¡Hoooolaaaaa!

Me encanta estar de vuelta para escribir sobre mi pareja favorita y compartir lo que tengo con ustedes :D

Me gusta pensar que los capítulos que estaré publicando se sitúan después de los acontecimientos que escribí en mi primera historia "Las Aventuras de Jinxy". Sin embargo, siéntanse libres de omitirla y si no la han leído no se apuren, les aclararé las cosas en la medida de lo necesario. También quiero decirles que intentaré actualizar cada semana (igual que en mi fic anterior) así que no se preocupen porque definitivamente terminaré este proyecto. Lo prometo, por la garrita.

También, lamento que este fic sea categoría M. Tenía planeado que fuera T pero las cosas se salieron de control (como verán en el capítulo de confesiones) y consideré necesario cambiarlo. De igual forma, si algunas situaciones o el lenguaje usado les incomoda, les pido perdón desde ya.

Y ya por último, sólo informarles que esta historia participa en el reto 26 situaciones del foro Torre de los Titanes, así que habrá sólo 26 capítulos demasiado pequeños pero que espero que les gusten tanto como a mí me gustó escribirlos :D

Fue todo, disfruten el show...


Feliz cumpleaños, Jinx

Una situación incómoda

–Y no olvides comprar galletitas – dijo Wally antes de colgarle.

Jinx sintió que su cara se ponía colorada y que de las orejas le salía humo. Estaba muy enojada con Wally. ¡El muy idiota se había atrevido a entrar a su departamento otra vez! Pero no era eso lo que la sacaba de sus casillas, sino el hecho de que estuviera leyendo su diario. ¡Lo odiaba! El chico–más–tonto–con–vida había tenido el descaro de decírselo y por teléfono porque sabía que sólo así Jinx sería incapaz de hacerle daño hasta que implorara piedad. Y por si no fuera suficiente, la traía como si fuera su asistente, ordenándole que comprara sodas y frituras para ver películas esa noche.

Mientras hacía fila para llegar a la caja del supermercado, un producto en venta le llamó mucho la atención. Sonrió con malicia, tomó el empaque de condones y lo agregó a su carrito de compras, así como unas esposas que encontró, de regreso, en otro pasillo y una cosa rara que parecía algo para aplastar moscas pero que le llenó la cabeza de ideas de venganza y sufrimiento para su novio.

–Te haré arrepentirte, querido Wally – dijo, sin querer, en voz alta.

La vieja que atendía la caja registradora la miró perpleja componiendo una cara de horror y Jinx tan sólo dejó escapar un gruñido.

«Ni que no hubieras tenido por lo menos diez hijos, anciana decrépita» pensó con enfado y se dirigió a su departamento.

Lo cierto era que Wally y ella jamás habían tenido relaciones sexuales, y ya era hora de empezar. Aparte, todo el enojo que llevaba en aquél momento le serviría perfectamente para canalizarlo en energía al momento de tirar a Wally sobre su cama.

¡JA! Lo que le esperaba al muy bobo. Ya aprendería lo que significaba meterse con una mortífera y poderosa hechicera como ella.

Corrió y prácticamente voló hasta su departamento. Conforme se acercaba se iba sintiendo más y más prendida con tan sólo imaginar los ardientes besos de Wally recorriendo todo su cuerpo, o fantaseaba con pasar sus dedos sobre su marcado abdomen que ya tantas veces había observado, o soñaba con tocar ese trasero tan firme del que a veces no podía apartar la mirada, o sentir dentro de ella su…

Entonces, por fin llegó al edificio. Subió desesperadamente los siete pisos que hacían falta, sintiéndose cada vez más y más acalorada. Incluso, ya se le había pasado el enojo. Y también el hambre. Al diablo la cena y las películas, aquella noche disfrutarían de otro tipo de placeres.

Abrió la puerta de su apartamento con desesperación y al entrar la cerró de golpe. Intentó prender la luz de la entrada pero no lo logró, como si no hubiera electricidad ahí dentro.

«Bien, lo haremos con velas. Mejor» pensó sonriendo de lado.

Mientras avanzaba por el pasillo arrojó la bolsa con las cosas del mandado al suelo y comenzó a desvestirse.

–¿Wally, dónde estás? – preguntó en voz alta. Su novio le había dicho que estaba ahí, ¿o quizá habría salido?

De cualquier forma, siguió avanzando a tientas, al tiempo que se quitaba también las botas, las pantimedias y la falda.

–¡Estoy por aquí! – escuchó la voz de su novio al otro lado del departamento.

Jinx se quitó el suéter y la blusa, quedando tan sólo en ropa interior. También se soltó el cabello y lo sintió caer detrás de su espalda.

–¿Dónde?

–En el comedor – esta vez, su voz se escuchó más cerca.

Jinx se sacó las bragas y se desabrochó el brassier. Se dejó el collar que siempre traía puesto porque sintió que le hacía ver más sexy.

–Wally, estoy harta de esperar. Necesito sentirte dentro de mí. Ahora mismo – Jinx avanzó hasta el comedor.

–¿Perdón? – escuchaba su voz muy cerca pero no lograba verlo. ¡Estaba todo muy oscuro!

–Voy a amarrarte y te haré sufrir.

–Jinxy, ¿qué…?

–¡Quiero tener sexo salvaje contigo! – entonces Jinx llegó al comedor y consiguió encender la luz.

Frente a ella una decena de titanes soltaron un gritito ahogado y la miraron con los ojos abiertos de par en par. Cyborg se puso rojo. Robin apartó la mirada. Raven arqueó una ceja. Starfire impidió a Chico Bestia seguir viendo. Speedy… – no, ¿por qué ese tonto estaba ahí? – Speedy se lamió los labios. Aqualad contuvo una sonrisita. Bumblebee la barrió con la mirada. Más y Menos se taparon mutuamente los ojos. Argent se cubrió la boca. Jinx casi se desmaya.

Sobre ellos había un letrero que decía: "¡FELIZ CUMPLEAÑOS!".

Tan sólo Wally sonreía encantado y algo sonrojado.

Todo ocurrió en menos de un segundo. Jinx gritó, se tapó el cuerpo y corrió a refugiarse a la cocina. ¿¡Cómo demonios había olvidado que aquél día era su cumpleaños!?

Oyó las risas incómodas de algunos titanes.

–Hey, ¿podemos hacer un trío? – sugirió el pervertido de Speedy.

Wally corrió detrás de ella y le ofreció su ropa que había dejado tirada por toda la casa.

–Felices diecisiete, Jinx – dijo, mostrando una sonrisa traviesa de lado a lado. Jinx se la arrebató de las manos a modo de respuesta –. Por cierto, lo del sexo salvaje sigue en pie, ¿verdad? Puedo echarlos a la calle si tú me lo pides.

–¡TE ODIO!