Ángeles y Demonios.
Capítulo 1:
Me desperté a causa de los rayos de luz que se filtraban por la ventana chocando contra mi rostro y haciendo que abriera los ojos lentamente.
Suspiré. Las ganas de abrir mis pesados párpados eran nulas, ya que cuando los abriera me esperaba otro día de rutina igual que el de ayer e igual que el de mañana. O eso creía yo. No sabía cuan equivocada estaba…
Cuando abrí los ojos ladeé mi cabeza hacia la derecha y entonces lo vi, el reloj marcaba las 7:30 a.m.
-¡Mierda!
Fue todo lo que dije, volvería a llegar tarde al instituto. Cuando me levanté dispuesta a vestirme ocurrió algo. Me sentí muy mareada, mi cabeza daba vueltas, mi cuerpo no respondía y empecé a temblar levemente, sentí miedo, terror. No sabía por qué. Tenía un nudo en la garganta que imposibilitaba mi respiración y las lágrimas amenazaban por salir, sentí una frustración inmensa al no saber qué me estaba pasando, me empecé a desesperar, miraba en todas las direcciones buscando algo que me salvara. Entonces alguien llamó a la puerta, mi madre entró, ya que seguro pensó que me volví a quedar dormida y venía a levantarme a rastras de mi preciada cama, pero cuando entró y me vio en ese estado palideció.
-¡Kagome! ¿Qué te ocurre, hija? ¿Quieres que vayamos al médico?
Su angustia se reflejaba en esos ojos marrones que me observaban para hallar una respuesta a su preocupación.
Entonces todo lo malo se fue de golpe, no supe que había pasado, de repente todo volvió a la normalidad, más sabía que eso era un presentimiento, todo el cuerpo me lo gritaba, que algo estaba por ocurrir, algo que cambiaría mi vida, para bien o para mal. Sonreí ante ese pensamiento. No me importaba si era malo o bueno, cualquier cosa que ocurriera que hiciera cambiar mi vida le estaría agradecida de por vida. O eso pensaba.
-Nada mamá, solo me mareé al levantarme- Y le di una sonrisa tranquilizadora, una de mis sonrisas falsas que son capaz de engeñar y ablandar el corazón hasta al ser mas malvado. O eso es lo que decía mi madre.
Así como vino se fue por la puerta y me dejó vistiéndome. Me puse el uniforme del colegio rápidamente y peiné mi largo cabello azabache que me llegaba hasta la mitad de la espalda. Bajé como un rayo las escaleras, cogí una tostada untada en mermelada y me largué de casa despidiéndome de todos.
De camino al instituto me hundí en mis pensamientos, mi vida normal y aburrida, yo sabía que era una persona especial, que no tendría el mismo futuro que toda la gente. No quería ese futuro aburrido, estaba esperando un acontecimiento o una persona que me cambiara la vida radicalmente. Estaba esperando a alguien, yo sabía que había un ser que me cuidaba y que me vigilaba para que nada malo me pasara. A veces tenía pesadillas, en las que veía unos ojos grises que se acercaban a mí e intentaban dañarme, pero después aparecían otros color miel dándome una tierna sonrisa y la pesadilla desaparecía. Como si nunca la hubiese tenido. Tranquilidad, eso era lo que me transmitían esos hermosos ojos.
Iba tan sumida en mis pensamientos que no me di cuenta que llegué al Instituto, pero no muy en la hora…
Corrí hacia mi aula, lamentablemente el timbre para entrar a las clases había sonado, así que deseaba que el profesor estuviera de buen humor y no me castigara. Entré en el aula, mi sorpresa fue evidente, me quedé en shock. Fue como ver un ángel delante de mí, exactamente al ángel de mis sueños de mirada ámbar y cabello negro largo, algo raro para ser un chico, solo le faltaban las grandes alas blancas. Algo completamente imposible. El profesor me llamó pero no hice caso, estaba ocupada observando ese sujeto tan sumamente familiar que causaba que mis piernas temblasen.
-¡Higurashi! Si ha acabado de babear con el nuevo alumno Taisho puede regresar a su sitio.- Todos los alumnos se rieron y cuchichearon. Menos él. Me miraba con la misma sonrisa de mis sueños, como si me conociera de toda la vida, aunque no era así.
