Nombre del fic: Momentum

Autora: Children of the Shadows

Traductora: Lilu's Michiefs

Fandom: Harry Potter

Pareja: Remus/Sirius

Resumen: Un relato épico de la vida de Remus y Sirius, empezado desde el mismo principio. Un amor que lleva encima pruebas, tribulaciones y guerra. R/S.

Disclaimer: No es de mi pertenencia nada que reconozcas. Todo le pertenece a J. K. Rowling.


NdT: Gracias a Kristy por el estupendo y rápido beteo. Estoy más que emocionada por empezar a traducir este fic, *tiembla como gelatina*. Es el primero que es tan extenso (son 48 capítulos)... pero también es el primero que tiene de todo para ofrecer... Así que, preparen los Kleenex, el esmalte para evitar morderse las uñas y la disposición para bailar de felicidad. ¿Exagero? ¡Quizás! Disfruten.


Capítulo 1: Aullido de lobo


En la cabaña de los Lupin…

—Tiene casi cinco años, yo… sí —Delilah Lupin se paseaba inquieta por el piso de la cocina, con los ojos dirigiéndose a la puerta trasera cada cierto tiempo—. Si supiera donde está, no estaría llamándoles, ¿no es así? —se detuvo en medio de la conversación, sorprendida por el ruido de la puerta al abrirse y cerrarse.

Se volteó con rapidez, su corazón haciéndole agujeros en el pecho con cada latido, y el teléfono cayó al suelo cuando su mente registró lo que estaba frente a ella.

—Del… —dijo con voz ahogada su marido, John Lupin, su mano resbalando del pomo de la puerta.

Delilah lo vio caer al suelo, ya sea en agotamiento o dolor, ella no lo podía saber. Sus ojos viajaron a través de su camisa, que una vez fue verde pálido, pero ahora estaba teñida de un rojo intenso. Sangre… y no era suya.

—Del… Lo siento tanto —ahora estaba respirando pesadamente, jadeando, tratando de contener sus lágrimas y fallando miserablemente.

Dios, no. Por favor, no. No ahora, no cuando todo está tan perfecto. Sus ojos finalmente se fijaron en la pequeña figura aferrada con fuerza en sus brazos. Parecía inmóvil, un pequeño objeto inanimado, pero no lo era. Podía reconocer esa mota de color miel marrón en cualquier lugar, ¿y hace unas cuantas horas no había tenido problema en meterlo en esos pijamas de color azul?

—John… ¿está…? —no lo podía decir. Ninguna madre podría.

John negó con su cabeza vigorosamente, y Del se encontró cayendo de rodillas, con lágrimas de alivio inundándole los ojos. Estaba vivo. Su bebé estaba vivo y eso era lo único que importaba.

—Pero, Del… él es... es todo mi culpa… y yo...

Del colocó una mano en su hombro, silenciándolo, tratando de recobrar la compostura al mismo tiempo. John estaba fuera de sí por el remordimiento y culpa, y dependía de ella ser fuerte.

—Tenemos que llevarlo a un médico, John. Está sangrando.

La incertidumbre brilló en sus ojos, pero desapareció tan rápido como había llegado. Apretó su agarre al pequeño niño en sus brazos y trató de alejar el miedo que crecía en su pecho. Necesitaba concentrarse. Las protecciones contra apariciones sólo podían ser desactivadas con un silencioso hechizo que sólo él sabía.

—Sujétate fuerte.

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—Lo siento, Sr. y Sra. Lupin. —el medimago se detuvo antes de mirar hacia abajo y negar con la cabeza con tristeza—. No hay nada más que pueda hacer.

Del se lamentó en los hombros de su marido con un inhumano llanto de miseria. John Lupin, se había puesto rígido y blanco como una hoja, insensible a sus afiladas uñas clavándose en su piel.

—¿No… no hay cura? —preguntó con voz temblorosa, y sabiendo la respuesta.

El medimago negó con la cabeza nuevamente.

—Lo siento. Lo llevaremos a la Sala 19 a las tres de la tarde. La poción hace efecto cinco segundos después de ser administrada. Su hijo se irá en paz.

