Yo siempre solía decir que prefería a Daryl soltero que "liándose" con alguien, porque nadie me parecía que congeniase de verdad con él. Y seguí con esa idea durante cinco temporadas de amor incondicional al personaje. Pero, oops, de repente Aaron entró en escena y desmontó toda mi película de Daryl asexual xD

Por eso me decidí a escribir esta tontería enorme, dónde voy a intentar plasmar lo que mi imaginación me dice que debería pasar.

Los personajes no me pertenecen, son propiedad de AMC, Robert Kirkman, Greg Nicotero y Frank Darabont (entre otros). Yo sólo los voy a usar para nuestro disfrute personal (y el de ellos, seguro)

Empezamos con un capítulo POV de Aaron

:3


Un sonido me despertó. Normalmente no me asustaría un ruido en mitad de la noche, pero últimamente había aprendido a estar preparado para todo en cualquier momento. Así que me sobresalté y me senté rápidamente en la cama, listo para lo que viniera, pero después del estruendo todo volvió a quedarse en silencio. Solté el aire que había estado aguantando en los pulmones y me dispuse a investigar qué había pasado.

Miré atrás y Eric seguía durmiendo como si nada hubiera pasado. Increíble. El reloj de mi mesita de noche marcaba las seis y veinte de la mañana, así que lo dejé dormir un rato más.

Si el ruido no había sido causado por él era porque alguien o algo había entrado en mi casa. Metí mis pies en las zapatillas rápidamente y salí al pasillo. Apenas entraba claridad por las ventanas pero no encendí ninguna luz. Me estaba poniendo realmente nervioso y bajé las escaleras como si el que estaba donde no debía fuera yo. Llegué al comedor y seguía sin haber nadie, pero otro ruido me alertó.

Me di la vuelta y vi luz salir de la puerta que daba al garaje. Respiré hondo y dejé que todo mi cuerpo se relajara. Me di cuenta de cuánto realmente me había asustado y de cómo había cambiado mi vida desde que Rick y su gente vivían en Alejandría. Unos meses atrás jamás habría pensado que un caminante pudiera estar tan cerca de mi casa, mi zona segura. Pero ahora ya no podía vivir despreocupándome dentro de esos muros. Por una parte estar siempre alerta me hacía sentir más seguro, pero por otro lado echaba de menos sentirme así sólo cuando no estaba en la comunidad.

Abrí la puerta del garaje con cautela, aunque ya sospechaba lo que iba a encontrarme.

Daryl se sobresaltó al oír la puerta y se volvió a mirarme. Cuando sus ojos se encontraron con los míos volvió a girar la cabeza y siguió recogiendo las herramientas que se habían caído de la caja que sujetaba en las manos. Cerré la puerta tras de mí, para que Eric pudiera seguir durmiendo, y me acerqué a él para ayudarle.

- ¿Qué haces aquí tan pronto?

No pareció escucharme porque siguió recogiendo sin abrir la boca. Ni siquiera me miró cuando me agaché a su lado y cogí una llave inglesa del suelo.

- Me has dado un susto de muerte- seguí, porque no me importaba hablar sólo-. Pensé que había entrado alguien en casa... o algo.

- Me dijiste que podía venir cuando quisiera- me contestó, como si escupiera la frase.

Quizás se había sentido atacado por mis palabras, pero yo estaba realmente lejos de estar enfadado o molesto. Sonreí sin saber por qué y metí un destornillador en la caja, finalizando así la tarea.

- Y lo mantengo, puedes venir cuando quieras. Pero intenta no asustarme así.

- La caja se me ha resbalado y yo... No quería despertarte.

- No pasa nada, aunque no suelo madrugar los días que no tengo nada que hacer- bromeé, puesto que apenas nunca tenía ninguna obligación real de buena mañana.

- Puedes acompañarme si quieres- dijo dándome la espalda, evidentemente evitando mirarme-. Tengo que salir a buscar algo.

- ¿Necesitas alguna cosa?

Me senté en una banqueta de trabajo y el frío metal me dio un escalofrío. Daryl me echó una rápida mirada y me señaló la moto.

- Tengo que cambiarle una pieza.

- ¿Qué ha pasado? Ayer te fuiste y estaba bien, ¿no?

- A mitad del camino de vuelta empezó a fallar y a perder potencia.

