Disclaimer: Los personajes y el universo de Canción de Hielo y Fuego le pertenecen a George R. R. Martin.
Esta historia participa en el reto #79: "Ese pairing no tiene futuro" del foro "Alas Negras, Palabras Negras".
Notp: Rhaegar/Lyanna.
Nota: La imagen no me pertenece.
I
Los largos dedos del príncipe acariciaron las cuerdas del arpa con suavidad, arrancando notas exquisitas. Su plateada voz entonó una canción triste e hizo que las mujeres derramasen lágrimas al escucharlo. Lyanna bajó la cabeza, conmovida.
Estaba llorando.
II
El príncipe había vencido. Lyanna no se sorprendió; ese día había logrado desmontar incluso a Ser Arthur Dayne. Pero ocurrió algo inesperado: pasó por encima de su esposa y le entregó la corona. Una corona de rosas azules, sus flores favoritas. A ella le encantaba el dulce olor de las rosas invernales. Los pétalos eran suaves y delicados.
Brandon parecía molesto.
III
Al parecer, Rhaegar Targaryen nunca se olvidó de ella.
—Ven conmigo, por favor —pidió. Tomó su mano con suavidad mientras le hacía promesas tan sinceras y hermosas… Lyanna no dudó. ¿Por qué habría dudado? Ahora sabía que podía dejar atrás un matrimonio infeliz. Ahora podía obtener la libertad que tanto había deseado.
Junto a él.
IV
Ahora, no era el arpa lo que los largos dedos de Rhaegar Targaryen acariciaban. Era su piel.
El cuerpo de Lyanna se estremeció con temor.
Estaba lejos de su hogar. Lejos de su familia, atrapada en una triste y desolada torre. Los recuerdos de Invernalia se mezclaban con su dulce cantar. Las caricias y promesas se mezclaban con las memorias de sus hermanos.
¿De qué servían ahora sus habilidades como jinete y su destreza con la espada? ¿De qué servía ahora su carácter terco y voluntarioso?
Se lamentaba el haber sido tan tonta.
V
No fue el príncipe quien la envolvió en brazos. Fue su hermano.
¡Ned, querido Ned!
Se estaba muriendo en una cama de sangre, en una lejana y sombría torre.
Su hermanó la miró y Lyanna comprendió: tenía tanto miedo como ella.
Ya no le quedaban fuerzas; la fiebre se las había llevado todas. Estaba tan débil que hablaba en susurros, pero logró arrancarle una promesa a Ned. Pronto, el miedo se desvaneció y Lyanna logró esbozar una pequeña sonrisa.
No obstante, Ned le dirigió una última mirada cargada de curiosidad.
¿Lo amaba? Oh, dulce Ned…
Así había creído.
Los últimos pétalos cayeron de su mano.
