Era curioso como los días de otoño parecían ser más cálidos que los de verano. Quizás era el mismo frío de la ciudad que te obligaba a buscar un calor interior.
Las gotas que la suave llovizna de hace un momento había dejado, se encontraban reposando sobre el cristal. Algunas competían en una carrera cada que el auto se encontraba en marcha, pero al final siempre se unían por el mismo trayecto que habían dejado las anteriores y se convertían en una gran gota, después, caían al suelo.
Yo iba sentada en la parte de atrás mientras que mamá manejaba; porque aunque solo fuéramos nosotras dos, a papá le pertenecía el asiento del copiloto y a Hanabi y a mí el espacio trasero. Eran nuestros lugares asignados silenciosamente.
—Es salsa barbecue. —
— ¿Eh? —
—Sí, la que hizo tu tía para bañar las costillas en el cumpleaños del abuelo. Justamente de la que le advertí a Hanabi no manchar su abrigo porque era difícil de quitar, y por un demonio, el blanco; Justamente fue el abrigo blanco el que se manchó. — Sentenció mi madre con un deje de molestia en su voz, deteniéndose al ver la luz roja del semáforo.
—Oh… — dije de manera ausente mientras trazaba figuras imaginarias con mi dedo sobre la ventana, que a diferencia del parabrisas, no se dibujaban ya que el cristal no estaba empañado.
El camino transcurrió en calma hasta llegar a nuestro destino. Si bien mi madre no era precisamente callada, ella estaba metida en sus propios asuntos. Lo sabía porque de vez en cuando miraba de reojo al abrigo que ahora ocupaba el asiento de mi padre y fruncía el ceño, denotando la incomodidad que le causaba la pequeña mancha de salsa. No había presión para entablar una conversación.
Una vez apagado el motor mi madre tomó el abrigo y salió del auto, las ráfagas del viento movían su corto cabello sin delicadeza. Era lacio y negro azulado, como el mío, solo que ella lo llevaba a la altura de la barbilla; su corte la hacía verse más estilizada y la combinación que hacía con su nariz respingona y sus largas pestañas hacían que pareciera una parisina, jovial y elegante.
—Vamos cariño—dijo después de abrirme la puerta con un poco de esfuerzo, llevaba el abrigo debajo de su brazo derecho y las llaves del auto y un café que había comprado de paso en Starbucks en su mano izquierda. Bajé del auto y me dirigí hacía la tintorería, no sin antes acomodar mi falda del instituto y subir una de mis calcetas que se había deslizado hasta media pantorrilla.
Si bien el establecimiento era algo viejo y olía a humedad mezclada con vapor caliente, era al que siempre asistía mamá; siempre que papá le insistía en ir a un lugar "con más clase", ella le reprendía diciéndole que ninguna de las lujosas tintorerías que le había recomendado quitaba una mancha de vino tinto como lo hacían ahí. Al igual que siempre, mamá tenía razón, y no sólo porque era mamá.
Después de dejar el abrigo, salimos de la tienda, topándonos de nuevo con la baja temperatura. Si bien aún no comenzaba a nevar, podía ver mi aliento haciéndose visible en pequeñas nubes de vapor.
Mamá caminó un tramo de la acera hacia la derecha, para tirar su envase del café en la basura. Me sonrió tiernamente y me hizo una seña para que la siguiera. Caminamos unos metros hasta la esquina y se detuvo enfrente de una panadería.
—Tu padre dice que no es como el pan que compramos en le petit château, pero yo te puedo decir que es igual, o mejor. —dijo mi madre sonriente y luego empujo con su menudo cuerpo la pesada puerta del lugar.
Lo primero que mi nariz captó fue el olor a pan recién horneado y un leve toque dulce en el ambiente. El lugar era más bien grande y sin mucha decoración, las paredes estaban pintadas de azul tenue con algunas manchas de humedad y agujeros que había dejado la pintura al desprenderse.
Observé el pan, estaba agrupado en diferentes estantes dependiendo del tipo que fuera. Estaban los panecillos dulces, el pan de miga blanco, de semillas y con orégano, las galletas y los bocadillos preparados. Me acerqué al estante del pan dulce y me incliné hacia dos roles de canela que yacían un poco solitarios en una bandeja, dejando que su aroma invadiera mis fosas nasales.
