Disclaimer: Nada de esto me pertenece, ni la historia ni los personajes.

El nombre de la autora y de la historia lo publico en el cap final..!

Capítulo 1

Isabella Swan tenía las muñecas atadas detrás de la espalda y, con cada bache, se golpeaba el cuerpo contra el suelo sucio y oxidado del Jeep. A pesar de que estaba aterrorizada pensaba que quizá aquella aventura la haría merecedora de una buena gratificación, si es que sobrevivía.

El fuerte sol de México abrasaba la piel de sus brazos, ya que llevaba una blusa blanca de algodón sin mangas y un pantalón. Su melena castaña se pegaba con la mezcla de sudor y polvo que cubría su cuello y su rostro, y estaba convencida de que terminaría vomitando si continuaba el viaje de esa manera.

Tampoco deseaba que sus secuestradores se detuvieran. Ni que la llevaran al terrible destino que tenían pensado para ella.

Cerró los ojos tratando de refugiarse en la oscuridad de su cabeza, pero no encontró refugio alguno. Las imágenes de las películas de serie B que había visto años atrás invadieron su mente.

A Bella el presente le parecía insoportable, así que comenzó a pensar en el pasado.

Hasta esa misma mañana, había tenido una vida bastante buena.

Su tío Aro, un exitoso escritor de novelas románticas dirigidas a un público mayoritariamente femenino, la había contratado cinco años antes para trabajar en su equipo de investigación después de que se graduara en la universidad. A ella le gustaba el trabajo y, además, se le daba bien. Con el tiempo había ido ganando experiencia y había comenzado a dirigir a otros empleados al mismo tiempo que escogía entre los trabajos de investigación que su tío requería.

Se había ganado el puesto gracias a su mentalidad innovadora y a su capacidad de trabajo pero, por supuesto, mucha gente no valoraba su esfuerzo personal. Casi todo el mundo pensaba que le habían dado el puesto porque era la única pariente de Aro Volturi, y porque él la había criado y educado.

Incluso entonces, bajo aquellas circunstancias, Bella anhelaba que reconocieran su esfuerzo.

Por enésima vez, se golpeó la mejilla derecha contra el suelo del Jeep. «Ahora mismo le cedería mí puesto a cualquiera que me lo pidiera», pensó con desesperación.

Las lágrimas inundaron su mirada y ella se sintió aliviada al ver que no estaba deshidratada hasta el punto de no poder llorar. Esa misma mañana había desayunado en la terraza de la habitación del hotel, protegida del sol bajo un toldo rojo y blanco. Había terminado el último trabajo de investigación. Su tío Aro estaba escribiendo acerca de una rica heredera norteamericana que tras muchos retos y contratiempos había contraído matrimonio con un torero, y Bella había decidido premiarse con unas piezas de cerámica de una comunidad de artesanos sobre el que había leído.

Bella tenía un torno y un pequeño horno para hacer cerámica en su casa. De hecho, era una buena ceramista y aspiraba a vender su obra en exposiciones y galerías de arte. Por mucho que adorara su trabajo y las aventuras que le proporcionaba, había otra parte de su personalidad que también tenía que desarrollar. Quería ejercer una nueva profesión, y tener un bebé, aunque lo uno no tuviera mucho que ver con lo otro.

Tras escuchar las indicaciones del conserje del hotel, Bella había partido hacia la comunidad de artesanos en un coche alquilado.

En algún lugar del desierto había tomado el camino equivocado y había comenzado su historia de terror.

Primero, el motor del coche, que parecía perfecto cuando se marchó del centro vacacional de San Carlos, se había calentado demasiado. Había estallado el radiador y había perdido toda el agua, de forma que no había podido arrancarlo de nuevo.

Aun así, Bella no se había asustado demasiado. Después de todo, había estado en situaciones parecidas en otros lugares del mundo donde se corría más riesgo, como por ejemplo Colombia, Marruecos o Nepal. En el bolso llevaba una cantimplora, crema solar y una gorra, y estaba segura de que podría llegar caminando a la comunidad de artesanos.

Alguien de allí la llevaría de vuelta al hotel.

Se había puesto la gorra y las gafas de sol y se había untado de crema solar antes de ponerse a caminar. Durante el camino se cruzó con varios animales y trató de memorizar sus diferentes tamaños y colores. Cuantos más detalles recordara al llegar a casa, más contento estaría su tío Aro, ya que a él le gustaba utilizar descripciones detalladas en los libros que escribía.

