Con las nuevas tecnologías de su lado, Samuel Drake pudo ingresar lentamente en el mundo de las páginas webs, blogs, pasear en sitios, ver videos. Pronto tenía el navegador plagado de páginas en favoritos, la mitad pornográfico, la mitad cultural.

Su desconocimiento y poco cuidado lo había hecho llenar la computadora con toneladas de virus, que lo obligaban a buscar a Nathan, pedirle ayuda, y ver, divertido, la cara de asco de su hermano al indagar en el mundo virtual que concurría.

Por suerte, poco a poco, aprendía. Ya sabía que no hacer, donde no meterse, que decir y que no, como eludir sitios webs malignos.

Y como su vida se basaba en etapas, estaba en la época de mirar mucho video pornográfico suave y visitar páginas dedicadas a la arquitectura antigua. Al mismo tiempo.

Sabiendo esto último, Elena le recomendó un blog de una conocida suya, una arquitecta que utilizaba su tiempo libre en analizar minuciosamente detalles e ideas de la arquitectura normanda, gótica, renacentista y barroca.

Pronto él se vio inmerso en "De Vitrales y Arcos" de una tal Aliza Amily un blog extremadamente extenso, detallado, preciosamente decorado, bien cuidado y con minuciosos detalles de aquellos géneros arquitectónicos, relatados con una suavidad casi lírica, conceptos específicos y metáforas fantásticas que lo arrancaron del mundo pornográfico por semanas enteras.

A veces él se quedaba leyendo, entrada la madrugada, en su pequeño departamento, con las luces apagadas y una botella de wisky románticamente colocada al lado de sus vicios de humo.

Y luego se recostaba en su cama, pensando en lo que había leído, cosas que había descubierto, y un nuevo deseo por conocer a la autora. Ansiaba poder sentarse con quien fuera que era, para charlar sobre exactamente eso.

No.

No fue la palabra corta y escueta que salió de Elena. No era la respuesta a si ella le podía prestar su número telefónico para poder charlar con Aliza Amily.

- ¿Cuál es el problema?- Él la siguió por toda la casa- No voy a venderle drogas.

- No, Sam, no- Ella siguió caminando con un cesto de ropa sucia.

- ¿Por qué no? ¿Es demasiado joven? ¿Es demasiado vieja? ¿Qué?

- Es demasiado… diferente- Lo miró un segundo- No podrías con ella. Sería lo peor que podía pasar.

- ¿Cuál es el problema? Soy yo.

- Exactamente, eres tú. Y Aliza es de todo, pero contrario a ti.

- Pero…

- La respuesta sigue siendo no. Lo siento Sam…

Samuel recorrió su casa, un poco enfadado por la actitud negativa de su cuñada. Fumaba en el comedor, ya lleno de humo hasta el techo, con su computadora encendida.

Él era un maniático en cosas así. Odiaba no saber algo y odiaba cuando le negaban ese algo.

La autora del blog lo había interesado enormemente por sus conocimientos en el tema. Era muy raro encontrar una arquitecta experta en esos tipos de construcciones, que se saliera de la idea base de copiar los ángulos de la columna. Ella era una analista. Ella buscaba el por qué, romántico, de cada curva de una cúpula, el por qué tétrico de las esquinas góticas. Ella consideraba que las construcciones eran grandes piezas de arte, y que como tal, debían tener su metáfora oculta.

Y él jamás había visto eso en nadie. Jamás había visto tanta fascinación física, tanto esmero. Eso lo llenó de curiosidad. Debía hablar con ella, debía oír sus teorías, debía ver los ojos que revisaban las paredes de las iglesias.

Pero no tenía forma de convencer a Fisher. Ella no le decía nada más que no, y tampoco le decía el por qué.

Peor aún, el blog no se actualizaba. Solía haber una entrada nueva cada dos días, y un análisis extenso una vez a la semana, pero tras cuatro días, no había nada nuevo. Por un momento, se preocupó de que algo le hubiese pasado. Si Aliza era fanática de eso, no debería ser normal que faltase.

- ¿Qué?- Elena lo miró.

- Eso ¿Aliza está bien?- Volvió a preguntar, preocupado.

- Si ¿Pero por qué preguntas eso?

- Ella no ha escrito nada en cuatro días, no lo sé, quizás se siente mal o algo.

- Samuel- Ella lo detuvo- Detente. No sé por qué te has obsesionado, pero no es sano.

- Dame su número telefónico ¿Quieres? Así dejo de obsesionarme.

- ¡No!

- Es en serio, quiero hablar con ella, por favor… No me importa como sea, pero nunca he visto a nadie con tanta pasión.

- No. Precisamente. No.

Drake estaba casi enojado. Había conocido medianamente a alguien con su misma mentalidad, y ella se lo negaba como le habían negado la libertad años atrás.