Quería que la tierra me tragase, mis mejillas empezaron a tomar un color rojizo similar al de un tomate, estaba totalmente avergonzada ante el comentario del estúpido profesor. No me pare a pensar lo tonta que me hice ver delante de aquél extraño pero familiar sujeto.
La mañana transcurrió normal, aunque sentía las insistentes miradas color ámbar de aquél sujeto llamado Inuyasha Taisho según dijo el profesor. Todas las chicas babeaban por él, normal, era un ser hermoso. Pero él las ignoraba. Parecía como si me quisiese decir algo, más no abría la boca. No cruzamos palabras, pero si una que otra mirada.
El día acabó, y me pareció algo imposible que ese chico fuera el de mis sueños, pero eso no fue lo más extraño de todo, en comparación con lo que pasó esa tarde, la aparición de aquél misterioso ángel -nunca mejor dicho- fue insignificante.
Mientras iba de camino a casa me volvió a ocurrir lo mismo que esta mañana, añadiendo que mi vista se nubló y sentí como si algo dentro de mi reclamara salir, aunque no me dio tiempo a pensar más, ya que un tipo con capa negra que le cubría hasta la cabeza apareció delante de mí y dijo una serie de cosas que no entendí ni la mitad…
-¡Tu, niña tonta! Devuélveme lo que me pertenece.
Debía tener no más de 20 años, tal vez mi edad. No lo había visto nunca, tampoco parecía de la cuidad, era extraño, encima de la capucha sobresalía su melena corta de color azabache, igual que el mío, pero con algunos reflejos azulados, vestía todo negro y su capa también era negra. Aunque no lograba ver el color de sus ojos, debía ser por el mareo.
-Dirás lo que le pertenece al jefe, idiota- Aparecieron más sujetos con capas de color negro, me reclamaban algo, aunque desconocía el qué.
-N-no sé de qué me hablan.- Me limité a responder, ya que no me encontraba en buenas condiciones y esos tipos daban miedo.
El que apareció primero me miraba con un aire superior mostrando clara molestia.
-Si no nos lo das, te lo arrancaremos a la fuerza.- Una sonrisa cínica se formó en sus labios causándome terror. Algo se formó en su mano, como una bola negra que desprendía energía. Me morí del miedo mientras se iba acercando, seguro estaba pensando en matarme con eso que hizo con la mano, pensaba que me iba a morir sin saber el por qué.
Algo apareció, como una luz de esperanza. La sorpresa fue enorme al ver que el chico nuevo de ojos miel apareció delante de mí rescatándome.
-Ni se te ocurra tocarla. Lo tienes prohibido, y si se te pasara por la cabeza lastimarla, te mataría yo a ti antes. –Entonces se giró, y me dio una sonrisa. La más hermosa del mundo. Esa sonrisa logró tranquilizarme y saber que nada me pasaría.
-¿I-i-inuyasha? –Mi mente daba vueltas, no sabía qué pensar en ese momento, todo parecía un sueño…
-Vaya perro guardián, no sabía que te había tocado la chiquilla- El misterioso hombre de la máscara habló con claro desprecio. –Tsk. Que molestia. Sólo quería que me diera lo que me… Lo que le pertenece a Naraku.
-No le pertenece. Es más, por si no te habías dado cuenta, esta mujer no tiene ni idea de lo que estás hablando idiota. Y sí, me han encargado a Kagome, y daré mi vida por protegerla.
-Una semana. –Inuyasha puso cara de interrogante, no entendía a que se refería.- Te doy una semana antes de volver, espero que la chiquilla molesta sepa de qué va todo esto y la entrenes como es debido.
-¡Pero de qué estás hablando! –Sus compañeros sonaron molestos – ¡Naraku pidió que la trajéramos hoy mismo para que justamente sus poderes no crecieran y que la Shikon no saliera fuera de su cuerpo para que no nos dificultasen!
-Tsk. Estúpidos, si la chiquilla no entrena y nos la llevamos sin oponer fuerza… ¿Dónde está la gracia del asunto?- Entonces aquél ser de la capa me miró con unos ojos que hicieron que temblara aun más. – Más te vale entrenar chiquilla, por tu culpa desatarás acontecimientos que odiarás, te lastimaré, a ti, a tu familia y a todos tus seres queridos. Desearás nunca haber tenido lo que llevas encima. –Me habló con voz de ultratumba.- Nos vemos en una semana, o quién sabe, quizás antes. –Y se rió de forma altanera, como si supiera que ya me tiene en sus garras y me es imposible escapar.