Daryl empezó a hablar en un tono de voz normal y animadamente sobre su moto. Realmente costaba sacarle a aquél hombre alguna frase larga para poder sostener una conversación. Pero como yo hablaba por los dos, siempre conseguía involucrarle. Conversar sobre la moto, sin duda, era algo que le gustaba y siempre lograba hacerle hablar.

- Anoche cuando Rick y yo llegamos la dejé en la puerta del garaje, para no molestaros- siguió-. Pero no estaba tranquilo así que vine a ver si podía arreglarla.

No contesté porque realmente quería oírle hablar. Me daba igual si era de la moto o del tiempo que hacía. Por eso me quedé ahí sentado escuchando como me contaba que necesitaba un carburador de determinado tamaño y los que yo tenía no servían. Yo asentía sin tener mucha idea de lo que estaba contándome, pero de vez en cuando me miraba y yo quería perecer interesado.

- Voy a coger un coche y salir a buscar.

- Hay un taller mecánico a unos treinta kilómetros al norte que no parece haber sido demasiado saqueado- le expliqué-. Puedo indicarte cómo llegar.

Se me quedó mirando unos segundos sin decir nada, seguramente procesando mis palabras. Sus pequeños ojos azules me miraron a través del flequillo, y yo no quise decir nada para darle tiempo a contestarme. Enseguida su vista volvió a fijarse en la herramienta que tenía en la mano.

Entonces me sentí un poco ridículo. Sentado ahí en esa banqueta, vestido únicamente con una camiseta blanca interior y unos enormes calzoncillos azules nada favorecedores. Y para colmo, con unas zapatillas de andar por casa de cuadros dignas de un octogenario. Luego sentí una punzada de incomodidad en el estómago por estar preocupándome por si estaba atractivo en esos momentos o no. ¡Cómo si eso importara!

- ¿Eso quiere decir que vienes conmigo?- Me preguntó al fin, sacándome de mis pensamientos absurdos.

Me levanté de la banqueta, porque el metal contra la piel de los muslos me estaba congelando. Él seguía mirándome, esperando una respuesta, pero me estaba costando pensar.

No tenía pensado hacer gran cosa ese día, aparte de lo habitual, así que supuse que podría saltarme el plan de salidas e irme con Daryl en busca de un carburador para la moto. Eric iba a pasar gran parte del día ayudando en la despensa, así que tampoco iba a necesitarme. Y, para que mentir, me apetecía pasar tiempo con ese hombre. Siempre aprendía algo cuando iba con él y añadía un extra de seguridad y confianza a mis viajes.

- Da igual, déjalo- me dijo entonces, otra vez como si gruñera-. Puedo ir solo.

- ¡No!- Exclamé con una sonrisa- Supongo que puedo ir contigo. Pero... debería darme una ducha y...

Entonces la puerta del garaje volvió a abrirse, interrumpiéndome, y los dos nos giramos a mirar.

Eric apareció sonriente, como siempre, y nos miró a ambos. Cuando mis ojos se encontraron con los suyos aparté la vista rápidamente, avergonzado en mi interior por cosas que sólo habían pasado en mi cabeza. Era tan absurdo que lo único que pude hacer fue sonreír.

Él bajó las escaleras y se acercó a mí, pasándome un brazo por detrás de la espalda.

- ¿Queréis desayunar?- Nos preguntó, expectante- Voy a hacer tortitas.

Una hora y media después salíamos por la puerta de Alejandría dentro de un Toyota rojo. Daryl conducía, y yo miraba por la ventanilla mientras Eugene cerraba la pesada valla de la comunidad. El sol brillaba ya bastante para ser las ocho de la mañana, y dentro del coche hacía más calor del que parecía.

- ¿Hacia dónde?- Me preguntó en cuanto la primera bifurcación del camino se presentó ante nosotros.

- Hacía la derecha. Y cuando pasemos la fábrica de galletas abandonada, giras a la derecha otra vez.

Él asintió sin mirarme y obedeció sin más. Los treinta kilómetros que nos separaban del taller, por esos caminos y con ese coche, podía llevarnos unos cuarenta minutos. Eso si teníamos suerte y no encontrábamos ninguna manada de amigos por el camino. Daryl condujo en silencio durante más de diez minutos, cosa que me dio mucho tiempo para pensar. Y pensé. Llevaba días pensando, de hecho, pero era agradable hacerlo mientras el sol te daba en la cara, el aire entraba por la ventanilla abierta y veías pasar árboles y árboles a tu lado.

