NA: Subímos este fic en una cuenta antigua hace mil años o más... y ahora que hemos decidido retomarlo lo volvemos a subir con intención de terminarlo. Tiene un futuro oscuro pero realista, JeanMarco y otras parejas no necesariamente heterosexuales u homosexuales, simplemente parejas que nos agradan o que encajan con la trama.
Como todo el mundo sabe a día de hoy, y probablemente también en el pasado más lejano, No, SNK, ataque a los titanes o como queráis llamar al manga/anime no nos pertenece, solo algunos personajes y la trama que en esta historia se presenta.
Capítulo 1 - Thank you for the venom
Las mentiras son capaces de destruir a una persona, especialmente a la que miente. En la antigüedad cuando alguien te mentía no solo el honor de la persona que mentía se manchaba, sino que tú te convertías en un necio y contigo todo tu linaje. Siguiendo ese pretexto yo soy el mayor necio de toda Europa.
La historia de cómo me convertí en ese necio estúpido empezó a mediados de octubre, con el curso ya empezado y mientras Eren trataba de líar un porro sin escuchar a Armin, que no dejaba de enumerar las deficiencias que podría causarle fumar marihuana. Estábamos en el baño, encerrados en uno de los cubículos de la esquina, que era un poco más grande que el resto de los del piso en el que nos encontrábamos.
— Marco, díselo tú, puede que a ti te escuche — me dijo finalmente Armin, al ver que Eren no pensaba hacerle caso respecto a tirar por el retrete una bolsa de seis libras de marihuana.
— A mí no me mires, no soy su madre — fue lo que se me ocurrió. Tal vez Mikasa haría aquel papel maternal de forzarle a cuidar de su salud, pero a mí solo me preocupaba que entrara algún profesor y nos expulsaran del colegio — . Además, ¿Si no quieres probarlo por qué has venido?
Eren suspiró agobiado por no tener aquella habilidad magica para enrrollar el papel como era debido con una boquilla de cartón, de hecho, ambos rezabamos para que no se cayera en aquel suelo pegajoso.
Armin me miró con cierta decepción, realmente esperaba que estuviera de su lado en aquello. Salió del cubículo y dejó la puerta abierta, casi a la vez que se abría la de la entrada. Agarré la bolsa de encima de la taza y la guardé en por dentro de mis pantalones dónde esperaba que ningún profesor me registrara dado el caso.
En lugar de un profesor, quien entró era un chico de nuestra edad, más o menos. Lo supuse por su altura y, a pesar de que nunca antes le había visto por los pasillos, llevaba el mismo uniforme de chaqueta azul y pantalón de cuadros que los demás. Llevaba la corbata desatada, en plan desenfadado, lo que me hizo sonreír estúpidamente porque imaginaba que no tardarían mucho en hablarle del codigo de vestimenta de la academia mixta Rose. Quizá por el uniforme parecíamos niños adinerados, pero se trataba de un instituto para chicos de clase media con padres que trataban de aparentar. Algo muy inglés, según mi padre que era irlandés. Porque en el fondo, de todos es sabido que los irlandeses, los escoceses y los galeses se odiaban con los ingleses más que entre ellos a pesar de todos formaban parte en alguna época el "reino unido", unido por el odio.
— Os estais liando un porro — afirmó aquel tipo mirandonos a Eren y a mí. Traté de identificar si aquel tono era de desaprovación, admiración o envidia, pero no lo logré.
— ¡No! — dijo Eren con su mejor cara de pocos amigos.
Creo que Armin había visto la salvación en aquel chico, esperando que le apoyara o nos amenazara con chivarse para disuadirnos de nuestra pequeña aventura pero lo cierto es que estaba algo equivocado.
— Sí, ¿quieres compartir? — le sonreí con todo el afecto que podía, considerando que era un desconocido, esperaba sinceramente que se uniera a nosotros. No quería que ningún adulto responsable se enterara de que Eren y yo habíamos gastado parte de nuestro dinero en aquella sustancia que nos haría más amenas las clases de matemáticas.
— ¡Claro! — contestó acercándose al cubículo y quitándole el papelillo a Eren.
Como si lo hubiera hecho cientos de veces, acarició el papel enrrollándolo a la perfección, lo lamió y me lo alargó. Eren frunció el ceño por completo, y era normal lo que él estaba tardando siglos en hacer aquel chico lo había hecho en segundos. Personalmente sentía una gran fascinación por aquel chico, y no era por su estilo de ponerse la corbata o porque líara hierba muy rápido, probalemente era porque me parecía guapo, a pesar de que sea algo superficial. Como si los adolescentes no tuvierámos permitido ser superficiales de vez en cuando con nuestros conocidos.
