Esta historia pertenece a Michelle Reidd, los personajes son de Stephenie Meyer, yo solo la adapto

Capítulo 1

Enero llegó ese año portando una venganza cruel. Bella, frente a la ventana del despacho de su padre, estaba mirando como golpeaba la lluvia contra los cristales, mientras otra tormenta, ésta de di ferente cariz, tenía lugar detrás de ella. Una en la que dos hombres poderosos se insultaban el uno al otro. No le importaba lo que se dijeran y su presencia allí era meramente accidental.

-¡Cullen, ése fue el trato! -gritó su padre con gesto de impaciencia-. No voy a regatear, tómelo o déjelo.

-¡Pero lo que me propone es una barbaridad! -re plicó el otro hombre-. Soy un hombre de negocios, pero no me dedico a la trata de blancas. Si le es difícil encontrar un marido para su hija, intente conseguirlo mediante una agencia matrimonial, porque yo no estoy en venta.

Bella hizo una mueca de disgusto, dudando si servi ría para algo la inteligente respuesta de Edward Cullen. Charlie Swan, su padre, siempre arriesgaba sobre seguro. Era un hombre hecho a sí mismo, que lle vaba toda la vida luchando y había conseguido, salien do de la nada, convertirse en un empresario millonario. Era, en definitiva, la clase de persona que sabe dónde y cómo conseguir lo que se proponía.

Edward Cullen, por su parte, era la antítesis de Charlie. Un joven elegante y atractivo, procedente de la aristocracia griega, cuya fortuna familiar había ido menguando en los últimos treinta años. Justo el tiempo en que Swan había ascendido vertiginosamente. Habría que decir, para ceñirse a la verdad, que Edward Cullen no sólo había conseguido detener el deterioro en los asuntos financieros de su familia, sino que en los últimos diez años había reparado la situa ción de manera tan brillante que había conseguido casi reparar la deteriorada economía familiar. Pero aún le faltaba el paso final. Paso que tenía que dar con la ayuda de Charlie Swan. «Pobre diablo», pensó Bella con una mueca de ternu ra. Sabía que Edward Cullen no conseguiría su ob jetivo sin el previo pago del precio que su padre pedía por ello.

-¿Es su última palabra? -aventuró Charlie Swan, confirmando la predicción de su hija-. Si es así, pue de marcharse porque no tengo nada más que decir.

-Pero estoy dispuesto a pagar el doble de su precio en el mercado...

-La puerta está por allí, señor Cullen...

Bella no pudo evitar un estremecimiento, sin saber lo que Edward Cullen iba a hacer.

El joven tenía dos opciones: salir con la cabeza alta, pero sin conseguir su sueño, o dejar a un lado su orgu llo y aceptar lo que Charlie Swan le pedía por su sueño.

-Tiene que haber otro modo de que podamos re solver esto -murmuró.

«No lo hay», murmuró Bella en silencio. Por el simple hecho de que su padre no iba a aceptar que las co sas se hicieran de otro modo. Su padre ni siquiera se molestó en responder. Siguió allí sentado y esperó a que el otro hombre dijera algo o se marchara como él había sugerido.

-¡Le maldigo por haberme hecho llegar hasta aquí! -exclamó el griego.

Bella escuchó entonces cómo su padre se ponía en pie. El ruido le era tan familiar y le producía tanto te mor como cuando era niña. Charlie Swan era un bruto y un tirano. Siempre lo ha bía sido y siempre lo sería. Con hombres o mujeres, con amigos o desconocidos, con niños o adultos. Su necesidad de dominio no tenía excepciones.

-Entonces le dejo discutiendo los detalles con mi hija -concluyó-. Póngase en contacto con mi aboga do mañana. Contestará a cualquier pregunta que tenga y redactará el contrato.

Dicho lo cual, Charlie Swan salió de la habitación, dejándolos envueltos en un amargo silencio.

-¿Le apetece una copa? -preguntó tras unos se gundos el joven, sirviéndose él mismo de la botella del mejor whisky de su padre.

