Lilly de Vill.
Cuando el túnel de luz y energía se cerró a sus espaldas, por un instante le costó recordar qué había pasado minutos antes; mientras su abrigo se llenaba de lodo y el frío empezaba a calarle hasta los huesos de una forma... Desconocida; fue el llanto del pequeño dragón lo que la hizo recordar los eventos que la habían llevado a esa oscuridad, parecía un bosque y apoyandose en un tronco seco se incorporó del suelo con el que parecía el dolor de cabeza más intenso de su vida... ¿Por qué todo se sentía con mas fuerza?
-¿Ursula, querida? –Llamó mientras revisaba a su al rededor con la tenue luz de la luna. -¿Estás muerta?
-Eso te gustaría. –Respondió saliendo de entre unos arbustos con el esbozo de una sonrisa.
-Tal vez... ¿Dónde estamos?
-No tengo idea. –Su voz fue suave y al sentarse a su lado cayó en cuenta. -¿Cruella?...-Inquirió ansiosamente.
-¿Puedes matar a esa cosa? No me deja pensar.-El llanto del dragón aumentaba mientras hablaban.
-No... Cruella... Mis tentáculos...
-Querida, a mi no me gustan esas cosas, por todos los cielos, calla a esa cosa.
-No, Cruella, no están, mis poderes...
-No seas ridícula. –Su intensa mirada cobalto brillaba incrédula mientras se aproximaba a ella.
-No están... Ese túnel, ¿Nos volvió ordinarias?
-Tal vez no es el túnel, tal vez es el lugar... Mírame, cómo me veo ¿Soy distinta? ¿Mi cabello?
-Eres la misma, no puedo creer que estemos atrapadas con esto. –Confesó al tiempo que se movía en dirección al llanto, había que hacer algo respecto al dragón, no podían pensar.
-Por Dios, si no lo matas tú, lo haré con mis propias manos, de cualquier forma parece que estamos muy lejos de Maléfica.
-Cruella...-La llamó
-Querida, deja de decir mi nombre en ese tono por favor, es molesto.
-No es un dragón, es una persona.
-¿Una persona?... –Se aproximó con el crujido de las hojas bajo sus tacones y el frío vigorizante sobre sus mejillas, ahí estaba, dentro del enorme huevo roto, la pequeña hija de Maléfica, solo que no era un dragón, era una persona, una ruidosa.
-¿Qué esperas, Ursula? Mátala.
-Caímos en un túnel tratando de recuperarla, disculpa si no me parece lógico acabar con ella, pero siéntete libre de disponer de la criatura como gustes. –Indicó haciendo una seña con las manos.
Era pequeña, muy pequeña, tal vez como un gato... Cruella odiaba a los gatos, siempre se había visto a si misma como una persona más de perros, perros grandes ¿Qué podían hacer ellas en ese lugar con un gato ruidoso? –Calla... –Le ordenó como hacia con sus animales y calló en cuenta de que no trataba con un gato ordinario. –Duerme... –Ordenó de nuevo y podía sentir como su poder era efectivo a pesar de que el aura de sus palabras no se presentaba al expresarlas.
-¿No tienes poderes? –Quiso saber su compañera, sorprendida de ver como la pequeña no respondía a las ordenes.
-Los tengo, ella no, en este mundo es sólo una persona... Al menos por ahora... si permito que siga viva... –Explicó mientras aproximaba sus manos al cuello de la niña, su llanto se estaba volviendo ronco y al momento que sus manos sintieron la piel se dio cuenta de que estaba helada... En un respiro, cerró ambas manos al rededor del diminuto cuello y ante el cálido contacto la pequeña guardó silencio... Una de las manos de la mujer, automáticamente dejó el cierre en el cuello y se posó en la nuca mientras la otra bajaba y tomaba con firmeza la diminuta espalda... No entendía sus acciones, solo seguía de forma automática y con suavidad presionó a la niña dentro de su abrigo, contra su corazón haciendo que el llanto cesara por completo, ante la mirada atónita de Ursula. –Cállate... No quiero una sola palabra de esto, jamás, haré que te coman los peces... –La mujer parecía genuinamente confundida por sus propias acciones... Era la primera vez que trataba de matar a un niño y su maldición obligándola a actuar así... Era demasiado..
-¿Te parece si... Te escolto a ti y a...
-Lilly
-¿Lilly? –Inquirió ocultando una sonrisa completa caminando a sus espaldas.
-Es una flor venenosa... –Explicó girándose. -¿Tienes algún problema?, tu cara se paralizó en un gesto estúpido de felicidad, te recuerdo que no tenemos idea de dónde estamos.
-Para nada... Tienes razón, ¿Te parece si caminamos hasta encontrar algún camino? No podemos pasar la noche en este lugar...
