Caóticamente Hermosa

Autora:Yakumo Kaiba

Fandom: One Piece, Universo Alterno

Parejas: Zoro/Sanji, Robin/Nami, Ace/Luffy, Otras

Advertencias:Universo Alterno de One Piece. Tiempo Actual, pero existen las Frutas del Diablo. Puede, y habrá, contenido Slash (Yaoi) y Femslash (Yuri), incluyendo algunos lemmon. Muchos personajes originales.

Resumen: Luego de perder por enésima vez la niñera para su hijo, Sanji se ve obligado a llevarle por primera vez a un jardín infantil sintiéndose algo intimidado al ser el único padre soltero. Sin embargo, no lo es, y esa condición con otro padre puede llevarles a una complicidad que puede volverse algo más. Slash ZoroSanji

Nota: Se me ocurrió este fic con la simple idea de "¿Qué pasaría si Sanji tiene una hija con una mujer NN que le abandona y él tiene que criarla?" y de allí surgió todo lo demás. La verdad es que no estoy segura del todo de que otras parejas puedo poner, aunque esas tres que nombre son para mi las canon (?) junto con Luffy/Shanks, pero qué se le va a hacer. Acepto cualquier idea, porque este fic aún está en creación. Ojalá lo disfruten :3


Caóticamente Hermosa
Yakumo Kaiba Eiri

Capítulo 1: El Primer Día

—¡Una orden especial para la mesa 23! ¡Sin pimienta!—.

—¡De acuerdo! ¡Sanji, encárgate tú!—.

—Claro, claro, en un segundo… solo déjenme que… ¡listo!—.

El Chef Principal Zeff observó con ligera molestia como su rubio chef terminaba de acomodar en un rincón de la cocina prácticamente amarrado a una silla de infantes a su pequeño hijo. Rubio con unos grandes ojos celestes, el niño era ruidoso y siempre hacía reír a todos los cocineros, sin embargo en la hora cumbre de las órdenes no era una gran ayuda tener a Sanji tan distraído.

El chef de cabellos rubios, finalmente satisfecho de haber dejado a su hijo comiendo para poder trabajar en paz, se volteó rápidamente topándose de frente con la mirada seria de su jefe. Aquel que le había salvado cuando estaba sin trabajo y con un bebé a cuestas, con medio curso de cocina realizado. Le debía tanto a ese bastardo de una pierna.

—Lo lamento, viejo, es que…—

—Ya, puedo imaginarme que volviste a tocar algo que no debías en el cuerpo de la niñera. Debes parar con esto, Sanji, la cocina no es lugar para niños pequeños—.

El más joven no pudo decir nada cuando el otro hombre ya se había alejado, dejándole con la palabra en la boca y la desesperación en el pecho. Él lo sabía perfectamente, no debería haber traído a Jean al Baratie, pero no tenía donde más llevarle. Llevándose una mano al rostro acabó por suspirar antes de acercarse a uno de los fogones para preparar el plato.

— ¿Sabes? Si las niñeras no se resisten a tus encantos, quizás la solución sea un Jardín. Uno donde no solo haya mujeres, para que te veas obligado a mantener tus manos largas en los bolsillos—.

El cuello de Sanji tronó de lo rápido que este giró la cabeza, observando como en el quicio de la puerta de la oficina del Jefe Zeff se encontraba aquella hermosa y curvilínea pelirroja que era la contadora del restaurante. Nami sonreía con diversión mientras subía sus gafas y luego se acomodaba el entallado traje que usaba. Sanji maldijo que la falda fuese tan larga.

—¡Nami—san! Que gusto verle—.

— ¡Sanji, la orden! ¡No te distraigas! — le gritó del otro lado de la enorme cocina Carne, mientras Patty hacía el gesto de golpear la palma de su mano con su puño, indicándole lo que haría si no se apresuraba.

El rubio solo bufó, mientras seguía cocinando, pero mirando de reojo a la pelirroja que sonreía divertida acercándose a su hijo.

—Hola, pequeño Jean ¿cómo estás? —.

El menor iba a responder cuando vio la mirada de advertencia de su padre, por lo que tomó un poco de jugo y se limpió la boca antes de mirar a la mujer.

—Muy bien, señorita, ¿y usted? —.

—Que niño más encantador. Estoy muy bien también. Sigue comiendo—.

