¡Chikane!- gritó ella desde el balcón de su casa. La miré por última vez con mis ojos empañados en lágrimas. No podía creerlo, no de ella.

Seguí corriendo hasta que no pude más, con fuerzas que ni siquiera sabía que tenía. Había llegado a un parque, era un parque viejo, solo quedaba un columpio en pie, los demás estaban ya casi irreconocibles. La hierba ya no era hierba, tenía un color amarillento y crecía desigual. La papelera que pude ver estaba llena y se caían los envoltorios de paquetes de patatas fritas al suelo. Decidí refugiarme en una especie de "casita" desde la que los niños se tiraban al tobogán. ¡Ah! No os lo he dicho pero estaba lloviendo a cántaros, una de esas lluvias casi torrenciales de febrero llena de tierra. Definitivamente, no podía estar en ningún lugar tan similar al que ocupaban mis sentimientos.

Aquella que gritaba mi nombre desde el balcón, en el quinto piso, de su apartamento era Himeko. Mi amada Himeko. No entendía por qué lo había hecho, ella no podía ser tan ruin.

Dos días antes

Estaba en la biblioteca del instituto, tenía un examen importante y podría decirse bastante difícil. Lo tenía controlado pero me gusta repasar un poco antes por si las moscas. Se veía caer una fina lluvia a través de la ventana pero hacía frío, mucho frío. Entonces pensé en ella, mi mejor amiga, ella es muy friolera y… Algo, mejor dicho alguien interrumpió mis pensamientos. Alguien se había acercado a mí en silencio y había puesto sus manos en mis ojos, tapándolos.

¿Quién soy?- dijo una voz dulce que reconocí al instante.

Eh… esto… no lo sé…

¿En serio?- se oyó la voz un poco apenada.

No, claro que no- me reí y la miré divertida.

Capulla- dijo medio en broma medio en serio. Y sonrió, me regaló una de esas sonrisas increíbles que son difíciles de olvidar-. Supongo que tienes hambre, apuesto a que llevas toda la hora aquí.

Sí- respondí sonrojándome un poco.

Menos mal que estoy yo, si no no sé que harías- me dio un sándwich y un refresco, cada día me sorprendía con algo nuevo. La verdad, aunque me duela solo pensarlo, me sorprendía que no tuviera novio.

Muchas gracias, Himeko.

Se sentó a mi lado mientras comía, parecía un poco nerviosa pero cuando le pregunté me dijo que no era nada. Hablamos de cosas intranscendentales y cuando estaba recogiendo para ir a la siguiente clase me llamó, fue un susurro apenas audible.

Chikane…

Dime- respondí sin mirarla, me cogió la cara con ambas manos-. ¿Pasa algo?

Sí…- y me besó, fue un beso dulce, lleno de ternura. No podía creérmelo, mi mejor amiga, de la que llevaba tanto tiempo enamorada me estaba besando. Cuando quise darme cuenta estaba respondiendo a su beso, solo duró unos segundos porque ella se separó bruscamente, estaba muy roja y salió corriendo.

¿Qué había pasado? ¿Por qué me había besado? ¿Y por qué salió corriendo? No tenía respuesta a ninguna de esas preguntas. No sabía que pensar y no sé por qué lo único que hice fue mirarla salir corriendo y seguir recogiendo mis cosas.

Ahora

No había querido llamarla para no molestarla, en fin, la que me había besado y había salido corriendo después había sido ella. No podía presionarla, tenía que dar ella el paso. Y lo había hecho, esa misma tarde me llamó y me dijo que fuera a su casa. Yo estaba muy nerviosa, podía sentir como me temblaban las manos. Había tardado mucho en decidir qué ponerme. No podía esperar y llegué temprano a su casa.

Me abrió su madre y me dijo que estaba en su habitación haciendo un trabajo, le di las gracias y fui. Había hecho ese recorrido miles de veces pero nunca se me había hecho tan largo. Por fin llegué, después de lo que me pareció una eternidad. Asomé la cabeza mientras decía hola pero me encontré con que estaba besándose con un chico, no me sonaba, debía de estar en su clase. Pero no me quedé a averiguarlo salí corriendo y ahora estoy en este parque llorando por ella.