Y desaparecieron sin dejar rastro…. Se esfumaron, como si nunca hubiesen existido, hubiera pensado que fue todo producto de mi imaginación si no fuera porqué Inuyasha me tocó el hombro y me miró con clara preocupación.
-¿Quién eres?- Me limité a preguntar temblorosa. Sabía que no obtendría respuesta, aún no. Aunque esa mirada fue suficiente para saber que no estaba sola. Inuyasha me protegería, él mismo lo dijo instantes atrás…
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Se sentían pasos a lo lejos, ah no, eran mis pasos y seguramente los de mis compañeros. Aunque en aquél castillo desolado y totalmente ausente de luz y de bondad hacían que mis pasos y los de mis compañeros sonaran a lo lejos por aquél largo pasillo, como una voz que te susurraba, sinceramente era escalofriante incluso para mí. Al final del pasillo habían dos guardias vigilando la puerta roja situada en el medio de ambos, dónde se encontraba el jefe; Naraku.
No sentía miedo, hacia demasiado tiempo que no sentía nada en mi interior, estaba completamente vacío de sentimientos desde que me condenaron a este infierno, literalmente. Me tenían encerrado y acorralado en este horrible castillo por mi pasado, mi odioso pasado y por lo que un día fui. Aquí es donde vivo yo; en el crudo infierno. Y ahora me tocaba enfrentarme al odioso de Naraku que esperaba que estuviera conmigo la molesta chiquilla. Lamentablemente se llevaría una decepción.
Piqué a la puerta esperando a que me dieran permiso para entrar. Como odio ser mandado por otras personas, utilizado como si fuera un títere, porqué es todo lo que somos ante Naraku. Insignificantes títeres que cuando no les servimos los tira a la basura. Pero mis pecados me han conducido aquí y no puedo hacer nada.
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Entré, un hombre de largo cabello negro como la noche se giró para mirarme sobre su silla, sus ojos rojos como la sangre intentaban intimidarme. No lo consiguió.
-¿Dónde está la mujer? –Su voz realmente daba miedo, menos a mí.
-El idiota de Ryou no la ha querido traer.- Habló la única mujer del grupo. Estaba por callarle la boca con un golpe.
-¿Y a que se debe que has desobedecido mis órdenes?
-Inuyasha es el encargado de la chiquilla. Además la niña no tiene ni idea de nada de lo que está pasando. Seguramente ni sabe de la existencia de la perla de Shikon. Creo que aún está en su interior.
-¿Y?
-Tsk. Pues que Inuyasha es una gran dificultad, nos hubiera costado mucho atraparla con él. – Hable totalmente desinteresado.
-Idiota éramos cinco contra uno. –Habló de nuevo la molesta e irritante mujer.
-Cállate Kagura, todos vosotros contáis como uno de lo patéticos que sois. –Y no estaba nada equivocado, todos eran unos inútiles buenos para nada que no sabían defenderse solos. – Me los llevé conmigo solo para que cargarais a la chiquilla y le explicaseis la situación. –Kagura iba a hablar, yo obviamente no tenía ganas de seguir discutiendo, y al ver que los demás se iban a unir a la pelea les lancé una mirada completamente aterradora. Enmudecieron. Yo mismo sé que mis miradas son incluso más intimidantes que las de Naraku. Los vi a todos como ratas que se escondían en el agujero, me dio gracia la situación.
-¿Entonces? – Naraku se dirigió a mí, sabía que él no diría nada del pleito porque tengo toda la razón.- ¿Cuándo tendré la perla y la mujer en mis manos? Sé que tu solo puedas contra Inuyasha, no escondas tus poderes. Aunque confieso que Inuyasha es como una piedra en el zapato, será difícil traer a Kagome con nosotros.
-Les he dado una semana. Sabes bien que no quiero usarlos al completo. No volveré a caer en ese error.
-Bien. Retírense. –Hizo una pausa- Ryou, recuerda que no debes matarla.