Sala 19…

Tan pronto como la información se registró en su mente, John se lanzó encima del medimago en un ataque violento. Hizo caso omiso a las súplicas de su esposa pidiéndole que se calme, y de ser posible, sostuvo al hombre con más fuerza por el cuello, sin esfuerzo levantándolo y apoyándolo fuertemente contra la pared.

—¡Es mi hijo de quién está hablando, no de un moribundo o de un animal callejero! —le enseñó los dientes brutalmente—. ¡Mi hijo!

La Sala 19… ¿Cómo pudieron siquiera pensarlo?

El medimago luchó contra su agarre, el pánico eclipsando cualquier tipo de sentido común que poseía. Si hubiera estado en posición para pensar, entonces nunca hubiera dicho lo que estaba a punto de decir:

—Sr. Lupin, por favor, cálmese. Sólo le estoy ofreciendo la solución más lógica. Su hijo es ahora un hombre lobo, ¿me entiende? Es una desgracia para la sociedad y para él mismo, y al mantenerlo vivo, solamente hará las cosas más difíciles para ambos. Estará mucho mejor muerto.

Eso fue el colmo para John Lupin y cualquier atisbo de autocontrol que tenía se disolvió en ira pura. Tomó más de cinco minutos y tres personas más separarlo del pobre hombre, pero para entonces ya había golpeado al sanador hasta la inconciencia. Siete años como auror; John Lupin había sido entrenado para saber exactamente donde era que más dolía.

Más tarde, cuando se había calmado lo suficiente como para que lo dejaran entrar de nuevo en la habitación, se sentó al lado de la cama de su hijo, frente a su esposa. Sus ojos inconscientemente siguieron la amarga cicatriz de color rojo que recorría el cuello de su hijo hasta el final de su hombro, y lentamente levantó una mano para recorrerla.

—Nunca lo dejaré morir, Del, nunca —dijo en voz baja, sin alzar la mirada.

Del colocó una mano en consuelo sobre la de su esposo.

—Nunca te habría perdonado si lo hacías.

—Merece vivir tanto como cualquiera de esos bastardos. Tal vez incluso más —continuó divagando, más para él mismo que para otra persona. Su mano se posó sobre el pequeño pecho de su hijo, disfrutando sentir los gentiles latidos de su corazón. Está vivo. Gracias Dios, está vivo.

—Les demostrará a todos ellos que están equivocados, a cada uno de ellos. Se arrepentirán de alguna vez haber sugerido la Sala 19, y… Greyback… —sus dientes se apretaron con fuerza—. Lo haré pagar con su vida.

Del sostuvo su mano con firmeza.

—John, no, por favor…

John se puso de pie con rabia, pasando una mano temblorosa por su cabello.

—¿Por qué no, Del? ¿Por qué no? El maldito bastardo casi mató a nuestro hijo, y ahora… —se ahogó, pero su rostro rápidamente se estableció con determinación—. ¡Voy a darle caza, incluso si me toma toda la vida!

—¡No harás nada de eso! El ministerio ha estado tratando de atrapar a Greyback por cinco años, y por cómo van las investigaciones, su expediente está limpio como el cristal. ¿Crees que tus intentos serán capaces de hacer alguna diferencia?

—¡Puedo intentarlo, Del! Por Remus…

—¿Qué bien le traerá la venganza? El daño ya está hecho. Es mejor que lo dejes ir y te concentres en encontrar una cura. Se lo debes, John Lupin… le debes a tu hijo la vida.

—Yo… —John elevó sus manos con impotencia y se dejó caer nuevamente en su silla, la cabeza entre sus manos—. Dios, Del. Si sólo pudiera volver en el tiempo, hubiera aceptado su oferta. Nunca hubiera desafiado a Greyback y hubiera hecho lo que me pidió. Me lo advirtió dos veces, pero lo ignoré, pensando que mis principios eran lo único que importaba. Y ahora, mira… mierda, todo está tan jodido.

Del se acercó a su marido, lentamente envolviéndolo en un abrazo.

—El pasado ya no importa más, cariño. De lo que tenemos que preocuparnos ahora es del presente. John, esto no va a ser fácil.

John asintió.

—No, no lo será. Lo he decidido, Del. Tan pronto como lo dejen salir, nos mudaremos muy lejos de aquí, lejos de estas personas, lejos de Greyback, lejos de todo.