-No, gracias - contestó ella, con los brazos cruza dos bajo su pecho suave.

«Pobre diablo», pensó de nuevo la muchacha. Edward Cullen había llegado a última hora de aquella mañana, seguro de obtener un buen trato con Swan. En ese momento tenía que asumir que había sido atrapado, y ni el mejor whisky iba a hacerle olvi dar el sabor de la cautividad. El joven la miró con sus intensos ojos marrones.

-Tendrá usted un montón de cosas que objetar a todo esto.

-Hombres más duros e inteligentes que yo han fa llado en su lucha contra él -replicó Bella

-Es decir, que acepta todo esto con gusto, me ima gino.

-Le voy a explicar algo: mi padre nunca decide nada si no está absolutamente seguro de que todos los participantes van a estar de acuerdo con lo que él quie re de ellos. Así trabaja y siempre ha trabajado de la misma manera. Así que si está buscando su redención en mí, siento contradecirle.

-En otras palabras... está usted deseando acostarse con alguien sólo porque su papá se lo ordena.

-Sí -contestó la muchacha, intentando disimular su disgusto ante la ofensa.

-Entonces, ¿decidió usted libremente? ¿Es ésa la respuesta a todo esto?

Bella abrió los ojos de par en par. Luego se echó a reír, a pesar de lo amargo de la situación.

-¡Oh, no! Ha dicho antes que mi padre es un tira no y tiene razón. Nunca me permitiría elegir, pero es halagador que lo pregunte...

-Tenía que preguntarlo.

-¿Sí? Parece que quiere usted ver como la única víctima, señor Cullen, y puede que tenga que recor darle que en los desastres suele haber diferentes tipos de víctimas.

-¿Es usted una víctima de la tiranía de su padre? ¿Es lo que me intenta decir? -preguntó, con evidente incredulidad.

-Yo no intento decirle nada. No tengo que justifi carme ante usted, ¿me entiende?

-No, claro, usted sólo tiene que meterse en la cama conmigo -replicó él, con cinismo.

-Por supuesto. Entiendo que mi papel en todo esto es mucho más fácil que el suyo. Sólo tengo que tum barme, cerrar los ojos y desconectar mentalmente mientras que usted tiene que... actuar. Pero Dios nos asista si me encuentra tan repulsiva como para hacerlo, porque entonces los dos estaremos en un grave aprieto.

Aquellas palabras consiguieron impresionarlo. No sólo eso, sino que además, Bella se dio cuenta de que por primera vez la miraba sin prejuicios o sin tener que demostrarle su desprecio. Con una sonrisa de satisfacción, Bella se alejó de la ventana y se acercó hacia los dos sillones de piel que había frente a la chimenea de nogal. El fuego estaba encendido y las llamas intentaban dar un poco de calor a esa habitación imposible de ca lentar. Pero las llamas realzaron el color castaño con mechones rojos naturales del cabello de Bella y ésta sintió los ojos de Cullen fijos en ella. La miraría como una mercancía, se dijo, burlándose cínicamente de aquella mirada.

«Que me mire», pensó con desafío, al tiempo que notaba los ojos de él sobre su rostro. Un rostro hermo so, que a ella, sin embargo, no le gustaba especialmen te. Tampoco a él podía gustarle en ese momento, supo nía, por el modo en que la despreciaba.

Al volverse, vio que él observaba su cuerpo, cubier to por un sencillo vestido de lana de color marrón. Es cogió uno de los sillones y se sentó, cruzando sus lar gas piernas cubiertas con unas medias de seda. Pensó entonces que Edward Cullen tampoco estaba mal. De hecho, suponía que sería el marido ideal para muchas mujeres. Alto, blanco e indudable mente atractivo, con un cuerpo mediterráneo similar al que gustaba utilizar a los diseñadores de moda. Es más, el traje de seda gris que llevaba parecía de un diseñador de moda. Así como el corte de pelo, más corto por delante. Tenía una bonita boca también, incluso con la ten sión del momento, y su nariz larga y fina daba un equi librio perfecto a sus rasgos nítidamente cincelados. Pero eran sus ojos lo que le hacían especial. Ese color verde intenso... Eran unos ojos brillantes y lángui dos a la vez que, incluso expresando desprecio, provo caban una sensación especial. Bella, efectivamente, sintió algo especial cuando vio que aquellos ojos miraban sus piernas en el punto en que desaparecían bajo el vestido. Sintió un calor especial en los muslos.

