Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer solo la trama es mía.
Aviso: Alto contenido sexual y tema fuerte
Bella es una rebelde estudiante en un prestigiado colegio, pero todo cambia cuando conoce al profesor Cullen, quién le enseñará el verdadero significado de la obediencia. (Editada, misma temática, partes Inéditas)
Niña Mala
Una confesión es una debilidad y un alma grave guarda sus secretos y asume el castigo en silencio.
Estaba sentada sobre el escritorio de Alice hablando de cosas sin sentido. Sabía qué debía estar ya en mi escritorio, el timbre qué anunciaba el inicio de las clases ya había sonado, pero no estaba preocupada, sabía qué hoy tendríamos un nuevo maestro, y los nuevos maestros siempre se sienten algo presionados, así que eran cosa fácil de manejar.
—Jessica dice que el nuevo maestro es el sobrino del rector…—dijo Alice tono serio.
— ¿A si?...qué interesante—dije sarcásticamente.
Sinceramente, su plática no me interesaba mucho.
—Por Dios Bella ¡No puedo creer qué no sepas quien es!
Y aquí vamos…
—Edward Cullen él es una leyenda en el colegio, era un desastre y el chico más sexy y popular de su época de estudiante…hizo grandes cosas aquí, dicen qué era perverso, no tenía limites en lo que hacía y qué los que se metían con el sufrían las consecuencias.
Escuche con más atención sus palabras. Por su puesto creía en la mitad de ellas. Alice tendía a exagerar mucho, la mayoría de las veces las cosas no eran ni la mitad de ciertas, eso y que la información venía de Jessica. Nada fidedigna. Así que lo más probable es que el tipo en cuestión no sea más que un tipo arrogante y prepotente. Y eso de los límites está claro, siendo sobrino del rector, era un protegido, un niño rico al cual se le tenían que aguantar sus estupideces por su estatus. Nada más extraordinario que eso. Estaba segura.
—Me importa un pito si es el rey de Inglaterra Alice, debe ser un idiota prepotente o algo así, nada fuera de lo normal. No hables tanto con Jessica, ya te lo he dicho
Alice frunció el ceño, dispuesta a rebatirme obviamente, pero no hubo tiempo para hacerlo.
En ese momento escuchamos la puerta siendo abierta, ya habían pasado varios minutos desde qué el timbre había sonado. Todos comenzaron a acomodarse en sus lugares, pero yo no preste mucha atención a esto. De todas maneras me baje de escritorio de Alice.
Al estúpido niño mimado seudo-maestro le importaba poco llegar a tiempo al salón. Así que yo no iba a apurarme para llegar a mi asiento, si él no lo hizo ¿por qué habría yo de hacerlo?
La clase completa ya estaba en un total silencio. Y entonces sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
Lentamente giré mi cabeza para encontrarme con una mirada de ojos verdes. Una mirada profunda y electrizante.
Mi respiración se aceleró imperceptiblemente al igual que los latidos de mi corazón.
Su mirada se quedó fija en mis ojos por unos segundos que me parecieron eternos, para después recorrer con ella mi cuerpo, extendiendo el escalofrió por cada parte de mi ser.
En ese momento me sentí muy consciente de mí. De cómo iba vestida, de cómo lucía con exactitud.
La falda que usaba me quedaba más corta de lo normal. Mi blusa una talla más pequeña. Como habitualmente usaba el uniforme. Nunca me había importado demasiado hasta este momento.
Y el, el simplemente era delicioso.
No tenía otro adjetivo para calificarlo.
Era hermoso, sus ojos, su cabello despeinado. No encajaba nada con el papel de maestro de algebra. Parecía más bien un modelo.
Sentía mi cuerpo vibrar ante su escrutinio, y calor. Mucho calor. Era bastante evidente para mí, que era deseo lo que estaba sintiendo.
Así qué sostuve su mirada de manera más inocente qué pude siendo plenamente consciente de que lo que menos estaba siendo en ese momento era inocente, mis pensamientos no lo eran. Y después caminé hacía mi lugar, dándole una sonrisa insolente y retadora.
No lo pude evitar.
Simplemente fue un impulso. No sé exactamente que me llevo hacer eso, una cosa era sentir deseo y otra muy diferente actuar sobre el hecho.
