Disclaimer: Los personajes y lugares conocidos pertenecen a la señora Collins y a sus respectivos dueños. Yo simplemente me ocupo de crear ficticias historias en mi mente y plasmarlas electrónicamente. No gano ningún dinero con esto por lo que si alguien me quiere donar algo; saben que recibo reviews a cambio :D

N/A: ¡Saludos! Vengo armando revolución con una nueva historia, escrita para despejar la mente del drama de mis otros fanfictions; por lo que esta será una escritura relajada. Este primer capítulo es para sondear la respuesta y decidir si continuarla.

Este nuevo FF está planeado para ser corto; pero no se equivoquen; estoy incursionando en un Universo Alterno un poquito diferente a los que he escrito, porque he querido hacer un… (Redoble) ¡Cuento de Hadas! Claro que sin hadas, ni dragones, etc, pero con romance, drama y el valiente Peeta que todas amamos.

Me he inspirado en muchas cosas, así que no las nombraré, más sepan que esta es la única nota de autor que verán porque quiero mantener un margen limpio en la historia. Sus reviews son bienvenidos y si esperan que se los conteste x PM, por favor coloquen una carita feliz al final de cada review.

Aclarado todo, espero que disfruten esta primera entrega, y me hagan saber, en cada capítulo, que piensan.

Ahora sí, ¡a leer se ha dicho!

Érase una vez

Prólogo


Hace mucho tiempo, en un lugar muy lejano, existían dos grandes reinos que gobernaban las inmensas tierras de Panem.

El reino del norte era rico en ganadería y su flota marítima, una de las más poderosas sobre la tierra. La extensión de sus praderas alcanzaban los picos nevados que rodeaban su región, hasta sus mares azul turquesa.

En cambio, el reino del sur se reconocía por sus campos, siendo la agricultura su principal fuente de sustento, junto a sus bosques, con árboles tan altos que parecían tocar el cielo. Y sus fuerzas terrestres lo suficientemente astutas para proteger sus territorios.

Por muchos años, estos vecinos fueron amigos y socios en sus muchos aspectos comerciales y culturales; convivían en las festividades del otro y sus habitantes eran prósperos y felices.

Pero entonces, llegaron los días oscuros y la reina del lado sur dejose seducir por la ambición y el odio; y declaró la guerra al reino del norte; cuyo rey, orgulloso y creyéndose todopoderoso, antes de buscar la paz se inclinó por la enemistad y rompió todo lazo comercial y fraternal con su vecino sureño, y respondió al conflicto con toda la voracidad posible y que trajo consecuencias funestas para los moradores de ambos reinos.

Con el tiempo, ambos gobernantes murieron, pero la paz nunca más fue instaurada. Varias generaciones transcurrieron, y se olvidó la causa del conflicto. Sin embargo, las raíces de resentimiento permanecieron arraigadas en cada heredero que ocupó el trono en su respectivo reino; siendo declarados enemigos los blancos y fornidos hombres del norte, contra los morenos y fuertes hombres del sur.

Panem no volvió a ver la unidad en sus tierras durante largo tiempo.

Capítulo 1: Érase una vez

-¿Qué lees, Katniss? –preguntó una joven muy rubia, de bonitos rasgos y grandes ojos azules, tan claros como los del manantial que comenzaba en la montaña que alimentaba las tierras del reino donde vivían.

Katniss Everdeen, hija del gran Augusto Everdeen III, cerró su libro con un golpe seco, presa del susto que recibió por ser descubierta leyendo un escrito prohibido de poco después de los tiempos oscuros. – ¡Nada! –Exclamó demasiado pronto, mirando a su joven hermana tratando de aparentar inocencia.

Primrose la estudió con sospecha, pero como cualquier chica en su juventud, no le prestó mayor importancia y continuó con el verdadero motivo de porque había ido en busca de su hermana. –Debes apresurarte. No tardarán en llegar y papá quiere que estés presentable y uses el vestido azul que Cinna ha diseñado especialmente para hoy.

La heredera al trono frunció el ceño –odio ese vestido.

-Lamento que no te guste –dijo otra persona entrando a la biblioteca del majestuoso castillo del reino –no he pensado que fuera tan horrible.

-No he querido decir eso, Cinna –se apresuró a decir al sastre real, a quien consideraba un buen amigo. Este era un hombre de muy bronceada tez, cuya sencillez no limitaba su buen gusto al vestir a la corte real. –Es solo que ese vestido anunciará que estoy en edad casadera y… ¡Prim! –regañó a su hermana, quién soltaba unas risitas ahogadas.