¿Y qué tenía que pensar? En qué sentía, en porqué cada vez tenía más ganas de salir de Alejandría, en porqué Eric cada vez pasaba más tiempo fuera de casa y en porqué a mi no me importaba verle menos. Y también en cómo encajaba en la ecuación ese hombre que estaba a mi lado, conduciendo con la vista puesta en la carretera. Porque tres son multitud, ya lo dice el dicho.

Le miré quizás demasiado rato sin decir nada. Pero había algo magnético en ese hombre que me obligaba a mirarlo. Quizás no había ninguna parte de él que fuera especialmente bonita, y a la vez todas lo eran. El pelo que le caía desordenadamente sobre los ojos pero no parecía molestarle o impedirle ver bien; esos ojos pequeños y claros que miraban siempre con desconfianza; ese aspecto general de descuidado, como si no le importara qué ropa llevar o si estaba limpia y esa forma de moverse, como si todo lo que había a su alrededor hubiera sido colocado ahí sólo para él, como el rey. Ese hombre me había hecho cuestionarme cosas que consideraba inamovibles. Y eso me desconcertaba.

Entonces él giró un momento la cabeza y me cazó mirándole. Ambos apartamos la mirada rápidamente y me culpé internamente por ser tan idiota. Sonreí nerviosamente y, cuando iba a disculparme, él se adelantó y habló:

- Estaban buenas esas tortitas que prepara tu novio.

La frase me pilló por sorpresa y volví a mirarle. ¿Por qué había elegido justo esas palabras para romper la tensión? Eric estaba otra vez ahí, entre nosotros, como un muro. O al menos así lo sentía yo, siempre presente, haciéndome sentir que hacía algo malo. Y tal vez lo hacía.

- Sí- contesté volviendo a mirar por la ventanilla-. Eric cocina muy bien.

- Has tenido suerte de encontrarle.

- ¿Qué?

Cada frase que salía de la boca de Daryl me desconcertaba más. Jamás me hubiera imaginado hablando de mi relación de pareja con él. Supuse más bien que sería el tipo de persona que nunca se metería en esas cosas. Recé porque no fuera por el mismo sitio por el que iba todo el mundo cuando me sacaban el tema de Eric.

- Quiero decir, has tenido suerte, dadas las circunstancias, de encontrar a alguien...- hizo una pausa y me miró un segundo- como tú.

- ¿Gay?- Respondí riéndome- Puedes decirlo, Daryl. No me vas a ofender.

Él asintió ligeramente con la cabeza y yo me reí. Esa conversación estaba siendo una de las más inocentes respecto al tema que había tenido nunca.

- La verdad es que conocí a Eric antes de todo esto- le expliqué-. Nos conocimos porque ambos trabajábamos en una ONG repartiendo suministros a personas necesitadas. Es decir, ya estábamos juntos antes.

Daryl no movió un ápice su expresión concentrada y siguió conduciendo. Como no contestó seguí hablando.

- Es un milagro que ambos hayamos sobrevivido al apocalipsis y sigamos juntos, la verdad. Dado que la mayoría de la gente ha perdido a seres queridos puedo sentirme afortunado.

Mi compañero de viaje seguía sin mostrar signos de querer seguir con una conversación que él había iniciado, e intenté reintroducirlo:

- ¿Has perdido a alguien, Daryl?

Asintió con la cabeza y tomó una curva para seguir con el camino. Esperé pacientemente hasta que se decidió a responderme. Lo hizo en voz baja y pude notar perfectamente el dolor que sentía.

- A mi hermano.

- Lo siento- le respondí sinceramente y dejé pasar unos momentos antes de seguir-. Yo no me llevaba demasiado bien con mi familia.

- ¿Por qué?

- En gran parte por mi homosexualidad.

- No te hubieras llevado bien con mi hermano tampoco.

- ¿Ah, no?

No obtuve respuesta y supuse que habíamos tocado un punto delicado. Yo no quise añadir nada más porque no quería remover los recuerdos de mi padre ni mis problemas con él, y Daryl pareció aceptar eso instantáneamente. Pero el silencio volvió a reinar entre nosotros y los minutos parecían no pasar.

Entonces pasamos la fábrica abandonada de galletas y el coche giró a la derecha. A partir de ahí las carreteras eran más rurales y ya no estaban asfaltadas. Daryl tuvo que reducir la marcha y tener más cuidado.

- ¿Has tenido problemas en Alejandría por eso?- Me preguntó entonces, volviendo a romper el silencio.

