Esta es mi primera historia de Sailor Moon ( la cual me encanta)
Es un Mundo Alterno.. Hacía tiempo que llevaba esta idea en mi cabeza y quería subirla. Hasta ahora se me dio... Espero sea de agrado.

Los personajes son de Naoko Takeuchi.


-¿Casarme?-

-Si, C-A-S-A-R-T-E-

-Pero ¿Porque?-

-Tu madre esta muerta y por lo tanto yo tengo tu custodia.

-Soy mayor de edad-

-El testamento de tu madre, dice claramente que no recibirás nada de nada hasta los 21 y querida, faltan meses para ello.

-Solo 3 meses-

-Por lo tanto te casaras en un mes. Porque lo digo yo. ¿Entiendes?

Serena pestañeó y se aparto muy lejos de su tío. No vio ninguna señal de que estuviera mintiendo en su insulso rostro, que, sin embargo, sí parecía extrañamente ¿Feliz?. Creyó que estaría todo bien desde la "supuesta muerte" de su madre, porque claro ella no creía en absoluto tal confirmación tonta lo sentía en su corazón en su alma, su madre aun vivía . Pero su apuesto y gallardo tío Malachite Shitennou, no pensaba lo mismo.

Notó una punzada de angustia, y era estremecedor tan solo pensar en casarse. En realidad, le importaba poco lo que su tío hiciera con su vida. Pero lo que más la desconcertaba era que no la tomaron en cuenta o mas bien no le preguntaron su aceptaba ello o no. Malachite seguían adelante los preparativos de la boda, la cual, apenas se acababa de enterar. Si su madre había muerto, era de suponer que la herencia de él pasaría a ella cuando tuviera cumplido los 21, mas había una clausula, hasta cumplir los 21 su tío Malachite administraría el dinero, cada negocio, también decía que ella debía cumplir las ordenes de su tío y si no las acataba, Malachite heredaría todo lo de su hermano. Acaso ¿su tío tenía que ver con la muerte de su madre? ¿Ya lo tenía todo planeado? Porque el que estuviera desaparecido no significaba nada, el que no hayan encontrado su cuerpo no decía nada. Un momento después su prima, por parte de su madre, le reveló que estaba pensando lo mismo.

-Pero ¿porque una boda?-La delgada figura de Mina temblaba más a medida que aumentaba su
enfado, estaba en contra de casar a su prima así por así.

-Los invitados están llegando- un sirviente hizo presencia en la pequeña discusión

-Puedes irte-

-Tío, no puedo casarme con un hombre al cual no conozco.

-Por supuesto que no puedes, querida prima. -Mina puso brevemente su pequeña y suave mano sobre la mano delicada de su prima.

-Entonces hay que detener los preparativos. -Serena frunció el ceño. La repentina decisión de su tío la desconcertaba.

-Mi pequeña niña- podía sentir el malestar de Malachite- el acuerdo al que llegué con mi buen amigo el señor Diamante Blackmoon, fue que te casarías con el. Deberías estar agradecida que el hombre a aceptado tenerte como su esposa. Él es un hombre muy respetuoso y rico. Entablarían bien. Además ya estas llegando a la edad de adulta y formar una familia

-Y eso sera con el hombre al cual elija por mi misma.

-Sí, es cierto. Era, pero ahora, naturalmente yo estoy a tu cargo. El que tu madre este muerta, no significa que debas guardar luto para siempre.

-Entonces, ¿estás diciendo que ahora me voy a casar con ese tal Diamante, solo porque tu eres mi tutor? -No daba
crédito a lo que parecía estar diciendo su tío.

-¡Por Dios, no! Diamante te había visto mucho años atrás y quedo prendado de tu belleza y vino a mi, para pedir tu mano, la cual, claro, le di.

Se le pasó por la cabeza que, o bien pesaba una maldición sobre su familia, o era ella la que estaba maldita.

-Entonces, ¿me voy a casar?

-Sí, sí vas a hacerlo. Ha heredado el legado de su familia, Diamante esta ansioso por verte. Con él es con quien te vas a casar en un mes. Creo que ya conoces a ese hombre.

