Bien, aquí vamos:

-Advertencias: escrito en estados emocionales dudables y de dudosas causas. Abuso del lenguaje y de las ambigüedades. Pobre intento de twists en el plot. Por más que Franz se exprime el cerebro y los filtros, no logra escribir cosas largas. Constará de cuatro capítulos, de los cuáles, ya tiene escritos, en pequeña y gran parte.

Gracias a Wendy, por burlarse de esto. Gracias a Oscar, por llamarlo arte. Gracias a Franz, por escribirlo (?) ok, no. No sé de dónde salió, está a medio escribir y yo sólo sé que tengo fe. De fans para fans, y porque el Kyman necesita más amor...


EVÍTESE EL CONTACTO CON LOS OJOS

escrito por Franz.K

Dejen que veje este deje de vejez, que sé que dejé de tenerte, de ser. Entre perennes entes de éter he de detenerme.


-¿Puedo decir que te amo? -Sonrió, sardónico.

-No. –Contestó Eric ¿Cuándo aprendería Kyle que él podía ver a través de cada una de sus expresiones?

-¿Por qué? –Fingió preguntar, mientras tomaba la venda negra con que se cubriría los ojos.

-Porque ni tú te lo crees. –Mentira. Pero Kyle se la tragaría, porque no era cuestión de creerlo o no, si no de querer creerlo. Y por mucho que a Eric le costara aceptarlo, sabía que Kyle no quería, así que, ¿para qué engañarse?

Engañarse. Últimamente Eric estaba siendo demasiado sincero consigo mismo. No estaba seguro de que eso le gustara.

Entonces vio las esposas, y pensó que al menos esto, aquí y ahora, sí le gustaba.

.uno.

(and you are young and life is long,

and there is time to kill today,

and then one day you find

ten years have got behind you.

No one told you when to run)

(La noche que Stan le dijo que saldría de viaje, Kyle pensó que había cierto nerviosismo en su voz. Supuso que se debía a que era la primera vez que tenía un viaje de este tipo. Luego Stan lo miró a los ojos desde su lado de la mesa, y sin palabras, afirmó su presentimiento.

Kyle le sonrió cálidamente y le hizo las preguntas lógicas. Stan pasó a explicarle entonces, emocionado, el lugar a donde se dirigía, en Brasil, para promover la apertura de nuevas oficinas de la empresa para la que trabajaba. De la empresa en la que había logrado ascender tanto.

Dijo que se iría en dos días (el sábado) y que volvería en una semana.)

Esta mañana, al despertarse, Kyle pensó que este día era especial. No se debía al hecho de que amaneciera solo, o que fuera domingo y aún así tuviera que presentarse en su oficina a acomodar unos archivos. No, era especial porque era uno de esos días en los que uno se pone a pensar.

A pensar, de verdad. No a reflexionar sobre la banalidad de la vida, ni a preguntarse cuál es la razón del dolor humano, ni si Dios existe. No, Kyle era lo suficientemente egoísta (como cualquier otro ser humano sano) como para pensar de verdad, sólo sobre su vida.

Hoy fue una de esas mañanas en las que uno despierta y se pregunta "¿Es esto de verdad lo que quiero? ¿Fue aquella decisión la correcta? ¿Es este el camino que quiero para mi vida? ¿Es ya demasiado tarde para cambiar? ¿Para mí?"

Hoy fue una de esas mañanas en las que se amanece un año más viejo. Una de esas mañanas en las que Kyle se da cuenta de que tiene 35 años.

No lo tomen a mal, no es que Kyle se arrepintiera de algo en el pasado (después del error número 100, decidió que el arrepentimiento no le servía de nada), o de que estuviera en el medio de alguna crisis de cinismo (había aprendido de los errores de Stan). Era que, simple y sencillamente, estaba a cinco años de cumplir 40, y quien diga que a los 35 está realizado y no le queda sueños por cumplir es un pobre diablo mentiroso o un bastardo envidiable.

