Autora del fic:Nolebucgrl
Traducido por:Carolina León Leynez
Beta:Jocelynne Ulloa
Fanfiction addiction (Twilight )
Mis tacones chocaban contra el húmedo concreto del piso, haciendo eco con los latidos de mi Corazón. Me detuve y me apoyé por un segundo en la pared, tomando una respiración profunda y calmando mis nervios. Alisé mi falda negra hasta la rodilla y maldije en silencio los zapatos de tacón de aguja que Alice -mi mejor amiga- me había obligado a usar. Me dijo que me tenía que ver -Profesionalmente Sexy- sea lo que sea que signifique. Y puede que se vieran bien, pero no es como si estuviera caminando en una sala de juntas. Me dirigía a una habitación sucia, olorosa a sudor, ¡Por el amor de Dios! Pero Alice dijo que no sería una excusa para no lucir bien y que sólo haría la primera impresión una vez. Tenía que ser honesta; provocar una buena impresión ahora, era de suma importancia.
Era mi primer trabajo como escritora principal de los "Cardenales de Arizona" para el -The Arizona Republic-. Me dieron esta oportunidad debido al desafortunado ataque al corazón de mi jefe, Buddy Jackson, periodista de deportes desde hace tiempo. Yo he estado bajo su tutela por los últimos dos años, atrapada, cubriendo deportes de preparatoria y la comprobación de estadística. Ahora, aquí estaba en el gran día y a punto de tomar mis primeros pasos al vestidor para entrevistar a nada más ni nada menos que a Edward Cullen.
Edward Cullen era el Mariscal más sexy de toda la liga, tanto dentro como fuera del campo. Tuvo un promedio de 350 yardas y tres touchdowns por partido, y eso era usualmente en una mala noche. Fue construido como el David de Miguel Ángel, como si hubiera sido moldeado por los mismísimos dioses. Me golpeé mentalmente por sonar como una ridícula fan, pero no lo podía evitar, y ciertamente no estaba sola. Los cardenales habían agotado todas las entradas desde que Edward Cullen se sumó al equipo hace tres años. Él era tan sexy fuera del campo como también dentro de el. Fue relacionado con distintas actrices y modelos durante su mandato como mariscal principal de los Cardenales. Después de su ruptura con la modelo Rusa Tanya Volkov hacía varios meses atrás no había dado noticias sobre nuevas mujeres en su vida.
Su aspecto de estrella del cine era sólo parte del paquete, pero era muy atractivo, claro está. Medía 1 metro con 95 perfectos centímetros, con penetrantes ojos verdes y un cabello rebelde mezcla de marrones, rojos e incluso algunos rubios. Su cara era imposiblemente guapa, unos pómulos para morir, su mandíbula que podría cortar el cristal y unos labios increíblemente besables. Y su sonrisa…su sonrisa ilumina una habitación. Irradiaba encanto y carisma, él era el sueño de cualquier periodista. Ahora yo era la periodista y no tenía idea que hacer o que decir cuando entre a la habitación.
A pesar de la profusión de bellas mujeres desfilando al margen de ESPN, CBS, Fox y NBC, el periodismo deportivo seguía siendo de hombres. Las encantadoras mujeres que están al lado del campo de juego que empujan sus micrófonos a la cara del entrenador, raramente sabían algo sobre el juego y siempre hacían las preguntas más mundanas. -Entrenador, ¿qué ajustes hará a medio tiempo?- Como si él les fuera responder para que todo el mundo lo escuche. La mitad de ellas solo estaban allí para ligar con los jugadores. Y ahora yo sonaba como una perra amargada, pero no podía evitarlo. Yo conocía y amaba el juego, era importante para mí obtener información real, no los mismos viejos clichés que los reporteros muestran. Buddy una vez me dijo que nunca guardara lo que sabía sobre el juego para así ganar respeto en lugar de un ligue en mi entrevista. Y ahora tenía que tratar de hacer eso con el jugador más sexy de la liga.
Miré mi delgado reloj de oro y noté que estaba corriendo con quince minutos de retraso. Qué buena manera de hacer una buena impresión Bella. Me apresuré en el corredor lo más rápido que me permitían los tacones de trampa mortal y llegué al vestidor sin aliento. Le mostré mi pase de prensa el guardia que estaba afuera y me asintió con la cabeza para pasar. Tomé otra respiración honda y al instante me arrepentí cuando el olor a sudor llego a mi nariz. Podrías pensar que siendo una organización de primera clase y todo eso, buscarían una manera de enmascarar el olor, pero claramente este no era el caso.
Me abrí paso por la masa de los armarios, agradecida de que los otros jugadores se hubieran ido rápidamente. Probablemente estaban celebrando su última victoria y aquí estaba yo, haciendo a Edward Cullen esperar. Escuché su voz en el fondo de la habitación y mi corazón comenzó a latir un poquito más rápido. Empecé a dirigirme a la izquierda, donde provenía su voz pero me detuve detrás de una hilera de armarios cuando escuche la irritación en su tono.
―¿Dónde está este chico? Se suponía que estaría aquí hace veinte minutos y tengo que irme a casa― Su voz, suave y bella, envió escalofríos por mi espalda. Me regañé por mi típica reacción de mujer y decidí concentrarme en el hecho de que Edward se estaba refiriendo a mí como "él". Por supuesto que el asumiría eso, no?
―Estoy seguro de que estará aquí pronto Edward, por lo que parece es nuevo, probablemente se perdió en el camino hasta aquí― Carlisle Cullen es el padre de Edward y también se desempeñaba como el médico del equipo. Él era muy respetado en el campo de la medicina deportiva y el equipo estaba extasiado cuando se unió al equipo un año después de que su hijo se convirtió en mariscal de campo titular. Él era casi tan guapo como su hijo y aparte él también tenía su propia porra entre las fans. Era completamente ridículo, pero no podía decir que no las entendía. Él era extremadamente guapo, tanto así que me tentaba a usar un estetoscopio y llevar un cartel que dijera examíname, sí, de verdad eso me pasó. Patética. Lo sé.
