Piano's phantom melody
Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Ohkubo Atsushi ©
Advertencia: Spoilers. Recomiendo que se esté al día con el manga y el anime.
Capítulo 1: Red world
Todo se veía rojo.
El Cielo.
La tierra.
Todo.
Era como si la locura hubiera teñido por completo el mundo que le rodeaba sin dejarle escapatoria, ni lugar en el cual esconderse. No había rastro de edificios, ni de Death City, ni de ninguno de sus compañeros del Shibusen.
Sólo un vasto horizonte rojo como el fuego, y la arena roja que tenía bajo sus pies.
Pero, algo llamaba su atención. Sentía como si el viento que soplaba y jugaba con su pelo arrastrara la voz de alguien susurrando su nombre. Aunque no podía estar seguro, quizás solo era una impresión, algún tipo de alucinación al encontrarse en aquel sitio tan inhóspito y desprovisto de vida a primera vista.
Encontrándose sin saber que hacer, maldijo en voz baja y empezó a andar sin rumbo fijo. Un paso, otro paso y luego otro.
- …ul…
Se paró inmediatamente, ahí estaba otra vez la voz. No podía estar seguro de que estuviera pronunciando su nombre, pero algo si estaba diciendo. Se giró sobre si mismo oteando el horizonte en busca de alguien, pero aquello parecía estar tan desierto como la última vez que había echado un vistazo.
- …ou…
Esta vez giró rápidamente la cabeza al oír ese vago susurro y sus ojos se abrieron sorprendidos. No estaba solo, había alguien a unos cuántos metros de él pero ni siquiera se había dado cuenta de esa forma oscura que se encontraba en el suelo. ¿Cómo era posible? Nunca dejaba pasar nada por alto, debía estar perdiendo facultades. Desde la distancia en la que se encontraba no podía distinguir a la persona con lo que empezó a correr hasta su localización.
- …oul…
Decidió darse más prisa, por el sonido de la voz parecía que la persona estaba agonizando, como si las fuerzas estuvieran abandonándola. Pero, extrañamente, aunque estuviera acercándose no parecía que la distancia disminuyera.
- Soul…
Sus pies dejaron de moverse. Aquella persona había pronunciado su nombre, debía ser por lo tanto alguien que conociese, ¿pero quién? Ojalá pudiera distinguir a alguien, ¿por qué demonios no era capaz de acercarse? Maldijo de nuevo, ¿qué tipo de mundo cruel era aquel?
Dispuesto a no rendirse se apremió de nuevo. Correría hasta más no poder para alcanzar a quien le estuviera llamando. Para poder saber quien era… quien necesitaba su ayuda.
Sin parar, siguió corriendo y corriendo hasta que poco a poco notó que empezaba a estar más cerca. Ya podían estar sus músculos quejándose por el esfuerzo que él no se iba a rendir.
Cuando ya le quedaba menos de veinte metros de distancia empezó a distinguir algo. Parecía un cuerpo delgado medio hundido en la arena rojiza, inmóvil. Uno de los brazos estaba extendido hacia su dirección y la mano se encontraba recubierta por lo que parecía ser un guante blanco.
Un guante blanco.
Inmediatamente echó a correr, no, no podía ser. Lentamente la cabeza de la persona empezó a girarse hacia su dirección mostrando unos ojos verdes que conocía perfectamente.
- Soul…
- ¡¡MAKA!! –gritó con todas sus fuerzas, tenía que alcanzarla de una vez. ¿Por qué diablos no disminuía la distancia ahora que estaba tan cerca?
Con un grito de rabia y frustración corrió con todas las fuerzas que le restaban, tenía que llegar junto a ella como fuera.
Finalmente, pareció que la distancia disminuía hasta que pudo encontrarse, jadeando por el esfuerzo, junto a su compañera.
- Maka… -susurró sin aliento, dejándose caer pesadamente junto a ella e intentando calmar su respiración.
Notó algo extraño en su mano izquierda que acababa de apoyar en la arena y la alzó para mirarla. Su corazón dejó de latir por un segundo al ver que estaba manchada de sangre. Desvió la mirada rápidamente hacia la arena y vio que todo estaba manchado de sangre, aún cuando la tierra ya era roja, el rojo de la sangre destacaba como si fuera de un color totalmente contrario.
Y esa sangre se escapaba del cuerpo de Maka.
Dirigió al instante su mirada hacia el rostro de su compañera, pálido y encogido en un gesto de dolor. Los ojos rojos de él y los verdes de ella se cruzaron.
- Corre –susurró débilmente, sin apenas fuerzas.
- ¿Qué? ¡¡No, Maka!! No pienso irme a ningún lado, tenemos que buscar ayuda.
Sin saber muy bien qué hacer empezó a sacar a Maka de la arena con cuidado de no hacerle daño. Todavía no sabía dónde estaba herida así que debía tener precaución, y no quería hacerla hablar, estaba demasiado débil. Terminó cogiéndola en brazos, notando como él mismo se manchaba con su sangre. La cosa no parecía ir bien. La pérdida de sangre parecía demasiado considerable.