— ¿Te agradan los roles? —la sonrisa de felicidad que me había dejado el dulce aroma se esfumó con la misma rapidez en la que la sangre subía a mis mejillas. Alguien me había visto oler esos roles descaradamente como si fuese un animal a punto de degustar a su presa, igual a los que pasan en los documentales de Animal Planet.
Me limité a girarme asustada, encontrándome con un chico de cabello castaño y piel bronceada que me sonreía amablemente con la bandeja de roles recién salidos del horno en su mano derecha. Me hice a un lado inmediatamente y el colocó los nuevos roles que le iban a hacer compañía a aquellos dos solitarios de antes; me sentí feliz por ellos aunque solo se tratara de dos piezas de pan inanimadas.
El chico me sonrió con la bandeja vacía en la mano, ésta vez mostraba su dentadura. Sus colmillos eran muy afilados, parecidos a los de algún feroz animal también perteneciente a los documentales de Animal Planet.
Le sonreí de forma genuina, inicialmente no lo hice precisamente para corresponder el gesto; internamente me estaba riendo de lo vergonzoso que habría sido si alguien pudiese escuchar mis extraños pensamientos.
—Si quieres tomar algo, puedes hacerlo con aquellas bandejas y pinzas de allá. —señaló dichos artefactos con la cabeza.
—…Gracias. —
Suspiré, soltar esa pequeña palabra me había costado más de lo planeado.
Caminé despacio entre la gente que había allí, era tanta que se podía comparar a la sensación de asfixia de los baños públicos de mujeres en el festival de verano. Era inevitable para mi sentirme pequeña y un poco insignificante; soy asustadiza, un tanto gallina y no hago mucha presencia. Aunque a veces pueden ser puntos a favor (o eso dice Hanabi).
Tomé la bandeja y las pinzas metálicas, ahora podía ir a capturar a mis pequeñas víctimas de canela y glaseado. Miré a mamá hasta que volteó hacia mí dirección, ella estaba del otro lado de la tienda escogiendo algunas galletas, seguro para tomar con café en la cena.
— ¿Quieres que escoja los panecillos de Hana y papá? —gesticulé desde mi sitio, sin emitir sonido.
— ¿Hana quiere patatas? —leí de sus labios. Tenía una expresión confusa
Negué.
—Papá, Hanabi…panecillos. —
Mamá sonrió avergonzada al comprender la oración original y asintió. Señaló una repisa.
—Tarta… durazno para papá. Macarrones para Hanabi. —
Asentí sonriendo en complicidad con mamá, a papá no le gustaba el azúcar. Pero hacía una excepción especial con el durazno.
Elegí todo cuidadosamente y me formé en la fila. Había bastantes personas delante de mí, incluyendo a mamá que estaba a unos cinco sitios de pasar a la caja.
Observé la bandeja. Una tarta de durazno, tres caracolas con crema pastelera, dos roles de canela y una cajita con cuatro macarrones de pistache, adornada con un listón rosado.
El listón era un lindo detalle, ciertamente un punto a favor. ¿Pero qué hay de que todos estén rellenos de pasta de pistache? Si yo pudiera armar los paquetes, los armaría combinados; dos de pistache y dos de frambuesa, o dos de pistache, uno de frambuesa y uno de trufa blanca de vainilla. Pero eso sí, de menta y chocolate nada; esos me revuelven el estómago.
El ambiente creado por los tenues murmullos de conversación de los clientes fue interrumpido por un gran estruendo. Algunas bandejas yacían tiradas y se escuchaba el ruido de más cosas impactando con el suelo.
— ¡Konohamaru! ¡Udon! —
Había tanta gente amontonada que no conseguía ver nada.
La clientela abrió paso dejando ver a dos pequeños persiguiéndose. Uno aventándole cualquier cosa que se encontrara a la mano al otro, que se protegía con una bandeja.
Primero rodearon a un hombre un tanto robusto y después se escondieron entre las faldas de otra clienta. Después de lanzarse galletas de avena, magdalenas y rodear a unas cuantas personas más, ahora venían en mi dirección.
Oh…
Antes de poder siquiera escapar o protegerme, el chiquillo de los lentes se escondió tras de mí y el otro le lanzó una pinza. No exactamente a él, me golpeó a mí, pero sé que esa no era la intención.
Los chicos siguieron su persecución y yo sentí mi mejilla adormecerse; la cubrí con mi mano buscando aliviar el dolor.
