La serie Once Upon a Time, sus personajes, y demás mencionados aquí, no me pertenecen.

A todos aquellos que decidan leer esta historia quiero darles la bienvenida y todo mi agradecimiento. Este es mi segundo fanfic, espero que lo disfruten y sepan disculpar cualquier error.

Estará escrito en tercera persona, y en primera persona a partir del punto de vista de algunos personajes.

ADVERTENCIA: Si a usted no le gusta el relacionamiento swanqueen, entonces esto no es para usted. Aquí encontrará contenido adulto, con temas que pueden herir su susceptibilidad como sexo y la muerte de algunos personajes, y la molesta presencia de Killian Jones.

PD: Felices fiestas.


CAPÍTULO 1

¿Y si tuviera que dejarte ir…?

¿Y si mi felicidad solo depende de la tuya? Si el ver tu sonrisa apagarse despedaza mi alma y me obliga a hacer a un lado lo que siento y lo que soy para volver a sentir que respiro, porque el sonido de tu risa es el aire y tu corazón es el mío bombeando sangre por todo mi cuerpo. Y es que a pesar de ocupar un espacio físico en este mundo para ti soy invisible, soy esa que miras y no encuentras nada en ella. Me he convertido en la fuente de tu angustia cuando todo lo que quiero es ser la razón de que salga el sol en cada una de tus mañanas.

Sigo estando aquí cada día que despierto, mi nombre sigue siendo el mismo, mi cumpleaños no ha dejado de suceder y hay que elegir de nuevo a un político en las elecciones de este año. He cambiado de empleo y he rizado las puntas de mi cabello para provocar un efecto dominó que desate una tormenta que cambie el rumbo del viento que sopla las velas de mi destino. Y lo único que he conseguido es descubrir que lo que siento no ha cambiado, ha crecido y se ha transformado en algo que no entiendo.

¿Por qué tú?

De todas las mujeres en el mundo mis ojos han decidido mirarte a ti, infantil, arrogante y obstinadamente torpe, con esa mirada absurda que pones cada vez que algo te parece descabelladamente irreal. Te veo Emma. Aquella primera vez que te conocí está impregnada en cada espacio de mi memoria. Pero he debido verte antes, he debido escucharte y entenderte muchos días y horas atrás, las hojas han tenido que caer de los árboles y otras volver a nacer para que yo empiece a hacer lo que no hice en el segundo siguiente de conocerte. Me he enamorado de ti y tú te has enamorado de él. Así que voy a dejarte ir porque no puedo tener a alguien por quien no puedo luchar. No puedo ser la persona que hace de tu vida un cuento de hadas con final feliz porque de una u otra forma soy un simple espectador o peor aún quien voltea las páginas del narrador que lee en alto tu historia. Soy la villana y siempre lo seré.

Regina deja de leer, cierra su diario, lo lleva hasta su pecho y se aferra a él como si su vida dependiera de ello. Hay lágrimas mojando sus mejillas y ella no hace nada por ocultarlo, así como tampoco se ha esforzado por cuidar la marca roja en su mejilla que está convirtiéndose en un moretón, ni su labio que ha empezado a hincharse. Guarda el diario en su bolso de mano, toma la maleta que acaba de empacar y sale de su habitación a toda prisa, tras poner todo en el maletero de su auto corre hacia el estudio, toma el mapa y las hojas con apuntes que están sobre su escritorio, lo rompe todo y lo deja caer sobre el cesto de basura. Los sollozos no han parado y aunque su mente no es del todo clara, escoge los documentos que cree puede necesitar y se los lleva consigo al auto, todo va a parar en el asiento de copiloto. Un macetero se rompe al ser tumbado por la llanta mientras se aleja de la casa que un día creyó sería un lugar lleno de felicidad.

Empieza a llover, el parabrisas se moja y lo último que alcanzan a ver sus ojos es el letrero que dice que está abandonando Storybrooke. Es hacia adelante donde necesita mantener su mirada porque la única forma de no derrumbarse por completo es no mirar atrás.


DOS MESES ANTES

Llovía. Era un viernes cualquiera, aún no amanecía, y había nubes grises que oscurecían la ciudad, el viento soplaba con fuerza moviendo las copas de los árboles y las gotas que caían del cielo eran heladas. Regina envolvió su abrigo alrededor de su cuerpo, cerró la puerta, atravesó corriendo su patio trasero y se subió a la camioneta negra que había estado esperando por ella cerca de media hora. Unos labios tibios se estrellaron contra los suyos en un beso hambriento.

—¿Por qué demoraste tanto?

—No podía encontrar las llaves.

—Pensé que te habías arrepentido.