-Bien, ¿tiene algún problema?

-No -respondió, estirándose al darse cuenta de que lo había atrapado mirándola.

Por lo menos era sincero, pensó Bella.

-Entonces su único problema es saber si desea tanto esa isla suya... No me acuerdo del nombre. Si la desea tanto como para renunciar a su estado de soltero para conseguirla.

-Pero no es sólo mi estado civil lo que está en jue go, ¿verdad?

-No -admitió ella-. Y va a tener que... hacerlo pronto si quiere que este trato se cierre cuanto antes.

El hombre observó sus ojos marrones y fríos. No le gustaba el tono de voz que había usado ella, pero Bella no le importaba. A ella tampoco le gustaba Edward Cullen. Sin embargo, podría acostarse con él, si eso era lo que tenía que hacer para conseguir su parte del trato.

-¿Y qué es lo que le hace aceptar todo esto?

Bella no respondió. En lugar de ello se quedó pensan do en cuál sería la reacción de él si le dijera la verdad. Él estaba en pie al lado del mueble bar de su padre, el cuerpo tenso y la expresión seria y despreciativa... por ella, por sí mismo, o por los dos, no podía estar se gura. Y tampoco le importaba. Su padre quería un nieto que sustituyera al hijo que se había matado hacía algunos meses en un accidente de automóvil. Edward Cullen había sido elegido como padre, mientras que Bella sería la madre. La ambición personal era el motivo principal para que Cullen aceptara el trato. Deseaba recuperar una isla griega que había pertenecido a su familia y que su padre había tenido que vender durante la bancarrota fa miliar. La escritura pertenecía a Swan. Bella, por su parte, quería obtener mucho más que unas cuantas piedras griegas.

-Como usted, conseguiré algo que me perteneció en el pasado.

-¿Me va a decir qué?

La muchacha cerró los ojos y su mente se oscure ció. Entonces las lágrimas pusieron en peligro la acti tud despectiva que la salvaba en aquel momento.

-Me temo que no es asunto suyo.

-Lo es si vamos a ser marido y mujer.

-¿Y vamos a serlo?

-¿Por qué yo? ¿Por qué, si usted no decidió, su pa dre me eligió a mí?

-¿Lo dice en serio? -exclamó ella, abriendo sus ojos marrones de par en par -. ¡Hace unos días usted me desnudó con los ojos delante de él! Me invitó a pasar un fin de semana en París con usted en una sala llena de gente, incluido mi padre. Y no había nadie allí que no entendiera las intenciones que usted llevaba, señor Cullen -le informó-. ¡Estaba claro que no era para enseñarme la ciudad precisamente!

Era cierto que, desde el primer momento, él no había tratado de disimular la atracción que sentía hacia ella.

-Lo ha provocado usted todo -continuó-. Yo traté de esquivarlo, de apartarlo de mí lado lo mejor que pude mientras estaba mi padre delante. Incluso lle gué a decirle que estaba jugando con fuego si se acer caba a mí. No me hizo caso. Usted se limitaba a sonreír estúpidamente, creyendo que yo estaba provocándolo. Y le diré algo más: hasta que no comenzó a perseguir me, mi padre no había pensado en usted para incluirlo en la lista de los posibles padres de su maravilloso nie to. Así que, si tiene que encontrar un culpable, es usted el único. Usted me miró, me deseó y se ofreció a mí, a los ojos de mi padre.

-En otras palabras, su padre es su chulo.

