[DISCLAIMER: The Loud House no me pertenece, es de Nickelodeon.]
[AVISO: Este fanfic incluye contenido relacionado con el incesto, directamente, y situaciones violentas en cierta medida. Si no te atrae, recomiendo no leer.]
Bueno, aquí estoy yo con una idea que vengo trabajando desde hace como un mes, en paralelo a la creación de la idea de mi otro fic activo (Perfection), una idea que incluye Loudcest (nuevamente...) y a Lincoln (sí...) y a Lynn (novedad?). Y es Lynncoln, sí, un Lynncoln que, como yo lo veo, necesita un buen desarrollo para que exista.
Prosiguiendo, les dejo con la sinopsis de la historia (que la apuntaré aquí también porque sí): "Llegó un punto en donde sintió que la lucha era suya. En el que la vió como una rosa que debía cuidar. Pero, de esos sentimientos tan confusos y ambiguos, no sabía qué pensar, solo estar ahí para ella. No obstante, tenía espinas, era una rosa capaz de defenderse, y él su corriente hermano; aún así, seguro estaba, una pequeña parte suya, que ella era su rosa con espinas."
Prólogo
"Detente.
Para.
No sigas.
Esta no es tu lucha."
Tenía la fuerza suficiente para pararlo, para dejarlo en el suelo sin ganas de continuar. Bueno, tal vez seguiría teniendo ganas; su mente y corazón la tendrían, pero al cuerpo no le quedaría ni el más mínimo nivel de energía como para seguir avanzando.
Pero. No podía hacerlo, sorprendentemente no podía hacerlo pese a lo agresiva e iracunda que sí podía llegar a ser, en ese momento no se atrevía a detenerlo, a herirlo, porque de por sí él ya lo estaba, y ella lo sabía.
- ¡Déjame ya! - Imploró él mientras caminaba a rápida acompasada.
Luego de pasar por el umbral de una puerta e ir recorriendo, rápidamente, un largo pasillo, las suplicas continuaron. Ella comenzó a alzar su voz, y su cara se enrojecía culpa del enojo provocado por la frustración que le invadía; sus mejillas, sus ojos, todo su rostro se sentía... Tembloroso, quizás eran ganas de llorar... O quizás era furia, cólera pura.
- ¡¿Qué mierda te pasa?! -
Prosiguió con su caminar. Vió de él una mirada en blanco que expresaba cierta frialdad tan inusual. No esperaba ver a su hermano así algún día, no, había algo malo en él; recién cumplía los doce años. Cuando se enojaba (comúnmente) parecía un niño, lo que era y lo que parecían todos en la casa Loud: niñas que no paraban de discutir por banalidades, que terminaban por involucrar a su jodido hermano en cada desastre, quién se llevaba la culpa el 99% de las veces pese a ser él (comúnmente) quién buscaba solucionar cada problema y quién (comúnmente) lo echaba a perder.
Pero qué más da si él tuviese todo el karma del mundo, amaba a su hermanas con todo el corazón y el alma, las amaba tanto que creía sentir algo más allá de lo normal por una de ellas. No encontraba la respuesta a ese sentimiento tan especial que lo unía con una de sus diez hermanas, y eso le atormentaba, a sus doce años de edad era ese uno de los motivos que provocaban dicha mirada fría suya que Lynn no entendía. Nadie tocaría ni hablaría mal de su rosa, que sí, que tenía espinas, tal vez ella era capaz de defenderse mejor que él, pero le daba totalmente igual... Era una chica.
Y ahora, luego de presenciar cómo varios chicos apostaron por...
"Apostar..."
Todo el enojo acumulado llegó a su mente cuando se acordó de esa palabra, cuando atravesó el decisivo umbral y se encontró con él, un nuevo amigo del bravucón más... ¿Más bravucón de todos en su escuela? Pues era eso, otro bravucón más, y éstos sobrepasaron el límite de agua que puede contener un vaso, una simple gota dió lugar al colapso.