—Estoy aquí.

—Estás.

Regina se perdió en los ojos claros que la miraban con deseo, respondió ansiosa a los besos exigentes de quien había sido su romance secreto por cerca de tres meses ¿o acaso eran seis? Nunca jamás creyó que algún día podía fijarse en una mujer, y que aquella mujer sería precisamente Emma Swan.

Emma condujo por caminos discretos, la ciudad aún estaba a oscuras pero no quería correr ningún riesgo. Mencionó lo feliz que estaba de que Regina haya cedido enviar a Henry al campamento escolar de fin de año que habían organizado para ese fin de semana. Cada vez que movía la palanca de cambios su mano terminaba acariciando la pierna de Regina. Estaba ansiosa por llegar a la cabaña en el bosque, había estado esperando dos semanas, y cada día había creído que la morena se echaría para atrás.

No usaron nada para cubrirse de la lluvia. Emma cargó los pequeños bolsos que cada una había llevado y los dejó caer en el suelo apenas Regina abrió la puerta y estuvieron en el interior.

Ni siquiera se detuvo a mirar aquél lugar, se quitó la chaqueta y estrechó a la morena entre sus brazos, besó sus labios y no demoró en quitarle el abrigo. Regina tuvo que dirigir a ciegas el camino hacia la habitación principal, sus pies dejaron el suelo cuando Emma la levantó y la hizo envolver sus piernas alrededor de su cintura.

En el momento en que su espalda tocó la cama su ropa había desaparecido en un humo blanco, la magia de Emma era cada vez más fuerte y precisa, aunque era evidente que la rubia estaba utilizando sus poderes por todas las razones equivocadas.

—Espera. —Dijo Regina apartando a la Rubia insistente ubicada entre sus piernas.

—¿Qué? —Preguntó Emma jadeante.

Regina la miró fijamente y perdida en sus ojos la respuesta murió en sus labios en el momento exacto en que Emma la besó.

Toda su ropa quedó esparcida por la habitación, las sábanas de color rosa pálido se arrugaron bajo los cuerpos ardientes que se movían sin cesar. Un grito silencioso se perdió en el aire cuando Emma deslizó dos dedos dentro de Regina, su pulgar fue implacable con el delicado manojo de nervios que creció bajo su tacto, sus dientes marcaron la piel perfecta y una marca roja apareció tras el paso de sus labios hambrientos en el cuello de la morena jadeante. Eran sus pequeños pezones erectos su punto de atracción, su segundo manjar predilecto que consumía sin cesar mientras marcaba un ritmo cada vez más rápido entre las piernas abiertas de la mujer que empezaba a trazar líneas rojas en su espalda.

Una gota de sangre resbaló hacia las sábanas y unos labios casi igual de rojos soltaron su último gemido.

Emma se acostó boca arriba, se lamió los dedos, giró la cabeza hacia la derecha y sonrió al ver a la morena con los ojos cerrados intentando nivelar su respiración. Se acomodó de lado apoyándose con un codo en las almohadas, lamió su dedo índice y dejó un camino húmedo mientras recorría el estómago plano de la hermosa mujer a su lado.

—No creo poder cansarme de ti.

Regina abrió los ojos pero los volvió a cerrar cuando sintió un dedo haciendo círculos en su clítoris que la hizo estremecerse.

—Voltéate. —Dijo Emma con autoridad y Regina obedeció.

Besos cálidos fueron puestos en toda la espalda de piel bronceada. Regina apretó las almohadas cuando la rubia mordió una de sus nalgas; con facilidad dejó que sus piernas fueran abiertas, giró un poco la cabeza para ver a Emma recostándose encima de ella y no dudó en corresponder a sus besos.

Emma usó una mano para sujetar a la morena por la cadera y el peso de su cuerpo para fijarla en la cama, mientras su mano libre volvió a perderse entre aquellas piernas firmes y no dejó de mover sus dedos dentro y fuera hasta escucharla gritar su nombre repetidamente y sentirla deshacerse en un intenso orgasmo.

XXXSQXXX


REGINA

Volví a la cama con un tazón de frutas. Habíamos pasado allí todo el día. Llevaba puesta una camiseta blanca de Emma y unas bragas de color beige. Emma me arrebató las uvas, se las comió todas demasiado rápido.

—¿Eso es durazno? —Preguntó.

—Sí.

—Pensé que solo comías manzanas.

—Eso es tonto incluso viniendo de ti.

Ella se abalanzó sobre mí y grité. El resto de frutas que había picado en trocitos calló sobre la cama.

—No seas malcriada conmigo.