Dándole unas caricias en el cabello, la contadora regresó hacia Sanji que sonreía con ligero orgullo, dándole una ojeada al pequeño.

—Ya debe estar por cumplir cuatro años ¿no? Deberías llevarle a un jardín—.

—Debo reconocer que… no me dan confianza— informó el cocinero mientras salteaba algunas verduras, concentrado en no mirar el escote de la mujer —Tienen demasiado niños que cuidar, siempre puede ocurrir un accidente. Y Jean no es demasiado tranquilo que se diga—.

—Cómo te decía, conozco un lugar que es de mi completa confianza. Conozco a los cuidadores y creo que a Jean le haría bien relacionarse con otros niños—.

Mientras Sanji lo meditaba calentando el arroz con algunas especias cuidándose de no agregar pimienta, la mujer rebuscó en su cartera hasta que halló lo que deseaba, inclinándose hacia el chef y metiendo en el bolsillo superior de su camisa una tarjeta, viendo con diversión el sonrojo de este.

—Llama. La próxima semana comienza el nuevo periodo escolar y les hará bien a ambos. Pregunta por la Extensión Horaria y pide hablar con Ussop—.

—Yo…—

— ¡¿Está lista la Orden de la 23?! —.

— ¡Enseguida! Nami, yo no sé si…—

—Tienes trabajo. Piénsalo, prueba. Estoy segura de que te gustará— susurró en su oído la pelirroja agitando su larga melena mientras volteaba

Sanji le vio caminar hacia el Jefe de quien se despidió con un beso antes de voltear a verle y hacerle el gesto de que llamase. Cuando se desapareció por la puerta un novato se acercó al rubio sonriendo de medio lado divertido.

— ¿Así que conquistando a la contadora, eh Sanji? —.

El rubio solo pudo bufar con molestia mientras servía el plato y se lo entregaba al chico.

—No seas idiota, ella está casada. Anda a entregar la orden de la 23—.

Quitándose el delantal al ver que su horario había terminado, se acercó hasta su hijo quien le esperaba jugando con algunos autos, aún sentado en la silla alta. Le miró un instante antes de sacar la tarjeta que Nami le había entregado. Un beso estaba marcado en el papel blanco.

Jardín Sunny Merry. Quizás podría llamar.


Era el primer día y la verdad es que Sanji se sentía más nervioso de lo que Jean demostraba. Desde que le había contado a su pequeño que iba a comenzar a ir a un jardín donde iba a poder jugar y aprender con otros niños, este había estado sobrexcitado y ansioso por que el día llegase ya.

Sanji no podía sentirse tan tranquilo.

Tampoco es que tuviese demasiadas opciones. No podía llevar cada día a Jean al restaurante, y su vecina ya no estaba siendo una buena opción. Estaba comenzando a insinuadoramente insistir que sería una perfecta madre para Jean. Y, diablos no, Sanji no quería eso para nada. Al menos hubiese sido una mujer guapa, pero esa era una calificación que claramente no quedaba con su vecina.

Así que allí estaban. Ambos vestidos con trajes negros pero camisas de distintos colores, caminando de la mano mientras pasaban por bajo el arco donde estaba el nombre del jardín. Las construcciones estaban divididas en dos edificios los cuales tenían increíblemente forma de barcos.

Si, de verdad, forma de barcos.

Sanji tuvo que sujetar firmemente a Jean para evitar que este corriese hacia ellos. Es que era francamente impresionante. Incluso Sanji se veía tentado a vivir allí. Eran dos barcos grandes con las velas desplegadas con dos banderas piratas distintas, aunque ambas se parecían, solo que los sombreros diferían.

Los mascarones de proa eran un león en uno y una oveja en el otro. Eran realmente encantadores y el rubio de pronto sintió como todos sus miedos se reducían a nada al verlos. Ese era un magnífico lugar para dejar a los niños. Estaba en las afueras de la ciudad y había muchas áreas verdes rodeando las construcciones con juegos y más. Definitivamente era maravilloso, y entendió lo que decía Nami-san. Ojalá que los cuidadores le diesen la misma seguridad.

Siguiendo los letreros luminosos, entraron en el barco con el mascarón de oveja, en cuya entrada había un gran letrero que rezaba "Going Merry". Suponía que por eso el Merry del nombre del Jardín de Infantes. Fueron guiados, junto con otros padres, rumbo a un gran salón en donde había muchas sillas haciendo un círculo, en las cuales ya había varias familias.

