Aclaratoria: los personajes originales de Inuyasha le pertenecen a la mangaka japonesa Rumiko Takahashi creadora de uno de mis pocos animes favoritos: Ranma ½. Sin más que decir; disfruten el comienzo de mi historia.
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Vueltas que da la vida
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Hola. Mi nombre es Inuyasha Taisho, tengo 18 años y soy originario de México, ese país ubicado al norte del continente americano. Lo sé, lo sé. Me imagino que más de un lector de preguntará porque me presento tan formalmente. Y bueno, yo les respondo que eso se debe a que me encantaría narrarles lo mejor posiblemi mayor y más brillante experiencia que he tenido desde que nací.
Por cierto que yo nací un 10 de junio de 1993. Actualmente acabo de cumplir 18 años y la primera impresión que doy es que no aparento esa edad, por mi fisionomía, según esto provengo de buenos genes al menos eso dice la gente porque casi ningún familiar aparenta la edad que tiene. Pero no todo es color de rosa pues también dicen que soy demasiado infantil.
Ahora déjenme hablarles de Izayoi. Izayoi es mi madre, una mujer soltera desde hace años porque mi padre Inu Taisho resultó ser un hombre irresponsable y mujeriego que decidió abandonarnos hace mucho tiempo de la misma manera en como lo hizo con Irasue.
¿Irasue eh dicho?... Pues claro. Eh nombrado a Irasue porque ella es la madre de mi medio hermano quien es mayor que yo pues tiene 24 años. Por cierto que ese detestable individuo es más amargado que yo, y vivió de arrimado varios años con mi madre y conmigo porque su respectiva madre y él no tenían una buena relación, nunca se han soportado. Pero bueno, esa es otra historia y aquí él no es el protagonista sino yo.
Nuestro mutuo odio no me quitó el sueño jamás, lo que si me quitó el sueño durante tanto tiempo fueron las circunstancias que me llevaron a estar fuera de mi país lejos de mi familia. Extrañamente dos miembros de mi familia ¡mi hermano! y ¡mi madre! Me orillaron a elegir alejarme de ellos, "mucho más lejos de lo que creí".
Ok, todo sucedió hace tres años, pero realmente el verdadero problema comenzó a surgir antes solo que poco a poco a través de los meses fue acrecentándose, como cuando no curas una herida recién echa, sino la tratas se te hinchará y al rato dolerá horrores, por eso es mejor "prevenir que lamentar" bien dicen por ahí.
Pero yo soy muy orgulloso, detrás de este rostro altanero se oculta un sujeto orgulloso y claro rencoroso, ¡muchísimo! aquel que me hace daño no se queda quieto sin recibir habitualmente su castigo, nunca me quedó de brazos cruzados porque luego empiezo a sentir que me da el "tic" de la inquietud, no estoy en paz hasta hacer que esa persona la cual me lastimó tenga su merecido. Lo peor de todo es que a pesar de mi carácter fuerte yo sufro de una inseguridad severa y es eso lo que me trajo problemas.
Cuando yo estuve a punto de terminar mis estudios de secundaria, un día me encontraba tranquilamente sentado en la butaca de mi aula, eso era extraño pues yo era el típico muchacho hiperactivo, "chistosito" que no soportan los profesores, que son capaces de mandarte a la china... sino fuera porque su posición como educadores les impide ser groseros, de echo estuve a punto de ser expulsado en una ocasión en tercer año, así que el hecho de estar tranquilo y pegado al asiento era una especie de "milagro" nadie se podía creer que me mantuviera sereno. Incluso pensaron muchos que yo estaba enfermo. La cuestión es que solo unos cuantos nos hallábamos ahí ya que por ser los últimos días del curso no había clases, todo el mundo se salía a hacer "desmadre" en los patios y yo ahí mosqueado en el salón era ¡imperdonable! Pero aun así no me importaba mucho pues ese día yo desperté desganado. El prefecto llamada Claudia, de unos 50 años llegó a nuestro salón el 1. I. el más indisciplinado de todas las secciones y que la metió en severas broncas. Con amargado del sentó en una silla cercana al escritorio y nos preguntó:
— Muchachos, están a punto de graduarse de esta secundaria y el director me encargó preguntarles en que preparatoria están contemplando entrar. Así que les iré preguntado a uno por uno en que escuela ya los aceptaron o en cual están a punto de inscribirse.