Kyle no era ninguno de los dos.

Por ende, no podía decir que a sus 35 años de edad, fuera una persona con todos sus sueños cumplidos. ¿Y quién realmente podía afirmar semejante cosa, de todos modos? Y no era que se sintiera mal o desagradecido con la vida, simplemente tuvo esta… epifanía, si quieren, de que había algo alarmantemente gris en su vida.

Pero este lapso de ideas duró sólo el tiempo que le tomó abrir los ojos, ver la hora (8:03 a.m.) y decidirse a levantarse para ir al baño. Siete minutos, para ser exactos. No es que tuviera una curiosa, molesta, afición por medir el tiempo.

Ya caminando hacia el baño, que se hallaba en el cuarto contiguo a su habitación, Kyle tuvo otro tipo de pensamientos, como el que la noche había sido especialmente fría, pero probablemente eso era porque al parecer habían estado a -20° C, como cabía esperar del inicio del invierno. Aunque tal vez le pareció especialmente fría porque Kyle ya no era lo que se puede llamar un joven y el invierno le iba a parecer un poco más frío que el anterior. Eso o que, simplemente, había dormido solo por primera vez en los últimos ocho años.

Sí, debía ser eso. Los inviernos de Nueva York no se comparaban al clima de Colorado (de South Park) donde sólo habían dos estaciones: invierno y julio.

Una sonrisa se dibujó en sus labios, y Kyle no recordaba que el chiste fuera tan divertido.

Después de pasar exactamente 15 minutos acicalándose en el baño (no pensaba bañarse con este clima), Kyle se dirigió una vez más a su cuarto para ponerse algo de ropa. El pijama térmico estaba dejando de funcionar.

Mientras se ponía una chaqueta negra encima de su suéter térmico, Kyle vio la foto de él y Stan que reposaba sobre el buró, de lado derecho de la cama (el lado de Stan). Los dos sonreían, vestidos de traje, sin saco, dejando ver sus arrugadas camisas de botones y sus corbatas aflojadas. Sentados tras una mesa de mantel blanco, estaban abrazados por los hombros, en una posición que parecía tan natural para ellos. Era la noche en que Kyle se graduó, (¿24, 25 años…?). Los dos lucían desvelados, pero felices, con esa energía de los adultos que aún no son adultos, y con esa determinación de los jóvenes que ya no son jóvenes. En el lado izquierdo de la foto salía el hombro de alguien más que no estaba interesado en salir en la foto de los Súper Mejores Amantes, digo Amigos.

Kenny. Habían logrado contactarlo para celebrar. Después de ese día, Kyle no supo más de él, al igual que de los demás.

Kyle tomó la foto para mirarla más de cerca, y pensó, realmente sin pensar y sin palabras, más como sentir, que algo faltaba en aquella foto, algo tan obvio y significante como la pieza que va en el centro de un rompecabezas.

Pero sin palabras y sin pensarlo realmente, no supo qué era.


Manhattan era el único lugar donde las oficinas de Kyle y Stan podrían estar en la misma avenida, uno en su propio bufete, Broflovski Co. y el otro con su firma de Enviromental Urban Development (o DUA, por sus siglas en español). Pero esa no fue la razón definitiva de por qué Stan y él decidieran mudarse ahí.

Y es que uno pensaría que después de pasar toda tu niñez (una muy jodida, por cierto) y adolescencia en un lugar plagado de nieve, los que tuvieran la oportunidad de marcharse, se largarían a un lugar muy lejano, sin nieve, por favor. Especialmente Stan, quien había insistido en irse a Sudamérica, a México incluso, a algún lugar donde no hubiera nieve, carajo. Pero Kyle se negó, no quería dejar el país, la nieve, que casi se había hecho parte de él, como un veneno al que su cuerpo había tenido que acostumbrarse, al punto de que le era necesario.