— ¡Ustedes, pequeñas ratas de alcantarilla!—exclamó el chico de antes, el de los colmillos lindos, mientras los levantaba del cuello de la camiseta. Después de una disculpa general y una amplia sonrisa de vergüenza, se volvió a la cocina forcejeando con los niños y cerró la puerta detrás de él.
Los clientes volvieron a sus asuntos y todo regresó a la normalidad. La tarta de durazno, los roles y todo lo demás se había caído junto con la charola. Los macarrones se hicieron pedazos y la jalea de la tarta se embarró en el suelo. Habían pisado una caracola, sacándole el relleno.
— ¡Oh linda! ¿Te encuentras bien? —
Mamá apartó mi mano de mi mejilla e hizo una expresión de terror.
— ¿Luce tan mal? —pregunté preocupada. Saqué mi teléfono del bolsillo del abrigo y vi mi reflejo en la pantalla bloqueada. Me alegré de que el gran moretón color negro que había imaginado no estuviese ahí, en su lugar había un pequeño raspón y mi pómulo estaba enrojecido.
Nada que no se pueda arreglar con una bandita.
— ¿Te duele? —presionó con su dedo índice.
Gemí. Me dolía.
— ¡Lo siento cariño!... debí haber permanecido contigo. —dijo mamá y me acarició el hombro suavemente en forma de consuelo. —Todo lo que llevabas quedó en el suelo. —
—Era la última tarta de durazno. Ahora tendremos que llevar la de cerezas. —
— ¿La última? que desgracia. Pero ni hablar de cerezas, la vez anterior tu papá se atoró con el tallo de una y creyó que iba a morir, así que ahora las evita. Llevemos croissants en su lugar. —
Dijo, pero ninguna se movió. Sé que ambas pensábamos en que se iba a hacer respecto al pan que yacía en el suelo. Digo, ¿tendríamos que pagarlo o se quedaría a cuenta de ellos? Al final de todo no es como si hubiera sido mi culpa… sinceramente era una lástima que se hubieran desperdiciado. Se veían como si tuvieran más dedicación invertida que lo que les ponían de azúcar.
— ¡Señora Hyuga! Mis más sinceras disculpas. —exclamó de repente éste chico que parecía sacado de un cuento de hadas.
Me miró con curiosidad, así que aparté la mirada para que no supiera que yo lo había estado observando antes. Era tan guapo que de seguro todas las chicas lo miraban de esa forma.
Y no quería verme como todas las otras chicas. Bueno, si lo analizábamos a detalle, prácticamente lo estaba siendo en ese momento. Pero es solo porque me tomó desprevenida.
—Es mi hija mayor, su nombre es Hinata—
Miró a mamá y después me miró a mí. Abrí la boca un par de veces sin encontrar que decir, más él se adelantó.
—Hinata, siento todo lo que…—
Su disculpa se vio interrumpida cuando pisó la jalea de durazno. Levantó su pie y miró la suela con desagrado.
— ¡Los mataré! ¡Los mataré y después los haré en empanadas! —exclamó para sí mismo, cubriéndose la cara con las dos manos y después deslizándolas por sus mejillas.
Y así sin más se dirigió hacia la cocina. Empujó la puerta y antes de adentrarse se volvió hacia nosotras.
—No se preocupen por el pan, vuelvan a tomarlo de las repisas. Los macarrones van por parte de la casa. —
Abrí los ojos, pero me pesaban. Decidí dar una vuelta en la cama y acurrucarme más en las cobijas, pero poco a poco los sonidos del entorno se iban haciendo más claros.
Me puse boca abajo y tantee debajo de la almohada para ver si estaba mi teléfono. La presión que se había instalado en mi pecho desapareció en cuanto reconocí su silueta rectangular de entre las sábanas. Saqué mi brazo de la almohada y lo estiré débilmente, dejándolo colgar a un costado de la cama.
Se escuchó el abrir y cerrar de la puerta principal y el resonar de los tacones de mamá por el pasillo.
Fruncí el ceño e intenté recuperar la inconsciencia.
No pongas atención, sigue durmiendo. El edredón está suavecito y las sábanas son las de algodón, las frescas, no las de poliéster que son roñosas.
Froté mis pies uno con el otro, me había puesto mis calcetines favoritos, los que no daban picazón, eran lisos y delgados, pero calentaban bien. Sonreí e inspiré profundamente.
No había dormido tan bien durante toda la semana, los exámenes me traían loca.
