Crepúsculo le pertenece a Stephenie Meyer, y solo a ella.
El Silencio Del Amanecer
1-Isabella
Me mordí el labio inferior mientras miraba aprensivamente el costoso jarrón entre mis manos, y un segundo después, completamente decidida en que no me importaba en lo absoluto que fuera una reliquia de no-sé-qué-emperatriz, lo arrojé con casi todas mis fuerzas contra la pared más alejada de mi cuarto, donde se rompió en pequeños pedazos que quedaron esparcidos por el suelo, luego del inconfundible sonido de la cerámica al desquebrajarse.
¡Cuan enfadada estaba con esa niña malcriada!
Necesitaba desahogar mi rabia con algo, preferiblemente que luego no lamentara. Por eso, giré mi cabeza para buscar otra cosa que pudiera destrozar. Mejor eso que arremeter contra Demetri, otro de los que tanto odiaba en este horrible lugar.
Me paré en seco en cuanto ese inconfundible olor se filtro por mi nariz. Genial, solo eso me faltaba, recibir un sermón.
— Isabella — me di la vuelta para encarar a Aro, parado en el umbral y con esa falsa mascara de amabilidad pintada en su rostro —, ¿Quieres hablar de lo que sucedió? —.
Por supuesto que no quería.
— Jane tuvo la culpa — me excusé torciendo el gesto, tal como lo haría un niño pequeño. Me encogí de hombros, queriendo hacer parecer que no me afectaba en lo absoluto y volví a examinar mi cuarto para no verle la cara a Aro —, sabe bien que su poder no funciona conmigo, ¿porqué sigue intentándolo, pretendiendo que no me doy cuenta? —.
Fruncí el ceño, completamente contrariada. Desde el momento de mi conversión, Jane se había mostrado frustrada por no poder utilizar su destructivo poder en contra mío. Y desde entonces, éramos algo así como enemigas. Ella siempre me observaba con enfado, como si me existencia fuera un fastidio para si misma, y yo le devolvía la misma mirada cargada de odio, solo por no hacerle creer que me intimidaba, ya que por el contrario, estaba muy lejos de infundarme temor. En realidad, ella es tan pequeña que no supondría un gran esfuerzo para mi, pero por supuesto, nunca caería en la tentación de hacerla pedazos.
Aunque esta mañana, no pude contenerme a sus nuevos intentos de querer doblegarme con su poder, y me lancé contra ella, quien por supuesto, se defendió. De no haber sido por Alec; su hermano mellizo, seguramente alguna de las dos habría terminado muy mal.
Aro suspiro, dándose por vencido ante mi falta de interés.
— Te tendré paciencia solo porqué eres aún una neófita — me volteé hacía él —. Tenemos visitas, así que te estaremos esperando — y antes de desaparecer, miró con una mueca el jarrón hecho trizas y murmuró —. Era realmente valioso —.
Cuando por fin me quedé sola, dejé escapar una lenta exhalación por mis labios y me dediqué a recoger cada pedazo de la maldita vasija. Ahora que estaba un poco más calmada, me concentré en lo que había dicho.
Yo aún era una neonata, pero no me sentía exactamente como una, según varios relatos que había escuchado; un vampiro en sus primeros tiempos tiende a ser más bien salvaje y descontrolado, pero yo nunca me había salido del carril, por así decirlo.
Aro aseguraba que era a causa de mi sorprendente poder, pero no estaba del todo convencida. Después de todo, no podría saberlo con exactitud.
Sacudí la cabeza obligándome a pensar en otra cosa, como por ejemplo, qué clase de visita tendría la guardia Vulturi.
Seguramente otra aburrida reunión con vampiros que han vivido lo suficiente como para haber asistido a la inauguración de las murallas chinas.
.
Alec vino a buscarme unos minutos luego de la aparición de Aro en mi oscura habitación, asegurando que este ultimo se encontraba impaciente por mi presencia.
Y me pregunte porqué le importaría tanto que estuviera ahí.