Sus labios estaban presionados en una rígida línea mientras yo tomaba mi tiempo para llegar hasta mi lugar, justo al frente de la clase, iba moviendo mis caderas de manera más marcada.
Los idiotas de mis compañeros comenzaron a lanzarme piropos y besos…haciéndome sonreír.
— ¡Silencio! — Grito con voz firme.
Otro escalofrío me recorrió. Su voz era lo más sexy que había escuchado.
Mira a mi alrededor, y vi como Jessica abría la boca y Lauren mordía su labio. Ángela lo miraba fijamente y así cada mujer en el salón había sentido lo mismo que yo. Eso era seguro.
— ¿Podría tomar asiento, señorita…?—dijo con esa sexy voz aterciopelada. Mirándome profundamente. Me sentía desnuda ante su mirada. Y sin poder evitarlo baje la mía.
—Swan… Isabella Swan.
Mi voz apenas salió en un tono bajo, casi como un susurro. Sorprendiéndome por ello.
—Pero llámeme Bella. —dije recuperando mi voz y levantando la mirada.
El asintió una sola vez y se dio la vuelta hacía el pizarrón.
—Buenos días a todos, disculpen el retraso. Mi nombre es Edward Cullen y seré su nuevo profesor de Algebra—se presentó ante el grupo.
Me senté en el banco sintiendo mis piernas temblar. Mi respiración no estaba mejor que mis latidos.
No sabía que rayos me pasaba.
Tome una respiración profunda, oyendo su voz como un eco, a lo lejos.
Me había afectado de sobre manera su presencia. Tal vez Alice no había exagerado está vez. Por lo menos no en la parte de "el chico más sexy del colegio" ya se podía volver a poner el título, aunque ahora fuera un maestro.
—Comenzaremos con un pequeño, examen. Quiero ver su nivel. —dijo en un tono casino. —El examen tendrá el valor del treinta por ciento de la calificación bimestral.
Inmediatamente un coro de abucheos y negatividades lleno el salón. Yo no fue parte de eso, porque realmente era estúpido e infantil hacerlo, aunque no fuera para nada justo iniciar el primer día de clases con un examen, y más con ese valor de la calificación final…
— ¡Silencio! —grito con fuerza a la vez que golpeaba el pizarrón con un largo señalado de color negro haciendo que el sonido resonara con imponencia haciéndonos a todos saltar en nuestros lugares.
Mi mirada se encontró con la de Alice.
"Te lo dije" gesticulo con los ojos muy abiertos.
Tal vez ni Alice ni Jessica habían exagerado nada.
—No voy a tolerar estupideces de ese tipo. —dijo en tono serio, carente de emoción. —Ustedes van hacer lo que yo les digo, sin discusión. —miro alrededor y después sonrió.
Su sonrisa cínica, burlona. —Soy muy consciente de que la gran mayoría de ustedes, son unos buenos para nada y que van a reprobar el examen, sé que no hay mentes brillantes aquí, pero quiero medir el nivel de esfuerzo que ejerceré en mis clases, basado en sus resultados. Les aseguro, será un semestre muy divertido…al menos lo será para mí.
Encogió los hombros con esa misma sonrisa, más amplía y cruel.
Fue ahí cuando me di cuenta que mucho había de cierto en lo que se decía de él, pero que finalmente era más cierto lo que yo estaba pensando de él.
Era un idiota prepotente.
Hubo murmullos alrededor del salón. Y yo ya podía sentir toda la sangre juntándose en mis mejillas.
Ese calor tan conocido me inundo. Esta vez mi respiración acelerada nada tenía que ver con deseo.
Era coraje. Mucho coraje.
Lo miré escribir en el pizarrón una serie de ejercicios. Los cuales no me molestaría en escribir, ni en resolver. Las matemáticas no eran mi fuerte. Pero no me importaba, su treinta por ciento se podía ir al carajo.
Me recosté en el asiento mirando como todos se apuraban a escribir rápidamente los problemas.
Al mirar al frente vi como justo cuando terminaba de escribir uno más, borraba el anterior, haciendo así más espacio en el pizarrón para más, y al mismo tiempo jodiendo a quien se atrasará.
¡Qué hijo de puta!
Bufé enfurruñándome más en mi asiento. Si hubiese querido retractarme de mi plan de protesta por arrogancia ya me había jodido.
—Tienen treinta y cinco minutos exactos. Ni uno más. —dijo arrojando con indolencia el marcador de pizarrón en el escritorio y sentándose en la silla.
