LOS PERSONAJES DE NARUTO NO ME PERTENECEN.
La Jaula.
Capítulo 1.
Con los pequeños ojillos entrecerrados lo observaba calculando las posibilidades. Lo había estudiado atentamente durante varias noches y esta en concreto era la que mas oportunidad le ofrecía. Un fuerte codazo llamó la atención de su compañero que se giró para mirarle irritado.
-¿Te das cuenta? Apenas se sostiene en pie. No aguantará…
El hombre enfocó su mirada sobre su objetivo cabeceando en un mudo asentimiento. Sin embargo secretamente no estaba del todo convencido. Al igual que su amigo había estado viendo la misma escena durante varias noches y siempre acababa de la misma y sorprendente manera.
- Si, es posible que tengas razón pero… no sé, hasta ahora nadie lo ha conseguido.
El primer hombre se secó con la manga los restos del alcohol y la saliva que escapaban de su boca.
- Tú lo has dicho: "hasta ahora". Todavía no se ha enfrentado conmigo.- replicó haciendo una fuerte presa sobre el hombro de su acompañante y obligándole a caminar con él. A empujones se abrieron paso entre la enardecida multitud hasta conseguir acercarse casi al filo de la tarima.
- ¡Mírale! - ordenó. - Está como una cuba. Es una auténtica piltrafa, por eso esta noche es mi oportunidad. Ganaré un bonito montón de pasta gracias a ese desgraciado, ya lo verás.
Su compañero le miró un momento con desconfianza para inmediatamente volver la vista hacia el estrado, centrando su atención en el extravagante show. Sobre una tarima de madera, a poco más de un metro de altura, se acoplaba una especie de jaula de forma circular de unos 5 metros de diámetro, dentro de la cual se desarrollaba un violento espectáculo. Por turnos todo aquel que quisiera y armado con cualquier tipo de arma, excepto las de fuego, se podía enfrentar contra un individuo que por el contrario solo podía responder exclusivamente con la fuerza de sus puños. Ante tamaña ventaja, muchos habían sido los valientes que osaron enfrentarse a ese luchador, pero que irremediable e incomprensiblemente, salieron derrotados. Las heridas, los huesos rotos y la sangre habían inundado el lugar noche tras noche desde hacía varias semanas.
Las apuestas alcanzaban ya cifras astronómicas, así como el importe del premio que con cada velada aumentaba exponencialmente. Ese atractivo cebo atraía a decenas de retadores y curiosos como la miel a las moscas, pero sin duda el mayor aliciente era el luchador en si. A pesar de estar precedido por la fama ganada tras tantos combates ganados, nadie esperaba encontrar la imagen que allí les esperaba: Un simple muchacho. Poco más que un adolescente imberbe, delgado y de triste mirada, que siempre en compañía de su inseparable botella, apuraba sake mientras aguantaba estoicamente palizas y golpes de sus oponentes. Cualquiera al verlo pensaría que era presa fácil. Apenas recién salido de la infancia, estaba en ese punto en el que le faltaba dar ese "estirón" que marca la entrada en la madurez. Pasando por escasos centímetros el metro setenta, no aparentaba tampoco ser demasiado fuerte, ya que su aspecto demacrado le daba un aspecto débil y fácil de vencer. Craso error…
Su figura delgada y esbelta escondía una vitalidad y una destreza desconocida por aquellos lares. Sus golpes llevaban impresos una fuerza demoledora y su cuerpo aguantaba las más feroces embestidas sin desfallecer. Eso unido a su indudable habilidad para la lucha, le había llevado a ostentar un título que realmente no codiciaba, pero que mantenía con fiereza noche tras noche.
- Todas las veces ha estado borracho y nunca ha perdido un combate. - gritó el otro en respuesta para hacerse oír entre el griterío. - No te confíes. No es cualquier cosa.
La respuesta inmediata fueron unas fuertes risotadas. - Nunca ha estado tan trompa como hoy. No sé cómo no se ha desplomado aun. Si hasta se balancea como un tentetieso.
Ambos contemplaron al joven, que con la mirada turbia, observaba a su contrincante mientras se mantenía de pie sin poder evitar más de una vez, perder el balance de su propio cuerpo.
- ¿Ves lo que te digo? - añadió volviendo a estallar en risotadas cuando vieron como el chico tras conectar un buen puñetazo en su contrario que lo mandó a dos metros de distancia, se cayó de bruces al suelo al no poder recuperar el equilibrio. - ¡Es verdaderamente patético!
La pelea continuó apenas unos dos minutos más, hasta que entre vítores esta llegó a su fin. El hombre hizo apenas un gesto cuando vio como el último oponente caía sin remedio. Sus ojos se desviaron inmediatamente hacia el chico que nuevamente apuraba un sorbo de la botella mezclando el licor con la sangre que brotaba de sus partidos labios. Tambaleándose se giró para dirigirse dando traspiés, hacia uno de los extremos donde se dejó caer cansinamente sobre una banqueta.
