Los personajes pertenecen a S.M. La historia es mía.

Un agradecimiento a Will.

Y... disfruten (?)


Corre.

No puedo irme sin nada.

Corre y no mires atrás.

Necesito llevar algo, dinero, ropa.

Corre.

Mi mente está nublada de ideas. Está claro que debo correr, huir de aquí, pero no puedo irme así. Necesito dinero, comida, ropa. ¿Pero cómo voy a entrar a mi casa sin que ellos me vean? Me tiro en el césped y aguanto las ganas de llorar. No voy a pensar en eso ahora.

Cuando logro tranquilizar mi respiración, me levanto. No puedo perder tiempo. Empiezo a caminar hacia mi casa lentamente y a idear maneras de entrar sin ser pillada. Claramente, por la entrada principal no puedo. Podría escalar hasta mi cuarto, pero no soy buena en esas cosas y les daría la oportunidad de que me encuentren.

No tengo una solución clara, pero no me detengo. ¿Qué cosas debo tomar primero? ¿Comida? ¿Ropa? Me tomo unos segundos para deliberarlo y me decido: dinero, dado que con este puedo comprar lo demás. Así que necesito entrar al cuarto de mis padres, aunque no sé si todavía hay dinero allí, puedo que ellos lo hayan tomado.

Cuando ya estoy a un metro de mi hogar, me decido por entrar por la puerta trasera. Las luces están apagadas, pero sigo creyendo que siguen adentro.

Giro el pomo de la puerta lentamente y sin ningún ruido, me felicito internamente. Pero aún falta abrirla y el nerviosismo se apodera de mi cuerpo. Suspiro y abro la puerta de un solo movimiento. Mantengo mis ojos abiertos y procuro no pestañear. La luz de la calle baña la casa y me regala un poco de vista, lo suficiente para ver a una persona.

No veo a nadie, por lo que entro silenciosamente.

No estoy muy segura si subir al cuarto de mis padres, dado que puede que no haya dinero ahí y, entonces, podría perder mi oportunidad de encontrar algo, por nada. Empiezo a pensar en qué otro lugar de la casa podría haber una pequeña o grande suma de dinero y lo tengo. Papá siempre decía que tenía una mochila de emergencia. La que debía tomar en caso de un sismo, huracán, incendio… y ahora comprendo que no era para ninguno de esos casos, sino uno en especial, éste.

"Está en tu armario, en el fondo, quita la tabla y la encontrarás. Pero recuerda, no puedes tomarla hasta que realmente la necesites."

Las palabras de papá resuenan en mi cabeza y siento un dolor expandirse por mi cuerpo. Sacudo la cabeza. Debo concentrarme.

Me adentro a la casa lentamente y no hay rastro de nada ni de nadie. Me pego a la pared y empiezo a subir las escaleras. Cuando estoy por abrir la puerta de mi habitación, escucho un auto frenar y pisadas. Si no estaban aquí, acaban de volver.

El pánico nubla mi mente, pero la adrenalina se apodera de mi cuerpo. Entro rápidamente a mi cuarto, rompo la tabla y cojo la mochila. Bajo las escaleras lo más rápido que puedo, de tres en tres, y salgo por donde he entrado.

Pero sé que es tarde. Sé que me ha visto. No lo pienso dos veces y corro.

—¡Espera!

Y corro con más fuerzas. No me puedo tropezar, no puedo parar. Corro sin dirección y me canso a los pocos minutos. Miro hacia atrás y lo veo. Sigue detrás de mí.

¡Corre!

¡No puedo! ¡Estoy cansada!

¡Corre!

Y corro de nuevo, pero esta vez más lento. Al llegar a una esquina, me doy cuenta de que no puedo. Mi corazón va a millón y el aire casi no me llega. Coloco mis manos sobre mis rodillas en un intento de conseguir aire. Miro hacia todas partes, buscando hacia dónde puedo ir. Veo un motel. Es de fácil acceso.

Estoy por dar un paso, cuando una bala pasa por mi lado derecho. Jadeo. Él puede disparar y yo ni siquiera lo voy a ver venir.

Quiero llorar, maldita sea.

Tengo miedo de moverme, tengo miedo de que me alcance, tengo miedo de morir. Porque aunque ya no tengo nada, quiero seguir viviendo. Eso es lo que mi padre hubiera querido… y mi madre también, supongo.

