Separación y resolución.
Yuichiro corría tan rápido como sus pies se lo permitían cargando en su espalda el peso de Mikaela mientras sentía como su sangre seguía fluyendo. Estaba asustando no solo porque temía que en cualquier momento los vampiros pudieran ir a buscarlo sino porque desde el momento en que su carrera empezó Mikaela había quedado inconsciente. Por mucho que intentará no pensar en ello, la idea de que estuviera llevándose un cuerpo sin vida no abandonaba su mente.
Cuando finalmente pudo ver el final de ese túnel la luz lo cegó momentáneamente lo que junto a su cansancio hizo que se tropezara rodando por una colina nevada. Su primer pensamiento fue buscar a Mikaela, quien yacía a varios metros de distancia, pero por más que lo intentará ya no era capaz de moverse. Sintiéndose inútil observó como la mancha roja que se formaba debajo suyo se iba extendiendo al tiempo que su piel se volvía extremadamente pálida. Comenzaba a pensar que su intentó por salvar al único miembro de su familia falló cuando escuchó pasos.
Sorprendido por ello levantó la vista observando la figura de un hombre de unos aproximadamente treinta años vestido con una chaqueta y pantalones negros que se acercaba lentamente observándolos a ambos, examinándolos. Le tomó varios segundos reconocerlo como un visitante frecuente del orfanato quien tenía por costumbre regalarles cosas, alguien que en esos momentos lo molestaba por no estar ayudando a Mikaela cuando era tan evidente que lo necesitaba.
– ¿A quién debería llevarme? Estos vampiros sin duda han complicado mis planes. – Dijo el hombre con una mano debajo del mentón en una pose pensativa alternado su miranda entre los dos niños deteniéndose sobre Mikaela antes de retomar su discurso – Sin los otros gran parte de tu utilidad se pierde además de que con esas heridas me sorprende que todavía siga respirando. Eso hace la elección obvia y me llevaré….
– ¡Sálvalo! – Gritó Yuichiro incapaz de quedarse quieto mas tiempo mientras lagrimas inundaban sus ojos llenos de ferocidad – Por favor, sálvalo.
El hombre permaneció inexpresivo ante sus palabras cuando de repente su gesto cambió a uno lleno de curiosidad mirando un punto entre los arboles que solo él era capaz de ver. Tras un momento de silencio una sonrisa se formó en sus labios mientras sacaba cadenas con unos extraños papeles adheridos en ellas desde los bolsillos de su pantalón.
– De acuerdo, cumpliré tu petición. Después de todo la patrulla que esta por pasar me acaba de dar una idea sobre la mejor forma de usarlos a ambos – Dijo envolviendo el cuerpo de Mikaela con sus cadenas al tiempo que una nube de humo negro comenzaba a salir de su boca conforme hablaba la cual al alcanzar a Yuichiro comenzó a hacerlo sentir adormecido – Mándale saludos a Guren de mi parte y asegúrate de volverme muy fuerte, o de lo contrario nunca te lo devolveré.
Sus últimas palabras lo alertaron pero el cuerpo de Yuichiro se sentía demasiado pensado y su cabeza le daba vueltas por lo que, nuevamente impotente, observó como se llevaban al último miembro de su familia. Sus últimos pensamientos estaban llenos de inquietud al no saber si había sido capaz de salvarlo, o lo había condenado.
La respuesta le tomó cuatro años en llegar. Durante ese periodo de tiempo únicamente fue capaz de verlo de lejos, siempre a una distancia visible de aquel hombre a quien obedecía silenciosamente y con una expresión de miseria en su rostro. Fueron muy escasas las veces que pudieron permanecer frente a frente, generalmente cuando comenzó a patrullar cerca de las murallas, y siempre Mikaela estaba silencioso, con una mirada vacía evitándolo lo mejor que podía. Sin embargo en su último encuentro, una ocasión en que a pesar de habérsele ordenado retirarse se quedó a pelear contra uno de los jinetes, algo cambió.
Mikaela, quien se había convertido en la esperanza para los civiles quienes hablaban de él como si se tratara de un enviado por los cielos debido a su maestría al usar su espada dorada incluso si solo poseía para ello su brazo izquierdo, siendo capaz de enfrentarse a varios vampiros de forma simultánea, o eso se decía. Mikaela, quien por esa misma razón y adicionalmente estar bajo las órdenes de ese misterioso hombre, era considerado por los altos mandos militares como una potencial amenaza a sus planes. Ese mismo Mikaela se había presentado desarmado ante él por una fracción de segundo murmurando algo que fue incapaz de escuchar para luego desaparecer tan fugazmente como había llegado.
Sin embargo supo lo que dijo, lo presentía. Una palabra que encendió su resolución de no solo exterminar a los vampiros que le quitaron a su familia sino también separar al miembro restante de ese hombre que se atrevió a llevárselo de su lado. Una palabra que si Mikaela se vio en la necesidad de pronunciarla significaba que la situación era peor de lo que podría imaginar porque en todo el tiempo que llegó a conocerlo supo que se trataba de una petición que jamás haría.
Esa palabra fue: "Sálvame"
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Editado 11/09/2015: Cambios menores de ortografía.