Sus manos sujetaron con fuerza mis muñecas pero eso no me impidió robarle un beso y morder su labio inferior.

—¿Acabas de morderme?

—Tú lo hiciste primero, y tengo una marca en mi cuello.

Tensó mis brazos por encima de mi cabeza y su boca chupó un punto sensible en mi cuello.

—Ahora hay dos marcas en tu cuello.

—Estás rompiendo las reglas.

—Yo hago las reglas, puedo romperlas.

Por suerte para mí dejó de sujetarme, se sentó y me llevó con ella haciéndome sentar en su regazo. Recogió un pedazo de manzana lo puso en su boca y yo lo mordí de inmediato.

—¿Por qué sonríes? —Me preguntó.

—Es como en las películas… lo que hacemos… lo he visto en películas.

—¿Demasiado cliché?

—No.

Sostuve un pedazo de piña y esta vez ella lo tomó de mis labios.

—Es normal… me gusta lo normal. —Dije en un susurro.

—Nuestra vida está muy lejos de ser normal.

—Pero puede serlo.

—¿Es lo que quieres?

—Henry quiere una mascota.

—Odias las mascotas —Dijo acariciando mis piernas.

—No. Solo no es bueno tener algo que los demás pueden usar para hacerte daño.

—Esto es mío, lo quiero de vuelta —Dejé que me quitara la camiseta—. No debes tomar las cosas que no son tuyas puede hacerte ver mal para las próximas elecciones.

—Has sido una mala influencia para mí. —Dije rozando mi nariz con la de ella.

—Te ves mucho mejor cuando no llevas ropa. Creo que te ayudaría si fueras desnuda el día del debate.

—Lo tendré en cuenta, pero no puedo prometer que te mantendré como mi sheriff… conflicto de intereses.

—Tendré que buscar una manera de chantajearte —Sus manos apretaron mis senos.

—Talvez no sea necesario —coloqué su cabello rebelde detrás de sus orejas—, Henry volvió a recordarme lo mucho que quiere ser un hermano mayor.

—Ufff… es bueno que eso sea imposible.

Me besó, al igual que cada vez que intenta que dejemos de hablar en absoluto.

—Es bueno que estemos en este mundo hay… opciones. Adoptar no es fácil pero existe la inseminación artificial y el tiempo ya no está congelado.

—Si es lo que quieres… —sus manos dejaron de tocarme.

—Solía querer muchas cosas pero me volví… lo que soy… ¿No te gustaría que tuviéramos una vida normal como todos los demás?

Ella rió y se balanceó, quizá olvidándose que yo seguía sentada en su regazo. Coloqué mis brazos alrededor de su cuello y la atraje hacia mí.

—Podríamos tener todo eso… decirle a tus padres que estamos juntas… a Henry… podríamos conseguir una mascota y talvez…

—¿Casarnos? ¿Hacer un niño en un laboratorio? No somos como los demás, es iluso que pienses que la gente va a aceptar tan fácilmente que tú yo estemos juntas, ni siquiera estamos juntas, esto es…

—Sé lo que es… lo siento.

Me alejé de ella, recogí mis cosas y no necesité decirle que nuestro día había terminado, el mensaje fue claro mientras me vestía.

—Vamos… no hagas esto, lo que tenemos es bueno. Nos divertimos y a Henry lo hace feliz que no estemos peleando. Si pudiéramos tener más lo tendríamos pero las dos sabemos que no hay nada más.

Eso era cierto y era lo que más dolía, así que dejé de intentar vestirme y volví a la cama con ella.


XXXSQXXX

No volvimos ese día, ni el siguiente. Volvimos el domingo antes de que el sol saliera y alguien pudiera vernos, fue bueno porque pude descansar y dormir suficiente para recibir a Henry al finalizar la tarde. Emma cenó con nosotros porque él quería contarnos todo lo que había hecho durante el campamento y obligarnos a prometerle que un día no muy lejano iríamos todos juntos a acampar en el medio del bosque.

Hablamos sobre lo que haría durante las vacaciones, las cosas que necesitaba, como nuevos pantalones y más medias, y una visita al dentista para controlar la posible existencia de caries debido a todos los dulces que Emma le permitía comer. Mientras ellos hablaban mi mente no podía dejar de engañarme y es que era como si de alguna manera fuéramos esa familia que tanto quería, quizá no era tan imposible, talvez había una pequeña posibilidad.

A pesar de tener que usar abrigos de cuello alto los días estaban pasando de maravilla. Henry y yo estábamos muy ocupados preparando toda nuestra campaña para las próximas elecciones, Emma nos traía el almuerzo y venía después del trabajo con chocolate caliente o pizza y terminábamos casi siempre viendo una película.

