Simplemente hice esto hace mucho tiempo con todo el cariño que tengo hacia dos bellas mujeres que son demasiado importantes para mi. Así que simplemente, va por ellas de nuevo.

Disclaimer: Masashi Kishimoto es el autor de Naruto, sus personajes son suyos y simplemente de él.


Movió sus pies despacio, simplemente balanceándolos un poco. Le habían dicho que esperase allí un poco. Cruzó sus manos sobre su regazo y simplemente suspiró. Se sentía renovada, cómo si la enfermedad hubiera desaparecido por completo y fuese de nuevo una chiquilla con un corazón de hierro.

Sonrió levemente, recordando su juventud de repente. Apenas era un apoyo en su equipo, pues su Byakugan se había desarrollado más hacia un método defensivo, pero Hotaru y Goro siempre estaban ahí para hacerla sentir incluso más útil de lo que ya era. Nunca había visto a una Aburame tan animada ni a un Inuzuka tan comedido, pero allí estaban los dos.

Su sonrisa se amplió al recordar a la pelirroja de Uzushiogakure, a su compañera imparable. Había visto a su pequeño, a su Naruto, corretear por la aldea y hacer alguna que otra travesura. Ella le había ayudado alguna vez que otra, cuando se le permitía salir de casa y se lo encontraba. Quizás los pequeños detalles hicieran su vida un poco más feliz. Suspiró y soltó una risita, aún recordaba el enorme tazón de ramen que le regaló la última vez que pudo salir.

Ojalá lo hubieras visto crecer, ojalá…—se dijo mientras los ojos se le llenaban de lágrimas, recordando.

Y Mikoto…cerró los ojos con fuerza, recordando su visita al hospital. Lucía algo demacrada, —Fugaku estaba demasiado pesado anoche— puso como excusa. Sabía cómo eran ambos Uchiha, pero se preocupó enormemente por su amiga. Mikoto rio de forma dulce, de esa forma que siempre le había hecho gracia por la forma en que reía. —No te preocupes por una estúpida pelea marital— dijo tomándole de la mano. —Preocúpate por el hecho de que estés aquí—. Sus ojos negros habían brillado por un momento, como un fantasma de las lágrimas que quería derramar, pero retiró la vista y apretó su mano, de la que habían pendido varios cables. —Solo no me dejes tú también, Hana-chan…—

Lo siento Mikoto…espero que puedas perdonarme— se llevó una mano al pecho, recordando los tres meses que había pasado junto a su pequeña Hanabi antes de que su corazón dijese basta. Recordaba lo exultante que había estado la Uchiha de verla de nuevo en pie, sin estar entubada de pies a cabeza, aunque lo que ella no veía era el aparato que necesitaba para respirar por las noches.

Hiashi…no quería pensar en él en ese momento, le dolía demasiado verle sufrir. Primero Hizashi y luego ella…¿se recuperaría algún día? Ella misma no lo sabía, ni siquiera ella que tanto le conocía…

…de repente, un recuerdo le vino a la cabeza. Algo que hacía tantos años que había ocurrido, que no sabía si ellas también lo recordarían. Aún podía ver el kimono tan curioso que llevaba Kushina y aquel atuendo de chico que llevaba Mikoto. Recordaba también la sensación de vértigo que la había inundado en aquel momento, allí de pie en la cabeza del Segundo Hokage, observando la aldea. Apenas debían contar con trece años.

¡Escucha Konoha, yo, Kushina Uzumaki, seré Hokage algún día-ttebane'!— había berreado Kushina poniéndose las manos entorno a la boca y gritando con fuerza. —¡Superaré a ese blanducho afeminado-ttebane'!— Mikoto y ella habían reído a carcajada limpia por aquello último, tanto que les dolió la barriga. La Uchiha fue la siguiente. —¡Escucha Konoha, yo, Mikoto Uchiha, seré la líder y la más fuerte del clan!— gritó con su usualmente suave voz. —¡Pisotearé a ese gruñón de Fugaku!— un Fugaku-baka resonó más fuerte por encima y ella soltó una risita. Cada una estaba sobre la cabeza de un Kage. Mikoto del Tercero, ella del Segundo y Kushina del Primero. Sus amigas la habían mirado, instándola para que hiciese lo mismo con una gran sonrisa. Se aclaró la voz y probó a gritar, pero debido a que hablaba en susurros la mayor parte del tiempo, no se escuchó. Kushina y Mikoto la regañaron, diciendo que debía gritar lo más fuerte que pudiese. Tomó aire de nuevo y fue entonces cuando su voz se alzó con fuerza al cielo. —¡E-escucha Konoha, y-yo, Hana Hyūga, v-voy a casarme con Hiashi-kun!— rememoró la sensación de sentirse observada atentamente, había chillado aquello muy fuerte. —¡Y-y superaré a Mi-Mikoto-chan y Ku-Kushina-chan!— añadió levantando los brazos. El silencio que se produjo fue sepulcral y pudo ver las caras de completo shock de sus compañeras. Sintió su rostro arder por unos segundos hasta que Kushina y Mikoto prorrumpieron en escandalosas carcajadas, uniéndose a ellas poco después. —¡Escucha Konoha, yo, Tsunade Senju, patearé a estas niñatas hasta la extenuación como no vengan a entrenar de una vez!— la piel se le puso de gallina con el recuerdo de aquel rugido. —¡Y vaya que disfrutaré!—