La multitud berreaba enardecida ante la sangre y el espectáculo. Su compañero se adelantó y subió al estrado cuando el posadero que hacía las veces de juez invitó al siguiente luchador. En apenas un minuto el hombre arremetió contra el joven que casi no tuvo tiempo de ponerse en pie. La diferencia de tamaños era abrumadora. El hombre era un ejemplar enorme. Grande y obeso parecia un oso enfurecido. Con su empuje llevó al chico contra los barrotes y casi logró arrancarlos de cuajo. El muchacho dejó escapar un gruñido pero golpeando a su vez certeramente un punto bajo las costillas de su contrario, consiguió deshacerse de él obligándole a apartarse aullando de dolor.
El público gritó y el dinero corrió como la pólvora de mano en mano. Las cosas estaban muy igualadas. El retador era fuerte y bestial y el chico tras varios combates, estaba exhausto y como una cuba, sin embargo hasta el momento nadie había conseguido abatir al jovenzuelo, y eso era un punto a tener en cuenta.
Durante casi diez minutos intercambiaron golpes e insultos. A pesar de su estado de semi embriaguez, el joven esquivaba ágilmente los embates del hombretón, dejándole a su vez fortísimos golpes en su anatomia. El retador respiraba ya jadeante por el agotamiento. Estaba muy cansado. El chico era escurridizo y sus intentos por atinarle eran en vano. Solo esperaba poder darle un buen golpe, sólo uno que lo dejara inconsciente y con eso sería suficiente, pero la ocasión no llegaba. Finalmente, el joven le propinó una fuerte patada en el torso que lo mandó volando al otro extremo de la jaula. El hombre se quedó allí sin respiración y sin fuerzas para levantarse. Entre la bruma de la semi inconsciencia, escuchó al juez finalizar la cuenta atrás. Había perdido…
Ayudado por su compañero, pudo levantarse y entonces vio como el juez le levantaba al chico el brazo declarándole vencedor. Con la rabia inundándole y con los ojos inyectados en sangre, reunió la fuerza que le quedaba para concentrarla en un último y bestial golpe. Deshaciéndose del agarre de su amigo y con una rapidez inaudita para alguien de su tamaño, se precipitó hacia el desprevenido joven y golpeó con fuerza en la zona de los riñones. El chico se dobló por el dolor pero en una fracción de segundo se volteó, y con una mano agarró el puño del hombre y con la otra lo tomó por el cuello.
El silencio inundó la sala cuando para todos fue visible el reluciente destello rojo de los ojos del joven. Los huesos la mano de la víctima empezaron a crujir mientras el hombre berreaba. Poco a poco iba destrozando la extremidad hasta convertirla en una masa informe. La gente comenzó a gritar y el juez ayudado por otros dos individuos corrieron hacia ellos para intervenir.
No hizo falta. El chico soltó a su presa y con largas zancadas se dirigió a la salida y tras casi arrancar la puerta, salió de la jaula. Los tres hombres se inclinaron y ayudaron al hombre a incorporarse. Este apenas pudo reprimir sus arcadas al bajar la vista. Su mano era una poco mas que un pedazo de carne sanginoliento.
…/////…..
- Toma, aquí tienes tu parte. Ha sido una buena noche.
Los velados ojos elevaron su turbia mirada para enfocar la gruesa silueta del dueño del garito. Cabeceando con asentimiento, cogió el fajo de billetes y los introdujo en un frasco de cristal que tenía sobre el mostrador frente a él, pero antes había apartando un par de esos billetes que le tendió nuevamente al hombre.
- Tráeme otra botella…
- Ya has bebido demasiado, chico. - Contestó el otro negándose a coger el dinero, recogiendo la última botella vacía que el joven acababa de terminar y pasando un trapo por la cochambrosa madera de la barra. - Mejor vete a descansar. Necesitas dormir la mona.
Un férreo agarre le aprisionó la muñeca impidiéndole continuar.
- He dicho que me traigas otra botella…
- Pero… - intentó replicar, pero al ver el frío glacial en la mirada del joven luchador, desistió. – Está bien… Es tu vida, niño la que estás tirando por la borda.
Al instante volvió con una nueva botella que le fue arrebatada rápidamente de las manos.
- ¿Sabes?... – le dijo viéndole caminar hacia una de las mesas y sentarse abruptamente sobre una de las sillas. - Llevo muchos años en este negocio y te puedo asegurar que beber de esa manera ni soluciona nada, ni mucho menos acaba con el problema, sea cual sea. Lo único que consigues es convertir tu existencia en una mierda.