-¡Lo… lo siento! –Se disculpó la rubia tratando de mantener la seriedad –pero he sabido por Rory que…

-¡Señorita Primrose! –exclamó la tutora de las hijas del rey, apareciendo detrás del sastre. Effie Trinket, al contrario que el carismático sastre, era una mujer muy pulcra y recta, cuya vida constaba de ser estricta en los modales y la etiqueta. –No es propio de una dama esparcir rumores bajo ningún motivo.

La joven se cruzó de brazos –pero no es un rumor, madame.

-Insisto –dijo la mujer, y asegurándose de que la joven mantendría silencio, se dirigió a su futura reina –Princesa Katniss, es menester que se aliste de inmediato porque la ceremonia comenzará dentro de una hora.

-Por aquí, milady –le dijo Cinna que, con su modo suave, sabía cómo tranquilizar a la joven sin necesidad de faltar al decoro que alarmaría a la tutora de las chicas.

La princesa asintió y se despidió de su hermana menor, diciéndole que la vería en la ceremonia. Recorrió con enorme aburrimiento los pasillos del castillo que era su hogar, y valientemente no se quejó cuando su equipo de preparación la trató, acostumbrada a la profunda limpieza a la que era sometida para los eventos importantes.

En esta ocasión, la celebración era con motivo de presentar a los nuevos guardias reales e iniciar las festividades para el cumpleaños número dieciocho de la heredera al trono. Eso sí, a Katniss no le importaba en lo más mínimo el asunto. Lo que la alegraba, era que su mejor amigo en todo el reino, regresaba finalmente a casa tras dos largos años de ausencia.

El vestido que ya la ataviaba era realmente precioso; largo y elegante, de un azul claro y digno para alguien de su clase. Por unos segundos, casi se sintió tan resplandeciente como su madre, de quien se decía, poseyó una legendaria belleza. Tristemente, la reina Lilibeth Everdeen falleció por una falla al corazón poco después de dar a luz a la pequeña Primrose.

-Una sonrisa luciría mejor con este vestido –le sugirió Cinna por lo bajo, haciendo sonreír inmediatamente a la joven.

Claro que le encantaban los vestidos bonitos que Cinna creaba para ella, pero si pudiera elegir, preferiría mil veces sus pantalones de caza y su chaqueta de cuero, para así permanecer en los bosques, que eran verdes y frescos durante todo el año. De niña, su padre le enseñó a utilizar el arco y cuando sus actividades como rey le impedían pasar tiempo con ella, le encargaba al capitán de la guardia que le acompañase.

Así fue como Gale Hawthorne se convirtió en su mejor amigo, ya que era el hijo mayor del Capitán Hawthorne. Durante años Katniss y Gale solían reunirse en los bosques para cazar y divertirse. Al menos hasta que Gale cumplió la mayoría de edad y fue aceptado para ser guardia real, por lo que tuvo que completar su preparación en el colegio que quedaba en algún confín del reino sur.

Desde entonces no se habían visto, pero en cuanto tuviera la oportunidad, llevaría a Gale al bosque para demostrarle sus mejoradas habilidades e inigualable tiro. Todo volvería a ser como antes entre ellos y serían los mejores amigos. Probablemente Gale quisiera acompañarla en su viaje por el territorio del reino sur porque, aunque fuera princesa, nunca lo había recorrido para conocer sus dimensiones.

En un parpadeo, Katniss se encontró sentada en el pódium, junto a su hermana y a la derecha de su padre. Las trompetas sonaron y el nuevo ejército presentó sus respetos al rey Everdeen.

Katniss poca atención prestó a la ceremonia, mas ocupada en buscar a su amigo entre los caballeros que juraban lealtad a la familia real. Pero no fue hasta que el presentador dijo en alta voz el nombre de su amigo, que la princesa lo encontró.

Pero ese no podía ser Gale. No estaba su traviesa sonrisa, ni su porte desgarbado. Tampoco vestía sus cómodas ropas para cazar, y además su mandíbula estaba cubierta de vello facial, lo que lo hacía difícilmente reconocible. Pero entonces sus ojos grises conectaron con los de ella y una sonrisa familiar se asomó en medio de su barba bien recortada, ¡ahora si era Gale!

Katniss lo saludó con una ligera inclinación de cabeza, siendo lo único que podía hacer en esos momentos. ¡Estaba desesperada por mostrarle el libro que había conseguido en el quemador!