Dejé caer mis hombros en gesto de derrota y tras colocarme una de las capas grises, casi negras que solía utilizar, recogí mi cabello en una coleta alta y luego me subí la capucha, dejando mi rostro oculto.
Caminamos en un incomodo silencio entre los pasillos, podía intuir que tenía que ver con el hecho de haber querido asesinar a su hermana hacía algunas horas y no podía culparlo por ello. Alec y yo nos llevábamos bien, cosa que parecía hacer rabiar a Jane, pero aún así y cuando se trataba de defender a alguien, él siempre se ponía de su lado, tuviera o no razón. No es que me molestara, solo me parecía injusto. Aunque entendible, la familia es lo primero.
Supongo.
No tengo recuerdos de mi familia humana, ni tampoco memorias de cuando vivía. Cuando desperté en esta nueva inmortalidad, todo me resulto desconcertante y fue como si aquel hubiese sido mi verdadero nacimiento.
Aunque de todos modos, no me importa demasiado saber que fue de mi corta vida humana, ya que aunque anhele esos recuerdos, no servirán de mucho y me harían desear un pasado al que no podré regresar jamás.
Prefiero vivir en la incertidumbre a descubrir un infierno.
Llegamos rápidamente a la sala donde Aro, Marco y Cayo solían recibir a sus visitas. Una amplia habitación con forma circular de ventanales altos pero con muy poca luminosidad, tres grandes asientos adornaban el centro, siguiendo la curvatura de las paredes, emulando a los tronos de tres reyes.
Tras traspasar las puertas y posicionarnos junto a los Vulturi, al igual que Jane, Demetri y Félix; pude apreciar a nuestros visitantes.
Un numeroso aquelarre. Cuatro machos, tres hembras. Todos hermoso y de piel tan pálida como la mía, aunque algo en ellos llamaron poderosamente mi atención. Me quedé asombrada mientras recorría la línea de sus rostros, no había nada anormal en aquellos, pero sus ojos eran de un hipnótico color topacio, a diferencia de mis sangrientos iris carmesí.
— Bienvenidos — saludó Aro, y comprendí que esos extraños vampiros apenas habían llegado, entonces, hizo algo a lo que ya estaba acostumbrada a que hiciera con todo el que se le cruzase por el camino, extendió una mano hacía al que, a juzgar por su posición al frente de los demás, era el líder —.
Cuando avanzó, casi contuve el aliento, pero logre controlarme antes que nadie se diera cuenta.
Ahora que podía apreciarlo realmente de cerca, mientras aceptaba la mano de Aro tras unas palabras de agradecimiento por haber sido tan bien recibidos, noté que era una criatura que difícilmente podría comparar con otra. Parecía irradiar luz propia, en el sentido literal de la palabra, resultaba abrumador verlo en esa cercanía.
Al cabo de algunos segundos, Aro cedió al contacto — De verdad me alegra verte, Carlisle, a ti y a tu familia, por supuesto — sonriente, examino a la fila de vampiros a escasos metros de distancia —.
Sus ojos se detuvieron en uno en específico, brillando con ansiedad, y entonces también lo miré.
Y si antes casi me había quedado sin aliento al contemplar a Carlisle, ahora estaba alucinada. Parpadeé un par de veces mientras observaba cada uno de los perfectos detalles de su rostro, las líneas de su cuerpo y su alborotado cabello cobrizo.
Este lo miró a Aro por un interminable momento y luego sus ojos ambarinos recayeron con curiosidad sobre mí, para luego volver al líder Vulturi. Me preguntaba qué extraña conversación silenciosa me estaba perdiendo, cuando aquel desconocido murmuró un escueto — no — y entonces desvió la mirada de nuevo hacía mí, pero solo fueron unos segundos, hasta que los dejó caer en algún punto de la pared, con expresión ausente.
Yo no podía quitarle la mirada de encima, aunque fuera muy poco decoroso.
