BAKUMATSU
Por
Wing Beelezemon

Prólogo
"Kurofunes; Los Barcos Negros"

Julio, 6º año de Kaei (1853)
Ciudad de Edo

El día comenzó con el aire cubierto con una niebla blanquizca y ligera al tiempo que el sol empezaba a aparecer. No era la gran cosa considerando las neblinas gruesas que llegaban ocasionalmente desde las aguas, provocando que los ojos de los andantes no pudieran ver mucho más haya de sus narices. El aire salado del mar golpeaba con delicadeza las construcciones de la bahía prácticamente comenzando a despertar. La brisa era muy leve, tanto que de seguro ni el más efectivo velero podría surcar las aguas del todo bien ese día.

Un joven pescador se había levantado demasiado temprano esa ocasión. No era habitual salir con niebla ya que a veces resultaba peligroso. Sin embargo, él consideró que la niebla no era tan espesa como para detener su labor. Tenía la esperanza de atrapar algo fresco antes de que terminara la hora del conejo, y llevarlo al mercado más tarde. Su esposa de seguro ya se había levantado; dormía cuando él se fue. Estaba embarazada de su primer hijo y en el transcurso del embarazo se había puesto algo delicada de salud con frecuencia; eso provocaba que deseara regresar rápido a su hogar. Había pescado prácticamente toda su vida, desde que su padre lo llevaba, y su padre lo llevó a él, y su padre a él, y así había sido por generación y generación, posiblemente remontado hasta los inicios del llamado Periodo Edo, aproximadamente doscientos cincuenta años atrás.

¿Qué había pasado en Japón durante todo ese tiempo? En realidad prácticamente nada, y los líderes verdaderos del gobierno se habían encargado de eso muy bien. El Shogunato, encargado de los asuntos militares y políticos del país, había estado controlado durante esos dos siglos y medio por un linaje familiar que era conocido por todo Japón e incluso se había escuchado en el exterior: La familia Tokugawa. Los Tokugawa habían controlado el país durante todo este tiempo, ejerciendo con fuerza su régimen de aislamiento. Bajo su bandera, la presencia extranjera en el país se encontraba extremadamente limitada. Los Tokugawa restringían la presencia de los foráneos en sus tierras, protegiendo rigurosamente su influencia en el pueblo.

Ese pescador en su bote, así como la gran mayoría del pueblo de Japón, mirando hacía los años que habían pasado de su régimen creían que esa situación no cambiaría nunca; ese pescador pensaba que viviría por siempre pescando, su hijo lo haría y el hijo de su hijo lo haría. Lo que desconocía ese joven, y todos los habitantes de Edo junto con él, era que ese día toda su vida iba a cambiar…

El chico volvía de nuevo a su bote después de haberse sumergido. Había aprendido a moverse mejor en el agua que en la tierra, y eso le era muy beneficioso para su trabajo. Colocó en el bote sus presas y las admiró sonriente por un largo rato; estaba muy conforme con lo que había logrado.

De pronto, su visión divisó algo a lo lejos, algo que sobresalía. Entre todo el vapor blanco que cubría las lejanías, se comenzó a ver una sombra oscura y andante. El muchacho miró extrañado esa sombra, que más que eso parecía ser parte de la propia niebla. La sombra se elevaba a lo alto como una larga torre, una torre que poco a poco parecía caminar hacía él. La torre dentro de pronto fue acompañada por otra, y luego por dos más para hacerse cuatro. Ya en este entonces eran claro lo que veía: cuatro columnas de humo completamente negro.

- ¿Qué es eso…? – Pronunció en voz baja, intentando asimilar la imagen ante él.

Pero no era el único impresionado por tal aparición en medio del mar. En el puerto, la gente comenzaba a reunirse, atraídos por las siluetas andantes que se aproximaban con paso lento hacía ellos. Se escuchaba entre el tumulto los murmullos silenciosos, y en sus vistas se miraba el miedo...

Un jinete se abría paso a toda velocidad por las calles de Edo, provocando que todas las personas en su camino se hicieran a un lado para dejarle el camino libre, casi involuntariamente.

- ¡Abran paso!, ¡A un lado! – Gritaba con energía el hombre fornido y grueso que cabalgaba su veloz caballo castaño oscuro en dirección al centro más importante de Edo y de todo Japón; la gran fortaleza impenetrable del Castillo de Edo, recinto del gran Shogun Tokugawa.

El jinete llevaba de inmediato la noticia al Palacio, aunque lo más seguro era que ese lugar ya hubieran podido divisar a los lejos las mismas columnas de humo negro a través de la neblina. Todo Edo para ese entonces ya debería de al menos haber escuchado el eco de lo acontecido; es posible que la ciudad se sumiera en el caos dentro de poco si no actuaban rápido.