Qué tontería pensé yo mientras bostezaba aburrido Le resté importancia al asunto porque ni siquiera sabía en que instituto iba a inscribirme. A eso me refería cuando dije que era indeciso. Todo el mundo me insistió en que presentara examen para CETI pero yo no quise porque la mayoría de mis compañeros de escuela habían presentado examen ahí y yo deseaba no volvérmelos a topar por mucho tiempo. Quería vivir experiencias diferentes, conocer gente nueva, ver nuevos rostros. De verdad no entendía la obsesión de algunos de mis amigos y amigas que buscaban meterse a la misma escuela que los demás compañeros para seguir viéndose, bueno si querían verse bien podían reunirse después de sus clases de preparatoria pero ellos querían estar siempre juntos, ¡como chicles! ¡que ingenuos! la amistad no es para siempre aseguraba yo.
Y ahí estaban las respuestas de quienes estábamos presentes, tal como me lo imaginé, la mayoría le dijo al agradable prefecto que irían a la preparatoria CETI, y para cuando llegó mi turno me pregunto lo mismo.
— Y tu inuyasha, ¿A dónde irás? — me dijo con un delicado gesto de cariño. No me extrañó, a pesar de ser un muchacho hiperactivo que en varias ocasiones la puso en aprietos con el director por ser tan indisciplinado, le caía bien por ser tan "gracioso". Aparte siempre decía que le gustaban mis ojos tan peculiares, reí levemente al reflexionar sobre esto, se me hacía tonto que a una persona la pudieras apreciar por el color de sus ojos o por su físico en pocas palabras, cuando lo que más importa es lo que llevas dentro, y yo me consideraba un completo demonio. Por eso la sociedad estaba como estaba de arruinada, por ver primero lo que hay en el exterior de una persona y no el interior. Pero ese era el efecto que tenía mis ojos sobre ella, un color miel claro, aunado a un cabello negro y muy lacio que las atraía. Supongo que no me consideraban tan feo, era delgado, medía 1.78, y estaba un poco fornido. Tuve varias pretendientes es verdad pero a ninguna hice caso así que a mis 15 años era un "inocente" muchacho, y eso se debía a que siempre he detestado a las mujeres de cascos ligeros, fáciles, de esas que con mucha confianza le piden a tus amigos que le ayuden a conquistarte, de esas que tienen novio y lo tiran al rato cuando ya no les sirven, y también odiaba como mis amigos hacían lo mismo con las mujeres, era casi una ¡orgía! lo que sucedía en esa escuela.
Entonces sin querer eso influyó a que me volviera desconfiado con la gente. También me hice más irresponsable pues en esa dichosa secundaria donde abundaba la indisciplina nada podía ser serio, trague duro mi saliva y conteste al amable prefecto:
— "No estudiaré en ninguna" — mencioné a secas.
El prefecto y otros compañeros voltearon a verme perplejos, esa no era una respuesta ni coherente ni esperada la que di. Esa fue la simple respuesta que me sentencio sin saberlo. Pues se trataba de mi futuro.
Quién hubiera creído que mi respuesta aunque impulsiva fue verdaderamente sincera; dije aquello porque no tenía ni la más remota idea de lo que haría con mi vida de ahora en adelante cuando me graduara de la secundaria. Tenía muchas opciones que mi madre me dio para que eligiera a la preparatoria adecuada, desde públicas hasta privadas, no es que fuéramos ricos, somos de clase media pero siempre nos hemos mantenido unidos en mi más cercana familia y en cuestión de dar educación todos nos apoyamos. Pero yo era un inmaduro como todo adolescente, y rechacé un mil veces las opciones que me puso mi madre sobre la mesa. Incluso me aconsejó para que fuera a estudiar donde a la misma prepa en donde mi hermano mayor se graduó, pero yo no quería seguir los pasos de los demás, quería algo diferente y sabía cuáles eran las consecuencias de pisar terrenos que no conoces. Mi madre siempre me dijo que es mejor meterme a una escuela que ya conocemos como se maneja a una donde no sabemos ni como educa, así que por tanta presión de su parte para que le hiciera caso me dejé convencer y me inscribió ahí, el resultado fue predecible para mí: dejé la escuela en una semana. Y jamás volví. Así es, 7 días me bastaron para darme cuenta que no pertenecía ahí.
Y deje pasar el tiempo…
Visité 3 preparatorias más y en ninguna encajé, ni siquiera en una abierta porque pasar 33 exámenes para concluirla me fue imposible de hecho en el año que estuve en la prepa abierta solo aprobé 4 materia de las 33 asignaturas así que me fui y de nuevo desperdicié el dinero que mi madre depositó en esa escuela, en mi educación, en mi importante preparación.
Hasta que un día, dije convencido: "es la tercera y la vencida".