…Exámenes.
El corazón me latió a mil y abrí los ojos desmesuradamente. Pateé las cobijas hasta quedar libre de ellas y me puse de pie torpemente. El cambio de temperatura y la luz me terminó de despabilar.
La luz. No se supone que haya luz a las seis de la mañana.
Mi respiración se volvió agitada y busqué desesperadamente mi celular debajo de la almohada. No estaba ahí.
Tiré de las sábanas y las sacudí hasta que salió volando al suelo. Lo tomé, se me resbaló de la mano, lo recogí de nuevo. Me quité el cabello de la cara y pulse el botón de bloqueo.
Eran las nueve con veintitrés. Sentí que se me iba la vida junto con el examen de matemáticas que había perdido.
Me senté en la cama con cuidado y me quedé viendo a un punto fijo en la nada. En mi rostro se formó lentamente una mueca de angustia conforme los pensamientos iban pasando.
Perdí el examen.
Se iba a promediar en cero. Exámenes finales solo se presentaban el día asignado.
Asuma me odiaría. Iba a pensar que lo hice para tener más tiempo de prepararme.
Quizá me hagan repetir semestre. Me atrasaran un semestre entero.
Sollozo.
Todos se graduaran juntos. Menos yo.
Sollozo.
Mis nuevos compañeros me verán como la inadaptada que repitió. Y va a quedar en mi expediente.
Sollozo.
…Voy a terminar trabajando en una local perteneciente a una cadena de pollo frito.
Levanté la mirada, Hanabi estaba de pie frente a mí y la puerta estaba abierta. Mis ojos se inundaron de lágrimas.
— ¡N-no quiero trabajar en Kentucky Fried Chicken! —Lloriqueé en voz alta.
Hanabi extrañada arqueó una ceja y volteó a ver a mamá que estaba recuperando el aliento en el marco de mi puerta.
— ¡¿Qué está pasando?! ¿Por qué llora? — se dirigió a Hanabi preocupada.
—No sé. —
Mamá se acuclilló en el suelo para quedar a mi altura y me abrazó.
— No me de-desperté y…y… ¡perdí el examen de ma-matemáticas! —Expliqué entre sollozos mientras hundía mi nariz en su cuello.
—Hija, no…—
— ¡Me harán repetir curso! ¡N-no podré ir a la universidad por ésta mancha en mi expediente! —
—Hinata…—
— ¡Al final terminaré trabajando vendiendo pollos en Kentucky! —
Mamá estalló en carcajadas y yo la miré mal. ¡No estaba tomando en serio mi futuro!
— ¡Oh por Dios Hinata! ¡Es solo un examen! —dijo entre carcajadas y tomó aire antes de continuar.-No trabajaras en Kentucky, tu padre y yo te vamos a apoyar siempre.-
Sorbí mi nariz y la calidez que me hicieron sentir las palabras de mamá hizo que mí vista de nuevo se nublara por las lágrimas.
— ¡Pero me siento mal! ¡Nunca he perdido un examen! Aparte, ¡no quiero ser una carga para ustedes! —Mi voz se quebró en la última oración.
— Oh cariño, nada de eso. —mamá me sonrió y apartó un mechón húmedo de lágrimas que se había pegado a mi mejilla. —Aparte no entiendo que examen perdiste, si hoy no tienes clases. —
¿Qué?
No puede ser que hubiera hecho tanto drama sin fijarme siquiera en el día ¿verdad?
Tomé el teléfono y presioné el botón de bloqueo con mis manos temblorosas. Esperé ver que marcara sábado en la fecha para poder retirarme e ir a enterrar mi cabeza en un hoyo como un avestruz; pero para mi sorpresa, era miércoles.
— ¿No te dijo Hanabi? Cancelaron las clases por el mal tiempo, echa un vistazo. —
Me giré y vi sobre mi hombro en dirección a la ventana. Las ramas del árbol que crecía afuera estaban cubiertas por una fina capa de hielo y el cielo estaba adornado con nubes grises. Llovía mucho y el silbido del viento parecía burlarse de mí.
— Y bien, asunto arreglado. —sentenció mamá mientras se incorporaba. Sacudió las arrugas de su falda y me besó en la frente. —Apresúrate y baja a desayunar. —
Sonrió y yo asentí mirando hacia al suelo. Mis mejillas sonrojadas por la vergüenza se ocultaron con mi flequillo.
