DEUXIÈME CHANCE

Prologue

Nuestra historia comienza en un viernes de finales de mayo de hace no muchos años, en la capital francesa. Hacía calor y el sol brillaba radiante, iluminando cada rincón de la ciudad del amor. Todo parecia una escena perfecta, ¿no? Quizás para algunos sí que lo era... pero no para Matthew Williams, también conocido como la personificación humana de Canadá.

-¡Voy a llegar tarde, voy a llegar tarde!-se decía el chico mientras iba corriendo por los largos pasillos del metro. En efecto, al muchacho no le había sonado el despertador y se había levantado mucho más tarde de lo planeado.

Estaba a unos pasos de tomar el tren subterráneo, pero la mala suerte estaba ese día de su parte y el vehículo se fue delante de sus narices, lo que le produjo más frustración.

"¡Porras, ahora sí que me van a matar!"pensó Canada viendo como se iba el aparato. "Llamaré a Francia para avisarle de que llego tarde." se dijo mentalmente mientras sacaba su teléfono móvil y escribía un mensaje no muy largo diciendo que llegaría con retraso a la reunión.

Tras mandarle el mensaje a su ex tutor, Canadá tomó el siguiente metro, llegando al fin al gran edificio en el que se celebraba la junta mundial.

El americano entró corriendo y se fue hacia el ascensor, donde había más países que como él también llegaban con retraso, como por ejemplo Turquía o Dinamarca.

-Hola-saludó Matthew, más por cortesía que por el acto de saludar en sí, pues bien sabía que las otras naciones tenían la tendencia de ignorarle.

-Llegas tarde-le recriminó una voz grave a modo de saludo.

El canadiense se giró y se topó con nada menos que Holanda, quien apenas le miraba y se estaba encendiendo unas hierbas en su inseparable pipa.

-Lo siento-se disculpó el canadiense, agachando la cabeza, pues la verdad era que el holandés le intimidaba bastante.

-No importa-le respondio Holanda con rudeza, esta vez mirando al menor a los ojos, quien se sintió incómodo al hacer contacto visual con el rubio, y apartó la vista a los pocos segundos.

Holanda era uno de los pocos países que se dignaban a dirigir la palabra a Matthew aparte de Francia, Estados Unidos, Inglaterra o Ucrania.

-De todas formas la reunión aún no ha comenzado-informó el holandés, sacando un suspiro de alivio a Canada.

-Menos mal...-murmuró el ojivioleta-pensaba que llegaba tarde.

-Francia ha pospuesto la reunión-dijo Holanda con desagrado al mencionar al país del amor.

-¿Y eso?-preguntó curioso Canadá.

-Al parecer estaba con una amante y se había olvidado de que hoy había junta mundial aquí.

Canadá sintió como se le formaba un nudo en la garganta al oír eso.

-Ah-respondió únicamente el canadiense.

La verdad es que no le extrañaba nada esa actitud por parte del francés, pues éste siempre había sido muy lujurioso, y cada semana(más o menos) tenía un nuevo o una nueva amante. Pero al canadiense eso le dolía. Le dolía mucho, pues llevaba enamorado del francés desde hacía mucho tiempo. Siempre había querido entrar en el corazón de Francia, pero en éste había demasiadas personas. Tantas que apenas había sitio para el americano. También estaba el hecho de que Francia veía a Canadá como a una de sus tantas ex colonias. Matthew había intentado por todos los medios hacerle entender al francés sus sentimientos por él, pero éste parecía no estar dispuesto a entender.

-El caso es que la reunion empieza en quince minutos-dijo Holanda sacando a Canadá de sus pensamientos.

-De acuerdo. Gracias por decirmelo-agradeció el canadiense en el momento en el que el ascensor llegó al piso correspondiente y abrió sus puertas. Salió y fue rápidamente hacia la sala de juntas.

-No hay de qué, enano-murmuró el holandés mirando al americano irse, dando una calada a su pipa mientras iba hacia la sala de juntas lentamente.

-Perdone señor-dijo una chica de las que trabajaban en el edificio acercándose a él-no está permitido fumar aquí.

El holandés dio un resoplido y obedeció, mirando a lo lejos a Matthew, quien estaba intentando no ser aplastado por Rusia, quien se habia empecinado en sentarse en el sitio del canadiense.

-¿Por qué no te das cuenta de que soy yo y no ese pervertido el que debe estar en tu corazón?-preguntó en voz baja el holandés, a nadie en particular.

-¡Hermano!

La feliz voz de Bélgica hizo que Holanda desviase su atención a su hermana menor,quien corría alegremente hacia el.

-Ven, vamos a sentarnos. Estás a mi lado y al de España.

Holanda frunció el ceño al oír que tendría que pasar toda la junta junto al insoportable de su antiguo jefe.

La junta pasó como cualquier otra. Estados Unidos propuso ideas idiotas a las cuales Inglaterra sacaba defectos, y éste a su vez acababa peleándose con Francia. Al final no se llegó a nada y pospusieron la reunión para el día siguiente.

Matthew suspiró pesadamente mientras recogía sus pertenencias. En parte porque había perdido una tarde de su inmortal vida que podría haber aprovechado mejor jugando al hockey o preparando hot cakes.

El canadiense paseó la mirada por la sala que poco a poco se iba vaciando. Quizás podía decirle a Francia de ir a cenar juntos o algo, y así intentar una vez más conquistar el corazón del galo.

Con el maletín en la mano se aproximó al francés, quien estaba hablando por el móvil.

-Francia, ¿podemos hablar ahora?-preguntó en su típica voz baja el canadiense, recibiendo un asentimiento de cabeza por parte del francés. Sin embargo, este estuvo unos buenos quince minutos más hablando por el móvil. Menos mal que Canadá era una persona que poseía el don de tener una paciencia infinita.

-Bueno, ¿que querías, mon petit?-preguntó el francés cuando colgó el móvil.

Canadá le respondió que si le apetecía ir a dar una vuelta por la ciudad. Pero Francia se puso a escribir en el móvil a alguien, quizás alguna amante, e ignoró olímpicamente al menor.

-No te oigo si hablas tan bajo, mon amour-dijo el frances, como si eso justificara su nula falta de atención.

Finalmente Canadá suspiró derrotado y le dijo que no era nada importante. Caminó con los ánimos decaídos hacia el ascensor y bajó a la planta baja para dirigirse hacia el metro.

Recordando el incidente de antes, decidió pedir un taxi, por si volvía a perder el metro. Además, estaba demaisado cansado como para seguir andando. Tras indicar al taxista la dirección del hotel en el que se alojaba, el canadiense cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás.

"¿Porque me tratas de esa manera tan ruda?¿Qué demonios he de hacer para que me veas o te fijes en mi?" Se preguntaba el chico cerrando los puños con fuerza, aún molesto por la reciente actuación del francés para con él. Le acababa de tratar con una indiferencia que rayaba en el desprecio.

Tras un ultimo suspiro de amargura, Canadá abrió los ojos, pero la imagen que vio hizo que se sintiese con el corazón en la garganta. Un coche se estaba arrojando prácticamente sobre el taxi. Oyó la voz del conductor gritar una palabrota mientras intentaba maniobrar para evitar el golpe. Luego, todo se volvió negro y el silencio lo inundó todo.


Y bien, aquí estoy con un nuevo fic, al que le doy inicio con este pequeño prólogo. Nunca había publicado nada sobre esta pareja tan mona que hacen Francia y Canadá, y la verdad es que me encanta(no es mi OTP, pero le tengo mucho cariño).