—Recibí por correo una invitación para un seminario de seguridad en Boston, creo que tú y David deberían ir.

—¿Un seminario? —Preguntó Emma con la boca llena.

—Es sobre nuevas políticas, capacitaciones, es necesario que estemos al día. Lo reenvié a tu correo.

—A veces olvido revisar mi correo.

—O eludir todo lo que sea trabajo.

—Bueno esto no debí eludirlo parece divertido, aunque no tanto si tengo que llevar a David conmigo.

—Solo son dos días.

—¿Y si los dos se van quién va a proteger la ciudad? —Preguntó Henry trayendo la tarrina de helado y tres cucharas.

—Le diré a Ruby y a Leroy. A parte de rescatar un par de gatos o resolver algún robo menor, el trabajo se ha vuelto bastante aburrido.

—¿Puedo ir?

—Quizá en otra ocasión chico, necesitas quedarte cuidando a mamá.

Ignoré su burla y tomé el control de la tarrina de helado en venganza.


XXXSQXXX

Emma y David llevaban fuera medio día, Henry estaba en el parque dando vueltas en su bicicleta y yo estaba cocinando una nueva receta. El timbre sonó insistentemente y salí enojada a ver quién era. No fue difícil adivinar, el llanto estridente del nuevo bebé de Mary Margaret anunció su llegada.

—¿Qué sucede?

—No puedo hacer que deje de llorar, he intentado todo —puso al bebé en mis brazos y entró en mi casa sin pedir permiso. Lo cierto era que ella lucía más histérica que el pequeño bebé llorón—. Voy a volverme loca Regina, se supone que esto debería ser fácil, estoy haciendo todo lo que se supone debo hacer. Me siento como una completa inútil en la clase para padres. Y ni siquiera me he bañado.

Mecí a Neal en mis brazos, sobé su espaldita y al instante había dejado de llorar.

—He pasado por esto y sé que mientras más tensa estés más difícil será.

—No, no creo que sea eso. Tiene seis meses, no he logrado hacer que se siente ni que tenga una rutina de sueño. David solo se va a trabajar cada vez que lo oye llorar porque ni siquiera sabe preparar un biberón. —Todo lo que decía era cierto pero no pude darle la razón, ya tenía suficiente culpándose a sí misma—. Creo que tú le agradas más que yo.

—No es cierto.

—Logras hacerlo reír y contigo se duerme fácilmente, solo míralo.

Neal tenía su mano pequeñita aferrada a mi dedo y estaba chupando mi camisa, totalmente calmado.

—Creo que tiene hambre. Por qué no vas a tomar una ducha y duermes un poco. Me ocuparé de él.

—¿Lo dices en serio?

—Sí. Y pueden quedarse hasta que Emma y David vuelvan, Henry estará encantado.

Ella estaba más que aliviada, no dudó en hacer lo que le dije. No era la primera vez que me entregaba a su hijo, cada vez que iba a su casa de inmediato ponía al bebé en mis brazos y David y Emma suelen hacer lo mismo, sobre todo Emma, siempre se esfuerza por tener el menor contacto posible con su hermano.

No se supone que todos dejen a la Reina Malvada de niñera, pero secretamente me gusta que lo hagan. Henry se había dado cuenta y por eso volvió a recordarme lo mucho que ha querido ser un hermano mayor desde que tenía cinco años.

Neal era un bebé mucho más fácil que Henry en realidad, bastaba una canción para calmarlo y unos cuantos juguetes que pudiera chupar para tenerlo entretenido. Estaba segura que pronto asomaría su primer diente.

Dejé el cuarto de huéspedes para Mary Margaret y Neal. Estaba durmiendo cuando ella entró en mi habitación con el bebé llorando, simplemente lo tomé en mis brazos y le dije que podía volver a dormir y que yo me haría cargo. Cambié su pañal, le di el biberón, y tras sacarle los gases cantándole una canción se quedó dormido.

En la mañana todas mis almohadas olían a bebé y la idea de volver a tener un bebé volvió a ocupar mi mente.

Había enviado un mensaje de texto a Emma contándole que su madre y su hermano se estaban quedando conmigo, así que cuando llegaron se detuvieron primero en mi casa, eran las diez de la noche, Henry estaba durmiendo y yo estaba en pijama paseando por la sala intentando que Neal se durmiera.

—Miren quién está despierto aún. —Emma sacudió el cabello de Neal y eso solo lo agitó.

—¡Hola Regina!

—David. —Él se acercó a besar la cabeza de su hijo pero no hizo ningún intento por tomarlo.

—¿Dónde está Mary Margaret? —Preguntó él.