―Buddy nunca me hizo esperar― Murmuró Edward.
Carlisle rió. ―Sólo estás ansioso de salir de aquí, me pregunto porque será— había algo en su tono que indicaba que sabía exactamente qué era, pero que no lo diría.
―Claro, Papá, ¿el entrenador Clapp mencionó quién es este tipo nuevo?
―Casi no lo escuché, sonaba como Billy Swanson, ¿tal vez? Nunca he oído hablar de él― Demonios, demonios no tienen idea de que soy chica. Mordí mi labio y empujé mi cabello café sobre mis hombros. Pensé que era mejor que me mostrara ahora antes de que se molestara más de lo que ya estaba con mi tardanza.
Doblé la esquina y me paré de sopetón cuando vi a Edward sentado en una de las mesas de masajes, sus ojos cerrados y su padre estaba sosteniendo un paquete de hielos en su hombro derecho. Ésa noche había lanzado 423 yardas y 4 touchdowns, obviamente su brazo tenía que estar muy cansado. Claro que no fue el hielo el que detuvo mi caminata, lo que me detuvo fue que Edward no tenía nada encima, más que una toalla, su hermoso pecho bronceado brillando por el sudor. Observé paralizada como una gotita de agua del hielo se deslizaba por su cuerpo, dejando una marca húmeda en su pectoral derecho, recorriendo esos increíbles abdominales y desapareciendo bajo la toalla. Nunca deseé tanto algo, como trazar el camino de las gotitas de agua con mi lengua.
El debió haber escuchado mi baba caer en mis pies porque miró hacia arriba y sonrió cuando me vio.
―Hola, ¿puedo ayudarte? ―Los ojos de Edward se abrieron de golpe y me sentí atrapada en su mirada. Sus ojos se abrieron un poquito y una pequeña sonrisa se dibujó en su cara. Sentí que me humedecía con esa simple mirada. ¡Compórtate Bella!, estás aquí por el trabajo, no para babearte toda con solo mirar al hombre más sexy del planeta. Has visto a chicos sexys antes, ahora compórtate y se profesional. Mi voz mental se parecía sorprendentemente a la de Alice, lo que era muy extraño, porqué si ella estuviera aquí probablemente estaría gritando a todo pulmón que fuera una mujerzota y fuera por él.
Volví a respirar profundamente e intenté calmar las mariposas de mi estómago. No podía hacer nada para esconder mi excitación pero ¡demonios! Obviamente no iba a demostrarlo.
―Hola, mi nombre es Bella Swan y estoy aquí para entrevistar a Edward Cullen para 'The Republic', siento llegar tarde, está de locos allí afuera― No, no estuvo tan mal, y conseguí sacar las palabras sin sonar como una colegiala, já, quiero puntos por ello.
―¿Tú eres Billy Swanson? ―Edward preguntó, con el shock evidente en su tono. Fruncí el ceño, un poco molesta por su reacción. Claro que me di cuenta de que no tenía pene, pero yo podía cubrir el futbol tan bien como 'Billy Swanson'. Entrecerré mis ojos hacia él.
―No, yo soy Bella Swan. Quien quiera que le diera mi nombre no lo captó―Le respondí con sarcasmo. Genial, soné como una completa perra frente a su padre, esto iba genial, Carlisle nos miró a Edward a mí una y otra vez y sonrió, pareciéndose increíblemente a Edward en ese momento. Claramente se podía ver de dónde había heredado esa sonrisa devastadora.
―Lo mejor será que los deje solos―sugirió, entregándole la bolsa de hielo a Edward y caminando hacia la salida. ―Edward, ¿te veré mañana en la noche para la cena?
Los ojos de Edward nunca dejaron los míos cuando respondió ―Claro―a su padre. Carlisle sacudió la cabeza y se fue. Ninguno de los dos pronunció una palabra en lo que él se retiraba de los vestidores, hubo un largo minuto de silencio en lo que sosteníamos nuestras miradas, me removí algo incómoda sin saber que hacer o que decir ahora que estábamos solos. De verdad quería arrancarle la toalla y abusar de él y asumí que a nuestras lectoras mujeres les encantaría leer sobre eso, pero también supuse que mi editor no estaría muy contento.
Aclaré mi garganta.
―Así que, señor Cullen―comencé y sus ojos brillaban con algo de humor y una hermosa sonrisa iluminó su rostro―Qué buena noche tuvo.
―Oh, ¿así es como estamos jugando? ―Arqueé una ceja hacia él y sonrió de nuevo―Sí, señorita Swan, tuve una muy buena noche―Su mirada recorrió de arriba abajo mi cuerpo, juro que sus ojos podían mirar a través de mi blusa blanca y ver mi sencillo sujetador blanco de encaje―Y parece que sólo está mejorando―Concluyó, pareciendo muy satisfecho consigo mismo, estaba más que claro que sabía el efecto que estaba provocando en mí.
De alguna manera mis pies cobraron vida propia y terminé aproximadamente a un pie de distancia de él, de cerca era mucho más hermoso, si eso era posible. Podía estirar mi mano y tocarlo si quería, pero en lugar de eso metí mi mano en mi bolso y saqué mi mini grabadora.
―¿Está bien con usted si grabo la conversación?―Le pregunté formalmente, aunque planeaba hacerlo con o sin su consentimiento.