— Es interesante, ¿verdad? — la voz de Aro parecía complacida y comprendí que hablaban de mí —
Fantástico, ahora era el centro de atención de seis pares de confundidos ojos.
— Aro, ¿Por qué no nos dejamos de tus experimentos y agasajamos a nuestros invitados como se debe? — dijo Marco, con su habitual desinterés, yo le agradecí internamente —
— Claro, claro — murmuró este, con cierto desdén — Isabella — se volteó hacía mí, y entonces me regalo una falsa sonrisa que deseé poder desechar de inmediato — ¿podrías llevarlos a la habitación de huéspedes? —.
Asentí, y tras observarlos por un breve momento, me dirigí a la puerta por la que había llegado y miré por sobre mi hombro en su dirección.
— ¿Gustarían seguirme? — Pregunté con toda la cordialidad posible, dejando caer la tela que cubría mi cabeza, considerando que no sería muy cortes ocultarme ante ellos y Carlisle me sonrió —
— Por supuesto —
.
— Aquí es —
Me apresuré a abrir las puertas dobles de la gran habitación donde solían quedarse los amigos de Aro, aunque comúnmente no era por una larga temporada. Me hice a un lado dejando pasar a cada uno de ellos, y me atreví a evaluarlos discretamente con la mirada.
Uno de ellos era demasiado corpulento, aunque tan atractivo como cualquiera de los otros, de pelo oscuro y corto. Le seguía de la mano quien era, posiblemente, el vampiro más bien proporcionado en todos los aspectos que hubiera visto, una apariencia de modelo, de cabello rubio y armoniosas facciones.
Luego, estaba Carlisle, apuesto y de cabello rubio y sonrisa afable y de su brazo iba colgada quien debería ser su pareja, con el cabello largo y del color del caramelo y facciones gentiles.
Y entonces, él paso por mi lado, sin siquiera mirarme, pero aproveche la situación para observar más de cerca la perfección de la que se veía dueño. Mis ojos lo siguieron hasta que se posicionó en uno de los sillones que adornaban la amplia estancia, y hubiera seguido así de no ser porque una acampanada voz llamó mí atención.
— Hola —
Desvíe mis ojos hasta ella, parada frente a mí. Era de todos la más bajita y tenía el pelo en punta y cada mechón apuntaba a cualquier dirección posible. Su voz era alegre y su rostro mostraba una expresión de asombro mezclado con diversión. No supe como definirlo. Iba del brazo con el último de los vampiros.
Lo miré de reojo, al concentrar toda mi atención en ella, pero aun así me provoco un indudable estado de alerta. Mi mente me gritaba que era peligroso, con tantas cicatrices regadas por su cuerpo, perdiéndose bajo la tela de su camisa. Igual de hermoso, igual de atrayente, pero aún así, con aquel rostro serio y aspecto salvaje daba una verdadera impresión de temor.
Lo vi desviar la mirada, parecía incomodo.
— Soy Alice y él es Jasper — volvió a hablar la pequeña vampiro, señalando al quien estaba a su lado—, seremos buenas amigas — finalizó y luego, separándose de Jasper me dio un fugaz y desconcertante abrazo —Oh, y cuando regreses a tu cuarto, ten cuidado con los trozos de cerámica —
La miré confundida, ¿Cómo sabía ella acerca de eso?
Una melodiosa risa me atrapó, y mire hacia un lado, donde Carriles estaba, aparentemente, disfrutando de la situación.
— No te preocupes, es inofensiva —
Asentí, sin saber que decir y eché un último vistazo a todos ellos, deteniéndome por unos segundos en aquel vampiro que me había capturado desde el principio, todos sonreían amenamente, excepto él; y luego me alejé unos pasos hacía el pasillo, obligándome a mi misma a no retenerme demasiado tiempo ahí.
— Con permiso —
Mientras me iba, me pregunté que estarían haciendo aquí.
¿Qué les pareció?, dejenme sus comentarios, es mi primer fic, asi que ¡no sean malitos!
y ¡Feliz año 2009!
