Hundido

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Satori a veces piensa en todo lo que ha perdido en lo que va de su vida. Incluso, en la soledad de su habitación, observa las paredes y el techo, encontrando en aquello retazos de lo que él alguna vez fue.

Quizás, piensa, es estúpido hallar en el clima, en las risas de los demás, en los objetos inanimados, las cosas que se le han ido con el tiempo. Pero no puede evitarlo, por más que lo intenta (porque puede que no parezca, pero lo intenta), y es que ya le sucedió tantas veces, que es casi como esas costumbres familiares que pasan de generación en generación. Un ineludible sentimiento de derrota le absorbe.

¿Has sentido al cielo celeste, a eso de las tres de la tarde, repleto de recuerdos de tu niñez? ¿Acaso el gris de las siete y media, casi noche, se han sentido como vivir de nuevo los momentos tristes de antaño? ¿O el negro obscuro de la noche te susurraba al oído felicidades antiguas? En aquellos casos, Tendou quiere llorar. Porque el sentimiento es tan vívido que intranquiliza hasta al más solemne, es un constante recuerdo de que tu vida llegó hasta ese punto de la miseria en que solo de recuerdos puedes seguir.

Pareciera un sentimiento tan arraigado, que en lugar de querer combatirlo le dejas estar y campar a sus anchas. Y, aunque te propones al otro día no volver a caer, caes sin más; es persistente, te arrastra cual ola poderosa que es capaz de hundir un islote.

Satori ha comparado sentimientos, y cree que ni la tristeza absoluta se le compara a la nostalgia, porque ésta persiste y no se marcha ni siquiera si lloras a moco tendido sobre tu almohada. No se va con nada, dice.

Ahora, con las manos sobre el pecho, no tiene idea de qué hacer. ¿Llorar? ¿Reír? Quiere salir de todo ello que le hunde desde hace más tiempo del que puede constatar. Quiere correr lejos, irse de allí y no volver a sentir el vacío en su corazón. Tampoco quiere más de ver a personas riendo, viviendo, y anhelar ser como ellas, como si fueran de otra especie.

Las lágrimas solo están quedas en sus ojos, sin caer y recorrer el camino de sus mejillas, sobre sus pómulos. No sabe qué hacer.