— ¿En serio vais a fumar aquí? — dijo Armin desde detrás del chico desconocido mientras yo miraba embobado el reflejo del espejo del chico que se veía por detrás de Armin—. Lo digo por los detectores de humo, vendrán profesores enseguida.
Justo en aquel momento iba a coger el líado de su mano, pero se lo guardó en el bolsillo interior de la chaqueta.
— Ciertamente, mejor nos lo fumamos luego — dijo aquel chico con una sonrisa ladeada, pero mostrando mucho sus dientes —. Nos vemos después de clase.
Salió del baño, como si no acabara de quitarnos nuestra droga, o como si nos conocieramos de años. Quizá debería haberle dado mi nombre, o haberle pedido el suyo, pero no era una academia tan grande y supuse que nos veríamos tarde o temprano.
— ¡Vaya tío tan gilipollas! — exclamó Eren al ver que se cerraba la puerta de entrada. También era su droga la que se iba por el pasillo, pero a mí me había caído bien.
Me empecé a reír así que mis dos amigos me miraban sorprendidos. Era algo habitual, eran bastante más serios que yo, supongo, no tengo ni idea.
En aquel momento y antes de que a Eren se le ocurriera intentar líar otro, entre otras cosas porque la bolsa de marihuana estaba dentro de mis calzoncillos y no iba a sacarmela él, sonó el timbre. Ruido infernal mediante el cual sabíamos que debíamos pasar a la clase de mates del profeso Erwin.
Erwin era nuestro tutor, era un buen tipo, pero para él éramos números. Si nuestras medias, porcentaje o nivel subía o bajaba nuestra cara aparecía en su memoria, pero si nos cruzabamos por la calle no nos reconocía. Le llamabamos cabeza cuadrada a sus espaldas, aunque Armin y yo solíamos abstenernos de usar motes con los profesores, podía bajar nuestras medias, aunque imagino que con el profesor Erwin no ocurriría. Mi media de notable bajo era lo único que podía llamar su atención si variaba por si sola.
Caminamos hasta la puerta de clase donde nos esperaban Sasha, Connie y Mikasa, que no sabían respecto a nuestra marihuana por orden de Eren que no quería darle explicaciones a su hermanastra, Mikasa. A pesar de mi incursión en el baño con Eren y Armin, mis dos mejores amigos eran Sasha y Connie, con quienes a veces creía que estaba sujetando velas para ellos, pero nunca se lo he dicho porque parece ser que en su romance solo ellos dos no saben cuanto se desean. En el fondo me parece algo muy ídilico, pero en clase el amor no existe y Sasha se sentaba conmigo y copiaba mis apuntes.
Nuestra clase era bastante simple, mesas y pupitres típicos colocados de dos en dos, ventanas antiguas con rejas para que no saltara nadie por ellas, y una pizarra con una tarima debajo para los profesores. Podría decirse que después de todo el tiempo que pasaba allí podría describir con detalle el lugar, pero lo cierto es que no. Si pienso en qué había en aquella aula a parte de la mesa del profesor y las de los alumnos, solo se me ocurre pensar en que yo me sentaba cerca de la ventana cuando tenía opción, y la gente que tomaba clases conmigo.
La clase empezó con una nota de Connie, y la orden de Erwin para que entregaramos a Armin las libretas de ejercicios de deberes. Como subdelegado, mi tarea era ayudarle y así lo hacía siempre, pero aquel día no tuve tiempo de levantarme cuando el director Pixis entró por la puerta, acompañado del chico del baño, que efectivamente llevaba la corbata anudada. Era una lástima porque estaba muy guapo, y además el uniforme siempre me ha parecido una forma de suprimir nuestras identidades más o menos revolucionarias y creativas.
— Profesor Erwin, chicos, este es el señorito Kirschstein — dijo el director presentando al chico desenfadado —. Jean Kirschstein.
—¡Uhh! Que nombre más chungo — dijo Connie.
—¡Seguro que es de familia rica con ese apellido! — añadió Sasha con su caracteristica voz de alucine por casi todo. En especial seguramente pensaba en las comidas de navidad que podía dar una familia adinerada, porque siempre estaba pensando en comida. Si Connie hubiera sido un pastelillo, estarían casados desde el parvulario.
La clase no pudo reprimir la risa que causaban aquellos dos, siempre liándola. Eran los alborotadores principales del colegio, no había risas sin ellos dos.
