Hola a todos.
Esta historia la escribí hace mas de un año y he decidido subirla aquí. Consta de 2 capítulos cortos. Ojala les gusta :)
(Disclaimer; los personajes de esta historia pertenecen a J. K. Rowling, excepto los que han sido creados por mí.)
Capítulo 1. Promesa
Tierra.
Sangre.
Cuerpos.
Destrucción.
La lista era inmensa, pero mí cabeza y mí mirada solo eran conscientes de esos detalles. Cada paso, cada pisada para ser más exacta, se reducía a eso: tierra, sangre, cuerpos, destrucción. Para mí en ese instante no había nada más.
Pero debía ser sincera, no caminaba por mí cuenta. Era consciente de que alguien me abrazaba, quizá era ¿Harry? ¿Ron? ¿Neville? La verdad no lo sabía, pero lo que si sabía era que esa persona hacia un gran esfuerzo para que caminara en medio de ese lugar. Cerré los ojos por un momento, solo para tratar de enfocarme en otra cosa que no fuera lo que veía, pero casi al instante las palabras llenaron cada parte de mi mente.
—Prometo regresar por ti. Te amo…
Abrí los ojos y volví a sentir ese mareo, el mismo que había sentido hace algunos minutos, quise llevar una de mis manos a mi boca para reprimir una arcada que se agolpaba en mi garganta, pero lo único que conseguí fue detener nuestro andar. Traté de respirar para no vomitar y a los segundos lo conseguí y reanudamos nuestro camino, aún mantenía mi vista fija en la tierra.
Deseaba solo, en ese momento, poder mantener mi mente ocupada en cualquier cosa, pero los recuerdos fluían solos.
—Prometo que cuando esto termine nos casaremos.
Sí, todo se reducía a promesas.
No me encontraba herida, salvo por algunos rasmillones sin importancia, la verdad es que en medio del camino me comencé a marear y unos brazos me habían tomado, los mismos que me conducían a un lugar apartado. Lo más seguro era que fuésemos al gran comedor, pero no podía ir allí sin antes verlo. Solo me conformaba con eso. Con verlo.
Decidida levante mi mirada por primera vez en todo el trayecto y fue ahí donde me di cuenta de que debí de haberlo hecho mucho antes…
Vi familias buscando a sus seres queridos, vi lágrimas, vi dolor, vi el cielo obscuro, vi a mis amigos, vi a personas que no conocía, pero que sufrían… vi más de lo quizás pude haber imaginado.
Mi mirada lo buscó por cada rincón de lo que se me permitía ver y fue cuando lo vi. No como quería, pero ahí estaba. Supe en ese instante que una frase muggle cobraba un sentido muy especial para mí "muerta en vida", así me sentía al ver tal escena. Me removí bruscamente en los brazos de…
Fue solo en aquel instante en donde miré por primera vez a la persona…
—Suéltame, Ron —mi voz sonó lastimosa, raposa, por no haber pronunciado palabra alguna en horas. Él me miro dudativo, buscando algún motivo por el cual yo me quisiera ir, ocupé ese pequeño segundo de duda y me escurrí de sus brazos.
Pude sentir el roce de su mano en mi muñeca, pero yo me zafe sin permitir que me detuviera y caminé sin mirar atrás. Sin necesidad de mirarlo pude sentir sus ojos clavados en mí nuca.
Caminé casi por inercia, mirando a las dos personas que me devolvían la mirada. No les sorprendió que fuera a su encuentro; es más, se detuvieron para que yo pudiera llegar ante ellos.
No sabía si flotaba o caminaba normalmente, porque en ese momento no sentía dolor alguno: no sentía nada, no sentía las piedras en mis pies, las ramas rasguñando mis piernas, la uñas clavadas en mi palma. Nada, absolutamente nada.
Paré casi a unos dos metros de ellos, los podía distinguir claramente.
Me fijé en ella: la recordaba como una mujer altiva, sangre limpia, de rasgos delgados y finos, la conocía lo suficiente como para saber que tenía un gran corazón, una madre que haría cualquier cosa por su hijo. Pero ahora tenía enfrente a otra Narcissa a una totalmente demacrada, con los ojos hinchados, con su cabello desordenado, mas pálida de normal, atrás habían quedado las finas ropas ya que ahora estas estaban sucias con tierra y sangre.
A su lado su altivo esposo, Lucius, que a pesar de todo mantenía ese porte aristócrata, imperturbable, pero los que lo conocían bien sabían que no era así, la marcara de frialdad estaba por caerse. A pesar de no tener los ojos hinchados como su esposa, en su mirada solo se veía tristeza, él lucia tan o más pálido que ella y su ropa en las mismas condiciones.
Después de fijarme en ellos, mis ojos se posaron en la persona que deseaba ver, no lo evite y no impedí las lágrimas surcaron mis mejillas, él estaba ahí, pero no me miraba, no se movía.
Porque Lucius Malfoy traía en sus brazos a Draco…
A Mi Draco…
Me acerqué torpemente a ellos. A él.
Su padre lo bajó posándolo con cuidado en el suelo, para que lo pudiera ver. Miré a Narcisa que solo me asintió.