Le miré y parecía más relajado e, incluso, interesado de verdad, así que decidí ser totalmente sincero con él. Alejandría era una zona segura y podíamos vivir en paz, pero estaba lejos de ser como una tolerante y abierta ciudad cosmopolita.

- Sí, la verdad. ¿Por qué?

- Porque observo- respondió-. Porque he visto que apenas te relacionas con nadie que no sea Eric.

- Alejandría no está precisamente llena de modernos neoyorquinos que están acostumbrados a todo. Pero Eric es diferente, él es abierto y se lleva bien con la gente. Él de verdad lo intenta.

- ¿Y tú?

- A mí no me apetece relacionarme y ser simpático con la gente que sé que no aprueba que tengamos una relación.

A Daryl pareció gustarle esa respuesta porque sonrió de medio lado.

- Vosotros no parecéis tener problemas con ello. Parecéis buena gente, y eso ha sido como un soplo de aire fresco para mí- continué-. No me he sentido juzgado en ningún momento por vosotros. Simplemente me habéis aceptado como uno más.

Entonces él me miró, como si lo que yo hubiera dicho fuera una tontería monumental. Pero yo me sentía agradecido de verdad con ellos, y gratamente sorprendido. Un grupo de personas tan variopinto y diverso, había llegado a mi vida y a Alejandría para poner patas arriba todo mi mundo. Eran las personas más primarias que me había encontrado desde que estaba reclutando gente, y por ello, eran los más puros. Te trataban como tú los tratabas, y eso, en los tiempos que corrían, era lo mejor que podías encontrar.

- A mi me da igual con quién te metas en la cama- me dijo, volviendo a mirar al frente-, mientras pueda confiar en ti.

Me quedé otra vez mirándolo, mientras el silencio volvía a invadir el coche. Daryl había conseguido dejarme sin palabras. Oí decir una vez, hace tiempo, que cuando estás con alguien con quién conectas los silencios no son incómodos, son una parte más de la conversación. Y quizás empezaba a entender esa frase. Estar callados el uno junto al otro no era algo malo en ese momento, aunque lo que más me apetecía era saber más y más cosas de ese hombre y llegar a atravesar la fortaleza que tenía a su alrededor.

Llegamos al pueblo en el que se encontraba el taller. Un gran cartel, enfocado al turismo, lo anunciaba justo antes de las primeras casas. Le fui indicando a Daryl por donde debía ir y poco a poco nos fuimos adentrando por las calles. Pasamos por una plaza y ambos vimos un supermercado que aún conservaba la persiana bajada y parecía intacta. Nos miramos un segundo y no hizo falta hablar para entender que, aunque aquello podía ser un golpe de suerte o una trampa mortal, íbamos a entrar sin duda. La última persiana que habíamos levantado escondía detrás a una horda de caminantes y acabó con nosotros encerrados en un coche. No siempre íbamos a tener tanta suerte de salir con vida como aquella vez.

- Primero el taller, luego el supermercado- anunció Daryl mientras pasábamos justo delante de la persiana metálica.

Asentí y él siguió conduciendo. Pasadas unas cuantas calles salimos del centro del pueblo y vimos el taller a lo lejos. Realmente estábamos en un pueblo fantasma, y eso siempre lograba erizarme el vello. Pensar que un lugar lleno de casas, comercios, plazas, bares y vida ahora estaba desierto, como si alguien hubiese borrado a todo el mundo mágicamente, me entristecía.

Daryl frenó el coche y me sacó de mi ensimismamiento. Cuando me di cuenta ya estaba bajando del coche, así que le imité. Había una puerta con una cristalera a un lado de la entrada principal, una enorme puerta verde de metal. Me asomé y no parecía haber nada dentro, aunque eso no garantizaba nada. Daryl se colocó a mi lado y cogió un pañuelo rojo que colgaba de la parte de atrás de su pantalón. Se colocó un dedo en los labios, indicándome que guardara silencio, y envolvió su mano derecha con el pañuelo. Acercó la cabeza al cristal, tratando, supuse, de escuchar si se oía algo dentro. Entonces golpeó justo encima de donde estaba colocada la cerradura y el cristal se agrietó enseguida, rompiéndose. Algunos fragmentos cayeron al suelo, haciendo ruido, pero nada parecía indicar que tuviéramos compañía.

En cuestión de segundos Daryl había logrado abrir la puerta, metiendo la mano a través del cristal y abriendo desde dentro. Entró y yo le seguí, asegurándome de ajustar la puerta tras de mí.

