—¡Buenas tardes!—Sayori irrumpe en el aula del club de literatura, tan ruidosa y descuidada como siempre.

—Deja de entrar gritando: me asustas.—la única persona que la pelirroja encuentra presente es Natsuki, quién se encuentra sentada en un pupitre situado en la mitad de la clase, con un manga entre sus manos. Sayori se acerca hacia ella corriendo.

—¿Sabes donde están MC y los demás?—pregunta, inocente. Natsuki se limita a encogerse de hombros, sin siquiera mirar a los ojos de su compañera.

—Tú eres la vice-presidenta, ¿no? ¿Monika no te ha dicho nada?—la genki girl hace que no con la cabeza, con cierta tristeza en la cara.—Si tú no lo sabes, yo menos.

—¿Qué lees?—recuperando la compostura en menos de un segundo, Sayori toma asiento al lado de Natsuki y mira por encima de su hombro, para mal de la pelirosa, quién no es muy fan del contacto físico.—Te encanta este manga, ¿verdad?

—Te lo puedo dejar si quieres, pero déjame leer tranquila.—sonrojada, trata de quitarse a la chica de encima.—No me siento cómoda si te tengo encima.

—Que sensible eres, Natsuki~ Te pareces mucho a MC en ese sentido.—bromea mientras obedece los deseos de la más joven, con una brillante sonrisa en su rostro.—Pero como compensación... Ya sabes que me debes.

Natsuki la mira, incrédula, y empieza a rebuscar algo en su mochila. Saca una pequeña bolsa que contiene dos galletas en su interior, una normal y la otra con virutas de chocolate. La deja encima del escritorio de Sayori.

—Eres una glotona.

—No lo puedo evitar, ¡tus dulces son los mejores del mundo!—con rebosante alegría, abre el paquete y se lleva la galleta sin chocolate a la boca para darle un mordisco. Sus irises se iluminan casi al instante.—Hmm, ¡eres la mejor, Natsuki!

Y ella, aunque no lo quiera, se pone roja como un tomate ante los cumplidos de Sayori.