¡Hola a todos! Esta historia está ambientada sobre el quinto libro, aunque con algunas variantes mías. El argumento gira alrededor de Remus Lupin y una chica con la que encontrará muchas cosas en común. ¡Disfrutad de esta pequeña lectura!

Todo menos lo que sale de mi mente es propiedad de J.K. Rowling.


Capítulo 1: "Un hombre huyendo"

- ¡Corra! ¡Rápido! – le apremió la enfermera Pomfrey desde la gran puerta de madera.

Se escuchaban los gritos por todo el pasillo. Apresurado entró en la sala y lejos, en una de las camas un corro de gente aguantaba a una persona que se retorcía. Esa persona era el foco de los gritos histéricos.

- Remus – susurró aliviado el director – Gracias por venir.

- Es un placer poder ayudar.

Remus Lupin se acercó a la cama, y una mujer con lágrimas en los ojos le dejó un hueco para que pudiera llegar hasta la paciente. Era una chica de pelo castaño lacio cubierta de sudor, mordía en ese momento la almohada en la cual reposaba su cabeza, dejando escapar gemidos profundos de dolor. Tenía los ojos enrojecidos y la cara pálida, como la de un muerto. Se intentaba escapar de las manos que la aprisionaban, daba patadas y manotazos esquivados por las personas que la rodeaban.

- Haga algo, por favor – le suplicó la mujer de las lágrimas.

Entonces vio el foco del dolor, acercó su mano al hombro de la chica, apartó con suavidad la bata que tenía puesta, dejando solo esa parte al descubierto y observó con una sensación de vértigo la mordedura. Era de un licántropo, estaba seguro. A pesar de la similitud con las marcas de dientes de un humano corriente, él supo apreciar la diferencia fatal. La chica entonces desvió los ojos de algún punto infinito para dirigirlos a Remus. En menos de un segundo paro de pronunciar sonido y permaneció quieta, sorprendiendo a los que la sujetaban con vehemencia. Y se quedó allí, como hipnotizada mirando a Remus. Olisqueó como un animal el aire en su dirección, provocando que la mujer de las lágrimas sollozara con más fuerza.

- ¿Cuánto hace que la han mordido? – preguntó mientras seguía palpando la herida.

- Hace dos horas creo – respondió la mujer – Yo soy su madre. Yo me…me la llevé está mañana para…para, y después ella. Oh por favor, no…

La mujer volvió a sollozar apretando la mano de su hija, que la ignoraba pero que seguía atentamente cada movimiento de Remus. Entonces un hombre consoló a la mujer y saludó a Remus con voz suave.

- Señor Lupin, soy Alfred Rowland. El padre de Sam. Hoy como todos lo años la sacamos del colegio para celebrar su cumpleaños. Solemos pasear siempre por el parque que está cerca de nuestra casa. Se alejó, no nos dimos cuenta. Escuchamos algo extraño, cuando nos acercamos Samantha estaba en el suelo muy asustada, tenía sangre en la ropa…yo corrí hacia ella y entonces lo vi, un hombre huyendo entre los arboles. Como un maldito cobarde. Pensamos que la herida no era tan grave, sería rápido de curar en la enfermería del colegio… nos equivocamos. Cuando llegamos aquí… entonces supimos que…

- Entiendo – le cortó Remus

Samantha abrió la boca dejando escapar un gemido mientras clavaba sus enrojecidos ojos azules en los de color miel de Remus.

- ¿Cuántos años tiene? – preguntó intentando no entrever su lástima por la chica.

- Diecisiete, este es su último año en Hogwarts – dijo la madre.

Cuando abandonó la enfermería acompañó al director hasta su despacho. Allí se sentaron y tras una larga pausa el director suspiró.

- No olvidará este cumpleaños

- Lo pasará muy mal a partir de ahora. Todas las puertas que creía abiertas, se le cerrarán en las narices. Sus amistades, la mayoría le darán de lado, solo unos pocos estarán con ella. Los prejuicios por la ignorancia la destrozarán Albus. Será muy duro.

Escondió el rostro apenado entre las manos, recordando su propio sufrimiento.

- Lo sé Remus. Nadie mejor que tú lo sabe. Por ello quiero, y así lo desean también los padres de la señorita Rowland, que te quedes aquí, en Hogwarts.

- ¿Para ayudarla? – preguntó sorprendido mientras alzaba la cabeza.

- Exactamente. Tú también fuiste una vez mordido, sabes por lo que está pasando…

- Vagamente recuerdo el proceso de cambio – interrumpió Remus.

- Poco importa. Ella necesitará apoyo. Y tú amigo mío se lo darás y le enseñarás todo lo que tiene que saber.

Al volver a la enfermería la chica, Samantha, estaba dormida. Saludó con una inclinación de cabeza a los padres y se dirigió a la señora Pomfrey que revisaba a la paciente.

- ¿Cómo está?

- La mordedura está cicatrizando muy rápido pero le ha subido la temperatura.

Alargó una mano a la frente de Samantha, la cual esbozó una ligera sonrisa en sueños, y comprobó lo dicho por la enfermera. La cual también en su infancia se dedicaba a cuidarle después de cada luna llena. Por ello le tenía un especial cariño a la señora Pomfrey, nunca le miraba con lástima como él había hecho minutos antes con la chica y siempre le animaba a recuperarse pronto.

- Está cambiando – dijo Remus tras inspeccionarle la herida.

- ¿Por qué se siente tan tranquila con tu presencia? – preguntó Pomfrey mientras limpiaba el sudor de Samantha con un paño.

- Sabe que soy un licántropo, al menos una parte de ella.