Tome mi bolígrafo y escribí mi nombre en una hoja de libreta, bajo mi nombre la matrícula y en vez de si quiera copiar los últimos ejercicios y entregarlos en blanco. Escribí en ella.
Idiota arrogante.
Sonreí.
Tome una respiración profunda cerrando los ojos y me recargue en el asiento.
No iba a disimular que trabajaba, no estaba de acuerdo con ese examen. Me parecía una simple manera de jodernos, de divertirse y yo no iba a ser parte de su juego y su diversión.
De repente me sentí observada. Podía sentir una presencia justo frente a mí.
Abrí los ojos de golpe, y me topé con su mirada magnética.
Me miraba desde su escritorio. Serio. No dejaba entrever que estaba pensando. Podía escuchar los latidos de mi corazón en mis oídos y la sangre acumulada en mis mejillas, junto con una imperiosa necesidad de bajar la mirada, pero no lo hice. Me obligue a mantenerla. Estaba esperando. Esperaba su llamada de atención, esperaba un regaño, esperaba que me sacará de la clase.
Pero nada de eso llegaba.
El solo seguía mirándome fijamente.
Estaba comenzando a sentirme incomoda y muy acalorada ¿Qué demonios le pasaba a este tipo? Tenía unas ganas tremendas de bajar la mirada, de preguntarle qué es lo que quería pero simplemente no me salía la voz.
Mordí mi labio inferior algo que hacía siempre que estaba nerviosa y entonces lo vi fruncir el ceño.
Fruncí el mío como reflejo, en serio ¿Qué le pasaba?
Acomode mi cabello hacía atrás, me sentía sofocada y acelerada. Y sí, sabía que tenía que ver con él y su insistente mirada.
Cerré los ojos y pase mi mano por mi cuello, sintiéndolo húmedo por el sudor.
Abrí de nuevo los ojos y una corriente eléctrica viajo por todo mi cuerpo hacía una parte muy específica.
Edward me miraba con los labios entre abiertos, pero esta vez sus ojos no estaban fijados en mi rostro, si no en mi escote.
Mire hacia abajo y me di cuenta que uno de los botones se había soltado y ahora el escote era mucho más pronunciado.
Comencé a sentirme mucho más caliente que antes. Me estaba excitando, el saber la forma en la que él me estaba mirando.
Debería sentirme ofendida, molesta. Debería abrocharme el botón y no mirarlo más, pero no podía.
Estiré un poco mis piernas y cambié de posición, sintiéndome adolorida.
Descruce mis piernas y vi como Edward se pasaba una mano por su despeinado cabello.
Su mirada ahora fija bajo el escritorio.´
Y entonces lo hice.
Abrí mis piernas dándole una vista de primer plano a mis bragas. Lo vi tomar una respiración profunda y subir su mirada a mis ojos.
En ese momento, sentí un hueco en mi estómago y una opresión en el pecho. Sus ojos, su mirada se había endurecido, podía jurar que incluso se habían oscurecido.
Me miro de manera profunda, recorrió de nuevo mi cuerpo y regreso a mis ojos. Levanto una ceja, su mirada ahora era perversa. La opresión en mi pecho se intensificaba.
Mordí mi labio y volví abrir mis piernas.
Sabía muy bien que no debía estar haciendo esto. Que esa opresión era más que un presentimiento, era puro instinto, diciéndome que debía parar.
Pero el deseo fue mayor. Y el sentirme deseada por él.
El volvió su vista bajo mi escritorio, rápidamente regreso su vista hacía mí, esta vez sus ojos completamente oscuros.
Y asintió.
En ese momento un jadeo salió de mí de manera involuntaria. Y miles de mariposas llenaron mi estómago.
¿En qué putas me había metido?
Edward dejo de mirarme, pero tenía una media sonrisa en sus labios. Miro su reloj y se levantó.
—El tiempo se acabó. Paren inmediatamente y pasen sus exámenes hacía el frente de sus filas.
El salón se llenó de nuevo de murmullos ¿Habían ya pasado los treinta y cinco minutos?
El tiempo había pasado volando, no podía creer que ese juego de miradas había durado tanto. Pero me sentí aliviada. No tendría que enfrentarme a él hasta el miércoles y no pensaría en esto hasta ese momento.
