La historia original es de Kat Martin,los personajes perteneces a E.
—Una atolondrada, eso es lo que es. Esa chica simplemente es demasiado atolondrada para que algún joven respetable llegue alguna vez a casarse con ella. —Enarcando ostensiblemente las delgadas cejas grises en señal de desaprobación, la Sra. Dempsey miró a través de sus impertinentes para examinar a la joven castaña que estaba de pie junto a la ponchera—. Hubo un tiempo, ¿sabes?, en el que estaba constantemente en boca de todo el mundo. Su padre debe de sentirse terriblemente decepcionado.
—Cierto —convino la sra. Sounders—. De hecho, los rumores que he oído... —Sacudió la cabeza—. Es una suerte que su madre, pobre mujer, no esté viva para verlo.
Mirando por encima de una palmera plantada en un gran macetero dentro de la elegante mansión que el diputado nacional Winston tenía en la ciudad, Christian Trevelyan estudió al objeto del desdén de aquellas mujeres. Conocía a Anastasia Steele desde hacía cuatro años, cuando la joven fue presentada por primera vez en el mercado matrimonial. Ahora, y estando muy próxima a cumplir los veintiún años, Ana llevaba demasiado tiempo siendo exhibida en el escaparate social como para atraer la atención de algún pretendiente, y su padre, el magnate de bienes raíces, Raymund Steele, estaba decidido a poner fin al asunto de una vez por todas. El señor Steele era un hombre de la vieja escuela,de tradiciones pasadas de moda y sin embargo,él quería ver a su querida hijita casada cuando cumpliera la mayoría de edad.
Christian la contempló como venía haciendo muchas veces durante los últimos meses, con un franco interés masculino y una sensación de pesadez en su ingle, inquietante. Ana era una mezcla increíble de mujer y muchacha, inocentemente seductora con sus opulentos senos, sus grandes ojos azules y sus magníficos cabellos negros. Cuando reía, no había nada propio de una señorita en ello. Su risa vibraba con una ronca nota que hablaba del florecimiento de la feminidad, e iba acompañada por un candor que él encontraba refrescante.
Nunca se lo haría saber, por supuesto. Desde el momento en que se conocieron, los dos habían sido como el aceite y el agua. Como había dicho la sra. Dempsey, la chica era demasiado atolondrada, demasiado obstinada e independiente. Lo que necesitaba Anastasia Steele era un hombre que fuese lo bastante fuerte para dominarla.
Infortunadamente, y dado que Christian no estaba buscando una esposa, él no sería ese hombre.
—Es digna de verse, ¿verdad?
Christian reconoció la voz de su padre, pero no apartó la mirada de la joven.
—Lo es, desde luego.
—Sí que lo es. Quizás ésa sea la razón por la que me gustó desde el momento en que la vi.
Christian se volvió hacia el hombre que lo había engendrado, Carrick Grey, un abogado mundialmente reconocido. El padre que le había concedido un apoyo financiero generoso y, en cierta manera, incluso su cariño, pero que se negaba a brindarle la legitimidad de su apellido.
—Siempre habéis tenido muy buen ojo para la belleza.
—Si… —convino el abogado Grey,pensativo —. Steele desea verla casada.
—Me parece que ya lo habías mencionado.
—Sí, supongo que debo de haberlo hecho.
—Y habida cuenta de la estrecha relación que usted y el señor Steele mantienen respecto a los negocios, aparte del hecho de pertenecer a la misma sociedad de elite, es lógico pensar que le
Gustaría mucho complacerle.
—Presumo que te estás refiriendo al hecho de que sugerí que pidieras la mano de la joven
Christian esbozó una media sonrisa.
—Puede presumirlo, sí.
—¡Demonios, ésa chica me gusta! Anastasia Steele sería una esposa realmente magnífica para el hombre apropiado.
—Creo, que antes también ha mencionado eso.
—Puesto que tienes una magnifica memoria, ¿te acuerdas también de la propuesta que te hice hace unos meses, aquélla tan lucrativa concerniente a que se acordara el matrimonio entre vosotros dos?
— ¿Cómo olvidarla? —Christian tomo un sorbo de la copa de champán que sostenía en la mano.
¿Tan impacientes están Steele y tú por verla sentar cabeza?
—Maldita sea, ¿sería posible, sólo por una vez, que creyeras que simplemente pienso en tu bienestar? Ademas, la chica es rebelde y un dolor de cabeza para su padre. Ray está cansado de los escándalos que hace. Y Tú, bueno, tendrías que pensar en sentar cabeza también.
Clay sonrió burlonamente.
—No estará hablando en serio, ¿verdad? Ella y yo no podemos encontrarnos solos en la misma habitación sin que enseguida sintamos deseos de matarnos el uno al otro.
Los rasgos Carrick se suavizaron y un brillo especial apareció en sus ojos.
—Tu madre y yo también éramos así. Nos odiamos apenas nos vimos por primera vez... o intentamos convencernos a nosotros mismos de que así era. Libramos una dura batalla contra la atracción que sentíamos el uno hacia el otro. No queríamos admitirlo ni siquiera ante nosotros mismos. —Suspiró y sacudió la cabeza—. ¡Dios, cómo echo de menos a esa mujer! Desde el día en que murió no ha pasado un minuto en que no la echara de menos.
Christian estudió el rostro de su padre, todavía apuesto a pesar de que ya tenía más de sesenta años. El respetable abogado rara vez hablaba de Grace Trevelyan, la madre de Clay, la mujer que había sido su amante durante más de veinte años. Grace había muerto hacía dieciséis años, cuando Chris sólo tenía catorce. El recuerdo del tiempo de soledad que siguió a la muerte de su madre todavía perduraba en la memoria de Christian, a pesar de que lo mantenía firmemente guardado bajo llave.