La gran puerta este del palacio se abrió para dejarle el campo libre al mensajero, que en cuanto penetró en los jardines bajó de su caballo y se dirigió a pie a su verdadero destino. Incluso en el lugar más poderoso y fuerte del Japón ya se percibía la tensión causada por la propia conmoción de la ciudad.

El mensajero de pechera roja y largo saco oscuro sobre sus hombros y peinado al estilo samurai con algunas partes de la cabeza rasurada, se hizo anunciar con respeto y espero paciente en el pasillo a que se le autorizara pasar. Los sirvientes deslizaron la puerta con delicadeza sin mirar al interior de la habitación. El mensajero entró al cuarto manteniéndose de rodillas y con la cabeza lo más posible cerca del suelo. Se aproximó hacía el centro sin cambiar su postura, y una vez colocado en ese sitio, tocó su frente con el suelo colocando sus manos delante de ella.

- Su Alteza… - Exclamó con la voz entrecortada el recién llegado.

En el lado opuesto de la habitación, hacía donde el mensajero apuntaba su cabeza, se encontraba una larga cortina oscura, detrás de la cual se ocultaba la silueta de una persona, sentada en una superficie más elevada que el suelo en el que estaba inclinado el mensajero. El hombre era de edad adulta, cabello oscuro, con un traje fino de color negro y un sobrero largo del mismo color. Delante de la cortina había otro hombre con la parte superior de la cabeza rapada, con cabello a los lados y hacía atrás de color negro.

- Su alteza… - Repitió de nuevo el recién llegado, intentando comunicar lo sucedido con su cabeza apuntando en dirección a aquel que estaba del otro lado de la cortina.

La preocupación y la agitación se hacia notar de inmediato en su voz. A simple vista se notaba que no le era posible articular correctamente las palabras, o intentaba hallar la manera correcta de transmitirlas. Inconscientemente el mensajero alzó ligeramente la mirada, no muy separa del suelo, pero lo suficiente para que en la periferia de su vista se encontrara la cortina del fondo.

- En la Bahía… en la Bahía de la ciudad…

La expresión de ambos hombres se mutó de golpe, mientras el mensajero les informaba a duras penas aquella aterradora imagen que se había posado justo frente a la ciudad a una hora tan temprana de la mañana…

Los tres navíos de guerra eran completamente negros y enormes, más grande que cualquier embarcación que Japón hubiera visto. Cada uno tenía una larga y alta chimenea de la que había surgido una larga columna de humo oscuro a su llegada, lo cual había anunciado su presencia desde antes de los barcos fueran visibles. Pero ahora los barcos permanecían quietos, y la columna de humo se había esfumado. Los buques se quedaron ahí en el agua, totalmente quietos por largo rato, como vigilando desde su posición la tierra a lo lejos.

Estos eran cuatro poderosos navíos de guerra que ondeaban en sus mástiles la bandera resplandeciente de franjas rojas y blancas, el cuadro azul en la esquina superior izquierda y treinta y un estrellas blancas exactamente. Los cuatro bajo el mando de un sólo hombre, aquel hombre que viaja en aquella que tiene grabado en su casco el nombre de Mississippi.

Sentado en el escritorio de su camarote privado, ese hombre estaba tranquilo, leyendo un pequeño libro cuyas páginas eran alumbradas por la luz de una vela, y por la escasa luz matutina que apenas comenzaba a asomarse. El hombre era de apariencia madura, posiblemente ya en los cincuenta o posiblemente sesenta años, de cabello castaño oscuro, con patillas ligeramente pobladas y cejas delgadas, de rostro blanco con algunas arrugas, ojos pequeños y oscuros, y una boca que conformaba una larga y aguda mueca. Vestía un traje de color azul oscuro, hombreras y botones dorados, y guantes blancos en ambas manos. Había estado en ese lugar desde la media noche, simplemente aguardando. Sintió que los barcos se detuvieron hace algún tiempo, y sólo esperaba que vinieran a avisarle lo que había estado esperando.

Como si su sólo pensamiento pudiera hacer ese deseo realidad, alguien de pronto llama a la puerta del camarote y luego ésta se abre. La persona del otro lado es un chico, joven, vistiendo un uniforme militar también oscuro, pero menos decorado que el del hombre en el escritorio. El joven se para con firmeza frente al escritorio y saluda al hombre a la forma militar de occidente, con su mano recta en su frente.

- Commodore Perry, we have seen land already. Comodoro Perry, ya hemos divisado tierra. – Exclamó con firmeza el recién llegado.