Muchos eran los que admiraban la memoria de Serena. Era rápida y muy exacta, y guardaba clara y precisamente los detalles más pequeños. Recordó, y la imagen que se le vino a la cabeza no le produjo alegría alguna fue todo lo contrario, estaba asqueada por ese hombre. Si no hubiera sido bendecida con una memoria tan prodigiosa, Diamante Blackmoon no habría permanecido en su recuerdo más que unos segundos. Aquel hombre había estado toda la vida haciendo maldades, ella lo sabía muy bien e incluso los rumores de él por la alta sociedad, siempre tratando de hacerse conocedor por su riqueza y su reputación. Y lo mismo le ocurría con su tío, un hombre bastante desagradable, que ejercía un control total sobre ella, tan solo por ser su tutor.

-Sí, lo conozco. Pero ¿no es poco respetuoso que me case con este hombre cuando mi madre apenas acaba de fallecer?

-Bueno... tu madre murió hace ya algún tiempo. Tres años exactamente. Estaba lejos, viajando en su yate y por eso no pudieron llamarte para que acudieras a su lado, cuando encontraron al "Luna de plata" y ni un rastro de él.

No pudieron, o no quisieron llamarme, pensó ella.

-¿Y qué fue del primer oficial, Artemis, quien estaba gravemente herido, al que nunca vi?

-Ya te lo dije, hija. Murió en el hospital. No quisiera ser cruel, pero no era el hombre para decirte lo que paso, Serena. Estoy seguro que con Diamante te irá mejor, olvidaras tus penas.

...

Su trabajo no era agradable cuando debía ir a la gran oficina o como el y su hermano le llamaban.. "La oficina del Diablo", no era un insulto y mucho menos burla, en realidad el hombre dentro de esa oficina parecía a ese ser tenebroso.

Quedo en estupor cuando estuvo frente a la puerta. No quería saber el sermón del día y tampoco quería que le preguntaran sobre la estadía de su hermano, quien en esos momentos lo quería encontrar y golpear por dejarlo solo con ese ser. Tres golpes secos dio a la puerta y espero a que hablaran.

-Adelante- no era la voz que presentía iba a escuchar, era otra. Su padre ya había vuelto de su viaje y el viejo, su abuelo, no lo torturaría mas.

Entro a la oficina, de paredes blancas, con un librero lleno de libros, de los cuales la mayoría había leído y le parecían aburridos. Su padre, hombre de una cabellera negra y un poco larga, se encontraba detrás del escritorio, hablando por teléfono. Su semblante calmado y serio, le dieron a entender que la llamada era de trabajo. Aunque su padre siempre era serio.

Sin embargo esa sonrisa misteriosa que dio de pronto le hizo estremecer, alguien se estaba metiendo con fuego.

-Comprendo. Veré el testamento, tranquila, estoy seguro que algo se le habrá pasado por alto, señorita Tsukino.- la sonrisa misteriosa no se borraba.

Y él no quería enterarse de nada. Prefería no informarse. Además de también preferir irse ya de la oficina e ir a descansar o buscar a su hermano, quien seguro estaría en ese lugar tan "tranquilo".

-Le recomiendo tomar precauciones. Escuche señorita Tsukino...- guardo silencio unos segundos- heredaste el carácter de tu madre. Esta bien... pronto te llamare o me llamaras- corrigió con rapidez... - estoy ansioso por leer ese testamento. Hasta pronto, señorita Tsukino.

La sonrisa se borro en pocos segundos. Había algo que le causo curiosidad, ahora que lo pensó bien... el apellido Tsukino le parecía conocido.

-Siéntate Hijo- tomo la silla frente a él... - Kudai me ha estado fastidiando toda esta semana y ahora que he vuelto, me ha planteado algo que él considera oportuno ahora.

-¿Que?-en medio de esa gran oficina, en medio de su padre y el gran preámbulo solo esperaba lo peor, su abuelo era terco cuando se proponía algo.