Le observé avanzar con cautela, vigilando cada paso y asegurando cada rincón. Parecía que estábamos solos, así que pude ver perfectamente cómo los hombros de mi acompañante se relajaban. Le vi guardar un cuchillo que no le había visto sacar. Siempre iba un paso por delante de mí.

- Buscamos algo como la pieza que te he enseñado en el garaje- me dijo empezando a mirar entre las herramientas.

Las estanterías habían sido ya saqueadas, así que había muchos espacios vacíos. Seguramente se habrían llevado todo lo que pudiera ser usado como arma, y esperé que un carburador no entrara en esa categoría. Me di la vuelta y Daryl estaba en otra parte del taller, buscando en una zona donde claramente se reparaban las motos. Me acerqué a donde estaba, aunque no esperaba ser de mucha ayuda si él ya estaba buscando.

Cuando vio que estaba a su lado me dio una pieza, que no se parecía en nada al carburador, pero la cogí sin decir nada. Siguió buscando y yo hice lo mismo en un armario que parecía contener piezas para exhibición.

- ¿Esto es lo que buscas?- Le pregunté, sacando del armario un carburador perfectamente nuevo e impecable.

Él se acercó a mí con una expresión de triunfo en la cara. Lo cogió de entre mis manos y lo revisó. Asintió y empezó a mirar qué más cosas había en el armario donde yo había estado mirando. Me quité la mochila y se la abrí, y en cuestión de dos minutos ya me la había llenado.

- Te daré una vuelta en la moto- me dijo de repente, mientras salíamos del taller.

- ¿En la moto?

- Sí. Si consigo arreglarla gracias a ti- añadió.

En vez de contestarle sonreí como un idiota, y me quedé mirando como entraba al coche. Ese era el tipo de cosas que me desconcertaba de Daryl, como pasaba de ser frío a esos momentos de agradecimiento que yo no lograba entender. Quizás era porque yo era más simple en cuanto a mis emociones y cuando sentía algo no me costaba expresarlo. De todos modos entré al coche, y enseguida nos encaminamos hacia el supermercado.

Daryl me explicó que iba a comprobar si había una puerta trasera por donde alguien hubiera podido entrar a buscar provisiones, porque le parecía raro que nadie hubiera saqueado un supermercado, por muy pequeño que fuera. Estuve de acuerdo y aparcamos el coche justo detrás del establecimiento. Encontramos una puerta metálica verde, claramente con la cerradura rota. Intenté tirar de la maneta para abrirla, pero había sido cerrada de alguna manera, así que Daryl se agachó para intentar abrirla. Hizo algo que no logré ver bien y, tras unos forcejeos, la puerta estaba abierta. Desde luego abrir puertas era algo que tenía claro quién de los dos iba a hacer antes.

Entramos y encendí un interruptor que había nada más entrar, más que por costumbre que por verdadera esperanza. Pero sorprendentemente oímos el ruido de un generador y las luces del local se encendieron. Supuse que el supermercado necesitaba energía de emergencia para proteger los congeladores si había un apagón. Primer momento de suerte. Daryl empezó a avanzar por lo que vimos que era un almacén, que obviamente había sido saqueado, pero que aún contaba con muchas cosas que podíamos llevarnos.

- Alguien ha estado aquí antes- sentenció mi compañero de aventuras cuando entramos por fin al supermercado-. Pero parece que no se lo han podido llevar todo.

- Quizás por eso estaba la puerta cerrada. Igual pensaban volver a por más.

- Pues ahora es nuestro. Quién lo encuentra se lo queda.

Encontramos latas de sopa, latas de estofados y verduras cocinadas. Encontré latas de melocotón en almíbar que aún no habían caducado. Metí una en mi mochila, por si acaso, porque pensé que a Eric le encantaría. Daryl apareció con un carro de la compra vacío.

- Podemos llenar el maletero y los asientos de detrás de cosas. Va a ser como Navidad- me dijo, mientras metía unas cuantas latas de soda en el carrito-. Aunque las malditas cervezas estén todas caducadas.

Le imité y cogimos harina, leche en polvo, mermeladas, paquetes de pasta seca y todas las cosas que se nos ocurrieron. Encontré la sección de vinos, y pensé que a mi bodega no le vendría mal que repusiera unas cuantas botellas. Justo cuando empezaba a meterlas en el segundo carro que habíamos cogido oí una puerta abrirse en alguna parte del supermercado. Como Daryl estaba fuera de mi campo de visión deduje que habría sido él, que habría encontrado un despacho, otro almacén o algo. Así que seguí cogiendo botellas de vino, único alcohol que no habían saqueado por completo. Reconozco que, dejándome llevar por la excitación de haber encontrado aquél tesoro, olvidé ser precavido. Grave error.