―Seguro―respondió, con la diversión aun en su voz y ese brillo en sus ojos. Era deprimente lo relajeado que él estaba, mientras yo parecía una mamá primeriza mandando a su hijo al colegio por primera vez. ¿Qué con estos nervios? Él estaba casi completamente desnudo y completamente sexy, y ¿qué? Yo podía soportarlo. Se removió un poquito en la tabla de masajes y la toalla se abrió un poquito, mostrando un poquito de sus musculosos muslos, ahogué un gemido y puse mis dedos en bolita para poder resistir mi urgencia de correr mis dedos por la apertura de la toalla para mostrar algo más, ¡demonios!, sí que hacía mucho calor.
Mordí mi labio y sonreí con un poco de satisfacción cuando escuché una maldición pasar por sus labios.
―¿Qué fue eso Señor Cullen?
―Nada, señorita Swan, por favor siéntete libre de llamarme Edward, 'Señor Cullen' es el nombre de mi padre―hubo una media sonrisa de nuevo, ¡como quería besarlo!
Pulsé play a mi grabadora y la coloqué sobre la mesa de masaje, sin quitar mi mano del aparato. Sabía que mi primera pregunta tenía que ser impresionante; algo que hiciera que se abriera en el tema del juego y que hiciera que se olvidara de la mujer que destilaba lujuria por solo ver su increíble cuerpo.
―Edward, ¿qué fue lo que te hizo lanzarle a Whitlock el balón en la primera serie de la segunda mitad, cuándo él estaba claramente cubierto por dos hombres de 'DBs'? ―Jasper Whitlock era el receptor favorito de Edward, con 1 metro con 82 Centímetros de altura, ojos azules y su cabello rubio desordenado. Él tenía una muy buena parte de admiradoras, con justa razón.
Inclinó su cabeza a un lado y me sonrió
―¿La atrapó, no?
Negué con mi cabeza.
―Claro que lo hizo, pero no fue un pase con mucho porcentaje. El riesgo de lanzar una intercepción era muchísimo mayor que la de completar el tiro.
Me atrapó de nuevo en su mirada color esmeralda casi hipnótica. Apreté mis muslos y agarré aún más fuerte la grabadora.
―Yo Siempre termino mis pases―Su voz era como sexo líquido y casi me desmayo al oírlo pronunciar esas palabras, con el doble sentido claro como el día.
Maldita sea, tenía que tener esa entrevista bajo control.
―Lanzaste un 'Pick Six' la semana pasada―Le señale y su sonrisa disminuyó un poco de sus labios.
―Eso se debe a que el idiota de Newton estaba sosteniendo a Jasper y los réferis están jodidamente ciegos para verlo―soltó enojado, con el recuerdo del acto aun molestándolo. Peleé con mi misma para no reír. Fue lindo ver debajo de su piel desde que él ya estaba debajo de la mía. Quería que estuviera debajo y dentro de mí y también ¡mierda!.. Eso no es bueno Bella. Oh sabes que sería muy bueno, Bella, y lo sabes. ¡Cállate Alice interior! Mi mejor amiga era una completa plaga aunque no estuviera aquí.
―Bueno, una selección es una selección―le señalé con cierto aire de suficiencia y miré un poco de ira en sus ojos. Era mucho más sexy cuando estaba enojado.
―Hoy no tiré ninguna―señaló y yo lo tomé como una pista para volver al juego de hoy y dejar de acosarlo con un tiro errante de la semana pasada.
―No, no lo hiciste. Estuviste 28 de 33 con 438 yardas al aire, fue un día muy impresionante. Corriste el doble de jugadas y la mayoría de ellas fue por el piso y esquivaste a la mayoría que venía por ti y después subiste por dos touchdowns. ¿No crees que deberías trabajar un poco más en tu balance? ―Le pregunté y noté que sus labios temblaban. Como quería morderlo…
―Yo no hago los juegos de llamadas, el coordinador ofensivo lo hace―me dijo como si yo fuera una idiota que no lo sabía.
―Estoy enterada de eso, pero también estoy enterada de que tienes propensión para cambiar el juego en la línea―indiqué―Tú, Brady y Manning son los únicos que tienen la autonomía para cambiarlo. ¿O estás diciéndome que el coordinador de ofensiva mandó cada uno de tus tiros?
Él se removió de nuevo y la toalla se abrió un poco más, relevando la rodilla más sensual que había visto. ¿Quién sabía que las rodillas podían ser sensuales? Lo miré de nuevo y se rió entre dientes, como si supiera en donde estuvieron mis ojos.
―No, señorita Swan, hice ajustes basado en la defensa. Estaban poniendo ocho, así que tenía sentido lanzar. Ellos habrían ganado la carrera
―Estabas totalmente seguro de que no serías empujado. Te obstaculizaron en dos terceras partes de las jugadas de pase, sin embargo nunca caíste. ¿Cómo puedes estar tan tranquilo sabiendo qué apoyador iba a obstaculízate o cuál venía hacia ti?
Él me sonrió.
―Tranquila. Tengo a McCarty cubriéndome la espalda. Él sacaría a su propia madre antes de dejar que alguien me golpeé. Él es el mejor en el negocio.
―Su contrato está de acuerdo contigo―respondí secamente. Emmet McCarty acababa de firmar el contrato más grande.
―Vale cada centavo―me aseguró Edward. No podía argumentar contra ese hecho, Cullen era raramente golpeado por su lado ciego y McCarty era el que lo protegía.
―Nunca me explicaste por qué le hiciste ese pase a Whitlock―le recordé.
Se rió entre dientes y sacudió la cabeza.
―Jasper y yo podemos hacer esa jugada dormidos. Podría lanzársela con diez tipos cubriéndolo y él la atraparía una y otra vez. Él sabe exactamente cómo y en qué momento hacerlo―De nuevo el tono confidente en su voz estaba haciendo cosas pervertidas a mi cuerpo. Maldición si no encontraba su ego extremadamente sexy.
