No me lucro escribiendo esta historia, y todos los derechos de los personajes y lugares que aquí reconocéis son para J. K. Rowling.

Este fic ha sido creado para los "Desafíos" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black". Lista de grises: Egocentrismo (James), humillación, odio, justicia, fidelidad y empatía.


Egocentrismo

James Potter no era el chico perfecto que todos parecían creer. No era todo virtudes como algunos hacían parecer. Tenía defectos, muchos, más de los que nadie podría imaginar. Se mostraba caballeroso, claro, pero también era capaz de humillar por aburrimiento. Era valiente, sí, tanto que podía llegar a rozar lo estúpido. Era humano por mucho que muchos lo tacharan de dios del quidditch, era perseverante y terco, y si no que se lo dijeran a Lily Evans.

Pero había algo de lo que James pecaba, muchísimo, de ego. Su egocentrismo era tal que podía ocupar toda una habitación entera. Y durante su sexto año todavía lo era más. Pero ¿cómo no hacerlo? Era hijo único, querido y mimado por sus padres; formaba parte del grupo más famoso del colegio, y además muchos lo consideraban el líder; era un as en el quidditch, recién nombrado capitán y, por si todo eso fuera poco, la población femenina del colegio (al menos la parte unineuronal de ella, que era la mayor parte) enloquecía por estar cinco segundos respirando su mismo aire.

A sus 16 años tenía lo que muchos soñaban, pero no tenía lo que él quería.

Y se escondía y se enmascaraba bajo aquella fachada de héroe invencible que solo los que no lo conocían se creían. Porque por las noches tenía miedo, porque solo tres personas conocían su lado más humano. Solo Remus, Peter y Sirius conocían lo mucho que estaba dispuesto a sacrificar para otros, que con el paso del tiempo sus defectos se pulirían y adquiriría nuevos. Porque eran ellos tres su mayor apoyo durante el curso escolar, desde que le habían dicho que sus padres estaban en el punto de mira de un loco que cada vez ganaba más y más poder. Eran ellos por más que luego viera a cierta pelirroja y corriera tras ella para recibir el tan acostumbrado no por respuesta.

El problema era que no estaba dispuesto a que nadie más viera la humanidad dentro de él, porque tenía dieciséis años y quiere divertirse, quiere seguir siendo James Sexy Potter, se lo pasa bien en su papel, y cuando ve a Snape a lo lejos y Sirius le da un golpe con el codo no lo duda ni un segundo. Se levanta y sus labios pronuncian un alto y claro Levicorpus mucho antes de que el slytherin se haya percatado de su presencia.

Venga, Quejicus ¿De qué color traes los calzoncillos hoy?

La pregunta sale de sus labios antes de pensarlo siquiera, y está tan ocupado aplaudiéndose su propia broma que no se percata de los labios fruncidos en un apartado grupo de Slytherins, ni en la mirada reprobatoria de una pelirroja que observa con desagrado y tristeza pero que, esta vez, no se mete (ya perdió demasiado el año anterior al intentarlo).

¿Qué decís, queréis que lo averigüemos?

Añade socarrón mientras escucha las afirmaciones de alguna parte del público, que parece nunca cansarse de que siempre reciba el mismo. Las risas de Sirius y Peter son las que más lo envalentonan, igual que la pequeña sonrisa en los labios de un Remus mucho más comedido.

Porque James Potter no sería él sin tener un grupo detrás aplaudiendo sus actos, no podría vivir sin miradas de admiración clavadas en él, sin los acosos y proposiciones de las chicas que lo perseguían algunas veces. Todavía faltaba para que la guerra lo golpeara realmente, para que madurara y se transformara en ese hombre que lograría poco a poco sus sueños y que, al final, los perdería por culpa de alguien que siempre había considerado un gran amigo.

A sus dieciséis años James era la definición exacta de egocentrismo.