—Salió con Ruby, fueron a cenar, creo que tenían una reunión o algo así.

—Es viernes de chicas —Dijo Emma—. ¿Tienes algo de comer? Muero de hambre.

—Les guardé la cena, la calentaré si toman a Neal.

—Oh no te preocupes, podemos hacernos cargo.

Los dos fueron a la cocina, calentaron la cena, conversaron y rieron sobre todo lo que habían aprendido durante el seminario.

—Nunca seas así —susurré al oído de Neal—. Eres un príncipe y debes aprender a portarte como tal, no como tu padre y tu hermana. ¿Lo prometes?

Me dio una sonrisa sin dientes y enredó su manita en mi cabello, quizá intentaba decirme que necesitaba un corte, era seguro que estaba demasiado largo para lo que había acostumbrado por los últimos treinta años.

—¡Regina! —Llamó Emma—. Le dije a David que podía dejar a Neal contigo, me quedaré a ayudarte para que puedan tener una noche libre ¿qué dices?

—Claro, de todas formas es tarde como para que lo saquen con este clima. —Dije abrazándolo contra mi pecho.

—Gracias Regina. Te veré mañana campeón. —Dijo David. Besó la cabecita de Neal y se fue.

Emma abrió el refrigerador y buscó algo más para comer, era increíble que no tenga sobrepeso con todo lo que come, siempre que está en casa se dedica a vaciar mi refrigerador.

—Creo que necesitas hablar con tus padres, están siendo irresponsables con Neal, ya fue suficientemente malo que eligieran un nombre tan feo para él.

—He visto peores, al menos lo dejan contigo y no solo en casa. Parece que no me perdí de mucho al no tenerlos como padres.

—Quieren que todo sea fácil y no hay nada fácil en criar a un niño.

—Tú pareces agradarle. ¿Verdad Neal?

Sacudió el cabello de Neal y luego me besó. Cuando sus labios besaron mi cuello me alejé.

—No hagas eso, tengo a tu hermano en brazos.

—Solo es un beso y él no entiende. Puedes hacerlo dormir y acompañarme en la ducha.

Llevábamos dos días sin vernos y la había extrañado muchísimo, pero en cuanto me metí a la cama con Neal y cantamos una canción no tuve el corazón para dejarlo solo. Emma tuvo que conformarse a estar sin mí durante su baño y antes de que saliera ya me había quedado dormida.

No sé si Emma pasó la noche en casa y tampoco sé a qué hora se fue. Me desperté porque Henry estaba haciendo demasiado ruido en la cocina, eran las ocho de la mañana. Una risita a mi lado me hizo recordar quién era el culpable de haberme levantado tan tarde.

—¿De qué te ríes? ¿Cuánto llevas despierto?

Él volvió a sonreír y apenas pudo agarrar mi dedo índice lo llevó directo a su boca.

—¿Tienes hambre?

Cambié primero su pañal le puse un nuevo trajecito y fuimos juntos a la cocina para hacer un biberón. Henry estaba allí y sonreí al ver que había preparado el desayuno no solo para él sino también para mí.

—Esto está muy bueno Henry.

—Quería ayudarte, has estado cuidando a Neal todo el tiempo tú sola.

—Tu abuela necesitaba un día libre.

—Es un poco raro que lo dejen siempre contigo.

—Solo fue por esta vez, supongo que no tienen otra opción y él no sabe quién soy.

Sus enormes ojos azules me miraban fijamente mientras bebía toda su leche, su única preocupación era ser cuidado y muy bien alimentado, así que parecía no querer protestar por ser dejado al cuidado de una Reina Malvada.

—¿Cuándo voy a tener un hermano?

—No lo sé Henry eso no es como comprar una mascota.

—Tampoco tengo una mascota, y ni siquiera intentas tener citas.

—¡Henry!

—Ha pasado un tiempo mamá, dijiste que querías estar lista para cuando el amor vuelva a llamar a tu puerta pero no haces nada por enamorarte de nuevo…

—Henry…

—Solo necesitas tener al menos una cita, la abuela tenía citas ¿recuerdas? Y sé que dices que nadie aquí puede enamorarse de ti pero ahora podemos salir de la ciudad.

Era el equivalente infantil de mi madre criticando mi falta de interés en una vida amorosa, y por segunda vez tenía a alguien en secreto que podría cumplir al menos todas mis expectativas, pero no podía decirle a Henry que tenía una especie de relación clandestina con su otra madre, así que guardé silencio y esperé a que se rindiera y cambiara de tema.

Mary Margaret llegó prácticamente al medio día. Yo había perdido toda la mañana y estaba bastante atrasada con el trabajo.