―Dallas tiene una muy buena defensa, pero atravesaste su segunda hoy. ¿Cómo lograste que Jenkins y Howard parecieran simples amateurs?
Se echó a reír y se inclinó hacia atrás, moviendo la toalla de nuevo. Otras dos pulgadas y me estaría mostrando la polla más codiciada de todo el país. Le supliqué a la toalla que siguiera moviéndose. Su mano aterrizó en la mesa justo a unas pulgadas de la mía y casi podía sentir chispas entre nuestros dedos. Sus dedos eran extremadamente largos y elegantes, como si pertenecieran a un músico en vez de un atleta. Podía tocarme cuando quisiera.
―¡Esas son sus palabras, no mías! No necesito darles guerra a esos chicos, probablemente los veremos de nuevo en los playoffs".
―Suenas muy confidente de que llegarás a los playoffs.
Se encogió y movió su hombro un poco, encogiéndose ante lo tensos que estaban sus músculos. Antes de que pudiera detenerme, las palabras salieron de mi boca.
―¿Quieres que lo frote? ―Santa mierda, ¿acababa de decir eso?
Me miró por un momento, sin duda para asegurarse de que no iba a colapsar por lo roja que me había puesto por mis palabras. Sentí el calor en mis mejillas y no necesitaba un espejo para saber que estaba del color de un tomate cherry ahora mismo. Su lengua salió de su boca y humedeció sus labios y yo casi muero en el lugar.
―Eso sería muy gentil de su parte, señorita Swan―ronroneó y juro por Dios que la humedad estaba escurriendo por mis muslos. Me moví automáticamente atrás de él y puse mis manos en sus dos hombros, aunque sólo le dolía el derecho. Sentí todos esos gloriosos músculos debajo de mi toque y lo escuché gruñir mientras comenzaba a masajear sus hombros―Se siente increíble―musitó, su cabeza cayendo hacia adelante. Sentí mis dedos retorcerse por enterrarse en su cabello pero mantuve mis manos en su suculento torso. No era algo muy difícil de hacer. ―Creo que esta es mi entrevista favorita―me informó Edward y sentí la humillación llenarme. Aquí estaba actuando como una de sus fangirls en vez de comportarme como una verdadera periodista. Debería dejar de tocarlo y terminar la entrevista antes de que hiciera algo más estúpido. Pero eso requería quitar mis manos de su cuerpo y en realidad no quería. Era patética. Estaba comenzando a alejarme cuando sus manos subieron y atraparon las mías―No quería decirlo de esa manera, Bella―Mi primer nombre saliendo de sus labios me debilitó las rodillas tanto como lo hizo mi apellido―Tus preguntas son perspicaces, me desafías cuando te doy una respuesta fácil, respondes a mis insinuaciones con clase y eres impresionante. Sin duda, mi entrevista favorita.
Sus palabras me calentaron por su sinceridad y ya no tuve la necesidad de dejar de tocarlo. ¿A quién le importaba la decencia? Estábamos los dos solos aquí. Volví a masajear sus hombros y él me soltó las manos.
―En respuesta a tu pregunta, sólo necesitamos ganar uno más y nos hacemos con la división. Dos más y ya estamos asegurados para los playoffs. Lo quiero tanto que ya puedo saborearlo.
―¿El año pasado todavía te deja un sabor amargo, no es así? ―Sabor… era una palabra peligrosa cuando tenía mis manos en él.
―Nos superaron. The Saints dominaron nuestra defensa y tuve mi peor día desde que estoy en la liga. Dos inexcusables intercepciones. Me gustaría pensar que si Whitlock no se hubiera lesionado el resultado hubiera sido diferente, pero ¿quién sabe? ―sus músculos se tensaron debajo de mis manos mientras hablaba de ser expulsado de los playoffs en el año pasado.
―Hey, relájate, no te estoy haciendo ningún bien si no te calmas―le recordé, enterrando mis dedos mientras luchaba para liberar la tensión.
―Sospecho que tú podrías ayudarme a calmarme fácilmente―murmuró. Me sonrojé de nuevo y estaba agradecida de que no pudiera verme. Pasé mis manos por sus brazos y miré su brillante pecho que subía y bajaba con cada respiración. Hablando de levantar, podía ver movimiento debajo de su toalla. Había cruzado la línea de profesionalismo y me rehusé a sucumbir a la tentación de saltar a la mesa de masaje y follarlo hasta el olvido sin importar lo mucho que quisiera.
Lo froté unos instantes más antes de soltarlo renuentemente y me moviera alrededor de la mesa.
―Gracias por la entrevista. Creo que tengo todo lo que necesitaba―le dije quedamente, apagando mi grabadora con un clic y deslizándola a mi bolso. Evité sus ojos mientras me colgaba el bolso y me giraba para irme.
―¿En verdad? ―No pude interpretar su tono, así que me volví para mirarlo y en el instante supe que estaba acabada. Sus ojos verdes estaban casi negros con deseo y me miraba como si fuera algo de comer. Sentí mi corazón acelerarse mientras reconocía el deseo en su rostro.
―Sí―balbuceé en respuesta, yendo en contra de cada instinto y alejándome de esa mirada de depredador. Se bajó de la mesa y la toalla ya colgaba muy abajo en sus caderas pero todavía allí, aunque precariamente. Casi salivaba ante la vista de esa perfecta V en medio de sus caderas.
―¿Está segura de eso? ―Y allí estaba de nuevo esa voz, que prometía hacer cosas malvadas si cedía tan siquiera un poco. Mi cuerpo lo estaba incitando sin mi consentimiento, sentí mis pezones endurecerse y su mirada se oscureció más mientras lo notaba a través de mi blusa blanca.
Miré esa hermosa cara y no pude mentir, lo deseaba y él lo sabía.