Mirando alrededor, Sanji pudo notar que al parecer era el único padre soltero. Todos venían en pareja con uno o dos niños, y no faltaron las miradas indiscretas hacia él y Jean (que seguía observando todo fascinado, por que la estancia seguía pareciendo el interior de un barco), por lo que se decidió a simplemente ir a sentarse más alejado de donde estaban todos.

Pero al parecer se había equivocado, porque no era el único soltero. Un poco alejado de la puerta, y con una pequeña niña sentada en sus piernas, un hombre de cabellos aguamarina y una cicatriz en su ojo izquierdo, parecía dormitar. La niña, de cabellos negros azulados tomados en un moño descuidado, lucía un hermoso kimono rosa, sorprendiendo al rubio ante ello, notando luego que ambos, tanto padre como hija, usaban zapatillas tradicionales japonesas.

Sí que hay gente rara— pensó, pero al ver que los asientos comenzaban a llenarse se apresuró a sentar un asiento más lejos del hombre que dormitaba. Ni se le pasó por la cabeza que él tampoco debía verse tan normal vestido con un idéntico traje al de su pequeño hijo.

Pronto la habitación comenzó a llenarse más y más de personas, comenzando a oírse risas y conversaciones en todo el lugar, de familias que se conocían de antes, o niños que comenzaban a jugar entre ellos. Jean miraba todo con esa curiosidad infantil tan típica suya, queriendo poder escapar de los brazos de su padre para ir a conocer a los demás, pero el chef le mantenía firmemente en su pecho, aún inseguro en ese ambiente desconocido.

—Hola ¿cómo te llamas? —.

Una dulce voz hizo que ambos rubios volteasen a ver la pequeña pelinegra del kimono, quien se veía algo seria mientras jugaba con las mangas de su ropa. No les costó asociar que ella había sido quien había hablado.

Sanji miró a su hijo recibiendo una mirada como de pregunta, finalmente asintiendo por lo que le dejó en el suelo. Jean no perdió tiempo y se apresuró a ir al frente de la chiquilla.

—Soy Jean ¿y tú? —.

—Mi nombre es Kuina, es un placer conocerte, Jean—.

Ante la suave inclinación de la chica el rubio chef no pudo más que sonreír encantado. Era un amor de niña, a pesar de que a él los niños nunca le habían agradado demasiado. Se alegraba de haber educado bien también a su hijo, porque esa niña parecía ser sumamente respetuosa.

— ¿Por qué tu papá está durmiendo? —.

Maldita sea, Jean.

—No está durmiendo, está descansando los ojos. Siempre lo hace, su trabajo es muy duro— explicó ella acariciando las grandes manos de su padre que le sujetaban por la cintura.

—Mi papá también trabaja duro. Está todo el día de pie cocinando, y cuando llega a la casa apenas puede sostenerse—.

La mirada melada de la muchacha se clavó en el rubio mayor con seriedad antes de sonreír suavemente y hacerle una inclinación.

—Soy Kuina. Mi padre se llama Zoro, seguro estará encantado de presentarse en cuanto haya descansado los ojos suficientes—.

—Mucho gusto, Kuina, soy el padre de Jean, me llamo Sanji— ¿para qué romperle la ilusión a la niña? Ese hombre estaba durmiendo claramente.

— ¡Sanji, viniste! Y con el pequeño Jean—.

Cuando los tres voltearon a ver quien hablaba pudieron ver a dos hermosas mujeres quienes venían caminando con una niña y un niño tomados de la mano. Al lado de la contadora se veía a una preciosa pelinegra tan curvilínea como la pelirroja, que vestía con elegancia con una expresión suave. Ambos niños eran pelirrojos y se veían muy sonrientes.

— ¡Kuina! —.

Cuando los dos niños se soltaron para ir con la pelinegra y Jean ninguna de las mujeres se inmutó. Sanji se puso de pie para saludar a la contadora y a la que imaginaba era arqueóloga Nico Robin, la esposa de Nami, quien era la encargada del Museo de la ciudad.

—El placer es mío, Sanji-kun. Nami me comentó de tu dilema, me alegro que te hayas decidido a traer a tu hijo aquí. No creo que haya mejor lugar para que cuiden a los niños—.

Sanji iba a responderle con una sonrisa encantadora cuando vio como Nami iba y se sentaba al otro lado del hombre que dormía, abrazándolo por el cuello y gritándole en el oído.