Estaba secándome el cabello después de darme una ducha caliente cuando mi teléfono empezó a vibrar constantemente. Salí del baño y arrojé la toalla en el sillón, tomé el móvil de la mesita de noche y me eché en la cama.
"*Pizza is eternal: Ino Y: chicas estoy aburrida :( ¿por qué no vienen a casa a ver pelis?
*Pizza is eternal: Karin: Consíguete un novio para que te divierta.
*Pizza is eternal: Sakura H: Ino, es peligroso. Si cancelaron las clases es por algo.
*Pizza is eternal: Ino Y: Oh por favor Sakura, ya no está lloviendo, es solo un poco de hielo. Ya se compuso
*Pizza is eternal: Ino Y: Además de que no hemos salido por los exámenes.
*Pizza is eternal: Karin: No es eso, es que Sakura no quiere que se le arruine el planchado.
*Pizza is eternal: Sakura H: Muy graciosas. Está bien, ¿a qué hora?
*Pizza is eternal: Ino Y: a las cinco. O por ahí. Bueno, de cinco en adelante.
*Pizza is eternal: Hinata H: Voy a preguntar si puedo ir, quizá papá no me pueda llevar por el trabajo :( a mamá no le gusta manejar con hielo.
*Pizza is eternal: Sakura H: No te preocupes, yo paso por ti Hina :)
*Pizza is eternal: Karin: Bien, nos vemos. Dejen de escribir, el timbre de los mensajes me desespera.
*Pizza is eternal: Ino Y: Pues cámbialo, duh.
*Pizza is eternal: Karin: Un puto mensaje más y cuando llegue a tu casa te destruyo el móvil."
Me puse un suéter beige amplio, unas mallas negras térmicas, una bufanda a juego con las mallas y botas a juego con el suéter. Peiné mi cabello en una cola de caballo y tomé mi teléfono y mi billetera.
En cuanto vi el auto de la madre de Sakura desde la ventana, baje las escaleras y me despedí de mamá y de Hanabi, que insistió en ir conmigo hasta que escuchó que pasarían "High School Musical" en Disney y decidió quedarse.
El recorrido a casa de Ino fue tranquilo. Sakura conectó su teléfono al estéreo del auto y amenizó el viaje con un poco de música. A ella le gusta la música en coreano así que ésta vez no pude hacerle segunda cantando.
Al llegar, Ino nos recibió a ambas con un abrazo entusiasta. Subimos a su habitación, dónde Karin nos esperaba también. Nos sentamos en la alfombra y pusimos una charola con dip de queso, guacamole y salsa para acompañar unos nachos.
-Chicas, sé que tenemos planeado ver películas pero antes, en serio, tienen que ver ésto.- Ino levantó un poco su cuerpo del suelo para sacar algo del bolso trasero de sus jeans.
Nos extendió cuatro papeles rectangulares, estampados en azul y negro. Sakura se los arrebató tan rápido que no pude ver lo que decían.
-¡Cerda del mal! ¡¿Cómo lo hiciste?!-
— Tengo mis contactos, frentona. — Ino guiñó maliciosamente.
-¿Qué es?-
— Hinata, haré como que no escuché eso—respondió Karin—Son pues, nada más y nada menos que los pases para la fiesta de fraternidad de Kappa Psi Lambda, de la Universidad Konoha.
Fiesta. Bien, la palabra fiesta y mi nombre no se llevaban muy bien, mi padre también lo creía. Lo mismo con la palabra universitarios y fraternidad.
— Oh—
— ¡Qué entusiasta! —
— ¡Oh! —enfaticé, para darle gusto a Ino. Se rió.
— ¿Pero qué me voy a poner? — Preguntó Sakura. Pensé que se vería muy bonita con un vestido negro; sus ojos siempre se ven más llamativos con ropa oscura.
— Vestido negro. Y si usas tus extensiones para el cabello, será un extra bastante acertado. — Le sonreí, asintió.
— Gracias Hina. Karin, tú deberías ponerte los pantalones de cuero negros de aquella vez y la ombliguera de hombros caídos, se ven bien en ti. —
— Es verdad, así no me tengo que poner un vestido todo marica. Ino se vería cool con el vestido verde militar y las botas negras de tiras entrecruzadas. —
—Yo me veo sexy con todo, pero ¿saben que sería más sexy? —
— ¿Qué? —contestamos las tres la interrogante de Ino, al unísono.