Por supuesto (¿por supuesto?), no le dijo esto a Stan. Sólo lo convenció de que Nueva York estaba aceptablemente lejos, (al otro lado de Estados Unidos, al otro lado del mundo, ¿cuál era la diferencia? Después de cierta distancia, ya nada podía estar más lejos de su corazón, ¿no? No.) Y Stan, como el buen amigo que era, aceptó sin más, convenciéndose él mismo de que así al menos, podrían seguir visitando a sus padres e incluso a sus amigos.

Kyle pretendió que esa idea le agradaba y luego pretendió para sí mismo que eso no le agradaba. Pero la opción estaba ahí, y eso era suficiente. Si tan sólo pudiera recordar cuál diablos era esa opción…


Encendió el televisor mientras desayunaba. No era que le interesara, sólo buscaba algo con qué llenar el silencio que se había apoderado del departamento, tan inusual para él hoy que Stan no se hallaba llenándolo con su charla. Tomó el control remoto de la pequeña mesa frente al sillón en el que estaba sentado y empezó a cambiar los canales, en búsqueda de algún ruido que le complaciera.

-mi vida cambió después de Super Sucker Vacuun 3000! Urgh, nada peor que un comercial de media hora.

-y cómo tejer este hermoso gorro para el invierno, después del corte. Aburrido.

-love, if it's not rough, it isn't fun, fun. Y ahora Poker Face era un clásico ya.

Tomó un sorbo de su café y cambió el canal, porque Gaga nunca le gustó. Nunca.

-informan que probablemente se trate del mismo asesino en serie. Noticias. ¿Quién empieza un domingo viendo las noticias? Kyle no.

Así que cambió el canal, luego otra vez, y otra y otra, y otra, hasta que se dio cuenta de que en su taza no quedaba café, y que su plato estaba vacío. Así pues, apagó el televisor y se levantó para llevar los trastes a la cocina, preguntándose por qué Stan no le había llamado aún, pues dijo que lo haría en cuanto llegara a su hotel.

Vio la hora en el reloj (cuadrado y negro, Stan lo había escogido) que estaba justo sobre la estufa. Las nueve, o sea que en Brasil ya eran las diez. Pensó en llamarlo, pero decidió que tal vez estaba en medio de alguna junta importante de último momento o algo por el estilo, y no quiso interrumpir. Así que después de decidir que Stan lo llamaría en cuanto su junta acabara, tomó su chaqueta azul marino y su gorro negro y se dirigió a la puerta de su apartamento, listo para ir a su oficina.

En el camino de ida, manejando su auto gris plateado (totalmente eléctrico, por supuesto), se preguntó si debería al menos mandarle un mensaje pero no lo hizo, pensando que tenían todo el día para ponerse en contacto. Luego cambió la estación de radio, harto de esa maldita noticia del asesino en serie que parecía salida de una película vieja de Hollywood.


(Durante los primeros años de su relación con Stan, Kyle llegó a pensar que Stan en realidad no lo amaba, que sólo fingía. No es que se lo tomara a mal (y es que sólo un tonto y doble moralista se tomaría a mal una acción reflejo, ¿no es cierto, Kyle? (no rompan mi ventana con esas piedras por favor). Claro, totalmente cierto), es sólo que no podía sacarse la idea de la cabeza, esta sospecha, ligera como una espina, notable como la incomodidad que provoca, que no sabía por qué había surgido. Aunque, siendo francos, él no creía en el amor, al menos no en el correspondido. Llámenlo desencanto, amargura o brutal realismo, él no pensaba que las parejas realmente se amaran el uno al otro, sino que uno de los dos simplemente amaría el hecho de ser amado…

No obstante, había desechado la idea, porque ¿qué clase de persona cuerda fingiría ser gay por tanto tiempo o que amaba a su amigo sólo para no perder su amistad? A menos que Stan no…

No, por supuesto que Stan estaba cuerdo. Era la persona más cuerda que Kyle jamás conoció. Más cuerdo incluso que él mismo. Es sólo que le tomó por sorpresa el saber que Stan también era gay. Jamás lo sospechó.)