―No―contesté. Continuó hacia mí y retrocedí hasta los casilleros, el frío metal rojo presionándose contra mi sobrecalentado cuerpo. Sus brazos me atraparon de manera efectiva contra la pared colocándose a cada lado mío.
―¿Qué más necesita, señorita Swan? ―Sus labios estaban a pulgadas de los míos y ya casi podía saborearlo. Todavía brillaba con sudor, lo cual debería de haber sido asqueroso, pero en él era increíblemente atractivo. Quería pasar mi lengua por cada pulgada de su cuerpo y por la vista de las cosas, ciertamente no le importaría. Movió su mano izquierda más cerca de mi rostro y su extremadamente largo dedo pulgar, Dios santo que era largo, trazó mi mandíbula. Solté un gemido involuntario e incliné mi cabeza para que tuviera un mejor alcance.
Antes de que pudiera pensar en lo que estaba haciendo, moví mi cabeza y tomé su pulgar en mi boca. Fue su turno para gemir y entonces presionó su cuerpo contra el mío. Estaba muy duro, por todos lados. Dejé que mis dientes y lengua trabajaran en su pulgar mientras lo presionaba contra mi boca. Sabía que estaba fantaseando con su polla y francamente, yo también.
Finalmente presionó sus exquisitos labios contra mi mejilla, moviéndose por mi mandíbula y por mi oreja, en donde comenzó a jugar con mi lóbulo, un lugar favorito para mí. Él sabía lo que estaba haciendo, cada movimiento calculado casi me dejaba de rodillas.
―No me contestaste―respiró contra mi oído, causando que escalofríos recorrieran mi cuerpo― ¿Qué más necesitas, Bella? ―su voz acarició mi nombre, la pretensión de llamarme señorita Swan se había ido.
Solté su pulgar de mis labios y dejé que mi cabeza y manos se recargaran en los casilleros―A ti, te quiero a ti―le informé sin aliento, incapaz de decir nada más que eso mientras él continuaba jugando con mi lóbulo. Más que ver sentir una sonrisa expandirse en su rostro por mis palabras.
Se hizo hacia atrás y me mostró esa sonrisa tan sensual y esta vez me di en la urgencia de morderlo, tomando su labio inferior entre mis dientes y causando que el gruñera en reacción y embistiera su cuerpo contra el mío. Gracias a mis ridículos tacones, encajábamos juntos perfectamente, su polla estaba alineada con mi coño y todo lo que tomaría sería que me levantara la falda para que me tomara. Me restregué contra él, ansiosa porque simplemente hiciera eso.
Quitó sus labios de los míos y los recorrió con su lengua, probándome, aunque no de la manera en que yo quería.
―Sabes, Bella, soy una persona muy competitiva―dijo, sus ojos verdes chispeando maliciosamente.
¿Qué mierda?
―Estoy enterada de eso, la mayoría de los atletas lo son―respondí, mi voz algo irritada porque quería saber por qué no me estaba haciendo estragos en este mismo momento. ¿Por qué estábamos hablando de nuevo?
―Tal vez, pero ¿soy tu primera entrevista, no es así? ―Sabía la respuesta a su pregunta pero figuré que debía de jugar en esto y así tal vez volvería a tocarme.
―Sí, lo eres.
Su sonrisa regresó y se convirtió en esa sonrisa que comenzaba a amar y a odiar al mismo tiempo.
―Bueno, creo que es vital que sea la entrevista más importante que tengas. No puedo soportar ser el segundo mejor, como habrás podido darte cuenta. Quiero destacar, para que así nunca olvides tu primera vez.
Mi cuerpo se convirtió en gelatina ante sus palabras y luché para no lanzarme a sus brazos. Había un juego que tenía que jugarse aquí e iba a hacer mi parte.
―Eso probablemente va a ser muy difícil. Estoy segura de que entrevistaré a cientos, quizá a miles, de jugadores de futbol semidesnudos en mi vida. Pronto todos se combinarán y sólo serás uno de ellos―Me tragué la risa al ver que a su atractiva cara se le fruncía el ceño. Como si alguna vez fuera a olvidar esto.
Mis labios temblorosos me acusaron, y él entrecerró los ojos.
―Eso suena como un desafío, señorita Swan―Y allí estábamos de nuevo en la falsa formalidad. Bien por mí.
―Es muy observador, señor Cullen―dos podían jugar el juego de nombres.
―Dicen que nunca olvidas tu primera vez―apuntó con una sonrisa triunfante.
―Algunas veces, la primera vez vale la pena olvidarse―respondí. Soltó una risa sorprendida y sacudió su cabeza.
―Bueno, entonces, ¿sólo tendré que hacerla inolvidable, no?
Le alcé una ceja.
―Si piensas que puedes, no te detendré.
Sus ojos se oscurecieron de nuevo, el verde casi era devorado por el negro. Joder, eso era increíblemente sexy, como si fuera una pantera acechando a su presa. Sólo que su presa estaba dispuesta a ser tomada.
―Dígame, señorita Swan, ¿alguna vez ha sido follada en la sala de casilleros? ―Sacudí mi cabeza muda, mi boca secándose por la manera en la que me estaba mirando y la forma en la que dijo follada. Sus ojos recorrieron de arriba hacia abajo mi cuerpo―Por supuesto que no, una mujer de apariencia dulce e inocente como usted; con sus enormes ojos marrones y ese labio que sigue mordiendo… la mayoría de los hombres serían suaves con usted. Harían toques tan ligeros como de pluma por cada pulgada de su cuerpo, seguido por suaves besos que apenas podría sentir―sus palabras eran hipnóticas, habladas en una voz aterciopelada que me hacía sentir como si fueran caricias―se tomarían su tiempo, memorizando cada pulgada de ese pequeño paquete que presenta, saborearían cada sabor, antes de deslizarse suavemente en usted y hacerle el amor toda la noche. ¿Eso suena bien para usted, señorita Swan?