Al cabo de una hora, todavía no había encontrado rastro alguno de los artesanos. Lo único que veía era un extenso desierto lleno de cactus con una montaña en la distancia. No paraba de sudar y el miedo empezaba a apoderarse de ella.

Entonces, apareció un Jeep a lo lejos levantando una gran polvareda. El vehículo se detuvo junto a ella y Bella se percató de que aquellos hombres de mirada maliciosa iban armados con rifles y no tenían intenciones de ayudarla. Se volvió y comenzó a correr, pero la arena quemaba sus pies a través de la suela de sus sandalias y los hombres la alcanzaron enseguida.

Bella había gritado y se había resistido con fuerza, convencida de que tenían intención de violarla y dejarla morir, pero el más joven de los dos hombres hizo ademán de darle una bofetada. El otro hombre lo agarró con fuerza por la muñeca y comenzó a gritarle furioso en español.

Después la inmovilizaron atándole las manos detrás de la espalda. También le ataron los tobillos y la amordazaron. Durante la refriega se le cayó la gorra de color rosa.

Bella había perdido la noción de cuánto tiempo llevaba viajando; le parecían días pero sabía que no habían pasado más que unas horas.

Se volvió inquieta y gimió. Le ardía la garganta y le dolía todo el cuerpo, pero lo que más le hacía sufrir era el miedo. No podía evitar acordarse de las películas de bajo presupuesto que trataban sobre mujeres jóvenes que habían sido secuestradas en México.

De pronto, el Jeep se detuvo en seco y Bella chocó contra el respaldo de un asiento.

El hombre mayor, que llevaba la camisa empapada en sudor, se acercó a la parte trasera del vehículo, agarró a Bella del brazo y tiró de ella para que se incorporara. Dirigiéndose a ella en español, le desató el pañuelo que le cubría la boca y le acercó una cantimplora a los labios. Bella bebió con ansiedad, él la regañó y retiró la cantimplora de su boca hasta que ella se percató de que quería que bebiera despacio. Ella asintió y bebió un trago, permitiendo que el líquido con sabor metálico se deslizara sobre su garganta.

El hombre retiró la cantimplora de su boca y gesticuló para que Bella se tumbara otra vez. Ella obedeció, y él la cubrió con una manta de rayas como las que se vendían en los mercadillos para turistas. El Jeep arrancó de nuevo.

El calor que se acumulaba bajo la manta era extremadamente intenso pero Bella sabía que, sin ella, el sol la habría abrasado viva.

El viaje continuó y Bella empezó a quedarse dormida pensando en todo lo que no había hecho todavía. Por ejemplo, hacerse un hueco en el mundo del arte, casarse, tener hijos, ¡vivir! Por otro lado, si iban a venderla en el mercado de trata de blancas, tal y como sospechaba, prefería la muerte.

Como si fueran a darle a elegir.

Pararon otra vez para beber agua, pero Bella estaba inmersa en el mundo de los sueños. Soñaba que estaba en Connecticut, en el ático de su tío, retorneando vasijas y fruteros para venderlos en un mercado de artesanía.

El insoportable calor fue disminuyendo poco a poco y el frescor provocó que Bella regresara a la realidad.

El Jeep continuaba botando con cada bache y ella no podía evitar chocar contra los hierros que fijaban los asientos al suelo. Consiguió destaparse una pizca y vio que un cielo cubierto de estrellas se extendía sobre su cabeza como si fuera el anuncio de una fiesta de despedida.

«Qué lástima que vayas a perderte un montón de cosas».

La idea de morir provocó que se le formara un nudo en la garganta. Sólo tenía veintiséis años y el mundo era demasiado bonito como para abandonarlo.

El Jeep ascendió por un camino, descendió y volvió a ascender. Cuando por fin se detuvo el vehículo, Bella oyó voces masculinas que no había oído antes y se fijó en que todos hablaban la lengua nativa. Entonces, se desmayó.

Al despertar pensaba que estaba muerta. Casi todo lo que había en la habitación donde se encontraba estaba cubierto con una tela blanca y en la estancia hacía fresco. A través de la ventana, las olas de color turquesa se mezclaban con la arena blanca de la playa.

Bella trató de hablar, pero tenía demasiado dolorida la garganta.