Iban a reírse, iban a hacerlo, les provocaba risa hablar del dinero que ganaron con esa apuesta. Los miró con odio, y ellos solo rieron, sabían lo vulnerable que era 'Lunática Lynn' en ese momento, les importaba un comino salir bien parados, simplemente ella no los atacaría, y el otro... Lincoln, parecía irreconocible aunque no era amenaza alguna, solo estaba serio y apretaba los puños... Pensaron que eso era impotencia.
Certero. Atinado. Preciso. Sin más, ni menos. Lleno de furia, de tristeza, y de un enigmático auto-control propiciado por el odio que sentía debido a esas asquerosas personas. El puñetazo fue un K.O. inmediato, justo en la mandíbula, y sintió luego dolor en sus propios nudillos, considerable dolor.
Los otros dos que se encontraban junto al bravucón principal se fueron rápidamente, temerosos y sorprendidos, mientras veían, antes de irse, como Lincoln se agachaba y se acercaba a un Francisco mareado y adolorido.
Lynn no sabía que decir, ni que hacer, solo se sentía confundida, su hermano se encontraba actuando muy frío. No como él era, se notaba un enfado digno de un coloso en él, eso era sorprendente, y raro, extraño. A la vez se sentía reconfortante, su hermano la había defendido, su débil hermano menor había demostrado lo intolerante que era ante las bravuconerías hacia sus hermanas.
- Y... y tú... Cha-chandler s-se ha ido, no-no está pa-para de-defenderte.- Dijo casi en tartamudeos, con los nervios de punta. Porque esa máscara de frialdad no era más que eso, una máscara que escondía su desasosiego, que era superior a su enfado. Pero que, a su vez, si esos dos sentimientos se juntaban... Pues pasaba lo que acababa de pasar.- Mu-muérete.
Nuevamente lo golpeó, con fuerza en el ojo derecho. El otro soltó un sonoro gemido de dolor, mientras Lynn contemplaba, en shock, la furia con la que Lincoln asestó dos puñetazos a Francisco.
Y fue cuando llegó una autoridad, la profesora de educación física, junto a Chandler y Richie. Los tres atónitos ante la violencia de Lincoln, porque no era ningún desconocido para ellos, y tampoco era alguien que aparentase ser así. Pero la sangre que Francisco brotaba por su nariz y los gemidos que soltaba por el dolor hicieron que se replanteasen sus pensamientos y opiniones sobre el único hijo varón de la familia Loud.
- ¡Por Dios, Loud! ¡¿Qué demonios te ha picado?! - Exclamó la profesora, que acudió rápidamente a ayudar a Francisco, el chico herido. De cabello negro y piel ligeramente blanca, el que alguna vez fue el interés amoroso de Lynn, un interés tan pasajero luego de saber lo que ese chico era en verdad.
Chandler, confiado de la presencia de un profesor, se acercó y empujó a Lincoln a un lado, quién dejaba salir una lágrima mientras mantenía una expresión casi seria. Casi, si no fuese por la lágrima, además la boca le temblaba, la cabeza le dolía y los nudillos también.
Lynn solo lo abrazó por detrás, y lo atrajo consigo, tal cual madre que cela por la seguridad de un hijo.
- Wao, Lincoln, en verdad me sorprendes.- Dijo el pelirrojo.
Lincoln lo ignoró, y miró como la profesora le miraba a él, severamente, a punto de decirle algo, pero no lo hizo. La mirada cortante fue suficiente, era obvio qué le diría. Así que se zafó del abrazo de Lynn y se retiró de forma veloz de ahí, directo a la oficina del director, dejando escapar lágrimas y secándose luego.
Lynn le siguió, queriendo hablar con su hermanito, intentar que se tranquilice y... Solo acompañarlo, probablemente intentar decir que fue ella la que hizo todo, o que le obligó a hacerlo. Definitivamente lo haría, lo intentaría por él. También intentaría hacerle entender que ella se defendía sola, por su propia cuenta, y que no necesitaba un príncipe azul a todo momento.