- Tienes que correr… sino… te encontrará –susurró su compañera con la cabeza colgando de su brazo sin apenas fuerzas -. El demonio… te encontrará.
- ¡¡Maka, escúchame!! No te voy a dejar aquí, ¿entendido? –le dijo frustrado alzando el rostro de ella para que le mirara a la cara -. Nos vamos los dos juntos de donde mierda que estemos. No pienso dejarte tirada en medio de ninguna parte. Y no hay vuelta de hoja.
Tenía que ser firme, porque el miedo le empezaba a atenazar. Temía por la vida de ella y no tenía ni idea de adónde ir. El paisaje no había cambiado ni un ápice en todo ese rato. Ni tampoco se veía a nadie más por allí. Todo seguía igual que en un principio.
Todo, salvo que ahora tenía a su usuaria en sus brazos. Empezó a caminar despacio, buscando desesperado algo, cualquier cosa en ese asqueroso páramo sin fin.
Los minutos pasaban y él avanzaba y avanzaba sin encontrar nada. La desesperación le iba invadiendo a cada paso que daba y a cada segundo que notaba que el cuerpo de Maka perdía calidez.
Ya sin apenas fuerzas se dejó caer con el cuerpo de ella a la arena. Todo era demasiado para él, con lo que no pudo evitar que una lágrima resbalara por su rostro. Se sentía horriblemente impotente, no entendía qué había pasado, por qué se encontraban allí… no entendía nada de nada.
- Soul… me hubiera gustado haberte oído tocar el piano una vez más…
- ¿Qué? –replicó sorprendido -. Maka, venga anímate, cuando volvamos a casa te tocaré el piano si quieres, ¿vale?
- Ya no existe nada, Death City ha desaparecido, todos…
- Anda ya, Maka. ¿Cómo va a desaparecer todo? No digas tonterías –intentó bromear -. Seguro que el big de Black Star aparecerá en cualquier momento gritando como un poseso que superará a los dioses, y también el maniático ése de las simetrías, aunque seguramente le ha dado otro de sus ataques y se ha quedado deprimido en algún lugar, tsk.
Soul notó como Maka levantaba débilmente la cabeza así que la ayudó poniendo la mano detrás de la nuca. Su palidez era preocupante.
- El demonio… engulló a todos… -dijo con esfuerzo -,…tienes que correr… So…
Con su nombre a medias, Maka cerró los ojos a la vez que su respiración se hacía cada vez más y más debil…
- Ma… ka…
…hasta que se extinguió por completo.
- ¿Maka? –la llamó Soul apartándole un mechón suelto de la cara con su otra mano-. ¡¿Maka?!
No, aquello no podía estar pasando. ¡¡No podía ser verdad!! ¡¡Tenía que ser algún tipo de broma mala!! ¡¡Alguna estúpida clase extra en la querían probar su fortaleza como equipo o cualquier gilipollez de las que se le ocurría a Shinigami-sama!!
Pero muy dentro de él, sentía que aquello era verdad… la flacidez del cuerpo de Maka no era fingida… el sonido inerte de su corazón tampoco…
Sintiéndose terriblemente solo, desesperado, sin fuerzas y roto de dolor por dentro, lo único que podía hacer era una cosa.
Gritar de agonía abrazando el cuerpo de ella.
- ¡¡¡¡¡MAKAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!
- ¡¡MAKAAA!!
Soul se despertó sobresaltado y jadeando, y con el nombre de su compañera grabado en su mente. Cerró los ojos para tranquilizarse y notó como su cuerpo estaba recubierto por un sudor frío que le producía escalofríos por la espalda, una sensación de lo más desagradable. Respiró profundamente, una y dos veces repetidamente. Una vez calmada su respiración y el bombeo del corazón, abrió los ojos y buscó el despertador a ciegas palpando cosas al azar por su mesilla con la mano derecha.
Cuando notó la forma del despertador se lo acercó a la cara y le dio al botón de luz. Eran las cuatro de la mañana. Todavía le quedaba otras cuatro horas para sobar, pero el sueño, o más bien, la pesadilla que había tenido le había dejado un sabor amargo en la boca. Parecía ser que la bilis le había subido por la garganta, con lo que decidió que pillar algo del frigorífico no sería mala idea para quitarse el sabor.
Salió del cobijo de las mantas al frescor de la noche, tirando sin querer a Blair de la cama que tenía la costumbre de dormirse encima de él, la cual maulló un poco y se volvió a dormir al instante.
Soul se frotó los ojos para ver un poco más en la oscuridad de la habitación y puso los pies descalzos en el suelo arrepintiéndose al instante de haberse quitado los calcetines y haberlos tirado por la habitación antes de dormirse. Aunque el frío contacto al menos le despejaba la cabeza, y eso era algo que también necesitaba.