—Por el amor de Dios, Springer, Brause ¡callaos!— se quejó el director Pixis ante la indiferencia del profesor Erwin. Estaba harto de ellos desde el viejo incidente en el que varios chillis picantes fueron a parar a la sopa de los profesores de forma "acidental".
— Eren, Cámbiate de sitio para que se siente al lado de Armin — ordenó Erwin esperando poder empezar la clase cuanto antes.
— No — exclamó sin moverse ni un milímetro en su silla —, hay asientos vacíos detrás para el chico listo.
Aquel era Eren haciendo amigos. Por algún motivo siempre me había caído bien, y me pregunto si se había comportado de aquel modo cuando nos conocimos, puesto que no lo recuerdo. Jean, el chico desenfadado, le miraba con el mismo amor, y una una sonrisa burlona realmente desafiante. Me parecía divetido, seguramente en un par de días serían amigos, puesto que Eren era alguien amable solo que era duro al rozar la superficie.
— Está bien — suspiró el profesor con cierto hastio. No era el típico profesor que forzaba las cosas, aunque era posible que le bajara puntos de actitud a Eren, sin decirselo antes, por aquello —. Brause muévete, deja que se siente al lado de Bodt.
Los ojos de Sasha se iluminaron, porque Connie estaba sentado solo en la primera fila, como siempre, castigado. Recogió sus cosas y se encaminó hacia aquel pupitre vacío sin que nadie le dijera que no podía sentarse allí.
El director rodaba los ojos y negaba con la cabeza, dejar que aquellos dos se sentaran juntos podía ser un desastre, y la poca insistencia de Erwin frente a la rebeldía de los alumnos tampoco le parecía bien. Se despidió con desaprobación en el gesto, y dejó que el chico nuevo se sentara a mi lado.
— Jean Kirschstein, tienes algo que me pertenece — le susurré por lo bajo mientras abría el libro de álgebra por la página en la que nos quedamos el día anterior.
Él sonrió. Desde el primer momento me lo había parecido, pero sí, tenía una de esas sonrisas de anuncio, con cierta superioridad porque ya conocía el secreto que le hacía estar por encima de aquellos que no habían comprado el producto que presentaba. No tenía mucha idea de cómo pero Jean Kirschtein me fascinaba estúpidamente.
— Es justo, porque tú sabes mi nombre pero yo no el tuyo.
Le tendí la mano por debajo de la mesa con intención de presentarme formalmente y el me miró extrañado.
—Soy Marco Bodt y en cuanto salgamos de clase ya puedes devolverme lo que es mío— dije sintiendome un poco idiota porque aún no me había estrechado la mano.
—Ya veremos, Marco Bodt, ya veremos — dijo él estrechandome la mano al fin para después centrarse en la clase.
Las clases pasaron bastante rápido, casi siempre pasaban rápido cuando pensaba en que por la tarde tenía entrenamiento de Rugby. Aquello se reducía a que no podía fumar con Jean por la tarde si no quería que el entreador Shadis me matara. Aquel hombre olía cualquier tipo de anormalidad en su entrenamiento con una facilidad increible, así que si iba colocado tal vez me echaba del equipo al momento de verme los ojos un poco rojos.
Aclaré el tema con Jean y Eren al salir de clase, tratando de que Connie, que hacía rugby conmigo, no se enterara de nada. A Eren obviamente le pareció mal, pero aceptó a fumarlo por la mañana antes de clases. Puesto que teníamos biología con Hange ¿qué otra cosa podía hacer si no aceptar? Por otro lado Jean se encogió de hombros, con la habilidad que tenía para enrrollarlos me imagino que el chico debía fumarlos más a menudo de lo que lo hacíamos nosotros.
Después de eso Connie y yo nos quedamos a esperar a que nuestros compañeros de equipo pasaran a buscarnos en la puerta de clase para ir al entrenamiento; Mylius Zeramuski, Marlo Feudenberg y Boris Feulner.
El rugby era el evento máximo que los adultos nos ofrecían para poder liberar nuestras tensiones, para Boris era la excusa perfecta para zurrarnos a todos sin llevarse reprimendas, para Mylius una obligación causada por su padre y para mi, para mi eran mis minutos de crueldad autoinflingida en los que me sentía un poco más libre y me reforzaba para saber que era capaz de liderar de algún modo. A pesar que ser menor que Zeramuski y Feuler, Feudemberg, el capitán, me había elegido a mí como vicecapitan. Y quizá sonará estupido, pero aquello me hacía sentir bien, muy bien.