—No imaginas lo agradecida que estoy Regina, creo que pude haberme vuelto loca sin tu ayuda. Gracias por cuidar a mi pequeño Neal.

Se acercó y tomó a Neal de mis brazos y lo llenó de besos hasta hacerlo quejarse.

—¿Me extrañaste? ¿Tuviste una pequeña aventura con la tía Regina?

—No soy su tía, vas a confundirlo.

—Prefieres que le diga que eres su abuela.

—Vete de aquí antes de que decida asesinarte y enterrarte en mi patio trasero.

—Dile adiós a la tía Regina.

Besé su pequeña cabecita solo porque lo compadecía de tener por madre a la ridícula de Blancanieves, y cuando me alejé sus manitos agarraron con fuerza mi blusa de seda.

—No, no, hay que dejarla ir.

Desenredé sus puños de mí y sus bracitos quedaron extendidos para que yo lo coja, asomó su labio inferior y sus grandes ojos se llenaron de lágrimas.

—Te veré luego osito dormilón. —Le dije en voz baja acariciando su espaldita.

Hubo un instante en el que el desconcierto brilló en los ojos de Mary Margaret, pero volvió a sonreír y salió de mi casa de inmediato diciendo que debía ir a preparar el almuerzo.


XXXSQXXX

Henry y yo fuimos de compras el fin de semana, él estaba emocionado porque quería chaquetas y camisetas de superhéroes. Lo dejé comprar un poco de lo que él quería, siempre es bueno que tenga algo de ropa para destruirla cada vez que decide ir en alguna aventura, y no iba a dejar de comprarle camisetas y pantalones que no lo hicieran ver como un pequeño delincuente. Su buen humor ayudó a que me esperara pacientemente hasta que yo pudiera probarme algo de ropa y unos cuantos zapatos nuevos.

Salí del vestidor para ver en los grandes espejos que tal me quedaba un par de jeans que había creído necesarios en mi guardarropa.

—Eso no puede ser legal Alcalde Mills. —Volteé y me sorprendí al ver a Emma sentada en el lugar donde Henry debería estar—. Voy a tener que multarte si decides usar eso en las calles.

—¿Dónde está Henry?

—Lo envié por un helado.

—¿Solo?

—Tiene once, creo que puede sobrevivir el ir aquí a lado por un helado.

—Creí que estabas trabajando.

—Vi tu auto y pensé que podrías necesitar mi ayuda.

—Tienes un gusto pésimo ¿por qué habría de querer tu opinión?

—Auch —Fingió sostener su corazón adolorido.

Henry volvió con un helado demasiado grande para mi gusto y Emma se fue para continuar trabajando. Minutos después recibí un mensaje diciendo que debía esperarla esta noche en mi habitación, que usaría la llave que le di para emergencias.

No dudé en aceptar la petición de Henry y yo misma lo llevé a casa de su nuevo amigo Larry, que vivía dos cuadras cerca de la casa, para que pudiera quedarse a dormir. Sabía que no dormirían, llevó todos los nuevos comics y juegos de videos que habíamos comprado.

Con Henry fuera de casa me sentí más tranquila cumpliendo lo que Emma me había pedido. Me puse un lindo y no muy elegante vestido rojo, me maquillé un poco, y esperé en mi cama con un libro que llevaba demasiado tiempo leyendo. Sonreí al escuchar la puerta trasera abrirse, sabía que su primera parada era en el estudio para servirse un poco de mi sidra sin pedir permiso, y cuando escuché sus pasos pesados sobre las escaleras arreglé un poco mi cabello, estaba largo hasta mis hombros y no sabía qué hacer con él, necesitaba un corte.

Emma se acercó y en lugar de besarme como suele hacerlo siempre me entregó una funda blanca de papel con el logo de una tienda de lencería impreso en ella, no me era difícil imaginar lo que contenía.

—Lo compré para ti, antes de que me dijeras que tengo muy mal gusto.

No dije nada, me bastó ver el uniforme de sheriff que ella llevaba puesto para comprender que era una noche de juegos. Me encerré en el baño y con extrema curiosidad saqué lo que ella había comprado para mí. No era mi estilo, y tampoco el de ella, al menos eso creía, pero definitivamente sabía que era algo para mantenerla siempre en control. Nadie lo creería si lo supiera, yo no me di cuenta hasta que fue demasiado tarde, había dejado que ella estuviera al mando en nuestra relación sin siquiera darme cuenta pero no podía decir que no lo disfrutaba.