-Tienes 25 y deberías pensar en buscar una prometida-

No era posible equivocarse sobre la propuesta e irrevocabilidad de las palabras. Su abuelo estaba hablando enserio cuando se lo propuso dos semanas atrás, él no le había creído, pero el viejo estaba hablando enserio.

-¿Una prometida?-

-Kudai quiere que madures. - ¿Acaso no lo había echo? Le observo en silencio, Darien Chiba se sobrecogió con la situación de ahora. Había empleado su aprendizaje en su carrera en el trabajo, le gustaba porque no lo negaba, enfrentando casos, ganándolos y algunos perdidos. Pero siempre trabajando a su modo y por mas que su padre fuera su jefe, el lo hacía a su modo y lo habían dejado hacerlo desde hacía un años y medio atrás. ¿entonces porque Kudai se estaba entrometiendo en su vida? Su abuelo tenia un poder inimaginable cuando se trataba de manejar a las personas, incluso su familia.

Ahora se encontraba contemplando a su padre, no sabiendo si podría dar su opinión o lo obligarían. Pregunto con bastante calma:

-¿Es enserio?

Su padre apago la luz de la lampara de su escritorio. Pronto darían las 6 y volvería a su casa, como todos los trabajadores. Darien se percato de la hora también, quería ir a su casa y olvidar todo. Ambos eran profesionales y debían discutir esto, ahora.

Su padre se echo atrás en la silla, aguardo un momento, pensando en lo dicho de su padre, eligiendo quien tenía la última decisión ¿Su hijo, su padre?

-Si, enserio. Puede que Kudai tenga razón. Además, tu hermano Seiya ya esta comprometido y lo ve mas maduro.

Maldita sea pensó todo es por Seiya y su prometida.

-¿Y si no quiero casarme?

-¿Que razón hay para impedir que un hombre sea libre hasta encontrar a la mujer de su vida?

Darien sonrió. Su padre quizás le entendía, el quería ser libre, y si encontraba a esa mujer que hiciera latir su corazón a mil por hora y lo volviera loco, entonces pensaría en casarse. Por el momento no.

-Sin embargo te pido que dejes de estar con una chica cada noche. Somos Chiba y tenemos una reputación. Quizás seis meses o doce como máximo, sin buscar chicas para pasar la noche.

-Es una elección dura- no lo era. Porque no le importaba las chicas que pasaron por su cama cuando estaba aburrido, era un casanova y le gustaba, pero su esa era la razón por la cual su abuelo pedía que el se comprometiera rápido, entonces lo dejaría para conservar su libertad.

-Tienes que hacerla. Kudai, esta buscando candidatas, para encontrar a la mejor para ti.

-Comprendo- Mamoru relajo un poco los músculos, su padre tenía razón su hijo se estaba volviendo un resucitado Casanova y no quería encontrarse un día con una linda sorpresa de parte de una de sus tantas. Su hijo era inteligente, dueño de si. Sobreviviría a estar sin chicas en su cama.

La voz tranquila y seca de Darien interrumpió sus pensamientos.

-He pensado en esto y creo que lo haré. Puedo sobrevivir un año de celibato, además así el abuelo me dejaría de acosar con eso de la prometida, lo cual pronto hará.

-Muy buena decisión, Darien.

Darien esbozo una sonrisa.

-Haré mas ejercicio.

-Que gran consuelo- Mamoru sonrió, su hijo podía proponerse las cosas y hacerlas, claro si el y su padre se lo ponían en una situación cual no quería. -Bien, es hora de regresar a casa. Tengo un testamento que leer.

-Mamá se enojara si llevas trabajo a casa.- Darien sonrió divertido.

-Si- suspiro sabiendo - pero este testamento en verdad es importante. Muy importante.

No pregunto nada mas. Padre e hijo se despidieron. Cada uno tomando un rumbo diferente. Mamoru hacía su hogar junto a su esposa y Darien hacía aquel lugar donde su amigo tenía buena distracción.

...