Sonreí; recordando una noche reciente justo como esa, cuando me sentí como una princesa de la que se hicieron cargo por horas.
―Sí, definitivamente―¿De dónde había venido esa voz? Sonaba como si hubiese corrido un maratón, estaba sin aliento.
Sus manos encontraron mi cintura y lentamente desabrochó mi blusa desde abajo. Moría porque me tocara. Aunque no lo hizo, sólo dejó que sus manos tocaran por encima de la ropa y reprimí un grito de frustración. Dejó escapar una risa y llevó sus manos hasta el corte V de mi blusa, trazando mi clavícula con las puntas de sus dedos.
―Bueno, señorita Swan, ya que usted ha tenido eso, definitivamente no sería memorable si yo hiciera eso por usted, ¿verdad? ―Y demonios que no lo sería. Todo en este hombre era memorable; sabía eso tan bien como mi nombre.
―Podría serlo―le informé, encogiéndome ante lo chillona que sonaba mi voz. Sus dedos disparaban chispas en todo mi cuerpo y sólo se estaban deslizando por mi escote. Las necesitaba en todos lados.
―Un podría no es suficientemente bueno para alguien como yo. Necesito ser el mejor que alguna vez tendrá―Bastardo.
―Supongo que tendré que contactarlo dentro de sesenta años y aclarárselo―dije, dándole una sonrisa de mi parte.
Se rió suavemente, inafectado por mis palabras―Oh, creo que lo sabrá mucho antes que eso.
―No sabré nada hasta que me folle, ¿o sí? ―pregunté entre dientes.
La alegría huyó de su rostro y frunció el ceño.
―No, supongo que no. Entonces que así sea―Y antes de que pudiese registrar las palabras, sus manos agarraron el cuello de mi blusa y la arrancaron, mandando por todos lados botones. Jadeé, pero eso fue todo lo que pude hacer, antes de que sus labios estuvieran en los míos, los suaves besos de antes se habían ido.
Sus labios devoraban los míos, su lengua forzaba a mis labios abrirse y empezando conmigo en una batalla silenciosa que ninguno de los dos perderíamos. Sus manos encontraron mis pechos y los apretó en sincronía con sus besos, sus dedos acariciando mis adoloridos pezones y enviando descargas eléctricas a mi pecho. Mis manos finalmente se enterraron en su cabello, tirando de esos hermosos mechones suyos.
Alcanzó detrás de mí y desabrochó mi sostén, claramente no era un novicio en eso… la mayoría de los chicos eran algo torpes allí pero, por supuesto, Edward Cullen era un profesional. No tuve tiempo de preocuparme por el estado de mi ropa, pues esos increíblemente largos dedos deslizaron el sostén por mis hombros y por mis brazos y regresaron para sopesar mis desnudos pechos. Finalmente sus manos estaban en mi piel desnuda. Gracias Dios.
Alejó sus labios de los míos y los arrastró hacia mi cuello, deteniéndose para lamer la clavícula que había estado acariciando antes de continuar a mis adoloridos pechos. Tomó el derecho en su boca, mordisqueando expertamente el pezón y haciendo lo mismo con su mano en mi otro pecho. El placer me recorría con su toque y pensé que me vendría tan sólo con las caricias en mis pechos. Eso sería una primera vez. Murmuré mi aprobación y sostuve su cabeza contra mi pecho, no queriendo que se detuviera pronto. Se rió y lo sentí vibrar por todo mi torso.
Cambió a mi pecho izquierdo y volvió a repetir con su mano lo que había hecho con el otro. Podía sentir cosquilleos en todo mi cuerpo y mi estómago se sentía como si estuviera en lo más alto de una montaña rusa, a punto de soltarse a toda velocidad. Esa era mi parte favorita del juego. Aunque esto sólo era el principio y esperaba que todavía no alcanzáramos el crescendo.
Como si hubiera escuchado mis pensamientos, la mano de Edward se coló por mi falda y recorrió mis pantaletas húmedas con el pulgar. Solté un gemido audible y me estremecí ante el contacto repentino. Se rió pero continuó chupando mi pezón suavemente. Sus manos no eran suaves, su pulgar estaba aplicando más y más presión en mi coño y me balanceé contra su mano, ansiosa por sentir esos largos dedos en mi interior.
Sentí mi falda ser levantada lentamente y me tomó un momento para agradecer que no me la estuviera arrancando, aunque sentí un poco de decepción también. No es como si quisiera ir por el estadio andando solamente con mi ropa interior pero ahora mismo no podía importarme mucho si así era. Edward soltó mi pecho y dejé escapar un suspiro de decepción. No duró lo suficiente, él se puso de rodillas frente a mí. Sentí más líquido recorrer mis muslos sólo por la vista de esta hermosa criatura.
―¿Señorita Swan? ―me llamó, sus manos acariciando mis muslos mientras su pulgar acariciaba mis adoloridos labios.
―¿Hmmm? ―fue todo lo que pude responder. Era suertuda de que todavía pudiera estar de pie; me sentía temblar como una hoja.
―¿Cómo está yendo la entrevista? ―preguntó con una gran sonrisa que casi se veía de niño en su atractiva cara.
Abrí mi boca para maldecirlo, pero entonces sus dedos se colaron por mis pantaletas e hicieron contacto con mi clítoris. Lo que había estado planeando decir se me olvidó mientras sentía la presión subir simplemente por ese toque. Mis manos se azotaron audiblemente contra los casilleros, enviando el ruido por toda la habitación. Edward me miró en el orgasmo, continuando con las caricias en mi clítoris mientras me enterraba contra su mano.