— ¡SE ESTÁN ROBANDO TODO EL SAKE! —.

— ¡¿QUÉ?! ¡¿DÓNDE?! —.

El hombre de cabellos verdes se puso de pie tan rápido que Sanji temió que la niña se golpease contra el suelo, sin embargo esta había saltado con elegancia de las piernas de su padre, mirándole con una sonrisa.

El hombre pareció desconcertado por un momento hasta que vio a su lado a la pelirroja contadora que se destornillaba de la risa, chasqueando la lengua y cruzándose de brazos molesto.

—Muy divertido, Nami, muy divertido—.

—Todo es culpa tuya por dormirte esperando— defendió la arqueóloga a su esposa, yendo a sentarse al lado de esta, alejadas de Sanji para su lamentación.

—Tsk. Robin—.

—Zoro— respondió esta lacónicamente.

Los niños por su parte habían comenzado a ignorar a los adultos, mientras se saludaban entre ellos luego de unas semanas sin verse. Jean parecía algo alejado, sin embargo la pelinegra le cogió del brazo para acercarle al grupo.

—Él es Jean. Es nuevo—.

— ¡Hola Jean! Yo soy Bellemere, pero me dicen Belle— se presentó la chica pelirroja, mientras el chico bostezaba mirando alrededor —Él es Saul. ¡Saul, saluda! Él aún no ha llegado, siempre llega tarde—.

— ¿De quién habla? — preguntó Jean ligeramente intrigado a Kuina, quien no había liberado su brazo.

—Del mejor amigo de Saul—.

Pronto los pequeños se vieron enzarzados en una conversación intranscendental sobre sus juegos infantiles y sus vacaciones, mientras los mayores se presentaban también.

Ambos hombres estrecharon sus manos mirando a sus ojos mientras la pelirroja les indicaba sus nombres respectivos, dándole una mirada a su esposa. Robin simplemente sonrió mientras miraba hacia la puerta donde algunos padres atrasados seguían llegando.

—Un placer, Zoro—.

—Si, claro, Sanji—.

Ambos lucían algo incómodos mientras se volvían a sentar, rindiéndose el rubio a sentarse al lado del otro hombre cuando cuatro personas entraron por la puerta cerrándola tras ellos, vestidos con delantales con el logo del jardín, parándose en el medio del círculo del salón.

Uno de ellos tenía el cabello largo y negro rizado junto con una gran nariz, como a la que tenían las dos gemelas de cabellos negros paradas a los lados de un gran hombre de cabellos celestes y nariz metálica. Con un carraspeo profundo consiguió que todo el salón guardase silencio, volviendo los niños a las piernas de sus padres.

El joven de cabello rizado sonrió a todos allí y tomó aire para comenzar a hablar cuando fue interrumpido por la puerta azotándose contra la pared.

—Siempre llegamos retrasados, Luffy—.

—No es mi culpa ¿o si? —.

—Lo que sea, Sabo, no te demores—.

Dos hombres de cabellos negros y sombreros entraron en el cuarto seguidos de un niño rubio muy sonriente. El más alto, con pecas en las mejillas suspiró mientras se agachaba ligeramente el sombrero un poco avergonzado por el golpe que su pareja había dado a la puerta. El del sombrero de paja no parecía para nada avergonzado, a pesar de sus palabras.

—Oh, oh, lamentamos la interrupción, Ussop. Puedes continuar—.

Por esas cosas del destino ambos acabaron sentados al lado de Sanji, mientras el cocinero les miraba con curiosidad y el ceño fruncido. El pequeño rubio estaba sentado en las piernas del chico con sombrero de cuero, mientras hacía un gesto hacia los cuatro de pie para que continuasen.

Con un nuevo carraspeo la atención de los presentes regresó hacia los hombres de pie, pudiendo por fin comenzar a hablar.

—Muy bienvenidos al nuevo periodo escolar en el Jardín Sunny Merry. Nos alegramos de tenerles de regreso como también de todos los padres y niños nuevos. Estamos seguros de que no se arrepentirán de su elección—.

— ¡Por supuesto, porque todos lo pasaremos SU—PER! —.

Continuará…


¡Muchas gracias por leer! Quizás me tarde un poco, pero pronto tendremos más. ¡Espero sus comentarios e ideas! Para que vayamos haciendo el fic juntos ¡besos!