La ceremonia siguió transcurriendo, hasta que fue el turno del rey para anunciar el cumpleaños de su hija mayor y dar comienzo a la celebración y al banquete anual en su honor.

Los juegos y diversiones duraron todo el día, y como gente de todo el reino había viajado para las fiestas, Katniss pasó la velada al lado de su padre, recibiendo las congratulaciones, bienaventuranzas y obsequios que los más ricos del reino osaban darle; sobre todo porque, como imaginó, cada varón noble esperaba poder desposarla con unas pocas atenciones y baratijas brillantes.

El ambiente fue mejorando conforme transcurría la noche, pero Katniss se moría de aburrimiento. Había esperado que su mejor amigo la sacara de este tedio, pero no lo había visto desde la ceremonia, seguramente atendiendo algunos asuntos de su nueva posición como guardia real.

Olvidándose de Gale, estaba tratando de prestar atención a un hombre de toscas facciones que alababa su belleza y gran intelecto, que por cierto la princesa dudaba poseer, cuando vio a alguien que llamó por completo su atención.

No era nadie que hubiese visto antes, y sin embargo, este hombre parecía ostentar todas las características de un heredero de casta noble. Fue un breve instante en que lo vio acomodarse la capucha de su capa oscura que le cubría por completo, pero fue más que suficiente para grabar a fuego en su memoria ese brillante par de ojos azules.

-Princesa.

Katniss se sobresaltó por segunda ocasión en ese día, un poco mareada por el desconcierto que le había causado el extraño que pronto se perdió entre la multitud. – ¡Gale! –exclamó llevándose una mano al pecho. Tardó un poco en darse cuenta de su error que corrigió de inmediato. –Lo lamento, General Hawthorne.

-No tiene que disculparse. Vuestro padre me ha dado permiso de escoltarla por los entretenimientos de esta noche, milady.

La joven asintió agradecida, levantándose y ofreciendo una breve inclinación a su padre, quien le sonrió misteriosamente y la dejó ir, diciendo que los jóvenes debían divertirse aunque fuera por una noche.

-¿Tiene frío, milady? –preguntó Gale con caballerosidad y rígidos modales.

Katniss se aseguró de hallarse lo suficientemente lejos del trono para poder contestar –déjate de formalidades, Gale. Hemos sido amigos por años y tengo tanto gusto de verte, que podría abrazarte si eso no provocara que me ganara un sermón por parte de Effie. –Afirmó señalando discretamente a su tutora que a unos metros de distancia, la seguía prudencialmente. –Parece que nunca confiará en mi comportamiento.

Gale se rio, como cuando jóvenes se divertían en el lago que quedaba en la casa de campo del rey. –Es bueno estar en casa. –Pero su postura relajada volvió a tensarse al continuar. –Katniss –dijo tomándola de la mano con suavidad –yo he estado buscando la manera de decirte que… –comenzó de pronto, con demasiado color en su cara que la joven no notó.

-Yo también tengo mucho que contarte. –Lo interrumpió ignorando que debía callar y escuchar con educación, era Gale después de todo y ella estaba ansiosa por platicarle lo ocurrido los últimos años. –En mi cumpleaños pasado, papá me obsequió una hermosa yegua blanca pura sangre, Silver se llama, y cuando el mozo intentó… ¿Qué no es ese el puesto de esa anciana, cómo se llama? ¿Sae? –preguntó señalando una vieja tienda de colores, tan sucia como el gato de su hermana.

Gale asintió recordando a la bruja de la ciudad. Todo lo que deseaba expresar podía esperar un poco más tras dos años de haberlo sabido. –Eso parece ser. Creí que había dejado de leer las cartas desde que tuviera problemas con los cobradores de impuestos.

-Vamos a entrar –dijo la princesa con convicción, pero Gale se rehusó.

-No es lugar para la hija del rey.

Esta actitud le recordó que hacía veinticuatro meses que no veía a Gale y que algunas cosas tenían que haber cambiado entre ellos. Pero como él acababa de decir, ella era la hija del rey y podía hacer lo que le viniera en gana. –Entraré sola entonces. –Antes de que su amigo pudiera protestar añadió –como soy hija del rey, supongo que esperarás aquí y cuidarás que nadie venga a secuestrarme. –Intentó decirlo como una broma, pero su amigo cuadró los hombros y se plantó firme en la entrada a la tienda, dispuesto a cumplir con su deber.