-Si prefiere pensar que su futura esposa es una cualquiera, adelante. Yo no mencionaré en qué lugar queda usted en ese caso. De todas maneras, usted ha te nido que pasar algunas pruebas. Es más joven que los otros candidatos de la lista de mi padre, así como más atractivo físicamente, que es un factor importante para el nieto que mi padre espera -explicó-. Pero lo más importante es que su familia tiene fama de engendrar hijos varones. Y, por supuesto, usted parecía más ambi cioso que los demás.

-¿Y qué va a ocurrir con ese nieto y heredero, una vez que llegue al mundo? ¿Su padre se lo va a arrancar del pecho nada más al nacer, y espera que yo me olvide de él?

-¡No! Mi padre detesta a los niños. Él únicamente desea un heredero varón a quien dejarle todos los mi llones. Un heredero legítimo -añadió-. Me temo que no se puede salir a la calle y encontrar uno, si es lo que va a sugerir...

-No soy un idiota -replicó él-. No sugeriría nada que conllevara la pérdida de lo que quiero conse guir con esto.

-Y ese niño perdería mucho más. Pero tiene que quedar claro que yo obtendré la custodia completa - anunció ella, levantando la barbilla, como si pensara te ner que discutir el tema-. En ello no caben dudas, señor Cullen. Es la condición que yo exijo en todo esto, y se reflejará en el contrato que mi padre le ha mencionado.

-¿Me está diciendo que yo perderé todos los dere chos sobre el niño?

-No todos. Tendrá los mismos derechos que cualquier padre mientras estemos casados, pero una vez que nos separemos la custodia será para mí.

-¿Por qué? - Ésa era una buena pregunta, pensó Bella sin decir nada -No entiendo por qué pedirá usted la custodia de un hijo que en realidad no desea.

-Yo lo querré con todas mis fuerzas. No me im portará cómo haya empezado todo. Lo amaré, señor Cullen. No pensaré en culpables, ni lo lamentaré o despreciaré.

-¿Y cree que yo lo haré?

-Sé que sí -dijo, con absoluta certeza-. A los hombres como usted no les gusta tener que responsabi lizarse de los errores del pasado. Y esto representará un error para usted. Así que la custodia será para mí -re pitió una vez más-. Una vez que nos separemos, po drá visitarlo de acuerdo a la ley, si está interesado, por supuesto.

Bella notó el brillo de los ojos de él y supo que había encendido algo peligroso en su interior antes de que se acercara a ella. La muchacha puso la espalda recta y las pestañas le temblaron ligeramente cuando él acercó peligrosamen te su cara a la de ella.

-Está ahí con la barbilla levantada y los ojos lle nos de desprecio, imaginando que sabe exactamente qué tipo de hombre soy, cuando ni siquiera me conoce. Pero mi hijo... -tomó a la mujer por los hombros-. ¡Mi hijo también será mi heredero!

Fue una fuerte impresión. No el deseo de no des prenderse de algo que a fin de cuentas era una conti nuación suya, sino el efecto de sus manos sobre ella. Parecieron llegar hasta el fondo de su corazón, provo cando que los músculos se le contrajeran violentamente y que no pudiera evitar una exclamación.

-¡Mi hijo permanecerá bajo mi protección sea cual sea mi mujer! Y si eso significa que mi matrimonio tie ne que durar toda la vida, así será.

-¿Cómo? ¿Nos vamos a casar'?

Edward Cullen tenía una dentadura perfecta. Sus ojos eran como los árboles del bosque que expresaban su disgusto por ella y por la respuesta que iba a darle en ese momento.

-Sí. Nos casaremos. Haremos todo lo que su padre diga en el contrato. Pero no crea ni por un momento que va a ser agradable.

-Entonces quíteme las manos de encima -dijo fríamente-. Y no me toque hasta que sea absoluta mente necesario.

Con eso se dio la vuelta y fue de nuevo hacia la ventana, donde permaneció observando la lluvia que caía, mientras trataba de recuperarse de las emociones que habían estallado en su interior.

-Usted cree que tiene el derecho de estar ahí de pie sintiéndose superior, pero no es así -murmuró Bella -. Usted tiene su precio, como el resto de noso tros. Y eso no le hace mejor persona que mi padre, ni que yo.