Cuando oí al caminante gruñir lo tenía prácticamente encima. Enseguida me agarró de la chaqueta y tiró, mientras abría y cerraba la boca, ansioso, luciendo dos filas de dientes hambrientos. Instintivamente intenté golpearle con la botella que tenía en la mano, pero sólo conseguí golpear con todas mis fuerzas a otras botellas de la estantería, haciéndolas caer y estallar. Grité, pero a mi depredador no le asustaba nada, ni el ruido de os cristales ni la botella rota que yo blandía en la mano. A la vez que le clavé el cristal en el cuello él me empujó contra el estante que tenía detrás, haciendo caer más botellas al suelo.

Vi a Daryl aparecer al final del pasillo, con un cuchillo en la mano y buscándome con la mirada. Entonces di un paso en falso, tratando de librarme del caminante, y resbalé con el vino que había por todas partes en el suelo. Caí con él al suelo y me tapé la cara con los brazos. Si iba a morderme, preferí evitar la cara a toda costa, ya que el caminante no parecía dejarse frenar por nada e insistía en devorarme. Le sentí morderme en la manga de la chaqueta y tirar, y solté un grito, pero, antes de que pudiera realmente hacerme daño, Daryl estaba sobre él. Hundió su cuchillo en aquél cráneo podrido como si atravesara mantequilla y se apresuró a sacarlo de encima de mí.

Yo estaba completamente de los nervios. Acababa de mirar a la muerte a los ojos y no me había gustado lo que había visto. Nada. Eric vino a mi mente junto con la culpabilidad por no haber pensado en él justo en el momento en el que había aceptado que ese caminante iba a morderme. Iba a ser mi final y lo que había acudido a mi mente como hipotético último pensamiento había sido una cosa muy distinta.

La mano de Daryl se tendió frente a mí para ayudarme a levantarme. Mi mano, temblorosa, se acercó a la suya y me agarré con fuerza para que me ayudara a levantarme. Me sentía totalmente patético, lleno de vino, dolorido y al borde de un ataque de nervios. Me sentía un inútil también, alguien que no era capaz ni de cuidarse a sí mismo en una situación como esa.

- ¿Estás bien?- Me preguntó mientras me miraba.

- ¡No, joder!- Respondí en un tono de voz más alto de lo que pretendía- ¡No estoy bien!

Daryl debió de haberse sorprendido tanto como yo de que hubiera salido una palabrota de mi boca, porque me dejó seguir desahogándome sin interrumpirme.

- ¡Ese caminante casi me mata! ¿Cómo he podido ser tan inútil?

Noté dolor en la parte de detrás del muslo y me toqué en la zona. Tenía un trozo de botella clavado pero estaba tan nervioso que apenas sopesé el riesgo de sacarlo. Sólo tiré de él y lo tiré al suelo. La herida apenas sangraba, así que no me preocupé demasiado.

- ¿Te ha mordido?

- No- contesté saliendo de la zona donde el suelo estaba mojado, por miedo a volver a caerme-. Pero podría haberlo hecho, ¿sabes? Podría estar muriéndome ahora mismo. Podría estar ahí tirado, encima de un charco de vino, con el brazo destrozado, lamentándome por... por ser tan cobarde.

- No has sido cobarde. Sólo te ha pillado por sorpresa.

- No. Cobarde por no haberme atrevido a hacer algunas cosas en mi vida.

- Pues hazlas. Ahora puedes.

- No es tan fácil- dije, atreviéndome por fin a mirarle-. Gracias por salvarme, pero eso no va a hacer que mi vida cambie.

- Tú sí puedes hacer que tu vida cambie.

Me quedé mirándole, dejando que el silencio diera peso a esas últimas palabras. Sólo se oía mi respiración agitada y sentí que todos los nervios de mi cuerpo estaban de punta. ¿Yo podía cambiar mi vida? ¿De verdad podía? ¿Era tan fácil como sonaba? No lo creía en ese momento.