Edward paró sus movimientos y fui capaz de enfocarme de nuevo, notando que de alguna manera había podido mantener su toalla todavía a pesar de su posición. Eso no estaba bien. Estaba a punto de corregir eso cuando dio un inesperado tirón a mí y la sentí tronar mientras la sacaba. Mierda, allí va otra ropa rota. Miró la tanga negra por un momento y luego me sonrió.
―Sabe, señorita Swan, usted parece ser muy recatada con esa blusa y sostén, pero entonces usas pantaletas negras pervertidas que nadie puede ver. Nadie además de mí. Eres todo un estudio de contrastes. Me gusta.
―El paquete de afuera es para todos, el paquete de adentro es sólo para mí―le informé. Mis pantaletas negras me hacían sentir sexy y confidente.
―Y para mí, al menos por ahora―señaló, con razón. No me había esperado que estuviéramos de esta forma, pero estaría mintiendo si dijera que no había fantaseado después de veinte minutos―Quise probarte desde que entraste a esta habitación―me informó y mientras procesaba la información él se inclinó y le dio una lamida a mi clítoris. Santa mierda, eso se sintió increíble. No era lento o suave, su lengua me recorría como si estuviera en una carrera. ¿Quién podía hacer venir a la chica más rápido? Edward podría ganar, sin duda. Dejé que los casilleros detrás de mí me soportaran porque iba a colapsar si dejaba que mis piernas me sostuvieran durante todo esto.
La lengua de Edward trabajó sobre mí y si eso no era suficiente, esos dedos sexys se unieron a la fiesta. Deslizó uno en mi interior y dejé escapar mi más fuerte gemido mientras doblaba un dedo y pegaba contra mi punto más sensible. Movió su dedo fuera y dentro lentamente, contrastando con los rápidos movimientos de su lengua en mi clítoris. Las diferencias de velocidades me volvieron loca y estuve perdida en la sensación. El equipo entero pudo haber entrado y vernos y yo ni en cuenta.
Lo sentí deslizar un dedo más y comenzó a acelerar su movimiento para alcanzar el de su lengua. Sentí que me quemaba por dentro mientras se movía más y más rápido. Mis muslos comenzaron a tensarse y sentí el endurecimiento mientras me venía, mis paredes apretando sus dedos talentosos. Jadeé su nombre mientras continuaba sus movimientos, no contento con verme bajar de la cima. No sé cuántas veces me vine. ¿Tres?, ¿cuatro?, ¿siete? Escuché de orgasmos múltiples, pero pensaba que eran un mito. Claramente estaba equivocada.
Era un desastre tembloroso de gelatina para el tiempo en el que se apartó de mí y comencé a deslizarme por los casilleros, pero él me atrapó antes de que pudiera tocar el suelo.
―¿Bella? ¿Estás bien? ―¿Bien? No había una palabra para describir como me sentía, pero estaba más que segura que 'Bien' no lo cubriría. Puse mis manos en ese sexy pecho y murmuré palabras incoherentes. Se rió y me ayudó a pararme. ―Tal vez deberías de sentarte―Sacudí mi cabeza para negar. No había terminado con él todavía, sólo tenía que controlarme de nuevo.
Le alcancé y quité la toalla, finalmente situando mis ojos en la gloria que era la polla de Edward. Nunca encontré una polla atractiva, eran venosas y raras. Pero, por supuesto, Edward se las arregló para ser hermoso a pesar de eso. Era larga y muy dura, sobresaliendo orgullosamente de sus caderas. Me lamí los labios y me imaginé llevándome su polla a la boca.
Me incliné hacia adelante y presioné mis labios contra su hombro, abriendo mi boca y recorriéndolo. Sabía a hombre, a sudor y pasto. Me gustaba. Lamí todo el camino hasta su pezón y lo recorrí con la lengua. Sus manos encontraron mi cintura y me presionaron contra él, su polla presionándose contra los labios de mi coño. Gemí contra su pecho y rodeé su pezón con mi lengua. El gruñó y embistió contra mí. Estaba tan cerca de estar en donde lo quería. Sólo un par de pulgadas…
Como si estuviera leyendo mi mente de nuevo, las manos de Edward apretaron mi cintura y me levantaron del suelo, de nuevo presionándome contra el frío metal y deslizando su polla en mi adolorido coño. Presioné mis caderas contra las de él, ansiosa por tenerlo totalmente dentro de mí y enrosqué mis piernas alrededor de su cintura. Mis manos encontraron apoyo en sus hombros y lo metí todo en mi interior. Ambos jadeamos ante la sensación de su polla deslizándose fuera y dentro de mí. Pero yo no quería lento y él prometió.
―Fóllame, Edward. Duro, justo como dijiste que harías―Sus ojos se oscurecieron y rápidamente cumplió, sus caderas moviéndose rápidamente adentro y afuera, encontrándose con las mías en perfecto ritmo.
Sentí una de las manijas de los casilleros presionarse contra mí y dolió, pero no me importó. Me arqueé lo mejor que pude y encontré con cada embestida. Nuestros cuerpos ahora estaban sudorosos pero sólo hacía nuestros movimientos más suaves. Un mechón de cabello caía en su cara y lo quité, mis labios encontrando los suyos mientras embestíamos. No lo podía creer cuando lo sentí de nuevo, mis muslos apretaron contra él y me vine, sollozando su nombre mientras me venía duro. Cómo me había podido venir así después de los otros orgasmos iba más allá de mí. Apreté alrededor de Edward y eso fue todo lo que necesitó para liberarse en mí con fuertes y largas embestidas.