Todo le parecía una mal broma hecha por el destino, ¿acaso en su otra vida había sido una asesina? ¿una ladrona? ¿bruja?. Su vida se estaba convirtiendo en reglas que debía seguir en todo momento, no le interesaba ser de la alta sociedad. Menos si debía comportarse bien con ese hombre, al cual no quería conocer. Ella no quería matrimonio arreglado.

Cerró los ojos con fuerzas dejándose caer en el sofá, inhalo y exhalo el aire varias veces para tranquilizarse y pensar con calma. Si entraba en pánico no lograría nada. Necesitaba encontrar una solución a su problema, el compromiso con Diamante, es hombre adulto de 35 años y ella de solo 20 con 9 meses, aun no había descubierto cosas, ni explorado lugares del mundo. Quería libertad, felicidad, alegría y no podía experimentar nada de eso porque la casa donde vivía era una jaula de oro, siempre custodiada por tanto personal de seguridad que le ganarían a la casa blanca. Su tío Malachite la tenía encerrada, como prisionera.

Sumida en sus pensamientos, no escucho ni vio a la persona que entro en esos momentos, con sigilo llego hasta el sofá en el cual se encontraba ella, dejándose caer y sobresaltándola y gritando de susto. El miedo había recorrido toda su espina dorsal, enchinándose la piel.

-Tranquila soy yo

Había pensado que su tío le había llevado al dichoso prometido. Y quizás todo empeoraba con saber que la fiesta que daba su "queridisimo tío" era para dar a conocer su compromiso. Aunque claro la fiesta no era para ello, solo era una mas de las que se daba su tío ahora que manejaba el dinero.

Por mas que intento no sobresaltarla fallo. Había perdido el color de su piel y su respiración era agitada. Miro al hombre de la par. Cabello negro, ojos azul, no alto cuerpo normal y un rostro tranquilo. Suspiro aliviada, tirándose sobre él para abrazarlo.

-Zafiro- susurro sobre su pecho.

-Ese mismo, pequeña- una sonrisa le dedico para relajar el ambiente-¿Creías era él? ¿Mi hermano?- asintió leve, tenia miedo ser encerrada hasta la fecha de la boda.- Yo tampoco estoy de acuerdo con este asunto Serena, pero mi hermano esta encaprichado.

-Lo se-

-Señorita Serena, su tío ha mandado a decirle, Que debe prepararse para la fiesta, en cualquier momento vendrá su prometido- así como el sirviente llego, se fue.

-Debo terminar de arreglarme- la tristeza salía en su esplendor. Zafiro medio sonrió.

-Sabes que cuentas conmigo para lo que desees. Siempre.

-Gracias Zafiro.

Serena entró como un huracán en su habitación y dio un tremendo portazo. Se echó en la cama y soltó una catarata de maldiciones. De su boca delicada, tantas veces elogiada por sus pretendientes, empezaron a salir todos los virulentos insultos que conocía. Cuando se le acabaron los que se sabía, empezó a inventarse improperios nuevos.

La puerta de su habitación se abrió suavemente sonrió a su prima Mina cuando ésta asomó la cara con cautela.

-¿Ya estás lista? -Mina entró en la habitación lentamente y cerró con cuidado la puerta tras de sí. Malachite lee había prohibido ir a verla.

-Sí, ya estoy preparada. Acabo de maldecir a todos y especial mente a Diamante y Malachite. Al terminar, pensé en lo que pasaría si tuviera una poderes y poder escapar de todo esto.-Se rió.

-A veces creo que deberías las ideas vienen cuando uno habla. -Sonriendo ligeramente, Mina se sentó en la cama junto a ella.

-Debes de ser la mejor prima de toda la región. Me has dado tremenda idea.-

-No, Serena. Yo no he diho nada- Mina se hizo la desentendida. Serena trató de parecer inocente, pero de inmediato supo que no lo había logrado. Su prima le leía el pensamiento.

-No me atrevería a decir tal mentira, tu nunca me inducirías a hacer algo malo-murmuró.

