Así empiezan las cosas
Y ¿cómo estás? ¿Cómo estoy? No sabes. Desde hace un año perdiste todo lo que anhelabas. Pasaste cinco años de tu vida construyendo un futuro que se vislumbraba maravilloso. Hiciste todo lo que estuvo en tus manos para poder alcanzar la meta. Excelente estudiante, promedió sobresaliente, tesis reconocida. La popularidad digna de la edad en la cual no eres ni adulto, ni adolescente ni importante por tus posesiones materiales, te hizo pensar que tenías el mundo a tus pies, que eras invencible. Y ahora, simplemente no tienes nada. Ni trabajo, ni maestría, ni escuela, ni novia. Aunque lo último no es tan problemático. Siempre has tenido miedo a relacionarte con las personas. Todos se van al final de día; eso lo comprendiste hace unos veinte años cuando tu padre se fue de la casa, buscando su felicidad en el amor extramarital. Nunca tuviste deseos de enamorarte. Después te diste cuenta de que era imposible detener a los sentimientos. Preparatoria, un corazón roto; universidad, el pobre corazón maltrecho volvió a lacerarse; especialidad… con más años, más experiencia y más cautela, sólo se lastimó un poco.
Y ahora estás aquí, sientes que late, sientes que la sangre corre por tus venas, pero no sientes nada… nada de esas emociones: felicidad, no; alegría, no; tristeza, no; rencor, a veces; odio, demasiado. Sabes que son síntomas de depresión, pero no les das importancia. A veces vienen, a veces se van, a veces las olvidas; y así has podido pasar un mes, cuatro meses quizás, has perdido la cuenta… ¡Ah sí, un año! Los días son tan largos que parecen un lustro, una década, un siglo, tu vida misma. Ya no tienes esperanza, esa te la comenzaron a matar desde hace tres meses. Lo único que querías desde hace un año era entrar a ese programa, entraste; trabajar con esa persona que conociste hace tres años y que te enseñó tanto, ahí ya no tuviste tanta suerte, te pusieron a un tutor que no conocías, pero él fue tan amable que propuso un pacto: trabajemos juntos e invitémosla a trabajar con nosotros, aceptaste; última parada la burocracia, te faltó un papel y te corrieron con todo y planes e ilusiones. Debiste prever que ahí empezaría el largo camino hacia la desdicha… desde ese momento, inclusive unos seis meses antes de eso, has tomado un sin fin de malas decisiones… una casi termina con tu vida, lo simple que hubiera resultado todo si en realidad lo hubiera logrado.
Hoy no tienes nada, pero nada en realidad. Regresas a la realidad de forma repentina, el hombre delante de ti que te preguntó cómo estabas sigue con la misma sonrisa fingida de cualquier persona decente que pregunta por preguntar, simplemente contestas "bien", te das la vuelta y te vas, regresando a tu vida, a la sombría y fría, nada que te aguarda cuando regreses. ¿Cómo estás? Simplemente eso, estás.
Así empiezan las cosas ¿no? Un día te encuentras frente a la enorme pregunta de qué hacer con tu vida, y a la siguiente vuelta de rueda te encuentras aquí, en un trabajo de redacción que poco entiendes, pero que al final del día te gusta; pero no por las razones ilusorias que dice todo el mundo conformista, no, te gusta porque puedes destrozar los sueños de otras personas una corrección de estilo a la vez; todo se resume a dar justo en el ego, y lo demás se da solo, lo sabes perfectamente, eso te pasó a ti, quieres que los demás sientan tu pena, ésta es la forma más cercana a la venganza contra todos que se te ha presentado. Sin embargo, sabes que el dinero y el desquite no es lo que te gusta en realidad, lo que más te llama la atención es esa compañera de trabajo que está a pocos lugares de ti y que nunca ha mostrado el mayor interés en tu existencia. Sabes que puedes acercarte en cualquier momento a ella. Es amable, servicial, y exasperante ¿cómo es posible que alguien pueda ser tan… tan… tan optimista todo el tiempo? Seguro debe tomar drogas. Drogas duras. La sigues observando como si no tuvieras trabajo que hacer, como si el mirarla no significara que existe una mínima atracción… que la hay, es linda la chica del cubículo 307, pero no quieres que eso te evite odiarla.
Siempre te han gustado las mujeres que están fuera de tu alcance, las puedes tener un determinado tiempo, pero al final del día sabes que se irán; así que ¿qué más da que ella sea una más de las decenas de mujeres que han ido y venido en tu vida desde hace años? Pero existe algo en la pequeña rubia del cubículo 307 que no deja de fascinarte. Probablemente sea el hecho de que la has visto salir con una torre humana de dos metros y cabello rojo que muy probablemente puede ser su novia. Entonces lo interiorizas; claro, es gay, yo soy gay, no es fea, podría ser atracción por conveniencia. Probablemente. No quieres ir a ese lugar donde los recuerdos de tu tormentosa relación alumna-maestra te destrozó año y medio de vida.
Obviamente existía un dejo de peligrosidad en esa relación, sin embargo, meterte con la esposa de una de las investigadoras de la universidad no fue tu mejor jugada. Aún están presentes en ti las cicatrices, y no sólo de forma románticamente sentimentales, las físicas también. Dos costillas rotas, un ojo morado, la muñeca derecha lastimada, que cada vez que hace frío te recuerda el dolor intenso de la pérdida de la persona, de tu confianza, de tu salud. Pero nada de eso importa ahora. Ahora estás estudiando a la rubia del cubículo 307.
Esa pequeña sonrisa que se asoma en sus labios cada vez que hace algo correcto; las líneas de su frente cada vez que se enoja por que la computadora no responde; los movimientos enfáticos y descoordinados de sus manos cada vez que quiere hacer notar la importancia de algo. Sí, definitivamente, aunque tu vida en este preciso momento no tenga sentido, ni camino, ni importancia y sólo tengas que asistir al trabajo para no morirte de hambre o de aburrimiento; la chica del cubículo 307 en verdad hace más llevadero el mecanicismo infinito de copiar/pegar y editar trabajos de estúpidas personas que sienten que tienen algo que decir. Como tú lo sentías en su momento, antes de que todo se fuera al carajo. La vida y sus misterios.