Sus pensamientos volvieron a su padre y Grace Trevelyan. ¿Realmente era posible amar tanto a una mujer? Si lo era, Christian nunca había experimentado aquel sentimiento, aunque sin duda el deseo no era ningún desconocido para él. Dirigió de nuevo la mirada hacia Anastasia Steele y sintió el mismo súbito impulso de atracción hacia ella.
Carrick siguió con la mirada la dirección de sus ojos.
—Sí, esa chica tiene verdadero espíritu. Te daría hijos fuertes e inteligentes,
—Es indómita y terca. Necesita que alguien la domine.
El Abogado enarcó una ceja.
—¿Me estás diciendo que tú, un hombre dotado de una vasta experiencia con las mujeres, no te sientes a la altura de semejante desafío?
Christian soltó una carcajada.
—Oh, desde luego que sí. Si ella no fuera una inocente muchacha, además de la hija de vuestro querido amigo, probablemente terminaría en mi cama.
Grey rió suavemente.
—Así que la encuentras atractiva. —Era casi tan alto como Christian, con los mismos hombros robustos y cabellos de un castaño oscuro, aunque ahora a los del duque asomaban algunas canas.
—No soy ciego, excelencia. —Christian se parecía tanto al señor Grey que nadie podía negar su parentesco, y sin embargo, el importante abogado nunca lo había reconocido abiertamente como hijo suyo o llamado como tal en público.
Cuando era un muchacho, eso había llenado de resentimiento a Christian. Ahora que era un hombre, lo entendía. O al menos se decía a sí mismo que lo entendía—. Con toda esa rizada cabellera oscura y la piel como nata fresca, la joven es realmente preciosa. Ah, si estuviera dispuesta a que encajáramos...
Grey dirigió la mirada hacia la mesa del ponche, junto a la que Anastasia estaba hablando con su regordete y más bien bajito anfitrión, el diputado Winston. Éste soltó una carcajada de algo que ella acababa de decirle.
—Está llena de fuego, eso tengo que admitirlo.
Ana sonrió, entreabriendo su carnosa boca para mostrar una hilera de pequeños dientes blancos, y una suave sensación de calor recorrió el estómago de Christian.
-Personalmente —prosiguió Carrick—, siempre me ha gustado que haya un poco de fuego en una mujer.
Christian no dijo nada. A él también le gustaba que lo hubiera, y quizá fuera ésa la razón por la que encontraba tan atractiva a Anna. Pero maldita sea, no estaba tan desesperado como para casarse con la joven sólo para satisfacer su anhelo de poseerla.
Al fondo de la sala, Anastasia aceptó el brazo que le ofrecía el diputado y le dirigió otra de sus sonrisas radiantes como el sol. Dándose la vuelta, dejó que él se la llevara de allí.
—Se dirigen hacia la sala de juego —dijo el padre de Christian, siguiendo su avance a través de la estancia repleta de invitados—. A esa joven le encanta apostar. A tu madre también le gustaba. Habría conseguido arruinar a un hombre menos rico, aunque finalmente aprendió a jugar lo bastante bien para no perder dinero.
Christian vio que Ana Steele desaparecía en el interior de la sala de juego de la mansión de Winston. A diferencia de la madre de Christian, Ana tenía una habilidad innata para las cartas. Era una jugadora condenadamente buena; no tanto como él, por supuesto, pero sí mejor que la mayoría de los hombres con los que éste jugaba en el club. Christian dejó su copa de champán encima de una bandeja de plata.
—Si me disculpa, me parece que siento la apremiante necesidad de jugar unas cuantas manos.
Esta vez su padre frunció el ceño.
—Permíteme recordarte, como tú mismo has observado tan inteligentemente, que la joven todavía no ha sido catada. Si se te ha pasado por la cabeza la idea de seducirla, más vale que lo tengas presente.
Christian se limitó a sonreír. No estaba convencido de que Ana fuera tan inocente como creía su padre. Se acordó de la noche en que se había tropezado con ella en un combate de boxeo en un bar de mala muerte. Al principio no había caído en la cuenta de que el muchacho que contemplaba fascinado el ring era una chica. Entonces oyó su risa, reparó en las curvas femeninas perfiladas por unos ceñidos pantalones de hombre, miró detrás de las gafas de montura dorada colocadas sobre la punta de una nariz diminuta y ligeramente pecosa, y reconoció a Anastasia Steele.
Christian se la llevó de allí lo más deprisa que pudo, a pesar de que Ana no paró de protestar ni un solo instante durante todo el camino, hasta devolverla sana y salva a su casa.
De aquello ya hacía tres años, pero ANA seguía siendo igual de osada, y una mujer que corría aquella clase de riesgos... bueno, quién sabía qué otras cosas podía estar dispuesta a hacer. Desgraciadamente, ya fuese virgen o no, Ana era la hija de un importante empresario y estaba soltera, lo cual la colocaba muy fuera del alcance de Christian, a menos que hubiera matrimonio de por medio.
Y aun así Christian siguió adelante, atravesando a grandes zancadas el ruidoso salón en dirección a la sala que había al final del mismo, previendo una partida de cartas que a buen seguro resultaría muy entretenida.
¡ Hola! Esta es mi primera historia en fanfiction. Soy novata en esto, así que espero que no me maten si algo está mal o escrito o algo por el estilo. Espero que les guste la historia,la tome de "El fuego interior" de Kat Martin, es una historia romántica que ocurre en 1805 en Inglaterra; yo la modifiqué y adapte con 50sdg y bueno, espero que les guste.
