Grace hace música. Mueve un brazo y en su cabeza suena una nota, lenta y agónica. Se desliza por el escenario y mil melodías siguen su cuerpo, como una estela brillante que solo él puede ver.
Rich se ha quedado sordo pero Grace hace música con cada uno de sus movimientos. Como si fuese un piano y no una pequeña chica con mallas de ballet.
Su compañero la alza en el aire y de repente Grace parece un ángel. Rich que siempre pensó que lo suyo eran los ángeles de la muerte y no los que resplandecen no puede dejar de mirarla mientras su cabeza da mil vueltas y algo en su interior se hace pedazos.
Grace se detiene y la música lo hace con ella, apoya la cabeza en el hombro de su compañero y levanta la mirada. Está lejos, lo suficientemente lejos pero Rich es capaz de observar hasta el más mínimo detalle en sus ojos. Parecen diferentes, ella lo parece. No es la Gracie que interpreta en la escuela, la que sigue a sus amigas sin pensárselo o la que se suelta el pelo y finge llamarse Sub-Rosa. Por primera vez es ella misma y Rich siente que es la primera persona que la conoce de verdad.
Una lagrima cae sobre su mejilla izquierda, pero Grace gira sobre sí misma y al instante la música vuelve a sonar.