- ¿Y cómo la cambio, eh?- Pregunté, otra vez con mi tono de voz demasiado elevado- Ya no vivimos en el mundo real, Daryl. Ahora mi vida es vivir con Eric, salir a reclutar gente y estar en peligro todos los días. Y cada día es igual al anterior, idéntico. Lo único diferente que ha habido en mi vida últimamente sois vosotros. Tú. ¿Cómo narices cambio eso?

- Cambia las cosas que no te gustan de tu vida- me respondió, como si fuera lo más sencillo del mundo-. Cambia cosas, da pasos hacia lo que quieres.

- ¿Dejo a Eric? ¿Y luego qué? Estamos atrapados detrás de esos muros. Siempre va a estar ahí. Nunca voy a poder perdonarme a mí mismo por dejarle. No es tan fácil. ¿Cómo narices le dejo?

Noté que, de los nervios, mi diarrea verbal estaba disparada. No me importaba estar hablando de eso en voz alta, ni estar contándoselo a alguien por primera vez. Lo único que necesitaba era sacar ese peso de mi pecho y decirlo de una vez. Aunque fuera en medio de un supermercado abandonado, con Daryl manchado de sangre de caminante y yo lleno de vino, en la escena más patética que recuerdo.

- Déjalo si es algo que no quieres en tu vida.

- Hace tiempo que lo he estado pensando- dije, tratando de calmarme y empezando a pensar que quizás no había sido tan mala idea hablar de ello-. Que ya no es como antes, incluso él debe saberlo. Obviamente le quiero, pero a veces pienso que seguimos juntos por costumbre y porque hemos pasado juntos por demasiadas cosas. Pero el mundo ha crecido para mí, ya no se limita a Alejandría. Hay mucha gente ahí fuera, luchando, esperando ser ayudados por gente como nosotros. Y yo no sé si quiero estar con Eric o no. ¡No tengo ni idea!

- Aaron, deberías bajar un poco la voz.

- ¡Mírate! ¡Has podido matar a un caminante sin ni siquiera pensártelo!- Seguí, ignorando su consejo- ¡Y yo ni siquiera soy capaz de dejar a mi novio por miedo!

- En serio, Aaron- insistió él, acercándose a mí-. No queremos quedarnos atrapados en este sitio rodeados de caminantes. Entiendo que estés nervioso pero deja de subir la voz o los vas a atraer.

- Os envidio, ¿sabes?- Dije intentando calmarme y hablar más bajo. Le miré directamente a los ojos- Sois valientes hasta el punto de no pensar en las consecuencias. Si hay que hacer algo, lo hacéis. Si algo no os gusta, lo decís y si queréis algo, lo cogéis. ¡Cómo si fuera así de fácil!

- Lo hemos pasado mal ahí fuera. Pero tú también puedes vivir así, haciendo lo que te dé la gana.

- ¿Cómo?- Le pregunté- ¿Cómo hago lo que hay qué hacer? ¿Cómo cojo lo que quiero?

Y apenas pude acabar la frase, porque Daryl recorrió los dos pasos que nos separaban y llevó una mano a mi nuca. Bruscamente me acercó a él y juntó sus labios con los míos. Fue rápido, y no tuve tiempo de reaccionar de ninguna manera. Sólo dejé que pasara, porque, ¿para qué engañarnos? Había fantaseado alguna vez sobre ello. Por eso lo asimilé y empecé a mover mis labios contra los suyos, buscando otro ángulo. Me acerqué más a él, dándole a entender que consentía lo que estaba pasando. Abrí ligeramente la boca, tratando de llevar ese beso al siguiente nivel, pero eso no pareció gustarle porque se separó de mí, soltándome la nuca y esquivándome la mirada.

- No- me dijo-. Esto está mal.

- ¿Qué?- Fue lo único que mi cerebro me permitió decir.

Él me dio la espalda, claramente nervioso. Fue como si de repente me hubieran quitado de encima la manta que me tapaba del frío. Aun podía sentir sus labios contra los míos y su bigote haciéndome cosquillas en la piel. Pero él no me miraba y empecé a sentir un peso en el estómago.

- ¿El qué está mal?

- ¡Esto!

- ¿Que me beses?- Pregunté, mientras deseaba con todas mis fuerzas que tuviera el valor de girarse a mirarme.

- ¡Dos hombres besándose!- Exclamó, como si hubiera escupido por fin algo que le molestaba en la garganta.

No supe si reírme o llorar. Así que de eso iba el drama. De las ganas de hacer algo y la vergüenza de hacerlo que viene después. Clásico.

- Somos dos personas besándose, Daryl.

- Me da igual.