Vi en una revista un anuncio de una preparatoria, para entonces ya tenía 16 años y seguía sin concluir ni el primer semestre de bachillerato. Lo sé, que vergüenza, a estas alturas casi todos mis compañeros con los que compartí mi tiempo en la secundaria ya estarían estudiando la universidad y yo seguía estancado, pero no me di por vencido así que convencí a mi madre para que me diera de nuevo la oportunidad de estudiar, logré mi objetivo y me inscribí en ese lugar y así sucedió, pero era tan perezoso que cuando entraba en las mañanas a clases a las 8, pronto me harté y pedí el cambio a la secretaria del instituto para que me cambiara al turno de la noche, así solo estudiaría 3 horas al día y no 5 como en la mañana y podría dormirme y despertarme más tarde si quería. Que "perezoso" pero así era yo, tanto tiempo sin estudiar me hizo atenido, más irresponsable y flojo pues no hice nada durante el día en ese 1 año que desperdicie, de los 15 hasta los 16 años. Hubiera terminado el bachiller a los 17 pero así eran las cosas, ya ni llorar era bueno. solo me quedaba resignarme y hacer frente a las consecuencias que ya comenzaban a magullarme.
Durante esos dos años que estudie entusiasmado durante las noches, pasaba que durante el día en ocasiones mi familia me fastidiaba, decían que daba vergüenza que apenas estuviera estudiando ese nivel escolar cuando ya era un hombre y para colmo mi madre me ofendía cuando me comparaba con mi perfecto hermano quien ya había terminado la universidad y ahora era maestro de primaria, claro que era de admirarse como mi hermano consiguió terminarla, pues a punto de terminar la preparatoria embarazó a su novia, una tal Rin, y aun así con ese problema presentó examen para la universidad y entró, todos fuimos testigos de cómo luchaba por salir adelante no solo por su hija también porque su sueño siempre fue ser educador yo me acuerdo bien como jugábamos a la "escuelita" cuando éramos tan solo unos niños. Y el que haya cumplido sus propósitos daba motivo de alegría y satisfacción a todos por él.
Pero a mí no me gustaban las comparaciones, así que como dije antes, me caracterizo por ser vengativo. A mí me lastimaba muy en el fondo que me dijeran que era un fracaso, no como mi hermano, decían que los decepcioné porque tenían al principio buenas expectativas de mí, que desaproveché todas las oportunidades que me dieron para superarme y en eso estaba de acuerdo pero no me gustaba que me lo echarán a cada momento en cara, así que rencoroso los callaba o los insultaba para hacerlos sentir mal así como ellos me hacían sentir a mí. Pero de todo lo malo, de todos sus comentarios negativos que me hacían saqué el lado bueno: las ganas de demostrarles que estaban equivocados cuando me aseguraban con pena que yo no podía dar más en los estudios, que no me superaría y que estaban decepcionados de mi persona.
Y me encargaría de desafiarlos, de romper con esa mala imagen que yo mismo forjé y que tenían sobre mí. Superaría sus expectativas y les demostraría que podía ser mejor que todos, aunque me llevará mucho tiempo demostrarlo. Así que por consiguiente pensé que no había mejor forma que entrar a una de las mejores universidades del país para causar la admiración de mi familia quien ya no confiaba en mis capacidades. Definitivamente esa escuela era la UNAM , lo malo es que era tan difícil ser aceptado en ella que cada año más de 50,000 aspirantes peleaban por un lugar ahí y de esos menos jóvenes menos de 10,000 eran elegidos, por lo tanto las probabilidades de que yo entrará eran pocas sobre todo porque las matemáticas siempre ha sido la incondicional materia que nunca falta en los exámenes, una tortura para mí porque era malo en ella y por eso la detestaba con toda mi alma, siempre representaba un bache en mi camino estudiantil, ahora lo sería con mas fuerza a la hora de enfrentarla en la prueba camino a la universidad.
No sé qué me pasó que un día estaba echando flojera en mi sofá y en ese momento vi en el periódico por casualidad un anuncio de un concurso de historia a nivel nacional mi materia favorita desde siempre. A mis 17 años y a punto de culminar el bachiller me entró la loquera y me inscribí. Fue muy duro pero gané el tercer lugar en el concurso que fue organizado en el Df. En ese mismo curso, hice un poco de amistad con un muchacho de mi misma edad y que se veía bastante listo. Recuerdo bien la "civilizada" conversación:
— Está muy bien organizado la final ¿verdad? — le pregunte solo para minimizar mis nervios causados por el final de la competencia, el elegido para iniciar una conversación fue un muchacho moreno de lentes que vestía como ñoño. Pantalón gris de vestir y sacó con camisa blanca y corbata azul. Estábamos ocultos detrás de las cortinas del escenario, preparándonos él y otros 6 muchachos más, la complicada final estaba a punto de comenzar.
— Sí, pero no te preocupes — trato de calmarme, seguramente me vio tenso — nada saldrá mal, además hay muchas personalidades importantes de la literatura allá sentados — señala a quienes estaban en la sala del auditorio — a mí me interesa mucho sorprenderlos, tal vez de esa manera alguno se me acerque y me proponga tomar un curso con él.