Con las lágrimas recorriendo mis mejillas, me dirijo al motel. No tengo tiempo de explicarle al recepcionista mi situación y tampoco quiero ocasionarle problemas. Unas escaleras rodean el lugar por la parte de afuera, dando lugar al segundo piso. Las subo rápidamente y sé que ha sido una idea estúpida.

Estoy atrapada, nadie me abrirá la puerta, nadie se arriesgará por mí. Tendré que devolverme… e ir hacia él. Hay en total cinco puertas. Intento abrirlas desesperadamente, una por una, pero todas tienen seguro. Estoy dispuesta a tirarme al piso y correr, aunque no tengo fuerzas y sigo sin tener lugar a donde ir.

Escucho el sonido de un televisor y veo la quinta puerta entreabierta. Frunzo el ceño. Quizás con todo el susto, me he volado esta. Entro sin pensarlo dos veces.

Todo está oscuro, únicamente la luz y el sonido de la televisión se sienten. Me dirijo a la habitación y choco con una persona.

—Lo-lo siento. —Mi voz se quiebra—. Simplemente, déjame estar aquí o él va a matarme.

Jamás en mis 18 años de vida había suplicado.

—Escóndete en el armario —susurra. Apenas termina de hablar, salgo corriendo a donde me ha indicado.

No hay ropa. Está completamente vacío. Ese muchacho no planea quedarse mucho tiempo aquí. O tal vez ya ha empacado y está por irse. Me siento mal al pensar que ahora mismo pueden estar apuntándole en la cabeza, obligándole a que diga dónde estoy o si he entrado a esta habitación.

Siento pena por él y por mí. Por él, porque lo he metido en un gran lío y, quizás también, en el final de su vida. Por mí, porque de ahora adelante, seré únicamente una persona llena de peligro, que irá dañando todo y a todos a su paso.

Mis pensamientos están yendo por mal camino. Las ganas de llorar se apoderan de mí y siento que ya no puedo controlarlas, pero sigo haciendo mi esfuerzo. Quiero salir de aquí y decirle que no diga nada, que no me defienda. Aconsejarle que me odie por el resto de su vida y que corra lo más que pueda. Sé que es tarde para todo eso cuando escucho un disparo.

Aprieto mis ojos y unas cuantas lágrimas se escapan. No puedo seguir así, se acaba de ir un alma por mi culpa. Seguro tenía familia, amigos, futuro. Algo que ya no tengo y nunca podré tener de nuevo. Salgo lentamente, preparándome para ver un tercer cuerpo sin vida. Recuerdo la imagen de los dos primeros y me agarro de la pared para no caer al piso. Cuando llego a la pequeña sala, las lágrimas empiezan a caer sin control sobre mis mejillas.

—Tú… lo mataste —mascullo entre lágrimas.

—¿Lo tenía que invitar a pasar y tomar el té con él?

No le respondo. Observo el cuerpo cuidadosamente. Nunca, en toda mi vida, se me ocurrió que podría pensar algo como esto, pero me alivia de que la persona que está tirada en el piso, con un agujero cerca del corazón, se encuentre sin vida.

No sé si debo agradecerle por lo que ha hecho o si debo marcharme ya mismo.

—¿Cómo lo hiciste? —Termino preguntando.

—Él se cuida, yo me cuido.

—¿Tienes un arma?

Creo que no escuchó mi pregunta o simplemente no quiere responderla. Agarra el cuerpo y lo arrastra hacia la habitación. Le sigo lentamente. Abre el armario y lo tira allí.

Hace unos minutos yo estaba escondida en ese lugar. Ugh.

—No pensarás dejarlo ahí, ¿o sí?

—¿Quieres llevártelo? —Un escalofrió recorre mi cuerpo. No, no lo quiero llevar conmigo, aunque estoy segura que el peso de su muerte permanecerá junto a mí para toda la vida.

Él sale del cuarto y yo vuelvo a seguirlo. Para mi sorpresa, se sienta en el mueble, toma un emparedado de la mesa y lo lleva a su boca. No puede estar tan tranquilo después de haber matado a una persona, ¿o sí?

—¿Estás… bien?

—Eso te pregunto a ti —responde tranquilamente—. Deberías sentarte y respirar un poco. El peligro ha pasado, por ahora.

No me puedo creer lo tranquilo que está. Sin embargo, le hago caso y me siento.

—Estoy bien —Le aseguro—. No sé si sea lo adecuado, pero… te agradezco por… eso. Me quitaste un… problema de encima.

—¿Por qué te perseguía? —pregunta con la boca llena. Me mira y me doy cuenta de lo hermoso que es. Si lo hubiese conocido en otro lugar, en otras circunstancias, me hubiera abalanzado sobre él y le hubiera obligado a tener una cita conmigo.