— Que Hinata fuera; porque vaya, sabemos que no tiene planeado ir. Y que se arreglara para una fiesta, nunca la hemos visto de esa manera. Me refiero a algo un poco más sensual que lo que pues, suele usar. —
Me cayó como balde de agua fría. No es que no quisiera ir del todo, si no que mi padre nunca me daría permiso.
— Mi padre nunca me dará permiso. —
Y aparte, no estoy hecha para algo "sensual".
— Y aparte, lo sensual no es para mí. —
Karin, Sakura e Ino suspiraron en derrota. Ino pareció tener una idea fugaz, pero rápidamente volvió a su semblante pensante.
— ¿Y si dices que vas a pasar la noche en casa de Sakura y te vas de escapada? —Propuso Karin sin prestar mucha atención al asunto, se divertía dibujando con su dedo en la alfombra de terciopelo.
— No puedo mentirle a mis padres Kari, no soy buena para eso. Con la culpa seguro que no disfrutaría la fiesta. —
— Ya veo. —
— ¿Y si yo le llamo a tu mamá y le hago la invitación formal para que te quedes en casa a dormir? Le paso a mi mamá y toda la cosa; así no tendrías que mentirle tú. —
— No quiero meter a tu mamá en problemas Saku. Aparte, si se enteran apuesto a que no me dejan volver a visitarte. —Rechacé sutilmente la propuesta.
— La mamá de Sakura es genial, ella te va a ayudar a que salga perfecto. Ella me ayudó una vez que fui a una discoteca a escondidas. —
— Qué horror Ino, no cuentes eso, Hinata va a pensar que mi madre es una liberal. —
— No es que sea liberal, es que es ge-ni-al. Ya quisiera yo tenerla para salir con ella de fiesta, pero en su lugar, mi madre es una aburrida como tú. Y aparte de eso, también tiene en común contigo que se la pasa viendo novelas coreanas. —
— Doramas, cerda. —Corrigió Sakura mientras sumergía el borde de su nacho en guacamole.
— A ver, ya. Hinata, de verdad no va a pasar nada, es una simple fiesta. Tú no bebes alcohol, no fumas, no te drogas ni te enrollas con tipos o eres promiscua; si no haces nada malo, ¿por qué no ir a disfrutar sanamente? —preguntó Karin, a lo que Sakura e Ino asintieron mientras comían. — El plan de la madre de Sakura irá bien. En cuanto a los tipos ni te preocupes, se te acerca algún loco y mi hermano le da una paliza. —
— ¿Irá Sasori?-Pregunté. Sakura desvió la mirada e Ino abrió los ojos desmesuradamente, en señal de alerta. —Es verdad. ¡Lo siento! —
— No te preocupes Hina. —Me dijo Sakura con una sonrisa amable.
—Corrijo, ¿Irá Cosa Dos? —
— Cosa Dos pertenece a la fraternidad, seguro que va —respondió Ino.
— Por eso me arreglaré muy bien y le restregaré en la cara de lo que se perdió. —Sakura hizo ademanes de grandeza y echó su cabello hacia atrás, con mucho estilo.
Sonreí, mi amiga ojiverde ya no estaba más triste, sólo que le era incómodo hablar de él, supongo.
— Nunca me haré a la idea de que saliste con el cretino de mi hermano. —Comentó Karin burlonamente.
— Bueno ya ¿no? —
Pasamos toda la tarde viendo películas hasta más o menos las ocho y media de la noche. Al otro día tendríamos el examen que habían cancelado, así que regresamos a casa a buena hora.
La mamá de Sakura hizo el favor de dejarme en mi hogar, pues los Haruno viven a unas cuantas calles de ahí. Al llegar cené un sándwich de pavo con queso derretido y me fui a dormir, asegurándome que ésta vez sí escuchase la alarma, y así poder borrar de mi futuro a Kentucky Fried Chicken.
Sonó el despertador con aquél chirrido horrendo y estruendoso que tiene. Lo apagué de inmediato.
No había podido pegar ojo después de que desperté a las tres de la mañana. Me había carcomido toda la madrugada el hecho de que no sabía cómo efectuar una simple gráfica de parábola, pues olvidé repasar algunos temas de menor complejidad por enfocarme estudiando los más difíciles.