Kyle se hallaba en su oficina, y sentado frente a su escritorio, ordenando por fecha y a su vez por nombre los últimos casos que había tenido, no pudo evitar sentir que estaba olvidando algo en su juicio.


Ir a su oficina y regresar al departamento, pasando por el tranquilo tránsito de un domingo por la mañana, se sintió como un suspiro de tiempo.

Lo que se sintió como un maldito y largo gruñido de tiempo fue el haber abierto la puerta, ver a alguien tendido sobre su sillón y darse cuenta de que no era Stan.

-¿Cartman? –Cómo creía, deseaba, haber olvidado ese nombre.


-Llora, Kyle, llora. Quiero saborear tus lágrimas –Dijo, al tiempo que llevaba las manos a su cuello.

-Dame una mejor razón, Cartman -Alcanzó a decir, antes de que al aire escaseara.

Eric apretó el agarre y dijo, en una voz baja y rasposa:

-Llora por lo que es, y dejará de ser –Ahí Kyle soltó un gemido, uno de dolor-. Mejor aún, por lo que no es y jamás podrá ser.

Y Kyle lloró. Pero cuando Eric quiso lamer sus lágrimas, notó que sus propias mejillas también estaban húmedas.


(there's a part of me you'll never know,

the only thing i'll never show.

Hoplessly, i'll love you endlessly,

hopelessly, i'll give you everything,

but i won't give you up.)

(Diecisiete años.

Diecisiete largos y placenteros años, desde la última vez que Kyle Broflovski había visto a Eric T. Cartman. Tan buenos que hasta los contó. Tan buenos, mierda, que hasta se convenció de que antes de eso, no había nada que valiera la pena rememorar. Sólo recuerdos borrosos de un pueblo montañés. Recuerdos que no significaban nada. Dieciocho años de su vida que pretendió olvidar, porque recordarlos sería como decirle a un soldado que mantenga vivas sus memorias de la guerra mientras intenta formar una familia.

Tan buenos y jodidamente largos, que en ese momento se dio cuenta de que se habían vuelto aburridos.)

En tres zancadas ya estaba frente al sillón, su precioso sillón oscuro que combinaba con el decorado minimalista de la sala, del apartamento entero, de colores fríos para que Kyle pudiera sentir la calidez.

-¡Cartman! –Era demasiado, el ruido en su cabeza amenazaba con hacerla explotar, sus manos se cerraron en puños, apretó los dientes, frunció el ceño, de haber podido se habría arrancado la lengua, con tal de que todas aquellas preguntas, (todas aquellas invitaciones a recordar) no salieran de su boca-. ¿Qué carajo haces aquí? – ¿Fue eso un grito? No, fue una pregunta, maldita sea.

-¿Qué parece, judío idiota? Trato de dormir –Fue su respuesta, un tanto distorsionada, porque ni siquiera se volteó, seguía con la cara presionada en el respaldo, ocultando su gran sonrisa. Judío y todo, pero no lo había olvidado. Se aguantó una carcajada. ¿Olvidarlo? Sí, claro.

Su cara se pintó de rojo, y se convenció de que era la ira, el frío y luego el calor, la calidez, la emoción, eso—eso no tenía nada que ver. Luego registró la respuesta de Cartman, (de Eric T. Cartman) que estaba ahí, acostado en su sillón (después de diecisiete años sin que ninguno de los dos supiera nada del otro) (sépase, porque así lo había decidido él (¿decidido quién?).) (¿Y eso importaba realmente?) Registró su respuesta, es lo que importa, y ahora sí, era la ira.

Intentó decir algo, pero de su boca sólo salió una especie de gruñido frustrado. ¿Cómo se supone que debía de responder a algo así? Luego, se dio cuenta de que había una pregunta mucho más importante flotando en el aire.