Se sentó en la cama y acarició el cubrecama y las sábanas bordadas que había debajo. Llevaba un camisón de percal y se le estaban pelando los brazos a pesar de que le habían puesto una crema calmante.

A pesar del lujo que había a su alrededor, de la botella de agua fría y el recipiente con fruta que había en la mesilla de noche, Bella estaba aterrorizada. Aquello no podía ser un buen lugar, y menos cuando la habían llevado allí unos bandidos. Quizá estaba de paso en aquella casa, esperando a que la enviaran a Sudamérica o a algún lugar como Libia…

Lo que tenía que hacer era encontrar su ropa y escapar por la terraza. Huiría a pie y, si tuviera suerte, robaría un coche. Por fortuna había aprendido a puentear los cables del contacto de un vehículo como parte de la investigación que había hecho para el último libro que había escrito su tío.

Con cuidado de no hacerse daño en los golpes que se había dado, Bella retiró el cubrecama y bajo de la cama con dosel. Inmediatamente, le flaquearon las piernas y tuvo que esforzarse para no caerse en la alfombra de lana de color blanco.

Tambaleándose, se sentó de nuevo en la cama. Le dolía la cabeza y se encontraba mareada. Tenía que escapar, puesto que sabía que lo peor estaba por llegar. Sin embargo, no tenía fuerzas para hacerlo.

Al ver que se abría la puerta, se quedó boquiabierta. No era más que una mujer mexicana de unos cincuenta y tantos años que llevaba un vestido de algodón rosa, iba descalza y tenía una sonrisa tranquilizadora.

Si aquella mujer formaba parte del negocio de trata de blancas, no lo aparentaba. Tras decirle «hola» en español, la primera palabra que Bella entendía desde que salió del hotel en San Carlos, se acercó a la cama.

Bella le preguntó si hablaba inglés, y la señora contestó negando con la cabeza.

—Esme —dijo la mujer señalándose a sí misma, y después señaló a Bella.

—Bella —contestó ella.

Esme sonrió, sirvió un vaso de agua y lo acercó a los labios de Bella.

Bella bebió agradecida y consiguió aplacar sus náuseas. Se recostó sobre los almohadones y miró al techo. Había muchas cosas que quería preguntar, pero hablar sólo le serviría para agravar su dolor de garganta y su tensión.

Debió de quedarse dormida porque cuando abrió los ojos de nuevo, los rayos del sol que entraban por la ventana eran más débiles. Llamaron a la puerta y Bella no se asustó pensando que era Esme.

Hasta que el visitante entró en la habitación.

Era el hombre más atractivo que había visto nunca. Tenía el cabello espeso y rubio, ligeramente largo y con los laterales peinados hacia atrás. Su piel era suave como la madera de sándalo, y su dentadura muy blanca. Pero fue el color de sus ojos lo que realmente le llamó la atención. No eran de color marrón, ni negro, como el de la mayoría de los mexicanos, sino de un deslumbrante e intenso tono gris.

Bella tenía todos los motivos para creer que, por fin, había aparecido el cabecilla de la mafia de trata de blancas y, a pesar de su garganta dolorida, emitió un gemido.

Él se detuvo y miró hacia atrás, como si esperara que lo estuviera siguiendo un monstruo. Después sonrió y cerró la puerta.

Bella gritó y se puso de rodillas. Agarró una granada que había en el frutero de la mesilla de noche y la lanzó contra él.

— ¡No te muevas, chulo! —gritó.

Él se rió, y apoyó las manos cubiertas con guantes sobre sus caderas. Vestía un pantalón de algodón con botones planteados, unas botas negras y una camisa de color crema desabrochada hasta la mitad del torso.

—Me alegra saber que he comprado a una mujer con carácter —dijo él.

Hola, hola me encantaría empezar aclarando algunos puntos.

Como dije arriba nada de esto me pertenece, ni la historia ni los personajes, simplemente es la adaptación de una novela que me fascina.

Segundo el mundo del fanfiction es muuuuuuuuuuuuuuuuuy amplio y lastimosamente no conozco todas las historias, si alguien tiene esta historia publicada en este famdom (entiéndase crespúsculo xD) por favor de la mejor manera me lo hacen saber y yo la retiro sin problemas.

Para el dentro de dos días publico el segundo capítulo tanto de esta historia como de la otra.

Comenten que les pareció...!

Kida.-