Me desvestí, dejándome las medias con el liguero, el pequeño cachetero blanco de encajes que ella me había comprado era demasiado atrevido incluso para mí, y los pequeños lazos que tenía no combinaban para nada con las medias negras y el liguero que al final decidí quitarme, me puse el negligee, aunque con lo transparente que era no veía la necesidad de ponérmelo, pero estaba dispuesta a cumplir la fantasía de Emma, a pesar de los lacitos demasiado infantiles iba a complacerla. Me alboroté el cabello y salí.

En lugar de lograr sorprenderla yo lo hice. Ella estaba acostada en mi cama, totalmente desnuda y llevaba puesto un arnés de color rojo.

XXXSQXXX


EMMA

En el momento en que logré convencer a Regina de pasar nuestra amistad a un segundo nivel, ella fue la primera en exigir que debíamos tener reglas, una de las mías era que nuestra relación era absoluta y totalmente privada, y una de las de ella era que por ningún motivo haríamos nada raro ni fuera de lo normal, y por la mirada que me estaba dando esto era fuera de lo normal.

Los días que había estado fuera en Boston se suponía que serían relajantes, y en parte lo fueron, realmente disfruté del seminario, la parte aburrida fue haber ido con mi padre, aun así tuve un pequeño tiempo a solas que pude aprovechar, ya que no podía divertirme podía planear cómo me divertiría cuando volviera a casa. Fui a una tienda en un centro comercial y compré varios juguetes que sabía que Regina odiaría, incluido el negligee que ahora vestía.

La vi cruzarse de brazos y moverse inquieta, sabía exactamente lo que ella iba a hacer.

—¿Qué se supone que es eso?

—Lo compré en Boston, me encantó el color, combina con mi chaqueta ¿no crees?

Arqueó su ceja en esa forma sexi que tanto me gusta, su mente trabajaba a mil por hora tratando de elegir la respuesta correcta, pero estaba demasiado molesta.

—Tenemos reglas, si yo respeto las tuyas tú debes respetar las mías.

—Ven aquí.

—No.

Me levanté y caminé hacia ella. Prefirió mirar hacia otro lado en lugar de a mí. Tuve que poner de mi parte para tampoco detenerme a mirarla, lucía perfecta.

—Es solo un juguete —Su cabello olía a manzanas, besé su mejilla y fue una buena señal que no me apartara, así que levanté su rostro y besé sus labios—. Confía en mí.

Colocó sus brazos alrededor de mi cuello y me besó. La levanté del piso y de inmediato colocó sus piernas alrededor de mi cintura. La acosté en la cama y casi protestó cuando me alejé de ella. Tomé mi celular, que lo había dejado sobre la mesita de noche y encendí la cámara.

—¿Quieres posar para mí? Necesito un nuevo fondo de pantalla.

Sus ojos brillaron pero sus mejillas se pusieron rojas. Se sentó y por un instante creí que me sacaría de su casa a patadas pero en lugar de eso recogió sus piernas hacia el lado derecho, metió un mechón de cabello rebelde detrás de su oreja, e intentó no sonreír mientras se mordía el labio. Entonces tomé la primera foto.

—Creo que tienes mucho talento señorita Mills.

Rió, fue una verdadera risa, y se cubrió el rostro un poco avergonzada. Me fue imposible no besarla.

—No deberíamos estar haciendo esto. —Dijo aún sonriente.

—Lo borraré después.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

Lo que se suponía sería una muy seria fantasía cumplida se convirtió en uno de los momentos más divertidos que habíamos tenido en mucho tiempo. Regina tenía talento, verdadero y real talento en posar para mí.

Las tiras del negligee resbalaron por sus hombros, y en lugar de tomar una foto lo filmé. Regina estaba matándome, lenta y dolorosamente. Jugaba con su cabello, se mordía los labios, lanzó el nigligee para mí y cubrió de inmediato sus senos con sus manos.

—Acuéstate. —Ordené y ella obedeció.

Me subí a la cama, me coloqué a horcajadas sobre sus piernas. Sostuve el celular solo con mi mano derecha y la izquierda la usé para descubrir uno de sus senos, mi lengua lamió su pezón, lo chupé hasta dejarlo enrojecido e hice lo mismo con el otro.

Regina estaba jadeante, sus labios estaban entreabiertos, su cabello desordenado sobre las sábanas. Enganché mis dedos en sus bragas y las arranqué de un tirón. Su pequeño sobresalto me excitó aún más.

—Abre las piernas para mí. —Dije casi en un susurro.

Abrió sus piernas solo un poco. Pasé mis dedos por su humedad de arriba hacia abajo, lo hice un par de veces y cuando estuvo lista la penetré con dos dedos. Sus caderas se movieron a mi ritmo.