Mike Newton toco mi hombro, pasándome los exámenes. Puse el mío hasta el fondo, no iba arrepentirme de eso. Muy a pesar de esas miradas.
Lidiaría con las consecuencias después.
Tome mis libros y me levanté de mi asiento, sintiéndome algo mareada, algo diferente, pero supongo era normal. Lo que hice, no es para nada algo que yo haga todo el tiempo.
— ¡Vamos Bella! Muero de hambre y aún tenemos quince minutos antes de la otra clase, necesito algo en mi sistema ya—dijo Alice rodeándome, moviéndose impaciente.
Suspiré y asentí.
Casi cuando salía del salón junto a Alice, Erick grito nuestros nombres. Y yo que casi hacía mi triunfal huida en el anonimato.
—Señorita Swan.
Me detuve en seco y miles de mariposas revolotearon en mi vientre en ese mismo instante.
Tranquila, respira. Serena. Tú puedes manejar esto.
Alice y Erick me miraron confundidos— ¿Qué pasa? —susurro Alice.
Solo pude encoger los hombros porque sabía que mi voz me traicionaría. —Los alcanzo luego chicos. —contesté en un murmullo y me di la vuelta.
Alice, Erick, Jessica y Lauren salieron del salón, las últimas me miraban recelosas.
Zorras.
La puerta fue cerrada por ellas y juro que en ese momento me fallaron las piernas.
No dejaba de escuchar las palabras de Alice, y no dejaba de pensar que eran verdad. Pero siempre podía más mi propia arrogancia.
¿Y ahora qué?
Realmente no podía hacerme nada, suspenderme tal vez, reprobarme, pero no más. Ya no era un alumno, era un maestro. Las cosas eran distintas.
—Cierre bien la puerta señorita Swan. —su voz me saco de mi ensoñación.
Fruncí el ceño y volteé hacía la puerta la cual ya estaba bien cerrada.
—El seguro, ponga el seguro. —dijo como si hubiera leído mi mente. Sus palabras me pusieron lo doble de nerviosa, pero obedecí, su voz tenía un matiz de comando que no aceptaba discusión.
—Y ya que está ahí, cierra la persiana de la puerta, no quiero que nadie nos interrumpa. Usted tiene algo que explicarme.
Volteé y tenía en su mano el maldito examen.
Yo y mi puta idea revolucionaría.
Hice lo que me pidió y me dirigí rápidamente a mi escritorio. Me senté y mantuve la mirada lejos de él. Mis zapatos eran la cosa más interesante de este mundo en el momento.
Lo escuché mover algunas cosas de su escritorio y después de eso caminó hacia mí.
Sus zapatos aparecieron en mi campo de visión, al igual que el calor que irradiaba su cuerpo, estaba demasiado cerca.
—Levanté la mirada Isabella. —ordenó.
Inmediatamente hice lo que me dijo.
Su rostro tenía una mueca burlona, pero sus ojos estaba exactamente igual que hace unos minutos. Oscuros, duros, perversos.
Siempre había sido buena leyendo a las personas, observaba sus gestos, escuchaba siempre sus palabras, pero nunca dejaba ver que sabía mucho de ellos.
A las personas no les gusta que alguien conozca sus secretos.
Siempre he aplicado una línea invisible. Una barrera. Incluso quien creía conocerme bien, realmente no lo hacía. Y eso era por el simple hecho de que yo, no tenía aún una idea exacta de quien era.
No tenía una personalidad fija.
Eso yo lo sabía. Los demás no.
Siempre era yo quien sabía de más. Lo bueno de ser inteligente, es que puedes hacerte la idiota cuando quieras.
La cosa es que en este momento no me estaba saliendo tan bien.
El "examen" fue puesto de golpe en mi escritorio haciéndome saltar por lo brusco del movimiento y el ruido.
— ¿Podría explicarme esto, señorita?
No me pasó desapercibido el tono irónico que uso, pero eso solo sirvió para hacer mi cerebro funcionar nuevamente.
— ¿No sabe leer? Dice idiota arrogante. No hay mucho explicar, solo son dos palabras bastante claras.
Contesté con una seguridad que no sentía. No estaba dispuesta a retractarme, no había manera.
Sus labios dibujaron una línea rígida y algo en sus ojos se encendió.