- Está bien mientras los dos queramos sin importar lo que seamos.

- ¡He dicho que me da igual!- Gritó, subiendo la voz por primera vez- No quiero hablar de ello.

Me quedé ahí de pie, helado y sin saber qué decir o hacer. Las emociones se arremolinaban en mi estómago, haciéndome pensar en mil cosas a la vez. En qué había sentido mientras Daryl me besaba, en qué no había echado en falta y en qué narices iba a hacer a continuación. ¿Olvidarlo cómo si no hubiera pasado? Parecía poro probable.

- Coge de una vez lo que quieras llevarte y vamos a cargar el coche.

Asentí y le vi perderse al final del pasillo. Y entonces me sentí solo de verdad.

Las siguientes dos horas fueron de las más incómodas y extrañas de mi vida. Cargamos el coche hasta arriba con todo lo que pudimos meter y Daryl atrancó la puerta del supermercado por si decidíamos volver en el futuro. Todo pasó en silencio, exceptuando un par de comentarios casuales que hice que no obtuvieron más respuesta que un gruñido. Me resigné, puesto que en el viaje de vuelta, de casi una hora, fue el ambiente que reinó sobre nosotros.

Me dediqué pues a mirar por la ventanilla del coche, justo como había hecho a ratos en el viaje de ida, sólo que esta vez mis pensamientos iban en una línea bastante diferente. Ahora no era Eric el que ocupaba mi mente, sino más bien la idea de que si un beso me había hecho sentir tantas cosas era porque en realidad no sentía tantas por otro lado. También pensé en Daryl y en el hecho de que, por una vez, coger lo que quería cuando quería le había traído consecuencias de forma inmediata. Sonreí sin tener ni idea de porqué, porque en ese momento sentía a Daryl más lejos que nunca.

Al llegar a Alejandría Daryl paró el coche delante de mi casa y esperó hasta que me bajé de él. Arrancó el coche antes de que yo pudiera decirle ni adiós. Y entendí, sin necesidad de que me lo dijera, que quizás ese día había sido el final de nuestra relación.


Vale, si habéis leído todo este tocho creo que os debo unas cuantas explicaciones.

Ya sé que en la serie Eric y Aaron nunca dicen que estén mal ni que no se amen con locura, pero necesito que la historia sea creíble. Por eso, aunque Eric sea maravilloso y nadie le desee ningún mal, tiene que ser así... Os lo creéis y no pasa nada...

En cuanto al hecho de Daryl siendo "gay" pero avergonzándose por ello lo he sacado de varias entrevistas donde se ha especulado sobre su orientación sexual, donde las dos opciones posibles eran que fuera homosexual o asexual. Encontré este resumen en la wikia de The walking dead:

[De acuerdo a Norman Reedus, en un principio charló con Frank Darabont sobre interpretar a Daryl Dixon como alguien virgen y tal vez hasta como un "gay de prisión". Según el actor, mientras se encontraban en una fiesta en L.A. luego de terminar de filmar la primera temporada, Darabont le mencionó que tenía en mente hacer a Daryl gay -un gay de prisión- a quien podrían coger mirando un miembro del mismo sexo pero que nunca estaría dispuesto a admitirlo y hasta se enfurecería si alguien mencionaba su orientación sexual. Según Reedus, esta fue una de las razones por las que Darabont lo contrató pero tras la salida del productor ejecutivo, este arco argumental quedó descartado.

Norman Reedus desde entonces ha interpretado a Daryl como alguien que no está en el juego, que definitivamente no es ningún casanova y que no tiene la confianza suficiente para creerse ese tipo de persona.]

Basándome en esto, no sé si voy a entrar en el tema de la virgnidad de Daryl, pero sí en lo de "gay de prisión" porque me parece que cuadra totalmente.

Espero que haya quedado claro que, cuando Daryl dice que besarse está mal, no se refiere a que no acepta que dos hombres se besen, si no a que él no quiere entrar en ese juego. No quiero que mi Daryl parezca un homófobo ni nada xD

El segundo capítulo, si es que este os gusta, será desde el POV de Daryl.

Agradecería vuestros comentarios, ya sean buenos o malos, y vuestras ideas. Estaré encantada de responderos a cualquier cosa 3

Agradecer a Lorena, Maru, Enci y a mi hermana Lucía por leer ésto antes de publicarlo y darme sus sinceras opiniones.

Y recordad que comer bien, hacer ejercicio, beber mucha agua y dejar reviews en FF adelgaza *_*