El militar de al parecer más alto rango que el chico, no volteó a verlo mientras él pronunciaba esas palabras. Unos segundos después de haber recibido tal noticia, cerró con delicadeza el libro que leía y se puso de pie; el mensajero permaneció y seguía aún en la misma posición frente al escritorio, sin mover ni un solo músculo. Caminó hacía la ventana del camarote y asomó sus ojos por él, Entre toda la espesa niebla y la oscuridad de la madrugada, comenzaba a divisarse la orilla cercana, que poco a poco era alumbrada por el Sol…

- Well… Bien…. – Exclamó el hombre con seriedad mientras admiraba el exterior. – So, this is the Land of the Rising Sun… Así que ésta es la Tierra del Sol Naciente…

Un brillo de satisfacción se divisaba en sus ojos, aunque su mueca no cambiaba en lo más mínimo su forma.

- ¡¿Naves extranjeras en la Bahía?! – Exclamó con energía el hombre sentado frente a la cortina, con sus ojos prácticamente llenos de miedo. – ¡¿Justo frente a la ciudad?!

¿Naves de extranjeros ubicados frente a la Bahía de la Gran Ciudad de Edo? ¿Cómo podría ser esto posible? Lo que por tantos tiempo el Shogunato temió al fin se hizo realidad: los occidentales llegaban ante su ciudad, con su poderoso poder militar, como no hace muchos años habían llegado a China…

El hombre oculto detrás de la cortina palideció de golpe en cuanto escuchó esas palabras pronunciadas por el mensajero. La sola imagen de lo que un evento como ese podría desencadenar llenó su rostro de horror, y le arrebató la fuerza a todo su cuerpo. Su vista se perdió, sus manos temblaron y su cuerpo casi se desvanecía en el suelo… Su país se convertiría en otra China, controlada por los occidentales, manejada por ellos y envenenada por ellos…

- Por fin ha ocurrido…- Pronunció en voz baja el hombre mayor, segundos antes de caer de golpe al suelo como si nada.

- ¡Su alteza! – Se sobresaltó tanto la persona de más rango como el mensajero al ver caer a ese ser tan importante para el Japón.

El hombre mayor había caído inconsciente, y con ello la barrera que su familia había puesto alrededor del Japón durante más de dos siglos…

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En julio del 6º año del Periodo Kaei, aconteció un momento que sería recordado por las gentes del Japón durante muchos años. Durante ese verano, una flota conformada por cuatro navíos de guerra bajo la bandera del recién formado país de Estados Unidos, apareció en la Bahía de la ciudad de Edo, justo frente a las puertas de la gran ciudad del Shogun Tokugawa. La flota era dirigida por el Comodoro Mathew C. Perry de la Naval Americana, y su misión era lograr lo que por doscientos cincuenta años la familia Tokugawa había hecho imposible: la apertura del Japón al comercio con el exterior.

La presencia de esta flota amenazante sacudió a la gente del Japón, la cual había vivido detrás de la muralla impenetrable del Shogunato durante más de dos siglos. Tal fue su impresión, que nombraron a los barcos de Perry con el nombre de "Kurofune", los navíos negros que representaban el progreso y la tecnología que Japón ni siquiera había llegado a soñar. Incluso el propio Shogun Tokugawa Ieyoshi cayó enfermo de pronto al escuchar la noticia de la presencia de los extranjeros en el puerto.

Poco a poco este evento comenzó a cambiar el rumbo de la historia, acercando cada vez más a Japón hacía la era del… Bakumatsu…

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El comodoro vestido de azul de nombre Perry y varios de sus hombres ya se encontraban con sus pies puestos en el puerto de Uraga, recibidos por los funcionarios que venían en nombre del Shogun. La población civil se mantenía alejada de tal encuentro histórico, la mayoría mantenida a raya por la guardia de la ciudad. Sin embargo, a pesar de ello, varios lograban divisar desde su posición la presencia de esos hombres de afuera, hombre del exterior, seres extraños como espíritus de otro mundo; eso era muy aproximado a lo que ellos veían en esos extranjeros.

Entre el público presente se murmuraban comentarios, ideas, y hasta maldiciones, miedos y preocupaciones. Eran horribles las ideas que cruzaban las cabezas de las personas en esos momentos, ideas llenas de miedo y confusión, de duda sobre lo que pasaría en el futuro. Ese sentimiento perduraría por muchos años después de ese evento único, sentimiento que provocaría muchos percances, muertes y sufrimientos…

Sin embargo, había algunos que miraron en ese entonces la presencia de esos extranjeros con unos ojos diferentes. Parado entre la gente del puerto que miraba en dirección a los hombres uniformados, aguardaba un chico alto, de edad que de seguro no rebasaba los veinte años, de cabello largo en un curioso tono entre negro y verde oscuro, largo hasta la mitad de su espalda. El chico no resaltaba de los otros, no llamaba la atención siquiera; a simple vista era otro observador al igual que todos los demás. Pero este observador en particular no era como los otros; era algo "diferente"…