—Sé perfectamente lo que dice. Lo que me sorprende es que no me hayan informado que tendría una alumna con capacidades especiales. Esto no es clase de lengua, y no le pedí que se describiera, le pedí que resolviera operaciones matemáticas. Señorita idiota y arrogante—contestó terminado con una sonrisa burlona.
—Entonces permítame explicarme bien. El idiota arrogante, es usted. No estoy de acuerdo con su idiota examen, no porque no pueda resolverlo, sino porque es bastante obvio que usted lo hizo con todo el afán de jodernos. Un maestro es aquel que enseña, no un idiota arrogante que viene a divertirse a costa de las desgracias ajenas. —contesté levantándome de mi escritorio, dispuesta a irme. Si me suspendía me daba igual. Más motivos para joder a Charlie.
Di apenas dos pasos en dirección a la puerta cuando sentí un fuerte tirón en mi brazo.
Jadeé por lo brusco del agarre y por el calor de sus manos sobre mí.
Me hizo mirarlo, tomándome con sus grandes manos de ambos brazos, bajando su rostro hasta estar apenas unos centímetros sobre el mío.
—Es usted bastante observadora. Y tiene mucha razón.
Levanté una ceja mirándola incrédula. —Pero, que tenga razón, no significa que vaya a pasar por alto su falta de respeto. Soy una figura de autoridad y me parece que a ti nadie te ha enseñado modales… así que como tu maestro que soy, y citando lo que acabas de decir debo enseñarte.
— ¿Usted va enseñarme algo a mí? —dije con la misma mirada incrédula y molesta. —El respeto se gana, profesor Cullen. No le debo nada.
No tuve oportunidad de reaccionar.
Edward me empujo hacía el escritorio haciéndome prácticamente caer sobre él.
—Toma el marcador, y resuelve el primer ejercicio. Gánese mi respeto. Si no lo hace bien…la castigaré y usted asumirá el castigo sin protesta.
Me apoyé en el escritorio y lo miré. — ¿Castigarme?
—Es una orden, Isabella. Estoy siendo magnánimo contigo no desde este momento, sino desde hace un rato. Estoy dándote una oportunidad. Dándomela a mí. Haz lo que te ordenó.
¿Qué?
Mi respiración se aceleró cuando procese sus palabras.
Desde hace un rato.
Cerré los ojos dándome cuenta que esto no tenía realmente nada que ver que con mi examen… ¡Pero él no podía hacerme nada! Simplemente me estaba intimidando y no lo iba a permitir.
Asentí y tomé el marcador.
Miré el pizarrón. Solo había dos ejercicios. —El de abajo. Tienes diez minutos.
No me paso por alto como el tono de su voz se había enronquecido, ni tampoco la respuesta de mi cuerpo.
Suspiré y comencé con el ejercicio y como siempre comencé a sentirme confundida.
Matemáticas nunca ha sido mi fuerte. Si no hubiera sido por Jane o por James, habría reprobado el semestre pasado.
Un pinchazo atravesó mi corazón al recordad a James. Pero este no era el momento para eso. Siempre que mi mente necesita estar enfocada miles de idioteces que nada tienen que ver con la situación actual surgen.
Hice lo más que pude y finalmente llegué al resultado.
Me sentía insegura. Lo cual solo significaba que había fallado.
El marcador cayó de mi mano y me quede viendo fijamente el pizarrón. Sentía una calma espeluznante e insoportable.
Escuche sus pasos acercándose a mí, pero no me atrevía a voltear.
De nuevo estaba extremadamente cerca de mí.
Solo quiere intimidarme.
Por lo que pareció minutos ninguno de los dos se movió. Mi respiración se iba acelerando y mis piernas temblaron cuando lo escuché suspirar. Su aliento llegó a mi cuello haciéndome estremecer.
—Te equivocaste Isabella. Lo curioso es que seguiste los pasos, el proceso está bien. Solo la última parte esta incorrecta, igual que el resultado.
Mi cuerpo tembló cuando lo sentí acercarse más.
De repente sus manos se cerraron alrededor de mi cintura y me pego a su cuerpo haciéndome soltar un gritito.
Esto no estaba pasando…
—Sabes Isabella, la manera en la que estuviste sentada en mi clase… así no se sientan las señoritas decentes. Tú no eres una señorita decente. Ni intentes hacerte la inocente. Eres una niña mala, una provocadora insolente que necesita urgentemente una lección.