-Ya. ¿Que vestido usaras?- Mina cambió la conversación al escuchar pasos dirigirse hacía la habitación donde estaban. Era seguro que Malachite quería comprobar que le hiciera caso

-Debemos hacerlo. Después de todo, es mi fiesta de compromiso. -Serena no se movió. Miraba el vestido con un aire pícaro.

Mina suspiró. Serena era hermosa, incluso cuando hacía pucheros, pero no era una persona presumida. Mina sentía que su prima merecía algo mejor que ese matrimonio arrelgado por Malchite. En realidad, lo que pensaba era
que a una chica como ella debería permitírselo que escogiera a su pareja, que se casara por amor. Eso hubiera querido su tía Selene.

Serena no sólo era bella de cuerpo, sino también de espíritu. Mientras los enormes y brillantes ojos celeste, la perfección del rostro y la figura ágil y sensual podían dejar a un hombre sin aliento, su corazón amoroso era capaz de suavizar incluso al hombre más duro y cínico del mundo. Al igual ella, Serena veía su belleza como un regalo de Dios.

Una hora paso y desde el balcón de su habitación, ambas jóvenes veían a los invitados llegar. Mina observaba la entrada, Serena tenía la mirada perdida hacía el cielo. Si su madre estuviera allí, no permitiría que esto llegase a suceder. Pero ya tenía una idea.

-¿Mina?- llamo a su prima quien no dejaba de sonreír.

-No pienso perderme el rostro de Malachite- le dijo divertida, alejándose del balcón. -Saludamelos, hace tiempo que no los veo.

Conocía a su prima y no necesitaba que le contara su plan, ella ya lo sabía.

-Gracias, Mina-

-Nunca estuve aquí. No te vi desde la reunión en el despacho de Malachite. Cuídate Serena.

Mina salió de su habitación. Serena se concentro mas. Cuando vio el automóvil, de quien pronto sería su futuro prometido, supo que debía actuar ya. Conocía la casa como la palma de su mano y sabía pronto irían por ella para anunciar ese tonto compromiso.

Con su vestido negro strapless llegandole arriba de la rodillas, su cabello ahora tomado en una cola alta y sus zapatos en mano, salió por el balcón. Teniendo cuidado de no resbalarse por la pared, ni por la orilla de estas. Tuvo mucho equilibrio. Llego a la orilla de la pared que la separaba del mundo, brincando hacía una rama del árbol mas cercano, bajo hasta tocar el suelo. Dentro podía escuchar gritos de un hombre enfurecido.

Malachite ya se ha dado cuenta pensó. Se calzo sus zapatos, las personas de seguridad ya pronto saldrían de la gran mansión y ella debía desaparecer pronto. Aunque hubo algo que le falto para el escape, una capa para taparse y pasar desapercibida. Ya no podía regresar, salió corriendo, pronto viendo la esquina de la calle de esa residenciales. De la nada una capa negra, larga, apareció en la esquina. No dudo en tomarla y sonrió al ver al dueño de esa capa.

-Yo no he visto nada- esos ojos azules se veían divertido.

-Gracias, Zafiro- susurro. Se oculto bajo la capa y no paro de correr hasta sentirse ya lejos de su casa y salir de las residenciales.

Cogió un taxi. Dando la dirección, cual, apesar de 3 años no saber de ellos, aun recordaba. Su corazón latía agitado, había escapado de las garras de su tío Malachite. Además el abogado de su madre, a la cual sabía aun vivía, le ayudaría a salir de esa situación.

15 minutos fue lo que tardo en llegar al lugar. Pago al taxista y al salir volteo a todos lados, ningún guardia la había seguido, se sentía tranquila mas no tanto. Aun debía encontrar un lugar donde pasara desapercibida para Malachite y Diamante.

Frente a ella estaba un gran local, con letras grande. Night Club Dance... Neptuno ese lugar era su salvación. El dueño de ello le ayudaría.

Pero ¿como entraría?

Había una puerta trasera, donde vio entrar a un grupo de mujeres. Ella debía meterse ahí y esperaba que nadie la detuviera. Contuvo la respiración cuando el grandulon de seguridad la vio, mas este no la detuvo. Suspiro aliviada. Ahora a buscar a su entrañable amigo.