-¿Y cuál es exactamente su precio? Intente decir me una buena razón por la que haya aceptado todo esto y puede que así la respete.

Los ojos marrones de la mujer brillaron un segundo, y en ese espacio de tiempo, la verdad estuvo a punto de salir de sus labios. Pero consiguió recordar algo y entonces apagó las palabras y las encerró en su interior. Luego se giró para enfrentarse a él, con los ojos llenos de lágrimas frías.

-Dinero, por supuesto. ¿Qué otro precio puede ha ber?

-Dinero...

-En el momento en que tenga un nieto para mi padre, recibiré cinco millones de libras como pago. No es una razón peor que la de un hombre que se vende por un trozo de tierra y un montón de piedras antiguas. De manera que, si así lo quiere, el matrimonio será para siempre, no me importa. Yo tendré suficiente dinero y por lo tanto, seré independiente, dure lo que dure el matrimonio. Pero ya veremos más adelante si su deci sión es tan firme como dice, una vez que el matrimonio sea verdadero y comience a devorarle la sensación de vivir atrapado.

-¿Atrapado? ¿Cree de verdad que me sentiré atra pado por este matrimonio? ¿Cree que voy a cambiar mi vida por las promesas que nos haremos el uno al otro? - Entonces le tocó a él soltar una carcajada de desdén y Bella fue quien se puso rígida cuando entendió el ver dadero significado. -¡No cambiaré nada! Ni mi forma de vida ni mi li bertad de disfrutar de lo que me apetezca. - Los ojos de él brillaban de rabia. -Tengo una amante en Atenas con la que estoy muy contento -anunció-. Ella seguirá siendo mi amante pase lo que pase con este contrato. No seré dis creto, no haré concesiones a su orgullo, aunque viva con usted y con mi hijo. La despreciaré y la odiaré a usted y le haré el amor hasta que conciba ese hijo. Lue go no volveré a tocarla nunca más. Y si usted cree que la dejaré marcharse con mi hijo, está equivocada.

-Entonces no aceptaré el contrato -respondió Bella, utilizando la misma táctica que su padre. Después de todo, él tenía que estar desesperado para aceptar casarse con ella y engendrar al nieto de Charlie Swan. Ella aceptaría sólo porque al final del os curo túnel veía una luz de esperanza sin la cual no po dría sobrevivir.

-Intente decirle eso a su padre. Le teme, me di cuenta nada más poner los ojos en usted.

-Pero usted desea lo que él le va a dar más de lo que desea a ese hijo. Así que le digo que si no acepta que yo me quede con la custodia, romperemos el trato. Ahora sería un buen momento para decirle la lista de candidatos que se presentarían enseguida.

-Es tan fría y calculadora como su maldito padre.

Bella no dijo nada. Edward Cullen se dio la vuelta y se encaminó hacia la puerta.

-Hablaré con mis abogados -dijo al llegar a ella-. Y mañana lo decidiré.

-De... acuerdo -contestó Bella nerviosa.

-Su padre se va a enfadar por esto -dijo él provo cador, al notar la ansiedad en ella.

Ella se encogió de hombros.

-Mi padre sabía mis condiciones antes de que us ted llegara. ¿Cómo si no cree que se marchó dejándo nos a solas cuando ya le tenía atrapado en su red?

Entonces el hombre, que ya tenía agarrado el pomo de la puerta, se giró y caminó hacia ella despacio. El corazón de Bella comenzó a palpitar a toda velocidad. Era alto, más alto que ella, incluso varios centíme tros. Eso significaba que tenía que alzar la cabeza para mantener la mirada de él.

-Debe saber que corre un serio peligro al provo carme de esta manera. No entiendo por qué lo hace.

-No sé de qué está usted hablando -dijo ella, sin tiendo el dedo de él sobre su garganta.

-¿No? -preguntó él provocador.