Miré al techo, sentí que mis ojos estaban más abiertos y tensos de lo normal. Cada vez que parpadeaba los sentía cansinos y entumidos. Realmente no soy una persona que sufra de insomnio, pero realmente me sentía ansiosa.
Sabía que en un rato más iba a estar muriendo de sueño y tentativamente de frío. Había comenzado a nevar alrededor de las cuatro y quince y ni siquiera quería pararme de la cama para ir al baño, mucho menos pensar en bajarme la ropa pues la sensación de la taza fría con mis pompis, me daba escalofríos. Hipotética y literalmente.
Me escurrí lentamente debajo de mis cobijas y saqué mi pierna, pero el choque de temperatura me hizo arrepentirme. Decidí enrollarme en ellas como si fuese un taco y me fui directamente al baño.
Ajusté la temperatura del agua antes que cualquier cosa, como dicen, mujer precavida vale por dos. Me senté sobre la taza del inodoro y contemplé el vacío unos cuantos minutos, hasta que el vapor proveniente de la ducha me despabiló.
Con un movimiento rápido, me deshice de mi armadura de mantas y las deposité en el cesto de la ropa, me desnudé y tomé una ducha bien caliente.
Después de ponerme el uniforme y cepillarme el cabello, desayuné un sándwich de espinacas, aguacate y queso a la parrilla, acompañado de un jugo de naranja y fresa. A Hanabi le hice unos panqueques y un licuado, al cual le eché unas vitaminas efervescentes de contrabando.
-Hina, ¿Me trenzarías el cabello?-
Hanabi me había extendido un peine y unas ligas. Más que una petición lo sentí como una orden sutilmente disfrazada.
A media trenza francesa, escuché el resonar característico de los tacones de mamá por el pasillo. Entró a la cocina y se sirvió una taza de café expresso bien caliente, sin azúcar, pues de otro no toma.
— Cinco minutos y nos vamos jovencitas. —Sentenció después de beberse el café de un trago. Mamá había estudiado medicina, por lo que tomar café como si fuese agua era normal para ella.
Hanabi y yo nos cepillamos los dientes y bajamos de inmediato. Me coloqué un abrigo grueso encima del uniforme, un gorro y mis guantes. Hoy no hacía tanto frío para las orejeras; bueno, a mi consideración nunca hacía tanto frío para las orejeras, me daba algo de vergüenza usarlas.
Dejamos a Hanabi en la primaria y después mi madre me dejó en el colegio antes de ir a su consultorio. A lo lejos visualicé una mochila roja con un llavero de conejito rosa, perteneciente a Sakura. Era la única manera de localizarla cuando hacía frío, pues entre su gorro, orejeras y bufanda gigante, el cabello rosa llamativo quedaba oculto entre mil capas de trapos.
La primera mitad del día transcurrió normalmente; el examen fue complejo, pero estudiar me ayudó bastante (eso y que no vino nada sobre parábolas). Me considero, fervientemente, un auténtico y real fracaso para los números, así que me conformo con la satisfacción de haber realizado un buen trabajo, fruto de mi esfuerzo.
La última clase del día, gimnasia, se había cancelado pues el auto del profesor se había atascado en la nieve. Aproveché el tiempo libre y fui a la cafetería a comprar un rol de canela glaseado y un chocolate caliente.
Me senté en una mesa para poder comer tranquila y saqué mi teléfono del bolsillo del abrigo. La pantalla de bloqueo estaba inundada de mensajes.
"*Pizza is eternal: Sakura H: Niñas, no viene Gai, se atoró en su leotardo verde.
*Pizza is eternal: Sakura H: Digo, en la nieve.
*Pizza is eternal: Karin: Excelente. Por mi bien incluso si muere, así no tendríamos gimnasia nunca más en la puta vida.
*Pizza is eternal: Ino Y: Qué salvaje, no me sorprende.
*Pizza is eternal: Ino Y: Karin y yo tampoco tenemos ésta hora ¿no? Según yo, hoy compartimos gimnasia con ustedes.
*Pizza is eternal: Karin: Así es Peggy.
*Pizza is eternal: Sakura H: Así es Peggy x2.
*Pizza is eternal: Ino Y: Zorras.
Ino Y. ha cambiado el asunto del grupo de "Pizza is eternal" a "Operación Kappa Psi Lambda"
*Operación Kappa Psi Lambda: Ino Y: Hay que aprovechar el tiempo. Aún hay mucho que planear para mañana en la noche.