Rio de forma melancólica recordando como la Sannin las había entrenado durante un tiempo antes de marcharse de forma definitiva de la aldea. Aquel día ni siquiera comió del cansancio que tenía y de la paliza que les dio, incluso le dolían los ojos.

—Hana-chan…t-tú…—aquella voz temblorosa, asustada, la hizo cerrar los ojos, componiendo una sonrisa comprensiva.—No…no puede…no puede ser…

—Hana-chan—la voz de Hizashi llegó a sus oídos y pronto se vio rodeada por unos brazos tan parecidos a los de su marido que lo aferró con todas sus fuerzas.

—¿Tú crees que Hiashi-kun nos perdone algún día?—preguntó con voz leve, separándose y besando la frente de su cuñado.

—Lo hará, sabes cómo es Hiashi, Hana-chan—siempre le había gustado que Hizashi la tratase con tal delicadeza y ternura, como si fuera su hermana pequeña.

Sintió sus comisuras esbozar una leve sonrisa y luego dirigió la mirada hacia Kushina, hacia el lugar dónde aquellos gimoteos resonaban. Tenía las mejillas rojas y las mejillas llenas de lágrimas al igual que los ojos. Apretaba sus puños con tal fuerza que temblaba. Aquello le pareció ciertamente adorable en conjunto con el vestido que llevaba. Ella, en su eterno kimono lila y morado, se movió con lentitud y limpió las lágrimas de su amiga con su manga. Besó su frente sin dificultad gracias a que era más alta que ella y después la acogió en sus brazos.

—Tranquila, Kushina-chan, ya no estás sola…—consiguió susurrar para calmarla.

La pelirroja no emitía ningún sonido mientras lloraba, como si le costase sollozar por la intensidad de sus temblores. No podía hacer otra cosa que consolarla de forma silenciosa hasta que se calmase y pudiese hablar en condiciones.

Abrazada a Kushina pensó en sus gritos aquel día. Sus sueños hechos sonoras promesas. Kushina quizás no había conseguido ser la Hokage, pero era la mujer del Cuarto, aquel blanducho afeminado que se había prometido superar…había dado su vida para salvarles a todos del ataque del Kyūbi. Ella quizás no habría superado a sus compañeras, a lo mejor se habría igualado, pero se había casado con Hiashi, convirtiéndose en la líder del clan Hyūga de alguna forma junto a su esposo…

…y ahora que podía ver a Mikoto de nuevo en aquel luminoso lugar en el que se encontraban, también podía decir que ella había cumplido su promesa. Pisotear a Fugaku lo había hecho desde el día que habían contraído nupcias y cómo ella, se había convertido de alguna forma en líder del clan Uchiha y también destacando en ser la más fuerte, quizás no en la lucha, pero psicológicamente sí.

Kushina volvía a derramar lágrimas amargas mientras ella se mantenía a su lado. Fugaku chasqueó la lengua mientras era recibido por Hizashi y Mikoto…Mikoto tenía lágrimas en los ojos pero una gran sonrisa en el rostro. Puso sus manos entorno a su boca y alzó la voz.

—¡Escucha Konoha, yo, Mikoto Uchiha, fui la líder del clan y pisoteé a Fugaku!—la voz de Kushina resonó en un gemido lastimero con su Fugaku-baka ante el grito de Mikoto.

—¡E-escucha Ko-Konoha, y-yo, Ku-Kushina U-Uzumaki, sa-salvé la a-aldea y-y me-me casé con el cuarto H-Hokage!—sollozó con fuerza imitándola, haciendo que ella y la Uchiha rieran con suavidad.

—¡Escucha Konoha, yo, Hana Hyūga, me casé con Hiashi-kun e igualé a Mikoto-chan y Kushina-chan!—chilló sin esfuerzo, componiendo una sonrisa bonachona.

¡Escucha Konoha, ellas iban a ser las kunoichis más fuertes de toda la aldea! ¡Ni el espacio ni el tiempo lo impediría! ¡Ni siquiera la muerte!


I love them so hard, bae 3