Se incorporó sobre la cama, con la respiración agitada y la frente perlada de sudor. Otra vez. Miró la ventana; en la quietud de la ciudad, la brisa hacía ondear las cortinas. Se puso de pie y se dirigió hacia ahí, con la vista perdida en el exterior, como si alguien la llamara. Miró al cielo nocturno y ahí, entre las estrellas, vio lo que nadie más podía ver: una PLUMA blanca como la nieve.
Corrió tan rápido, que sentía el corazón latir a mil por hora. Miró el bosque a su alrededor: fuego, miedo, PASADO.
Cuando el sol comenzaba a nacer en el horizonte, ella estaba sentada tras su ventana, incapaz aún de conciliar cualquier tipo de sueño. El despertador sonó. Se levantó despacio, aletargada, con la respiración y el corazón pausados.
