El reencuentro
¿Cómo no estar feliz de verte, mi pequeña?- pensó Albert al ver a Candy ese día que volvía para buscarla al hogar de Pony. El se había establecido en Lakewood y quería a Candy allá con él, era la única manera de tenerla cerca y poder devolverle todas sus atenciones hacia él. Era la única manera de enfrentar las obligaciones que se le venían encima…con ella y su radiante sonrisa, siempre a su lado.
- ¿En serio quieres que me vaya contigo Albert?- le preguntaba Candy intrigada.
- Si pequeña, deseo que vayas a vivir conmigo- le respondió
- Pero, ¿y la Tía Elroy?
- La Tía está muy sorprendida y agradecida contigo Candy
- ¿Conmigo? -¿Y por qué?- le preguntó ella incrédula
- Porque fuiste tú la que me cuidó cuando estuve con amnesia, porque fuiste tú la que fue despedida por cuidarme, porque fuiste tú la que me cuidó y atendió cuando mi vida era un infierno al no saber quien era… gracias a ti, no caí en la desesperación- dijo al final Albert con un brillo extraño en sus ojos.
- ¡OH Albert! - ¡Si no fue para tanto!- sonrió Candy. - ¡Tú siempre habías estado ahí para mí! - y más encima fuiste tú quien me adoptó… tú me has dado todo a mí, no tienes nada que agradecer, de hecho, ¡yo te debo todo a ti!- dijo ella acercándose a él para apoyar su frente en su pecho y abrazarlo.
-¡Oh mi dulce Candy!- Pensó Albert al momento de cobijarla bajo sus brazos. -Ven conmigo por favor y ayúdame una vez más a enfrentar todo lo que se me viene- por favor- le suplicó él con una voz muy quebradiza.
- Bueno Albert, vamos. De repente se detuvo y lo miró fijamente. – ¿Y el hospital? - Yo soy enfermera Albert -¡no quiero renunciar!
Albert no quería que ella trabajara. La quería a su lado.
- Hum, no sé Candy.
- Entonces no Albert, no puedo dejar mi trabajo- le dijo Candy triste mirando hacia la colina de pony
- Pero Candy... por favor- y Albert escondió suavemente su cara en los cabellos de Candy, una lágrima escurrió por su cara.
- Pero Albert, ¿qué sucede? ¿Albert estás llorando?
- Perdón Candy, no te quiero importunar más, si no quieres ir, está bien, yo te respeto y no haré nada por contradecirte- dijo separándose de Candy y caminado hacia el auto.
- Oh Dios - ¿qué te pasa Albert?- pensó Candy. -¿Por qué estás así? -tú no eres así Albert, tu eres deslumbrante, radiante, ¿dónde se ha ido esa linda sonrisa?- pensaba Candy
- Está bien Albert, me voy contigo. Y no, no trabajaré- contestó rápidamente al ver su carita de pregunta, pediré vacaciones en el hospital o un permiso, claro que si me echan, será tu responsabilidad y tú tendrás que encontrarme trabajo después- le dijo Candy sonriente y burlona.
Albert no cabía en sí de felicidad, la abrazó y la besó en la frente muy contento.
- Bueno, vamos, debo empacar.
Albert estaba feliz, se llevaba consigo a su "princesa". Él se había prometido a sí mismo hacerla feliz, pero ahora, era él quien la necesitaba, pues él, hace un tiempo se encontraba muy deprimido, y lo único que anhelaba era tenerla cerca, pues él recientemente se había dado cuenta que estaba profundamente enamorado de ella.