—Emma… por favor… —Suplicó—. Te necesito.

Me incliné sobre ella y le susurré al oído.

—Dime lo que quieres.

Pasó sus manos por mi espalda y besó mi cuello con avidez.

—Emma.

—Dime lo que quieres y lo haré.

—Te quiero dentro de mí —Dijo con sus labios rozando mi oreja.

—Estoy dentro de ti.

Seguí moviendo mis dedos dentro de ella sin ningún afán, volviéndola loca de deseo. Abrió más las piernas permitiéndome acomodarme mejor. Sus manos apretaron mis nalgas y me hizo presionar mi cuerpo contra el de ella. Sabía lo que quería pero yo quería que ella lo pidiera. Era mi juego.

Me besó, mordió mi labio, y haciendo uso de mi distracción me empujó intercambiando nuestras posiciones logrando quedar en la cima. Mi teléfono quedó olvidado en algún lugar en la cama.

—¡Qué demonios!

—Quédate quieta —dijo sujetando mis muñecas a los lados de mi cabeza—. Estoy cansada de tus juegos. No estás a cargo y no puedes jugar conmigo como se te antoje.

Se alejó de mí y se bajó de la cama.

—¡Qué diablos! —Dije sujetando su mano deteniéndola—. ¿Hablas en serio?

—Llévate tus juguetes y vuelve cuando madures.

Estaba prácticamente en shock, ni siquiera pude detenerla. La vi caminar desnuda hacia el baño, apreté las sábanas y me mordí la lengua para no gritar de frustración. Iba a recoger mis cosas y largarme de allí, estaba enojada, furiosa, pero entonces escuché el agua de la ducha caer. No iba a irme a casa frustrada, no iba a dejarla ganar en mi propio juego.

Entré en el baño. Ella saltó cuando abrí la puerta corrediza.

—¡Te dije que te fueras! —Gritó.

Antes de que pudiera decir algo más mi boca se estrelló contra la de ella. Su espalda chocó contra los azulejos fríos. El agua tibia mojó mi cuerpo. Levanté una de sus piernas colocándola contra mi cadera y entré en ella con fuerza. Un grito escapó de su boca. Se abrazó a mí, enredó su otra pierna alrededor de mi cintura. La sostuve apretando sus nalgas y comencé a penetrarla en un ritmo frenético.

Sus dientes marcaron mi cuello, sus uñas hicieron sangrar mi espalda, sus gritos y gemidos se escucharon en toda la casa, y lo mejor era que no dejaba de repetir mi nombre. No sé si era el agua o el calor que irradiaba su cuerpo pero me sentía ardiendo.

No gané mi juego, perdí, y ella ganó su propio juego que había diseñado para mí. Lo sé porque había una sonrisa de satisfacción y no era solamente por haberle dado uno de los mejores orgasmos de su vida.

—Creí que te irías. Te demoraste demasiado.

—Eres una chica mala Regina, un día de estos voy a tener que castigarte. —Reímos y volvimos a besarnos—. ¿Quieres que te enjabone?

—Luego.

Pegó un saltito y con las justas alcancé a sostenerla. Volvimos a la misma posición de hace un instante, excepto que no estábamos arrimados contra la pared, estábamos en el centro bajo la ducha, el agua tibia seguía cayendo.

—Necesito un respiro nena.

—No. Quiero hacerlo otra vez.

Estaba exhausta y seguro tendría graves problemas de columna en unos años pero nadie podría decirle que no a Regina Mills, en especial cuando está desnuda y totalmente mojada.

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REGINA

Sonreí mientras Emma se alejaba, saliendo por la puerta trasera de mi casa. Era tarde pero ella iba a ir al bar en donde estaban celebrando el cumpleaños de Ruby. Por mi parte yo solo quería acostarme a dormir. Bebí un poco de agua, apagué la luz de la cocina, fui a la sala y no encontré las llaves en el recibidor, siempre las dejo allí, busqué por todos lados y no las encontré.

¿Dónde pude haberlas dejado?

Le envié un mensaje de texto a Emma preguntándole si había tomado mis llaves pero no recibí respuesta. Puse los seguros que me fueron posibles, apagué todas las luces y volví a la cama. Tuve que arreglar la habitación antes de poder acostarme.

Abrí los ojos, algo me había despertado, parecía que solo habían pasado cinco minutos desde que me había quedado dormida pero no creo que haya sido así, el teléfono sonó y me di cuenta que fue ese sonido el que había escuchado previamente.

—Hola —Contesté somnolienta.

—¡Oh por Dios Regina, es Neal, mi bebé no respira! ¡No está respirando!