- Ya es una mierda sin la ayuda del sake… - respondió con voz pastosa.
- Eres muy joven para decir eso. Apenas has empezado a vivir.
La botella se apoyó con fuerza sobre la mesa con un sonoro golpe.
- Mejor, no se meta en donde no le llaman. Estoy hasta los cojones de tener esta misma conversación todas las noches. ¿Es que nunca se cansa? No es mi padre, vale. Yo sé lo que haga, así que ¡váyase a la mierda y déjeme en paz de una puta vez!
- Está bien… - la voz del hombre sonó resignada. – No te diré nada más.
- Pues mejor. - respondió dando un nuevo trago a la botella. - Esto es solo un negocio.
El hombre le miró fijamente y sin expresión y el chico se limitó a encogerse de hombros. - Le hago ganar dinero ¿no?.. Y yo pues… también tengo todo lo que necesito, así que, todo el mundo contento.
Negando con la cabeza, el dueño del bar lo dejó y se dispuso a adecentar el local. Sabía que la tarea le llevaría varias horas, ya que todos sus parroquianos convertían su negocio en algo parecido a una cuadra. Dándole la espalda, se dedicó a su labor ignorando como el joven poco a poco caía rendido por el alcohol.
…///…
La edificación no tenía tan mal aspecto por fuera como esperaba, pero dentro ya era otro cantar. Las paredes ennegrecidas por el humo daban una sensación lúgubre nada mas traspasar la puerta. El suelo repleto de restos de cristales, alcohol y demás sustancias en las cuales no quería ni pensar, provocarían arcadas hasta a una cabra; y lo peor de todo: el olor. El inconfundible aroma de tabaco, orines, sangre y vómitos impregnaban el ambiente revolviendo el estómago mas resistente.
Su vista se desvió hacia el centro de la gran estancia. Allí estaba de lo que tanto había oído hablar. La jaula. La sucia tarima de madera estaba cubierta de manchas de sangre reseca, fruto de innumerables y sangrientos enfrentamiento. Con repulsión pensó en cómo la gente podía disfrutar con eso, pero se recordó que nada había tan vil y tan cruel cómo el hecho de lo mucho que disfrutaban los seres humanos con el sufrimiento de sus propios congéneres.
Apenas había dado dos pasos cuando un hombre le cortó el paso.
- Está cerrado. Vuelva mañana.
- No he venido por el espectáculo. – respondió en un susurro.
El hombre estudió al visitante unos instantes. Era una figura encapuchada, cubierta con una larga capa que llegaba casi al filo del tacón de su bota. Su rostro también iba parcialmente cubierto por una especie de bufanda de color pardo y sus ojos sombreados por la capucha apenas eran visibles. No parecia amenazador. No era grande ni corpulento y su voz, distorsionada por la tela, no aclaraba mucho sobre su edad, aunque por su tamaño dedujo que debía ser bastante joven.
- Otro niñato… - pensó. - ¡Cómo no tenía suficiente con uno…!
- ¿Qué quieres entonces? No necesito a nadie para trabajar…
- No busco trabajo, lo busco a él. - Respondió señalando al joven que ya estaba roncando tirado sobre la mesa.
Inmediatamente el hombre se tensó. - Si quieres enfrentarte a él, deberás esperar a mañana noche. Ya te he dicho que la velada ha terminado.
La figura negó con un movimiento de cabeza. - No vengo a luchar, solo quiero hablar con él. No traigo otras intenciones.
Por alguna extraña razón le creyó, y tras unos segundos de indecisión, apartándose le hizo un gesto con el brazo como invitándole a pasar. Cabeceando como agradecimiento, el visitante caminó hacia la mesa y cuando llegó, apartó ruidosamente la silla para sentarse y de paso despertar al durmiente. Este con los ojos entrecerrados observó a su inesperado visitante.
La capucha cayó y la bufanda fue apartada del rostro. Los ojos del luchador se abrieron por la sorpresa.
- Me ha costado mucho encontrarte. Pero ahora no podrás librarte de mi, Naruto…
Fin del capítulo.
¡Dios, ni yo misma sé de dónde ha salido esto! En un principio iba a ser un one shot, pero creo que dará para algo más. Ya sabéis que cuando empiezo, nunca sé dónde voy a acabar…
Había pensado no publicarlo de momento, pero me gustaría saber qué opináis. Si merece la pena o le dejo en el baúl de los trastos. Tengo que confesar que todavía no tengo muy claro por donde irá la historia, pero lo único que tengo seguro es que habrá lemon (obvio) y por supuesto que será un NaruSaku.
Bueno si lo continuo, no será pronto. Antes tengo que acabar lo que tengo pendiente, aunque cuando las Musas llegan, nunca eliges por dónde nace la inspiración.
En fin, ya veremos.
Un saludo, Marina.