- ¿Le dolerá mucho, señor Lupin? – preguntó la madre acercándose – Las transformaciones en… en esa cosa.

- Julia, Sam no es una cosa – reprendió su marido con enfado.

Julia miró hacia otro lado incómoda. No podía evitar pensar que su hija estaba desapareciendo con el paso de las horas, dejando una cáscara vacía que sería ocupada por una bestia, por un monstruo. Alfred se pasó una mano por el cabello canoso con cansancio y miró a su hija.

- ¿Duele? – preguntó él dirigiéndose a Remus.

¿Qué podía decirle? Cuando él mismo seguía sintiendo pavor, a pesar de los años, por las noches de luna llena. Por el dolor de la transformación, la impotencia al ver que tu voluntad es sometida por una bestia con sed de sangre, por el miedo de provocar un daño irreparable en la vida de otra persona. Simplemente asintió, no quería asustarlos más de lo que ya estaban.

La noche llegó pronto para Remus, el cual no había notado el paso de las horas. Había estado ocupado controlando el estado de la chica junto a la señora Pomfrey. No entendía el por qué no la trasladaban a San Mungo, quiso hacer la sugerencia pero supo que no debía inmiscuirse en el asunto. Además conociendo a Albus estaba seguro de que había hecho tal propuesta y los padres se habían negado, o tal vez solo uno de ellos. La gente actua siempre mal cuando teme el que dirán y Remus sospechaba que esa era la razón.

Samantha respiraba tranquila, se había dormido tras dos horas más de sufrimiento. Su temperatura aunque aun elevada había descendido un grado y el color había vuelto a sus mejillas. Remus se sentó sintiéndose muy cansado en una silla que estaba al lado de la cama de ella, observó que Julia se había dormido también recargando todo su peso en su marido, el cual tenía los ojos tan abiertos como una lechuza y el único movimiento que hacía era acariciar el brazo de su esposa repetidamente con suavidad. Estaban en la cama contigua, en el extremo contrario de donde estaba Remus. Albus hacia rato que se había retirado, no sin antes darle indicaciones a Pomfrey de que le avisara de cualquier cambio en el estado de Samantha.

Le despertaron los gritos de Samantha. Remus abrió los ojos con rapidez y los dirigió a la chica. Aullaba con fiereza mientras se rascaba la reciente mordedura, de la cual empezó a emanar sangre por la brutalidad con la que la chica ejercía presión con la uñas en la piel. Se levantó de un salto y agarró la mano de Samantha para evitar que siguiera haciéndose daño.

- ¡Para! – exclamó Remus con dificultad.

La chica se resistía. Los padres se incorporaron de la cama, Alfred intentó ayudar a Remus a contener a su hija. Julia en cambio corrió en busca de la enfermera Pomfrey mientras lloriqueaba.

Pero la ayuda de Alfred alteró más a Samantha. Se revolvía con más energía, tanto que propino un puñetazo en dirección a la cara de su padre, el cual no pudo esquivar a tiempo. Cayó en el suelo con el labio partido, sangrando gota a gota, manchándose la túnica. Julia llegó en ese momento con la enfermera y soltó un gemido de sorpresa al ver a su marido.

- Oh dios mío – dijo angustiada agachándose junto a Alfred – Pero qué te ha hecho.

- No es nada – respondió sin darle importancia

Pomfrey se acercó a ayudar a Remus pero este se lo impidió.

- Será mejor que no la toques – dijo mientras seguía sosteniendo los brazos de la chica contra la cama con esfuerzo.

Estaba prácticamente encima de ella. Samantha seguía gritando, manchaba las sábanas blancas de color rojo con su sangre, que seguía brotando de la mordedura destrozada por los arañados.

- Tienes que tranquilizarte – le dijo Remus.

En respuesta ella acercó su boca al brazo de Remus y enloquecida le mordió con fuerza, provocando un grito de dolor y sorpresa en Remus. No había ningún peligro de contagio, por supuesto, él ya estaba infectado desde su infancia pero aún así dolía. Consiguió soltarse pero la chica seguía luchando, seguía resistiéndose.

- Samantha escúchame, tienes que relajarte – exclamó Remus esquivando a duras penas otro mordisco.

- Llámala Sam – dijo Alfred ya de pie limpiándose la sangre – Le gusta.

Y así lo hizo Remus.

- Sam, tranquila – le dijo con suavidad.

Pareció volver a la realidad, alzó sus ojos azules y miró al hombre que se encontraba encima de ella. Dejó de luchar pero las lágrimas surgieron de forma inesperada en el rostro de Samantha.

- Me duele – susurró ella – Me duele mucho.

- Lo se, por eso tienes que dejar que te administremos un calmante. Además tenemos que curar la herida de tu hombro, te has hecho daño – le respondió Remus mientras dejaba de aprisionar a la chica.

Ella asintió postrada en la cama.

- ¿Tú estás bien Remus? – le preguntó en voz baja Pomfrey cuando fueron a coger la poción y el ungüento.

- ¿A qué te refieres?

- Te ha mordido – le señaló la rotura de la ropa que indicaba que los dientes de la chica habían tocado directamente la piel – Me he llevado un gran susto.

- Estoy bien, además… ya sabes que en mí, nada más puede cambiar – bromeó mientras cogía del armario un vendaje.


Hasta aquí el primer capítulo. Espero que os haya gustado, pronto subiré el segundo. ¡Así que ya sabéis! Un beso a todos.

Como todos sabemos los personajes, exceptos los creados por mí, son producto de la imaginación de J.K. Rowling. ¡Disfrutad de la lectura!