Y a partir de ese momento, empezó una historia que cambiaría mi vida definitivamente.
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Íbamos en silencio, yo estaba deseando decir algo, que me explicase como mínimo la situación. Aunque me daba mucha vergüenza mirarlo directamente a la cara… Siempre que lo hacía sentía que mis mejillas se tornaban de un color rojizo sin saber el por qué.
-Kagome.- Él pronunció mi nombre de una manera tan cálida.
Nos paramos en un parque que había un par de cuadras de mi casa, nos sentamos en los columpios, estaba esperando a que digiera algo.
-No te voy a entrenar.
-¿Cómo?
-Lo que dijo ese sujeto. Su nombre es Ryou. Yo y otro compañero mío te protegeremos y no hará falta que entrenes. – Eso me tranquilizó inmensamente.
-Tampoco creo que fuera a hacer mucho en una semana…
-No sabes lo que dices… Eres muy fuerte Kagome. Sé que sentiste un mareo antes de que esos tipos te atacasen, te estaba observando. –Yo me enrojecí ante ese comentario - ¡Keh! No es lo que tú crees, solo te estaba siguiendo para hablarte de esto ¡Tonta! Ni creas que soy un acosador. –Ya no me pareció tan simpático, es más, lo veía hasta molesto.
-Te molesta que me tengas que proteger, ¿O qué? ¿Soy una carga? –Mis mejillas se tornaron rojas y las lágrimas querían salir. -¡Yo no le pedí a nadie ayuda! – Y me levanté, me disponía a irme, pero una mano me cogió del brazo, me obligó a girarme y me abrazó.
-Kagome, de ahora en adelante tendremos que ser amigos o al menos compañeros, pasaremos bastante tiempo juntos. –Entonces se separó solo unos centímetros para mirarme fijamente a los ojos. Yo me quedé muda al sentir esos ojos color miel observándome fijamente.- Te prometo que te voy a proteger con mi vida. No eres una carga. Lo que llevas en tu interior ha despertado y causará muchos problemas. Vete a casa a descansar que ha sido un día muy largo. Mañana nos vemos. Adiós.
Y se fue, y me dejó sola. Soledad. La odio, realmente odio estar sola, me causa una tristeza enorme… Muchas veces en la vida me he sentido sola, aunque tuviera muchos amigos, me sentía igual de vacía. Y al ver a Inuyasha alejarse me hizo sentir desprotegida. A su lado estaba bien, segura. Sabía que nada me pasaría.
Me dirigí hacia mi casa pensativa como siempre, reflexionando sobre que había pasado, tenía muchas dudas, no entendía nada, pero Inuyasha de camino al parque me dijo que aún no era el momento, que mañana me diría más cosas poco a poco. Tiempo al tiempo.
Cuando subí las escaleras vi al sujeto de antes parado frente el árbol sagrado. Me aterré, quería gritar que Inuyasha me ayudara, que alguien me oyera, pero de mi garganta no salió nada. Quería huir, correr, escapar rápido antes de que el sujeto me atrapara, pero mis piernas no se movían. Algo me decía que no me tenía que ir. ¿Por qué?
Entonces me miró, y se quitó la capa. Me sorprendí ante ese gesto. Evidentemente era un chico de mi edad más o menos, cabello azabache, más negro que el mío incluso, pero con algunos reflejos azulados, y ojos grises como los de una perla. Parecía un ángel pero con las alas negras de un demonio. Me quedé observándolo, esperando a que abriera la boca. Se formó una sonrisa, no cínica como la de antes, una sonrisa de burla en sus labios. Claramente se estaba riendo de mí.
-¿No me temes?
-No. –Dije firme, ¿No le temía? Hace momentos atrás sí.
-Curioso. –Lo observé atentamente por si hacía algún movimiento extraño, esta vez no dudaría en gritar lo más fuerte que me permitiera mi garganta. Entonces se fue acercando, pero no me miraba, tenía la mirada al frente, supuse que se iría. ¿Cómo sabia donde vivía? ¿Por qué había venido? ¿Quería lastimarme? Miles de preguntas pasaron por mi mente… Los segundos parecían años, yo estaba tensa, con algo de miedo a que hiciera algo que me dañara. Entonces pasó por mi lado y con un susurro dijo- Deberías.
Continuará…
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