Entonces decidió demostrarle de qué estaba hablan do. Tomándola de la barbilla con su mano, la besó. Pero no fue un beso pasional, ni siquiera un beso para castigarla. Se limitó a posar sus labios sobre los de ella y a tocar con su lengua ligeramente la curva exte rior de su boca. Después sus ojos, que parecían de cris tal oscuro, se quedaron mirando fijamente los de ella, que delataban su sorpresa.

-¿Por... por qué ha hecho eso? -preguntó ella.

-¿Por qué crees? -replicó él con voz burlona . - Quería saber si podía saborear el ácido que gotea de esa boca constantemente, pero no ha sido así -admitió en un susurro-. De hecho, tus labios son tan dulces que me da la impresión de que tendré que probarlos de nuevo.

Y eso fue lo que hizo, tal como le había advertido. Volvió a besarla, sólo que esta vez su lengua se deslizó sinuosamente entre los labios de ella. Como notó que ella intentó protestar, rodeó su cintura con la mano li bre y la apretó contra él, de un modo que ella pudo sen tir el cuerpo de él pegado al suyo. Un cuerpo que se estaba tensando ya, para su sorpresa. Pero lo que más le chocaba era el modo en que sus propios sentidos estaban reaccionando, haciendo que todo su cuerpo se estremeciera de los pies a la cabeza.

Tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para no caer en la tentación de lo que en ese momento le estaba pi diendo su cuerpo. ¿Qué era lo que le estaba sucediendo?, se preguntó Bella, al borde del delirio. Todavía enfebrecida por el deseo, tuvo que admitir que él era bueno. Había utilizado su lengua de un modo tan sensual que le había hecho gemir de placer. La ha bía sujetado con sus manos contra él de modo que ella había podido sentir el efecto que la fricción de sus dos cuerpos había ejercido sobre él. Y lo que era peor, el cuerpo de ella había reacciona do ante la excitación de él. El interior de sus muslos es taba hambriento, los labios la temblaban, la respiración se le había acelerado y sus manos habían subido hasta los hombros de él. Después de un nuevo gemido, ella no pudo contenerse más y comenzó a besarlo con gran pasión.

Bella se sintió morir cuando oyó la risa triunfal de él. Nunca se había sentido tan humillada en su vida.

-¡Vaya, menuda sorpresa! -exclamó él, al tiempo que se apartaba-. No esperaba que reaccionaras con la misma excitación que yo a nuestro pequeño combate. Sin duda, será un aliciente en el caso de que finalmente acepte tu oferta.

Bella se echó hacia atrás a su ver y sus dedos tem blorosos soltaron los hombros de él. Sus mejillas esta ban ruborizadas por la profunda vergüenza que sentía.

-Pensaba que nuestro encuentro debía de ser mu cho más profesional. Creo que no has sabido mantener la cabeza demasiado fría -se burló él.

-Nunca dije que fuera una mujer frígida -se de fendió ella.

-Pues tu padre debe de pensar que sí que lo eres. En caso contrario, no tendría que pagar a cualquiera para que se acostase contigo.

-No a cualquiera, al hombre que él eligiera -repli có, levantando la barbilla. A pesar de que su cuerpo to davía seguía temblando, lo miró desafiante-. Por favor, recuerda que tú puedes elegir, pero yo no. Yo haría lo que fuese por conseguir esos cinco millones de libras.

La expresión de él cambió como si le hubieran dado una bofetada. Se alejó unos pasos de ella con tal dis gusto en su rostro que ella casi se arrepintió de haber dicho esas palabras. Pero sólo casi.

-Te llamaré mañana con lo que decida - dijo bruscamente, mientras se dirigía hacia la puerta.

-Es con mi padre con quien debes tratar, no con migo.

-No, te llamaré personalmente a ti. Tu padre trata rá con mis abogados.


Hola gente guapa! Con nueva historia una adaptación de un libro de Michelle Reid, muy buen libro por cierto, este finc es el único que tengo completo, así que actualizaré todas las semanas... En cuanto a mi otra historia, se viene pronto actu, así que atents

Que tal si me dan un Reviews? Saludos y besitos a tods =)

XOXO

PDT: Vieron Eclipse? yo si y estuvo Awesome!