Advertencia: todos los personajes y situaciones descritas son propiedad de George R.R. Martin.
Irreversible
Siempre había sido el segundo y no le importaba; era lo que sabía hacer, era todo lo que tenía, lo que disfrutaba. Pero, de repente, todo su mundo se desmoronaba, toda su familia, aquello en lo que había creído, se derrumbaba, caía hacia el abismo del olvido, de la perdición. Y sólo quedaba él para evitar el fracaso absoluto, para restituir el honor y el buen nombre de su linaje, para devolverle la gloria que tanto había costado ganar y que tan frágil era entre sus manos cansadas de luchar.
Se había esforzado para estar a la altura de lo que se esperaba de él, para no defraudar a su hermano y ahora sentía que le estaba fallando cuando más le necesitaba. Su legado pesaba sobre sus hombros tanto como las cargas familiares pues tenía que cuidar a sus sobrinos, perdidos por el orgullo y la terquedad; debía controlar a la fiera leona dorada, peligrosa y cruel, demente, peleando contra el mundo con uñas y dientes, rugiendo su poderío, demostrando su ineptitud con cada dentellada.
Y él sólo quería volver junto a su esposa, al lugar al que pertenecía, allí donde ya no podría regresar, mientras se sumía en las tinieblas, entre ojos inocentes que le apuñalaban en la oscuridad.