Nos colapsamos de nuevo contra la pared, los dos respirando pesadamente y sudorosos. No sabía cómo demonios iba a salir de aquí, con la blusa rota y viéndome de esta manera. Las manos de Edward tomaron mi trasero mientras me cargaba lejos de los casilleros al área de duchas. Giró la llave mientras me quitaba mi falda y nos encaminó a la regadera. Suspiré en alivio mientras el sudor se lavaba de nuestros cuerpos.
―Le falta un poco de las amenidades, pero al menos estaremos semi limpios―me dijo con una sonrisa, poniendo algo de jabón en sus manos y poniéndolo en mi cuerpo. Me sentí respondiendo de nuevo, pero me tragué el deseo. Ya había tenido demasiado, muchas gracias.
Edward tomó mi mano y puso algo de jabón en ella, mirándome expectante. Suspiré en broma y le regresé el favor, limpiándolo como él lo había hecho. Vi su polla levantándose de nuevo y me reí.
―No puedo tener otra ronda, Edward. No ahora mismo.
Se rió y depositó un beso en mi mejilla.
―Lo sé, salgamos de aquí.
―Uh, hablando de eso, ¿tienes una camiseta o algo que pueda usar? ―Sacó una toalla de una pila junto a las duchas y me secó. Su toque era tan suave que después de la follada que habíamos experimentado, era un fuerte contraste. Abrió su casillero y rebuscó adentro.
―Toma―dijo, dándome un jersey limpio. Cullen #10. Era totalmente grande para mí pero me importó un carajo. Era mía y no la iba a tener de regreso. Me la puse y también mi falda, poniendo el sostén y las pantaletas arruinadas en mi bolsa. Debía de recordar limpiar eso antes de tipiar mi historia.
Miré mientras se ponía unos pantalones negros y una camisa blanca que no hizo nada por ocultar esos hermosos músculos. Dios, era hermoso. Me cachó mirándolo y me lanzó una suave sonrisa. No sabía qué decir ahora que habíamos terminado con toda esta tensión sexual.
―Bueno, necesito ir a mi trabajo para escribir mi historia, así que supongo que debería de irme ahora―No quería dejarlo, pero tenía que trabajar y no quería asumir que…
―Bella, ¿por qué no me dijiste acerca de tu promoción? ―preguntó suavemente, viéndose un poco herido. Fuera estaba el atleta bastardo y engreído que me había devorado en los casilleros. Aquí estaba el verdadero Edward Cullen, dulce, inteligente, algunas veces un poco inseguro. Estamos saliendo desde hace dos meses y mientras que las cosas eran nuevas, sabía sin duda que lo querría por siempre. Vi un nuevo lado de él esta noche y demonios si no era tan atractivo como el otro.
Caminé hasta él y rodeé su cintura con mis brazos. Me tomó entre sus brazos y me abrazó con fuerza. ―Lo supe esta mañana. Ya te habías ido y bueno, quería sorprenderte. Espero que haya sido buena.
Él se rió y me apretó con fuerza.
―Yo diría. No sabía qué decir cuando te vi. Y entonces mi papá…
―Sí, no es así como quería conocer a tu padre―dije, riéndome junto con él―¿Qué es lo que va a decir cuando me conozca de verdad?― Depositó un beso en mi cabeza.
―Él ya sabía tu nombre, Bella. Nos dejó para darnos algo de privacidad―Oh, eso era muy penoso. Con esperanza que él no hubiera pensado en lo que su hijo y yo íbamos a hacer cuando salió. Edward sacó su teléfono de su casillero. Se rió mientras presionaba un botón y me mostraba un mensaje.
"Fue bueno finalmente conocer a tu novia. Tráela a la cena de mañana por la noche, tu madre estará enojada de que la haya conocido primero".
―Supongo que conoceré a los padres―dije con una risa.
―Sip, ya era hora también―Cerró su casillero y tomó mi mano en la suya―¿Entonces?
―¿Entonces qué?
― ¿Fue la mejor entrevista de todas o qué?
Me mordí el labio y pretendí estar pensando sobre ello. Dejó ir mi mano y comenzó a picotearme, haciéndome sacudir con la risa.
―¡Sí! ¿De acuerdo? ¡Sí! ―Se detuvo y me sonrió en triunfo.
―¿Y nunca tendrás otra entrevista así, verdad? ―preguntó, mirándome expectante.
―Bueno, no lo sé. Estaba pensando en dirigirme a los casilleros de los Cowboys y ver si Tony Romo está por allí. Tal vez podría darte un plazo para tu dinero―Edward gruñó y me cargó sobre su hombro. — ¡Edward!, ¿qué estás haciendo?
―Llevándote a casa, no estarás yéndote con Romo o algún otro Cowboy esta noche―me dijo. Disfruté la vista de su trasero en esos pantalones negros apretados.
―Edward, tienes que bajarme―le dije, mientras comenzábamos a salir de los casilleros y me cargaba pasando a varios guardias de seguridad y fans esperando autógrafos sorprendidos―La gente va a comenzar a hablar―siseé, la sangre llegando a mi rostro tanto por la posición como por la vergüenza de todos los ojos en mí.
Me bajó pero mantuvo su brazo en mí.
―Déjalos hablar. Estoy cansado de esconderme. Eres mía y quiero que el mundo lo sepa―Sus palabras me llegaron y sentí como si hubiera ganado la lotería. Y en una manera lo había hecho. Edward Cullen era un mucho mejor precio que cualquier dinero.
Pasé un brazo alrededor de él también y dejé que me dirigiera fuera del estadio.
―¿Edward?― Se paró al lado de su Mercedes y me miró.
―¿Sí, Bella?― Apreté los labios y se inclinó para darme un beso.
―La mejor entrevista de todas―murmuré contra sus labios. Se rió y me besó apasionadamente, entonces se alejó y me abrió la puerta del pasajero.
―Te lo dije―me recordó creídamente. Y sí que lo había hecho.