—Yo…yo-o—Ninguna palabra coherente salía de mis labios. Esto no es algo que pase, al menos no a mí.
Esto ya no era intimidación.
—Tú querías que mirará Isabella. Querías provocarme y lo lograste. Te di una oportunidad y la arruinaste. —paso sus labios por mi cuello suavemente.
—Edward. —jadeé su nombre tensándome.
—No. Es profesor Cullen… o Señor pequeña Isabella… lo que creo, es que a ti te gusta estar expuesta, te gusta portarte mal, exhibirte, llamar la atención.
— ¡No! —grité tratando de voltearme pero él no me dejo.
—Creo que tu papá nunca te castigo como es debido, no te enseño modales, no te prestó la atención suficiente, pero no te preocupes, yo te daré lo que él no te dio.
Eso terminé por quebrarme.
¡Oh Dios mío!
— ¿Profesor? —dije en un susurro asustado. Mi voz había perdido fuerza. Sus palabras sobre un padre que no me presta atención me habían quebrado. Pero no había manera de que lo supiera.
¿Y qué demonios iba hacerme?
Su pecho vibro en una risa silenciosa, estaba tan pegada a él que sentía como atravesaba mi piel.
—Yo te daré lo que no te dio…y algo más, porque la realidad es, que no yo no soy tu padre.
Rápidamente me llevó al escritorio y me subió sobre él.
Jadeé y mi garganta se cerró.
—Levanta tu falda Isabella, enséñame esas bragas niña, hace unos minutos estabas muy deseosa de hacerlo. Hazlo pequeña.
En ese momento me sentí vulnerable, más que nunca en mi vida.
Y excitada. Muy excitada.
Esto no podía ser real.
— ¡Hazlo ya! —gritó haciéndome saltar.
Con manos temblorosas lo obedecí, llevé mis manos a la parte trasera de mi falda y la levante despacio dejando a la vista mis bragas azules.
—Hmmmm—gimió y pasó una de sus manos por mi trasero, causándome más excitación.
¿Qué jodidos estaba mal conmigo?
Esto estaba mal. Pero no quería parar y no creo que realmente pudiera hacerlo.
¿Qué iba hacerme?
El metió su mano bajo mi ropa interior y apretó mi trasero asiéndome jadear.
—Isabella—su tono de voz hizo qué mi corazón se saltara un latido. —Has sido una niña muy mala. Y mereces este castigo. El cual procedo a cumplir con tu consentimiento. —susurro con voz enronquecida.
Y sin más me dio una fuerte nalgada con su larga y fuerte mano.
Un grito sofocado salió de mi garganta.
Sentí su mano acariciar mi trasero e inmediatamente después un latigazo de dolor, unido al sonido de su mano golpeado mil piel me inundo.
Y siguió… y siguió.
Nunca, nunca me habían hecho esto.
Lagrimas caían de mis ojos. Sentía mis mejillas calientes, estaba más roja qué un tomate y no quiero ni pensar como estaba mi trasero.
Esto era surrealista. Jamás llegué a imaginar algo así.
Me sentía mal. Me sentía rara. Pero no quería parar. Era como si una parte de mí, sintiera, que sí, merecía esto.
Me sentía también lasciva, excitada como nunca antes en mi vida.
Era contradictorio. Era como estar al borde de un abismo. Tener miedo y al mismo tiempo desear caer.
Finalmente paró, dejándome desorientada, confundida y demasiado sorprendida, estaba en shock.
Entonces sentí sus dedos entre mis piernas jugueteando sobre mis bragas, tocando mí centro, sintiendo mí humedad que cada vez crecía más.
Me sentía avergonzada y deseosa. Al mismo tiempo.
—Oh, cariño—pude escuchar en su voz una mezcla de decepción y reprobación. Podía imaginarlo negando con su cabeza.
¿Cariño?
Su voz envió deliciosos escalofríos por mi columna vertebral. Ronca, baja. Su respiración pesada no hacía más que excitarme más.
—Estas bragas—dijo mientras seguía masajeando mi coño rítmicamente sobre ellas.
—Están terriblemente mojadas, creo qué disfrutaste tu castigo ¿lo hiciste Isabella?
Sus labios estaban muy cerca de mi oído y lo rozaba levemente. Sabía qué el esperaba una respuesta.
Todo era contradictorio. No sabía si lo había disfrutado, pero si sabía que quería más.