La música no estaba tan alta, había muchos hombres, de eso no había duda, en la tarima una mujer bailaba. Cruzo esa parte para entrar a la segunda mitad, en la cual abundaban las mujeres y en la tarima un hombre se quitaba los pantalones. Un pequeño rubor se deslizo en sus mejillas. Al fondo había una escalera, la cual dirigía a la segunda planta y habían mas personas bebiendo y viendo el espectáculo. A la par de esa escaleras había otra que conducía hacía abajo. al llegar noto una puerta medio abierta, quizás esa puerta daba al dueño y esperaba fuera así.

Bajo los escalones con suavidad, estaba preocupada no podía equivocarse de lugar. La puerta medio abierta dejaba salir la luz de la habitación, se tapo mas el rostro y su cabello. Ella no podía correr riesgos. Con mucho cuidado y suavidad abrió mas la puerta.

La habitación era grande. Pintada de color hueso, un escritorio, una mesa de centro un conjunto de sillones. Una pequeña barra con licor. Algunos cuadros y una fotografía mediana de dos personas. Detrás del escritorio, sentado dándole la espalda a la puerta, se encontraba una persona, colgando la cabeza hacía atrás, quizás mirando el techo, mas con los ojos cerrados.

-¿Señor Tenoh?- quería comprobar si era él.

-¿Quien es?- el nombrado, volteo la silla, preguntándose ¿quien era esa mujer debajo de la capa negra?

-¿Haruka Tenoh?- volvió a preguntar para confirmar.

-Soy yo- escucho un suspiro de alivió. Frunció el ceño.

No había cambiado mucho, su cabellera rubia aun estaba corta y esos ojos azules... como le gustaban.

-¿Quien eres?- se levanto de la silla rodeando el escritorio para estar frente a esa mujer. Tenía el presentimiento de que quizás la conociera, pero no creía.

-Haruka- ¿había sido un sollozo?- soy yo.

La capa se deslizo hasta caer al suelo. Sorprendiéndose por la figura frente a él.

-¿Cabeza de bombón? - sus ojos se cristalizaron, cuanto extrañaba ese apelativo. No pudo resistirse mas, se lanzó a los brazos del hombre, quien era su amigo desde mucho tiempo.

-Haruka- se aferraba a él, para no sentir que era un sueño.

-Cabeza de bombón... ¿Donde te habías metido?- la abrazo con felicidad. El rayo de luz de alegría volvía a ella.

-Haruka .. los chicos te buscan para un brindis y ...- acallo sus demás palabras. La joven esta sorprendida al ver a la mujer abrazando a su novio. Pero no paso tanto tiempo en tardar en reconocer a esa mujer- ¿Serena?

Serena despego su rostro del pecho de Haruka, para ver a su otra amiga.- Hola, Michiru.

-Ves Michiru, sabía que Cabeza de bombón volvería a vernos-

Serena recordó porque estaba ahí, porque llego buscando a sus viejos amigos. -Michiru, Haruka... necesito ayuda.

-¿Serena que pasa?- Michiru rodeo sus hombros para saber lo que pasaba.

-Escape de casa y Malachite me esta buscando. Si... sino lo hacía. Me obligaría a casarme. Y no quiero. Ayúdenme.. por favor.

La pareja, quedo perpleja. Hacía tres años atrás, desde que se supo la muerte de Selene Tsukino, que no supieron mas de Serena. Con un rumor se enteraron que Malachite, su tío por parte de padre, quedo como tutor de ella y quien estaba al poder de la herencia de ella. Desde que supieron la noticia, no volvieron a ver a su amiga. La habían aislado, le había dicho Mina Aino, la prima de Serena. Habían cortado comunicación por culpa de Malachite.

Pero ahora, no dejarían pasara algo así. Nadie podía obligar a su Cabeza de bombón a casarse por la fuerza.

-Te ayudaremos cabeza de bombón. Tranquila-