-¿Cómo mierda entraste? –Y la ira le dio el valor de agarrarle el hombro, de tocarlo (y seguía siendo la ira, por eso estaba teniendo escalofríos), para obligarlo a que se volteara, a que se dignara a verlo por primera vez en mucho tiempo.

Y así lo hizo Eric. Finalmente se dio la vuelta, no sólo eso, hasta se levantó del sillón y orgulloso, se dio cuenta de que seguía siendo mucho más alto que Kyle. Bueno, no tanto en realidad, a lo mucho unas cuatro pulgadas, pero eso significaba que tenía que mirar abajo, (y cómo le gustaba mirar a la gente desde arriba) y que Kyle tendría que subir la mirada para poder verlo a los ojos, especialmente ahora, que estaba tan cerca de él, justo frente a sí.

Pero a Cartman no le dio tiempo de pensar más sobre la altura de Kyle y todo lo que eso implicaba, porque Kyle retrocedió rápidamente, para luego maldecirse internamente, porque así parecía que le tenía miedo a este maldito bastardo, y oh no, para nada que era miedo (mucho menos deseo), lo que Eric le inspiraba.

Ahí sólo había enojo, en los ojos de Kyle, que se alejó porque si tenía a Eric tan cerca por más tiempo, no se aguantaría las ganas de golpearlo. Y no, no era un pretexto para tocarlo, por supuesto.

El punto es que retrocedió y que importa un carajo lo que los dos hayan pensado, porque Kyle sólo alcanzó a dar dos pasos antes de que sus piernas chocaran con la mesita tras él, que apenas le llegaba a las rodillas.

Tuvo que detenerse, pues, y quedarse ahí, a dos pasos de Eric. No iba a moverse, porque de inmediato sus miradas se habían enganchado, midiéndose. Y no fue hasta luego de unos segundos que Kyle se dio cuenta, cuenta de verdad, del peso de la situación.

Era la primera vez en diecisiete años que veía a la cara a Cartman. Se preguntó si de verdad conocía a esta persona, si el conocer a alguien y luego desaparecerlo de su vida por el mismo tiempo no equivalía a desconocerlo. Pero una vez más, eso dejó de importar, porque su cerebro volvió a la noción de que estaba viendo a la cara a Cartman. Y lucía muy diferente.

Bueno, Cartman había cambiado mucho desde que entraron a la preparatoria, al menos físicamente, pero no importaba cuántos kilos perdiera, para Kyle él seguía siendo un culo gordo, en todos los sentidos, porque verán, tal vez Cartman hoy ya no fuera tan obeso como en su niñez, pero era la clase de persona que jamás podría lucir delgada. Siempre se vería robusto con sus oh, huesos grandes.

Así pues, verlo extrañamente no gordo, no fue lo que sorprendió a Kyle. Fue su cara. Había algo diferente en ella, pero el moretón en su mejilla izquierda (¿y era eso sangre en su labio?) no tenía mucho que ver con su asombro. Era su mirada en sí, como dardos de puntería que habían dado en el blanco. Y Kyle no tenía ni idea de cómo lucirían dos dardos de puntería que habían dado en el blanco, pero sí sabía que los ojos de Eric se veían así.

También tenía la certeza de que la última vez, esos dardos no habían dado en el blanco. Y pensar que finalmente lo habían hecho le dio un escalofrío, le hizo desviar la mirada, sintiendo que si prolongaba el contacto entre sus ojos perdería su bien más preciado, cualquiera que éste fuese.

-¿Y bien? –Dijo, encontrando la ventana repentinamente interesante.

-¿Y bien, qué? –Él no dejó de mirarlo, por supuesto.

-La puerta tenía llave, no entraste por ahí, ¿o sí?

-Kyle, Kyle, me subestimas. –Hizo una pausa, y Kyle volteó a verlo, otra vez, olvidando por un segundo lo cerca que se hallaban uno del otro y, dejando por fin el orgullo de lado, se alejó. No retrocedió, eso sí, porque detrás de él estaba la mesa, sólo se hizo a un lado, que eso a veces es más difícil que retroceder y- ¿no pensaba decir más Cartman? No, al parecer no. Soltó un suspiro, o un bufido, estando con él ya no había diferencia.