Dudo un momento si contarle o no, pero me doy cuenta que él prácticamente acaba de salvar mi vida y que necesito desahogarme.

—Ellos… entraron a mi casa. Estaba teniendo una cena tranquila con mi mamá, y papá bajó de repente y me obligó a salir por la puerta trasera. Por un momento pensé que era una sorpresa, pero él salió y me pidió que me escondiera —relato—. Así lo hice y esperé un rato, no escuchaba nada… así que decidí entrar a la casa. Y ahí estaban… los dos en el suelo de la cocina, con tres balas en sus cuerpos. Tres muchachos estaban de espalda a la escena y antes de que me vieran, me marché de nuevo.

Escondo mi cara entre mis manos. No quiero llorar.

—¿Y tienes idea por qué los mataron?

Mataron. Muerte. Muertos.

Sí, mis padres están muertos, pero se me hace doloroso asumirlo y difícil decirlo. Ni siquiera quiero pensar en ello.

—No lo sé, pero me gustaría saberlo —confieso.

Termina su sándwich y saca una Coca-Cola de una pequeña nevera.

—¿Cómo te llamas?

—Isabella Swan.

—Así que, Isabella Swan, ¿qué vas a hacer ahora?

—Traigo un poco de dinero conmigo, creo que será suficiente hasta poder decidir realmente que debo hacer. Supongo que tendré que trabajar, porque el dinero no durará para siempre, pero…

—¿Cuántos años tienes? —me interrumpe.

Estoy por responderle, pero habla de nuevo.

—Ellos simplemente no van a dejarte ir como si nada. Has visto lo que han hecho y necesitan borrar toda evidencia, eso te incluye.

—¿Quieres decir… que van a matarme?

—La calle ya no es segura para ti y este pueblo tampoco —advierte. Pone su atención en el televisor. Reconozco el programa, es NCIS.

—Entonces, tengo que irme de aquí, porque sabrán que estaré cerca y me buscarán. —Me levanto y me obligo a no pensar en lo que se viene: soledad—. Gracias, de nuevo. Espero no causarte problemas.

—¿Podrías hacer silencio y sentarte? Estoy tratando de ver esto. —Ni siquiera me mira cuando dice esto.

—Estás demente —susurro. Y puede que tenga razón, ha matado a una persona y está normalmente viendo un programa. Me dirijo hacia la puerta con miedo y sospecho que mis piernas están temblando. Sujeto la manilla, pero ésta ya está siendo girada. Alguien intenta abrir la puerta.

¡Corre, estúpida! ¡Retrocede!

—Ni se te ocurra gritar ni correr.

—Emmett, déjala.

—¡Tú, maldito bastardo! —Me esquiva y se dirige hacia… el maldito bastardo. Debí haberle preguntado su nombre—. ¿No podías ponerle el silenciador?

—No tuve tiempo.

—¡Ja! ¿Dónde está?

Mi salvador señala la habitación con la cabeza y… Emmett, se dirige hacia allá. Supongo que están hablando del… muerto.

—¿Cómo te llamas? —pregunto rápidamente. Él me mira y creo que me observa por primera vez. Su mirada me recorre todo el cuerpo.

—¿No te ibas?

—Buen tiro, hermano. —El musculoso vuelve a la salita—. Llamaré para que vengan a recogerlo. Espero que nadie venga preguntado, porque voy a subir a romperte las pelotas.

Mi salvador no contesta y él se marcha.

—Intenta comer algo o vas a desmayarte.

—No voy a desmayarme.

—¿Segura?

—Me largo.

Me doy la vuelta y lo escucho resoplar.

—No voy a dejar que te marches. Te quedarás conmigo.

—No lo creo.

—Veamos: tus padres no están. —Agradezco que no haya utilizado otra palabra para decir aquello—. Huyes de personas que no conoces, pero sabes que son peligrosas, y obviamente no vas a saber manejar tu dinero, añadiendo que no sabes hacia dónde ir. ¿Tienes otra opción?

—¿Puedo confiar en ti? —pregunto y las lágrimas empiezan a salir sin control.

—Acabo de salvar tu vida, ¿tú qué crees?


¿Qué tal? Háganme saber su opinión en un review.

Quiero [y debo (?)] aclarar que este será un mini fic.

El link de mi Facebook y el grupo se encuentran en mi perfil, por si lo quieren...

Gracias por leer.