— Curso ¿de qué? — por un instante perdí el hilo y me confundí.
— Me encantaría ser un gran escritor, por eso entré a este concurso, estaba seguro de que personalidades de la talla de un escritor vendrían a observarnos. Vine con la intención de conocerlos y convencerlos de que me den la oportunidad
— Oye pero tú eres muy inteligente, no los necesitas
— Es fácil decirlo no — pareció ofendido pues me torció la boca — pero la realidad es que todos necesitamos la ayuda de alguien para lograr nuestros sueños. No puedes andar ahí por la vida pensando que no necesitas de nadie para conseguir lo que quieres. Eso es muy soberbio.
— "Maldito" — pensé en mi mente — había dado en el clavo y además entendí la indirecta, yo era de los que prefería no pedirle ayuda a nadie para realizar mis cosas, patético porque siempre había sido hasta entonces un atenido, es más con decirles que yo todavía le pedía a mi madre que me imprimiera mis trabajos en el café internet porque era tan inseguro que me daba pena hacerlo por mí mismo. Así dependía de todos. De cualquier forma, reprimí las ganas de contestarle mal y seguí.
— Entonces, ¿te da igual si ganas el primer lugar aquí? Solo viniste a colarte en el concurso — fue más una afirmación que una sospecha
— En realidad necesito obtener un buen lugar. La universidad en donde estoy me pide conseguir logros para continuar estudiando ahí. Ya que solo los alumnos más brillantes merecen pertenecer a ella.
— ¿Pues en que escuela estas? En la que reclutan "anormales" — sonreí ligeramente, no pude evitar esa gramo de maldad que ya me palpitaba en la vena desde que me contestó mal. También trate de sonar bromista para relajar el ambiente entre los dos, pero lo empeoré, a él no le causó la más mínima gracia, así que se mostró severo. Así solía ser yo de imprudente.
— En la universidad de Tokio.
— ¿Y dónde es eso? — pregunté curioso.
— ¡Por dios! ¡Que ignorante eres! — Exclamó furioso — ¡en Japón! — afirmó con el ceño fruncido acomodándose el peinado ridículo que se había hecho.
— ¿Está en Asia? — todavía pregunté desencajado.
— Por supuesto idiota — murmuró enfadado
— Hey no me digas así — de pronto me irrité.
— Es que no puedo creer que no lo sepas, todo los beneficios que te trae estar estudiando en una universidad de calidad ¡no puede ser que los ignores! ¿A qué viniste aquí sino te interesa la educación?
— Eso mismo te pregunto a ti que viniste solo para conquistar a tus ¡afamados" escritores" ¡colado! — le reproché.
— A mí no me quita el sueño este concurso — se acomoda las gafas — por eso si yo me lo propongo lo ganó.
— ¿Así? — le dije burlón
— Sí, pero hay tantas cosas que puedo lograr con gran facilidad como ganar este concurso que mejor me estoy encargando de hacer algo más complicado, que me suponga un reto y eso es ser un gran escritor.
— ¿Para qué quieres serlo? si tú mismo has dicho que tu querida universidad te trae grandes beneficios — por fin se me ocurría algo para regresarle su altanería
— Porque como toda escuela tiene una falla, es muy estricta. No puedo estudiar literatura y química al mismo tiempo. Pero vale la pena estar estudiando en una de las mejores universidades del mundo, cuando te gradúas las puertas se te abren como si estuvieras en el paraíso con san pedro — vaya comparación tan exótica pensé — si es así — reafirmó pese a mi gesto burlón — san pedro te abre las puertas y tu accedes a ellas — dice con un tono soñador.
— ¿Y que más puedes hacer ahí?
— De todo, volverte rico, famoso, tal vez no famoso pero es seguro que exitoso sí, todo aquel que esté ahí tiene ya su futuro asegurado. Es satisfactorio como cuando yo salgo a las calles de Tokio, me ven con el emblema de esa escuela en mi uniforme y la gente me contempla, me admira porque no cualquiera logra acceder ahí. Se siente bien, y ni que decir ¡mi familia está orgullosa de mí! — traza una sonrisa de oreja a oreja
— ¿Tu… familia? — titubee a la vez pasmado, pues esa palabra pareció haber hecho eco en mi mente. Eso es lo que necesitaba, que me admirarán para que dejaran de criticarme.
— Si; eres el modelo a seguir — suspira satisfecho repitiendo aquel argumento.
— ¿Y es difícil ser aceptado ahí? — espeté sobresaltado. Clara señal de mi repentino interés. ¡Eso era todo! — Grité en mi pensamiento totalmente alegre — Estaba decidido, así como impulsivo era decidí que me informaría lo necesario para conseguir una beca en el lejano Japón.
Continuará...