En ese instante no existía nadie más que él y yo. Caí de rodillas, lastimándomelas, junto a su cuerpo observándolo detenidamente.
Vestía la su ropa habitual: un traje completamente negro que estaba rasgado en algunas partes, su cabello siempre peinado ahora estaba desordenado, sus ojos cerrados, sus labios sellados, su piel estaba visiblemente más pálida de lo normal. Acerqué mi mano temblorosa a su mejilla como si temiera despertarlo, necesitaba sentirlo y que, por alguna razón, él me sintiera a mí. Mí mano lo acarició; estaba helado, sabía a ciencia cierta que eso solo podía significar una cosa.
Él no respiraba.
Él no se movía.
Él estaba muerto.
Y supe que yo moría con él. Mi vida ya no tenía ningún sentido sin él…
Me aferré a su cuerpo, llorando como jamás pensé hacerlo. Me aferré más a él para que despertara, pero sabía, muy en mi interior, que no podía ser así.
Sentí una mano en mi hombro. Ni en ese momento me separé del. Ni miré a la persona.
—Hermione —la voz temblorosa de Narcisa me hizo deshacer un poco mi abrazo para poder mirarla—, hija, debemos… debemos… —pero nuevas lágrimas también surcaron las mejillas de ella.
— ¿Qué le… le hicieron? —dije sollozando y mirándola.
Narcissa me ofreció su mano para poder levantarme, la cual rechacé no quería sepárame del —Lo encontramos así, cerca del bosque prohibido —me dijo secando sus lágrimas.
Fijé mí mirada nuevamente en él —Debí estar cerca de Draco —me auto-culpe acariciando nuevamente su helada mejilla.
—Debemos… debes levantarte, para poder llevarlo a… a... —pero no pudo continuar, Lucius abrazó a Narcissa quien estaba deshecha y sollozando en el hombro de su esposo.
No necesitaba decir nada más sabía perfectamente a qué lugar se refería, pero yo no me separaría del ni aunque me enviaran mil Cruciatus…
—No por favor —me aferré nuevamente a él—, no pueden —miré a Lucius que aún abrazaba a su esposa.
Como había cambiado nuestra relación; Draco y yo comenzamos a frecuentarnos en cuarto año cuando Harry y Ron estaban peleados, me sentía sola y dividida. Fue un día temprano en el que ambos nos dirigíamos al gran comedor y al toparnos nos insultamos, luego de entrar nos dimos cuenta de que nadie mas estaba ahí. Así fueron todos los días peleas y silencios. Hasta que un día harta de lo mismo le propuse ir a comer a mi mesa ya que no había nadie, el se negó obviamente, pero después de tanta insistencia y encuentros en la biblioteca aceptó comer en mi mesa sin que nadie supiese.
Así comenzó nuestra relación, la cual nos llevo a vernos a escondidas. Fue a comienzos de sexto año en donde comenzamos a ser novios. Yo lo apoyé en todo y él me protegió. Cuando conocí a Lucius y Narcissa me temblaban las rodillas, pero al final no eran tan malos como me imaginaba: resulto ser que ellos no odiaban a los muggles y por lo tanto ellos estaban de acuerdo en nuestro noviazgo. Incluso persuadieron para que nada nos pasara en su mansión, estuve a punto de que la loca de Bellatrix me marcara, pero gracias a ellos no fue así. Esa era la razón de que nos habláramos tan amena y cortésmente.
—Hermione —Lucius me habló—, tenemos que hacerlo —me dice con voz apagada.
Entendí en ese momento que ellos estaban resignados, pero por alguna razón desconocida yo creía que él aún seguía vivo. Aunque todo me demostrase lo contrario.
— ¡NO POR FAVOR! —grité—. DRACO, POR FAVOR DESPIERTA —tomé su rostro entre mis manos—, SÉ QUE ME ESCUCHAS, SE QUE LO HACES, DESPIERTA POR FAVOR, LO PROMETISTE, PROMETISTE QUE LUCHARÍAMOS, QUE NOS CASARÍAMOS —saqué de mí cuello una cadenita, la que mantenía mi anillo de compromiso—. TE AMO, MI AMOR, POR FAVOR DESPIERTA —le supliqué aferrándome cada vez más a él llorando y respirando entrecortadamente.
Narcissa y Lucius miraban esa conmovedora escena, ellos no podían hacer nada. Cuando la guerra llegó a su fin se sintieron libres al fin, podrían llevar la vida que deseaban sin fingir ideales que no eran los suyos. Buscaron a su hijo y fue cuando a la entrada del bosque prohibido lo encontraron; revisaron su pulso y su respiración, pero ya no había nada más que hacer. Él había muerto.
—Hermione, querida, por favor vamos —me dice Narcissa, la miré nuevamente y comprendí que por más esfuerzos que hiciera él no despertaría. Tomé su mano y me levanté. Ella me estrechó en un abrazo en el cual mis fuerzas decayeron al punto de que solo vi la oscuridad y me fui en el sueño que esperaba que fuera para siempre.
