con fuerza.

El espíritu del fuego es una forma física del valor y la pasión. Es como... un brillo intenso que ilumina tu destino. Lo vi una vez, hace muchos años... tantos que ya casi no lo recuerdo. Por eso quiero verlo de nuevo.

En ese momento, cuando aun eras una persona muy desconocida para mí, lo que me contaste me pareció extraño. Que un bailarín de las llamas buscara un espíritu del fuego no tenía lógica. O quizás tenía demasiada.

¿Y ese espíritu está en el sol? –pregunté mientras hacía sombra sobre mi cara con las manos.

Puede.

¿Y porqué lo buscas ahora¿Necesitas que ilumine tu destino de nuevo?

No me contestaste esa pregunta. Ni entonces ni nunca. Pero la mirada que me dirigiste, curiosamente severa y en cierto modo dolida, consiguió incomodarme. Aparté la vista y noté un calor en mis mejillas, sumado al que proporcionaba el sol. Tú volviste a sonreír con tu sonrisa irónica y me alborotaste el pelo.

¡Deja de tratarme como un crío! –grité mientras me apartaba de ti balanceándome peligrosamente sobre el borde.

Miraste al crío de catorce años que se comportaba como un crío de esa edad, exigiendo que lo trataran como algo que no era.

Muy bien –contestaste mientras me cogías de la muñeca para devolverme el equilibrio sobre el vacío –. Haremos un trato, Roxas. Si alguna vez consigues ver el espíritu del fuego, dejaré de tratarte como un niño. Hasta entonces... tendré que cuidar de ti, niñato.

Y dicho esto me cogiste a peso y ambos regresamos a la penumbra interior y la seguridad del suelo firme.

Han pasado años de eso y ese recuerdo ha navegado tanto en mi mente que soy capaz de relatar esta historia
como si la estuviera leyendo en un libro. El espíritu del fuego que me dijiste... yo aun no lo he visto; ni en el sol, ni en la luz del corazón, ni en cualquier otra luminaria. Pero sea donde sea que se encuentre, estaba reflejado en tus ojos.