—Sí, señor—susurré.
—Eres una niña muy mala. Creo que debería quitarte estas bragas y golpear tu trasero desnudo ¿no crees?
—Sí, señor—gemí de manera automática. Quería más de esto. Era tan perverso, tan atrayente.
—Bien… ¡hazlo entonces! —me ordenó. — ¡Quítate las bragas, niña!
Desde mi posición me las quite como pude, me sentía extrañamente humillada. Mi rostro seguía presionado al escritorio.
Una vez qué lo hice, sentí sus manos abriendo mis piernas, él estaba explorando mi caliente y apretado coño. Por los sonidos qué el hacía parecía qué lo estaba disfrutando mucho. Al igual que yo.
Nunca me había sentido así con nadie. No pensé que este placer y excitación realmente existieran.
Escuché como se desabrochaba el cinturón…y mi corazón se aceleró aún más.
Lo deseaba de forma visceral.
Sentí su mano golpear mi trasero nuevamente.
—Eres una niña mala—dijo y me dio otra nalgada.
—Eres una provocadora, una zorra—mientras decía esto seguía golpeando mi trasero.
— ¿Te gusta qué te miren verdad? ¿Querías ponerme duró cierto? Mereces ser castigada pequeña zorra.
Yo cerré mis ojos y mordí mi labio para evitar soltar el sollozó qué se formó en mi pecho ante esas palabras ante la combinación de humillación y placer desbordante.
Los golpes me dolían, pero la humillación era peor, y a pesar de las lágrimas, mi traicionero coño se estrechaba cada vez más.
—Buena niña—dijo cuando termino de golpearme. —Estas aceptando de manera excepcional tu castigo. —dijo con verdadera admiración.
Sentí sus manos acariciar mis muslos y lentamente llego hasta mi coño.
—Hmmm Isabella, tienes una fuga aquí abajo…creo que tenemos qué taparla con algo ¿no crees?
Jadeé cuando sentí algo duro, muy duro penetrarme.
— ¿Qué…? —jadeé cuando eso objeto alargado, no muy grueso pero muy duro presiono un punto dentro de mí.
Rodé los ojos cuando se repitió la acción y solté un largo gemido.
Estaba muy cerca del orgasmo, me faltaba la respiración y no podía ni detenerme a pensar en nada más.
El sonido de mi excitación y su olor se intensifico haciéndome gemir.
—Joder ya no aguanto. —dijo entre dientes, removiendo el objeto de mi interior y tirándolo al piso por el ruido que hizo, dejándome al borde.
Antes de que pudiera decir una sola palabra, sentí la punta de su pene haciendo presión entre mis piernas, abriéndose paso en mi apretado y caliente coño, puso su mano en mi espalda presionándome contra el escritorio y entro en mí de una estocada.
Sentí dolor mezclado con placer. Él era mucho más grande que el objeto que antes había estado dentro.
Abrí los ojos y miré al suelto. Viendo el marcador con el que había hecho el problema tirado en el piso, brillando empapado de mi excitación.
Gemí con fuerza.
Él era tan perverso en verdad.
Tomo mi cabello en un puño y lo jalo, sentí nuevamente sus labios en mi oído—Esto es lo que querías ¿verdad? —nuevamente no me dio oportunidad de responder.
Presiono nuevamente mi rostro contra el escritorio y comenzó a joderme duró.
No había otra palabra pare describir lo que me estaba haciendo.
Mis caderas se balanceaban en el escritorio, sus dedos se enredaban en mis cabellos. Sus movimientos eran violentos, entrando en mí una y otra vez.
Él estaba completamente sobre mí, su aroma me envolvía, era dulce y masculino.
Poco a poco sentí como mi coño comenzaba a contraerse y sin aviso un orgasmo brutal me llegó de golpeo.
Me estremecía deliciosamente mientras él seguía moviéndose dentro de mí…
Nunca en mi vida, jamás, ni en mis más oscuros sueños y fantasías había soñado con tener un orgasmo así.
De repente el paró abruptamente. Haciéndome lloriquear.
Quería más.
Giré mi rostro para mirarlo. ¿Por qué se había detenido?
El tomo su dura erección entre sus manos y la puso frente a mí. —Limpia lo qué hiciste Isabella—dijo y pude detectar algo de irritación en su voz…no sabía el por qué.