-Pase –señaló la voz de la anciana, y Katniss se apresuró a entrar antes de que la cobardía le ganase y su amigo se burlase de ella el resto de su vida.

El olor a incienso era molesto, pero su curiosidad podía más que cualquier pequeña incomodidad. –Entonces…

-Princesa Katniss Everdeen, siempre es un placer recibir a la nobleza en mi humilde morada. –La interrumpió la anciana justo como ella interrumpiera a Gale momentos atrás. Sae permanecía sentada sobre un mullido sofá verde, y la miraba con sus nublados ojos, que le daban aire de ceguera. – ¿Has venido a que te lea las cartas, querida?

Katniss frunció el ceño ante la familiaridad con que la anciana se dirigía a ella. –Usted debe saberlo, es la bruja después de todo.

-Adivina –la corrigió la anciana después de reírse. –Es verdad lo que me dijeron las cartas; que posees un buen genio.

-Si piensa hacer burla de mí… –amenazó la princesa comenzando a levantarse.

-Siéntese –dijo tomando el mazo de desgastadas cartas de sobre la mesa. Katniss decidió darle otra oportunidad, sacando un pequeño bolso de cuero de sus vestidos. –Guarde su dinero, alteza. Que lo que yo quiero por pago, es una canción.

La joven la miró con desconfianza esta vez, pero se cruzó de brazos cunado comprendió que la adivina hablaba en serio –no canto.

-No es verdad, su majestad. Usted posee una hermosa voz y cualquiera que la escuche es privilegiado. Además, es su destino entonar un canto ahora –agregó con profunda voz.

Como si las palabras surtieran un extraño efecto en ella, la princesa comenzó a cantar suavemente; una melodía que su padre le entonaba antes de que falleciera su amada esposa. Katniss no solía cantar más que para ella misma y para su hermana, cuando las pesadillas acechaban en sus lechos.

Cuando finalizó, la vieja Sae enjugó unas lágrimas y barajó las cartas, echándolas sobre su desvencijada mesa –tienes deseos de conocer el mundo en que vivimos. Detestas tu posición y aunque la jaula es de oro, sabes que una jaula sigue siendo. –Movió su baraja. –Las cartas señalan que eres libre como el sinsajo, pero que estás dispuesta a renunciar a todo para ocupar tu lugar en la vida. Pero el fuego que hay en ti, hace que tu destino no se escriba aún y los astros señalan que eres la dueña de tu propio destino. Únicamente deberás seguir a tu corazón, o de lo contrario perderás la felicidad que la vida tiene preparada para ti.

-Tonterías –intervino Katniss con dureza. –Mi destino es ser desposada y convertirme en soberana del reino sur.

-Lo es –concedió la mujer –pero…

-No. –Zanjó la joven sintiéndose de pronto toda furiosa. Que alguien que apenas y la conocía, le dijera estas cosas, la molestaba sobremanera. Además no estaba para permitirse construir castillos en el aire. –Gracias por todo. –Se levantó para irse definitivamente. –Aunque no debería agradecerle, puesto que no me ha dicho nada de importancia.

-La salida es por atrás –le dijo la anciana con una de esas sonrisas que la hizo pensar que sabía algo que ella no.

Bufando exasperada, esquivó el asiento de la anciana, decidiendo que después de todo, podría rodear la tienda para encontrarse con Gale. El aire frío le golpeo en la cara, y logró estremecerla hasta el tuétano. La salida la había llevado al bosque que rodeaba la plaza donde el festejo continuaba, la música de los violines y las gaitas amenizando el ambiente.

Se recargó por unos instantes en un grueso árbol tratando de recuperar la compostura. Todo lo que había dicho la anciana caló en su ser, pero ella no podía permitirse soñar con una vida de aventuras; mucho menos esperar hallar el amor verdadero. Su padre elegiría al hombre adecuado y entonces ella tendría que aceptar la voluntad del rey, y en un futuro, dar a luz a un sucesor al trono.

¡Pero ella ni siquiera quería tener hijos!

Mas no importaba lo que deseaba o no tener; su deber, como se repetía diariamente, era comportarse como una dama y prepararse para algún día gobernar el reino junto a un hombre que aún no tenía rostro en su imaginación.

Ocupada en sus pensamientos, no se dio cuenta del hombre oculto entre las sombras que esperaba su oportunidad; por lo que de lo último de lo que fue consciente, fue de lo azules que eran los ojos del hombre que la secuestraba en ese momento.