*Operación Kappa Psi Lambda: Sakura H: Es verdad, hay que ver como secuestrar a Hinata.
*Operación Kappa Psi Lambda: Karin: Yo estoy en la sala de estudio. No hay ni un alma por acá, vengan y lo hablamos aquí.
*Operación Kappa Psi Lambda: Ino Y: Más bien no te quieres mover.
*Operación Kappa Psi Lambda: Karin: Para ser rubia eres muy lista.
*Operación Kappa Psi Lambda: Ino Y: Para ser una zanahoria, tú también. A esto, ¿Y Hinata? No ha leído los mensajes.
*Operación Kappa Psi Lambda: Karin: Hinata, contesta.
*Operación Kappa Psi Lambda: Sakura H: Hinata, contesta.
*Operación Kappa Psi Lambda: Ino: Hinata.
*Operación Kappa Psi Lambda: Karin: Hinataaaa.
*Operación Kappa Psi Lambda: Karin: Hinatatatatat…
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Suspiré. Mis amigas estaban locas.
Me terminé el rol de un bocado y llevé el chocolate en mano con intención de beberlo después. Me dirigí a la sala de estudio a paso rápido, por lo que llegué en un par de minutos.
— Llegó el rey de roma—pronunció Karin. Hoy llevaba el cabello sujetado porque estaba usando orejeras, eran negras y esponjosas. Se veía tan bonita que reconsideré usar las mías, pero hay que ser realistas. Karin es la flamante Karin, yo soy, pues Hinata.
— Bien, éste es el plan—
Ino sacó un libro rosa de su bolso y lo abrió frente a nosotras. Había muchas fotos, recortes y apuntes, con todas las i escritas con corazones en vez de puntos; definitivamente, era el legendario y único "Libro planificador" de Ino. Inmediatamente supe que ya no iba a aceptar un no por respuesta.
— Primera de tres etapas: La mentira perfecta—señaló el primer punto, acompañado de un recorte de un teléfono, una foto mía y una de Sakura. —Frentona, tú llamarás a la madre de Hinata hoy, a las 6 pm en punto. Es la hora perfecta pues la comida ya pasó y se acerca la hora de la cena. ¿Ya sabes bien lo que dirás? —
—Sí, cerdita. —
—Bien. Después de la llamada, los padres de Hinata naturalmente irán a dejarla a tu casa, para cerciorarse que todo está en orden. Es la naturaleza sobreprotectora que poseen. —Suspiré, era cierto. Me sentí algo avergonzada.
—Ahí tu mamá los despedirá y Hinata entrará, lo que nos lleva a concluir nuestro primer paso. — Ino dibujó un asterisco rosa a un lado de una foto de la señora Haruno. —Debemos recordar que tu madre es un punto clave. —
—Mi madre está más emocionada por ésto que yo. Así que no habrá problema con ella, créeme. —Sakura rodó los ojos y le dio un sorbo a mi chocolate caliente.
—Perfecto. Una vez teniendo al sujeto en territorio seguro, iniciará la Segunda etapa: Cambio de look. Básicamente convertiremos a un helado de vainilla sencillo pero con mucho potencial, en un Banana Split. Karin, para eso necesito que lleves tus herramientas de belleza. —
—Suena como si fuéramos a construir algo. —
—Y lo haremos. —Respondió Ino con una gran sonrisa. No me hundí más en mi asiento porque no se podía.
Ino pasó a la siguiente página pero no alcancé a ver más que varios recortes de atuendos de revistas de moda y rostros maquillados. Dijo que no podía mirar porque era "sorpresa", así que me concentré en terminar mi chocolate caliente. Me sentía emocionada, y un poco nerviosa.
Después de que las tres analizaran los planes un rato, asintieron en aprobación y mi rubia amiga cerró el libro, decidida. La miré confundida.
— ¿Qué? Es todo. —
— ¿No eran tres etapas? —pregunté con curiosidad. Ino, Sakura y Karin se miraron entre ellas y después me sonrieron de una manera que ya conocía. Maliciosamente.
— La tercera ya no es de tu incumbencia. —Respondió Karin mientras se llevaba su mochila al hombro.
—Hinata, confía en nosotras. Nos lo agradecerás después —Sakura me guiñó un ojo. Salimos de ahí y de camino a casa, mi mente se concentraba en pensar una sola cosa.
¿Por qué a mí?