El chico observó por largo rato la silueta del comodoro extranjero y de los hombres que hablaban con él. Después de un tiempo volvió su vista, centrando sus profundos ojos de tono púrpura en los increíbles barcos de guerra parados en el puerto. Eran realmente diferentes, hasta "especiales". Estando ahí en el agua frente a ellos, parecían monstruos marinos y oscuros, aguardando el momento adecuado para atacarlos. Pero ese muchacho los veía con cierta curiosidad, hasta cierto punto "admiración"…

- Así que esos son los Kurofune, eh… - Menciona para sí mismo al tiempo que observa tales objetos tan maravillosos para él.

Una sonrisa de satisfacción se dibujó lentamente en su semblante, como una pintura hecha para proyectar lo que surgía en sus adentros. En ese entonces era difícil de predecir la presencia que esos barcos o ese comodoro extranjero ocasionarían en Japón, y mucho menos la participación que ese chico de cabello verdoso tendría en ello. Sin embargo, esa persona ya en esos momentos hacía que las sombras de tiempo futuros danzaran en su mente, ilustrando poco a poco esa imagen a la forma de una hermosa escena interpretada sobre un escenario.

- "Creo que el momento que he esperado está acerca…" – Pensaba el muchacho sin cambiar la forma de su expresión. Lentamente alzó su rostro al cielo, admirando el sol de la mañana. – "El momento de que el telón principal se abra…"

FIN DEL PRÓLOGO

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Notas del Autor:

Y con este pequeño Prólogo da inicio lo que será uno de mis trabajos más ambiciosos y que de seguro llamará la atención de muchos. Ésta será una historia más de mi larga saga de Fanfics basados en un principio en la serie de "Rurouni Kenshin" pero que ahora abarca muchas otras series. Como su título lo indica, esta historia se basa en la época del Bakumatsu o Bakumatsu no Douran, un nombre que los fans de "Rurouni Kenshin" de seguro conocerán bien. Está época abarca más o menos de 1853 a 1868 en la historia del Japón, y es de hecho toda esa época la que esta historia va a intentar abarcar, lo que la hace un fic muy ambicioso.

Como mencioné, originalmente esta saga abarcaba principal la serie de "Rurouni Kenshin", y hasta ahora contiene las historias de "La Saga de Osaka", "La Última Redención", "La Espada Asesina" y "Hacedor de Paz", pero claro la historia total abarcará mucho más que eso. Pero ahora las historias tomaran cosas de otras series de temática similar. Particularmente esta historia será un multicrossover de diferentes series, incluyendo principalmente "Rurouni Kenshi", "Peace Maker Kurogane", "Shura no Toki", "Bakumatsu Kikansetsu Irohanihoheto", e indirectamente tendrá relación con otras series como "Inuyasha", "Card Captor Sakura" y "Kidou Shinsengumi Moeyo Ken", y claro datos históricos verdadero de la historia Japonesa, China y hasta Mundial del siglo XIX. De ante mano anuncio que no es necesario haber visto NINGUNA de estas series, ni una sola, para poder leer este fanfic y comprenderlo a la perfección, ni tampoco saber de la historia Japonesa. Esta historia está diseñada para que cualquiera pueda leerla (a excepción de algunas escenas de sangre, violencia o algunas cosas que no la hacen apta para todo el público. Aunque para comprenderla y apreciarla por completo, si recomendaría haberlas visto, pero de no ser así no habría ningún problema para leer esta fic.

También aprovecho para avisar que lo ocurrido en mi fics pasado ("La Espada Asesina"), será introducido en este fic para adaptarlo a la línea temporal de mi saga, y que mi fic titulado "Hacedor de Paz" va a ser descontinuado. Lo ocurrido en los primeros 5 capítulos serán también introducidos en este fic y aquí se continuará.

La verdad es que considerando la temática, la estructura y las series y personajes involucrados, es posible que esta historia en cierto punto se haga algo enredosa o confusa. Sin embargo, intentaré hacerle lo más clara posible. Igualmente si alguien tiene cualquier duda o pregunta sobre lo ocurrido, puede enviarme un mensaje a mi correo electrónico y con gusto se lo contestaré.

Sólo me queda agradecer a los lectores de mi saga por su apoyo, y deseo que esta nueva historia sea de su agrado, porque de ésta partirán todas las partes que siguen después de ésta. En otras palabras, éste es el punto de salida de todo lo que sigue.

Atte.
Wing beelezemon – Wingzemon X
"The Last Power of This Revolution…"

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