-¿Qué haces aquí, Cartman? –Preguntó con una serenidad que no encajaba, especialmente cuando dijo su nombre, mientras se dirigía a la cocina, en busca de un trapo limpio.

-Nada en especial, sólo quise visitar a mi judío favorito –Respondió Eric, sus ojos siguiendo cada movimiento del otro, su boca en una amplia sonrisa-. Aprovechando que estoy de paso en la ciudad –Su voz en un tono alegre que sonaba… alegre, pues, como si no escondiera nada, y el cual hubiera hecho que Kyle desconfiara, de no haber estado ya tan saturado de cosas por sentir.

-Creí haberte dicho que desaparecieras de mi vida… -Iba a terminar con un insulto, pero no tuvo la energía, en su lugar, abrió la llave del fregadero.

-¿Desde cuándo hago todo lo que me pides, Kahl? –¡Ahí estaba, algo tramaba! Kyle rodó los ojos, por supuesto que tramaba algo, si no, ¿por qué habría aparecido en su apartamento después de tanto tiempo? Lo que sea, Kyle podía con él. Exprimió el trapo.

-¿Por qué estás aquí, Cartman? –Así pues, volvió a intentarlo, a ver si por fin Cartman podía responderle algo que fuera cierto, o al menos creíble.

Eric se sentó en la silla que había frente a la barra, y Kyle se recargó en el refrigerador, trapo en mano, brazos sobre el pecho, esperando que su mirada entrecerrada, desconfiada, le hiciera darse cuenta de que esperaba una respuesta.

Pero Eric sólo se quedó ahí, sentado, recorriendo al pelirrojo con la mirada. Ciertamente ya no estaba tan flaco como lo recordaba, y aunque eso lo hacía lucir mejor, Eric lo hubiera preferido con unos kilos menos, pero ¿quién era él para exigirle eso? Oh, muy buena pregunta, verán…

-Tan torpe como siempre, ¿no? –Dijo Kyle, con una sonrisa que le decía "culón, solía conocerte tan bien, ¿quién eres ahora?". Y caminó hacia él-. Esta vez, ¿con qué te tropezaste? -Puso una mano sobre su mandíbula, agachándose, aunque no mucho, y viró su cabeza, Cartman lo dejó limpiar su labio, luego el rabillo del ojo. Sonrió, casi cálidamente. Kyle desdobló el trapo, y lo volvió a doblar, en un cuadro uniforme. Lo pasó por el resto de su cara, y luego el cuello.

-Con una piedra, como siempre. –Kyle pretendió creerle. Mejor aún, pretendió no oírlo.

-Antes hablabas más, -empezó a desabotonar su camisa, que también tenía sangre, pequeñas manchas, por eso no las había visto-. Pero creo que prefiero no oír tu voz, -y al quitarle la camisa, se sorprendió de ver que no tenía heridas, pero sólo un poco-. ¿No trajiste abrigo?

-Sí. Está en el perchero.

Luego se besaron, y Kyle recordó que en realidad nunca le había gustado ver a los ojos a Cartman.


-Kyle, di que me odias –Demandó Eric, a su lado en la cama.

-Creí que ya lo sabías. –Fue su tranquila respuesta, ya con los ojos cerrados y volteándose para darle la espalda, dejando ver algunos moretones.

-Quiero creerlo.

-¿Derecho? ¿Por qué no me sorprende, judío de mierda? –Si era sarcasmo, Eric estaba consciente de que había puesto más resentimiento en aquello de lo que era necesario.

-Búrlate todo lo que quieras, culón. Igual me iré. –Y por supuesto, Kyle había notado que el resentimiento era porque finalmente se iba, y no pensaba mirar atrás.

Se iba de una vez por todas, y lo único que conservaría de aquel pueblo sería a Stan.