Lo único que quería era complacerlo. No sabía el porqué. Pero no había tiempo de pensar en ello.
Comencé a pasar mi lengua por su pene tratando de limpiar mi excitación.
—No, así no—dijo y tomó mi cabello nuevamente en un puño. —Vamos pequeña zorra sabes cómo hacerlo—y sin más metió su pene en mi boca hasta llegar a mi garganta.
Me lo hizo duro, yo no tenía mucha experiencia en esto del sexo oral, así qué trataba desesperadamente de no ahogarme, su pene era enorme no cabía completamente en mi boca y aun así lo sentía en el fondo de mi garganta.
Sin aviso salió de mi boca y se separó de mí.
—Levántate y ponte tus bragas—me ordenó.
Sentí una extraña decepción llenarme y un vació formarse.
Me levanté y puse mis bragas en su lugar, después acomodé mi falda.
Sentí al profesor Cullen pararse detrás de mí y me giró hacía el abruptamente.
Entonces lo sentí pararse frente a mí y me giro abruptamente.
Me empujó hacía el escritorio lastimando mi espalda…me levantó y me sentó sobre el con las piernas abiertas.
Subió mi falda hasta mi cintura. Y yo de nuevo no entendía anda.
Yo me sostuve del escritorio, evitando así caerme. Sin más el comenzó a rozar su pene contra mi coño sobre mis bragas mojadas.
Y se sentía malditamente delicioso…ver su rostro lleno de placer y escuchar los pequeños gruñidos qué salían de él, estaban formando un nuevo orgasmo en mi vientre.
Entonces, cuando yo comencé a gemir y a estremecerme. Abandonándome al placer, él se corrió fuerte, cubriendo mis bragas con su semen.
Miré la escena maravillada, pase mi lengua por mis labios.
Era tan sucio y perverso… yo me sentía tan mal y tan extrañamente liberada y satisfecha al mismo tiempo.
Miré como acomodó los bóxer y abrocho su pantalón, sin mirarme.
Paso una de sus manos por su cabello y me miro.
—No te vas a quitar esas bragas por el resto de día. Para que recuerdes está lección. Pare que recuerdes lo arrogante e idiota que fuiste, lo niña mala y sucia que eres…y para mí placer.
Se acercó hasta estar frente a mí. Bruscamente me tomo del cuello y me beso.
Su lengua me invadió, penetró mi boca haciéndome gemir. Mordió mis labios con fuerza y así como abruptamente comenzó terminó.
—Será un placer ser tu maestro Isabella. —Y con eso, se inclinó y tomo del piso el marcador, lo guardo en su bolsillo mirándome perversamente, caminó hacía la puerta y salió del salón, dejándome completamente perpleja por lo que acababa de pasar.
Con manos temblorosas acomodé mi cabello, con piernas temblorosas me dirigí a mi escritorio, tomé mis cosas y salí del salón.
Tenía ganas de llorar, de gritar, de reír. No sabía de qué, no estaba segura de nada. Solo estaba segura de una cosa.
Edward Cullen era completamente perverso. No había exageración. Era una leyenda, al cual yo estaba firmemente comprometida en conocer.
— ¡Bella! ¿Qué pasó? ¿Qué te dijo el profesor Cullen? ¿Estás bien?
Alice me miraba con el ceño fruncido por la preocupación. No quería ni imaginarme cual era mi aspecto en este momento. Quería abrazarla, contarle, llorar...me sentía confundida, quería desahogarme... pero no. No lo haría. No le diría. Siempre me he guardado todo lo que podría debilitarme ante otros. Esta vez no sería la excepción.
La mire y sonreí. —Nada Alice. Solo un problema con mi examen. Nada grave.
Alice asintió no muy convencida y sin darle tiempo de nada más me aleje de ella de camino a los sanitarios, sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas, por la confusión… y el anhelo que crecía en mi interior.
Sweet Naughty girl editada. Realmente en esencia es la misma, pero si verán muchos cambios. Los personajes son los mismos. Pero la historia es algo más madura, más seria.
Gracias a todas las lectoras fieles que me han seguido todo este tiempo.
El tiempo será testigo de que he dejado mi pasado. No más polémicas ni faltas, solo la historia para compartir.
Espero sea de su agrado y sus comentarios.
Todos serán respondidos, aquí o en Facebook
Gracias.
Effylove