Andando a oscuras llegó hasta el marco de la puerta, no sin antes tropezar con un sinfín de cosas por el camino. Afortunadamente, no parecía haber hecho demasiado ruido y suspiró aliviado. No quería ganarse ya una bronca en plena madrugada de su usuaria.
Abrió la puerta sin hacer ruido y se deslizó por el pasillo en dirección a la cocina de puntillas. Pero antes, decidió pasarse por la habitación de Maka, el mal sueño todavía le inquietaba y quería estar seguro de que estaba bien. Le gustaba dormir con la puerta abierta, así que no tuvo problemas para asomarse. Además, su habitación daba al otro extremo de la calle desde el cual las luces de la calle iluminaban la estancia.
Y ahí estaba ella, durmiendo tranquilamente, ajena al peligro y no envuelta en sangre y escapándosele la vida en aquel desierto teñido de rojo. Se sacudió la cabeza, quería quitarse esa imagen de la mente, solo había sido una pesadilla… solo eso. Pero aún así, antes de salir por donde entró, miró una vez hacia la cama de Maka para asegurarse de que de verdad estaba allí.
Llegó a la cocina, abrió el frigorífico y se dispuso a beber a morro el cartón de leche que estaba abierto, notando como el frío liquido bajaba por su garganta y se la refrescaba. Era un alivio. Dejó el cartón en la encimera y se sentó en el sofá para relajarse, o al menos, para pensar con calma.
Enfocó su mirada al exterior a través de la ventana del salón, fuera, Death City estaba durmiendo. El cielo estaba de aquel rojo que había visto en su sueño, impidiendo que la luna pudiera salir e iluminar la noche por completo. La ondas de locura lo cubrían por completo por culpa del amplificador de locura que Aracne había empleado. Desde entonces, el cielo se mostraba así continuamente. Entonces, ¿qué significaba ése sueño? ¿Era un aviso de algo? Una cosa que había aprendido a lo largo de esos años era a no menospreciar los sueños, ya que en algunos de ellos nuestro subsconciente intenta avisarnos de algo que puede ocurrir. ¿Desaparecería todo y todos como Maka le había balbuceado en el sueño? Ella había hablado del demonio, que había devorado a todos. Pero, ¿incluso a Shinigami-sama? No lo creía posible. Aunque, nunca se podía llegar a saber ahora que el demonio estaba junto a Aracne-sama.
En el Shibusen todos estaban pendientes de sus acciones, ya que en cuanto moviera ficha ellos, incluidos él y Maka, tendrían que contraatacar. Aunque el chivatazo de Medusa había ayudado bastante en cuanto a ese tema, pero había razones para desconfiar de esa serpiente.
Su compañera se había enfadado en cuanto vio salir por las puertas de Death City a Medusa, y cómo la dejaban irse tan libremente. Maka no podía soportar que esa persona hubiera hecho tanto daño a Chrona, que seguía encerrada, y tampoco había que olvidarse que la misma Medusa había liberado al demonio. Pero parecía que el Shibusen lo tenía todo bajo control o al menos eso querían pretender. Kid ya les había advertido a los dos que anduvieran con ojo y que no se fiaran de las órdenes de Shinigami-sama, lo cual era decir mucho, ya que como estudiantes su deber era, por así decirlo, obedecerle. Pero Soul intuía que Kid sabía algo que se guardaba mucho. ¿El qué? Ni idea, pero debía ser algo gordo. Que el propio hijo de Shinigami-sama te dijera que desconfiaras de su padre era algo sobre lo que preocuparse.
Suspiró, su cabeza no estaba para más así que se recostó en el sofá cogiendo uno de los cojines que estaban por el suelo y acomodándoselo en la cabeza. Cerró los ojos y dejó la mente en blanco, dejando que los minutos pasasen.
Pero a la media hora, seguía despierto. Le era imposible dormirse, todavía le seguía molestando esa maldita pesadilla. Bufó y se levantó encaminándose hacia dónde él sabía muy bien. La habitación de Maka.
Se sentó sobre la alfombra que había al lado de la cama y apoyó la cabeza sobre el edredón. Así, podía ver perfectamente su cara de niña pequeña y oír su respiración acompasada. Eso le servía de sobra para relajarse. Aún así, siguió mirándola un rato más, vagando por los recuerdos, como la primera vez que se conocieron y cómo habían evolucionado juntos como usuaria y arma. Habían pasado por muchas cosas juntos, y todavía les quedaban muchas más aventuras por vivir. Y eso quería conservarlo. No iba a permitir que nadie ni nada le arrebatara a su compañera. Él era el arma y su deber era protegerla aún cuando sacrificara su propia vida. Ya lo había hecho una vez, y estaba decidido a hacerlo de nuevo si con ello la salvaba de la muerte.
No podía dejar que esa pesadilla se tornara una realidad, e iba a impedirlo a toda costa. Maka significaba mucho para él, quizás más de lo que él mismo sabía en ese momento.
- No, no te puedo dejar morir…Maka -susurró, antes de caer rendido por el cansancio.
A lo lejos, una risa malvada rompía el silencio en Death City.
