Disclaimer: Dragon ball no me pertenece ese es de Akira Toriyama.
Saiyan Blood
CAPÍTULO UNO
El lento vaivén le seguía arrullando y sus ojos perezosos se negaban a abrirse. Pero el frío, seguido del miedo le hizo despabilar, levantando su cuerpo y arrastrándose con las piernas hasta que su espalda chocó con el acero. Sus ojos oscuros miraron alrededor. No había nada, sólo estaba él.
Sintió que el aire se espesaba y le costaba trabajo respirar. Se levantó para ver si así le era posible llenar de aire sus pulmones, pero el equilibrio le falló y aunque lo intentó de nuevo cayó de nalgas.
"Mi nombre es…"
Frunció el ceño, luego cerró los ojos, apretándolos, como para concentrarse mejor.
"Goku. Son Goku."
Pero no pudo recordar nada más, Era como si un enorme hueco oscuro le comiera la mente junto con sus recuerdos. Todos ellos. Entonces el vaivén se detuvo y el silencio fue roto por un ruido como de engranajes. Una de las paredes de su prisión se deslizó hacía arriba y el resplandor que se coló a través de ésta le cegó por un momento.
Cuando sus ojos por fin se acostumbraron un poco, trató de avanzar a gatas. De pronto una mano le tomó por el cuello de su camiseta y lo haló con fuerza y con nada de cuidado.
—Pensé que te ibas a quedar por siempre ahí, Kakarotto —escuchó que decían.
— ¿Qué fue lo que pasó? ¿Pudiste encontrar alguna salida? —escuchó una voz más, pero el joven de los cabellos alborotados sólo se limitaba a verlos sin comprender ¿Le estaban hablando a él?
—Deja de poner esa cara de idiota como si no nos entendieras, Kakarotto —volvió a hablar el primero. Era un chico más alto que él y llevaba el cabello negro y largo.
—Espera, Raditz —una tercera voz se sumó a las anteriores— ¿Qué le ha pasado a tu cola, Kakarotto? —un chico, bajito y de cabellos en punta pareció inspeccionarlo.
— ¡Es verdad! ¿Qué le han hecho a tu cola? —el tipo en hablar era el más alto de todos, también el más fornido y no tenía cabello.
—N-no sé de qué están hablando —respondió el de cabellos alborotados, dando un paso hacia atrás, pero aún sintiéndose mareado.
— ¿Acaso has perdido la memoria, Kakarotto? Respóndeme —habló Raditz.
—Lo único que recuerdo es que mi nombre es Son Goku, no Kaka… como sea que me llamen.
— ¡Mierda! —bramó el de cabellos en punta.
— ¡Eres un imbécil! Eras nuestra única oportunidad y tú perdiste la memoria —Raditz se le fue encima, golpeándole varias veces en el rostro mientras el otro poco podía hacer por defenderse.
— ¿Qué vamos a hacer ahora, Vegeta? Ese era nuestro último plan.
—No tengo la más mínima idea, Nappa. Pero por una vez en la vida me gustaría que pensaras en algo y no te limitaras a preguntarme —el de cabellos en punta dejó salir todo el aire contenido y, después de descruzar los brazos gritó—: Raditz, deja ya a tu hermano. Muerto no nos servirá de nada.
—Y sin cola tampoco. Es una vergüenza —le respondió de mal modo el de cabellera larga y, después de darle una última patada, le dejó en paz.
—Hermano —habló una nueva voz. Goku ya sólo los escuchaba, pues tenía los ojos hinchados por la paliza recibida.
—Ayúdale, si es lo que quieres, Tarble —dijo Vegeta y el más chico de entre ellos, que parecía una copia a calca de éste se acercó al malherido— ¡Agh! Ustedes me enferman cada día más.
Después alzó la mirada y encerró un puño.
— ¡Y ustedes también! ¡Malditos sean en donde quiera que estén! —Vegeta se marchó, entrando en una pequeña construcción, la más apartada de todas.
Los alrededores se asemejaban a un pequeño pueblo. Se podían ver algunas que otras chozas en pie, pero todas eran demasiadas rusticas. A través de las ventanas se alcanzaban a distinguir algunas siluetas, pero nadie se atrevía a salir. El clima era cálido y no había brisa, como tampoco clase alguna de vegetación. Todo era un yermo desolado.
— ¿Estás bien, Kakarotto? —preguntó Tarble limpiándole la sangre del rostro amoratado.
—Ya les dije que mi nombre es Goku ¡auch! —se quejó al sentir una sustancia viscosa sobre las heridas pues le ardían.
—Las cosas no son como tú las crees. Ignoro la razón por la que dices eso, pero créeme lo que te estoy diciendo.
—En realidad no recuerdo nada. Sólo mi nombre —Tarble le miró con aire de tristeza.
— ¡Esos malditos te han quitado hasta la cola! —chilló.
— ¿Eh? —Goku miró a su compañero. Notó, efectivamente, una cola enrollada en la cintura del chico que le curaba. Era café, pero llevaba algo alrededor, era metálico y de color dorado— ¿Qué es lo que llevas alrededor de la cola? Bueno, para empezar ¿por qué tienes cola?
Tarble suspiró pesadamente.
—Déjame contarte, K… Goku —se corrigió— Nosotros somos saiyajines, una raza guerrera que servía a un emperador galáctico llamado Freezer. Pero cierto día él nos traicionó y destruyó nuestro planeta, quedando muy pocos con vida.
— ¿Entonces, esto es un refugio? —Tarble negó con la cabeza.
—Fuimos encerrados aquí, junto con otros sobrevivientes de otras razas. Todos juntos y no podemos salir de este lugar. Nadie ha podido. Esto que llevamos alrededor de nuestras colas —dijo al momento de tomarla y apretarla con la mano derecha—, es un dispositivo que sirve como catalizador de nuestra fuerza. No podemos sacar todo nuestro ki ¡Es como si estuviéramos encerrados en nuestros propios cuerpos!
Goku bajó la mirada. Podía sentir la rabia del otro saiya y le dolía. Le dolía a pesar de no poder ni siquiera recordarle.
— ¿Y qué es eso de que yo era su esperanza de salir de aquí?
—A veces vienen científicos, entran por el mismo elevador por el que llegaste y hacen pruebas con unos y con otros, pero nunca se llevan a nadie. Hasta hace dos semanas en que te escogieron, dijeron que te iban a sacar. Raditz, tu hermano, se negó. Alguien de esos tipos entonces sugirió llevárselo a él, pero tú te opusiste. Armaste tremendo lío que a nosotros nos castigaron y a ti llevaron.
Tarble le enseñó una cicatriz en la pierna izquierda, un poco más arriba de la rodilla, producto de la reprimenda.
—Y se suponía que al poder salir de aquí, debía ser capaz de encontrar una forma de escapar.
—Así es, pero has sido tan tonto que perdiste la memoria —dijo Raditz, quedándose de pie justo al frente y haciéndole sombra.
Aunque Goku no lograba recordarle, el sólo hecho de verlo le amedrentaba.
—Mocoso, tu hermano te llama —le dijo al de cabellos en punta señalándole el camino con un movimiento de cabeza y permaneciendo de brazos cruzados. Tarble se marchó sin decir nada más.
En cuanto se perdió de vista, el mayor se sentó al lado de Goku. Ambos guardaron silencio por un rato, hasta que el menor lo rompió.
—Lo siento —dijo bajando la mirada.
— ¿Y qué puedes sentir, si no res capaz de recordar algo? —le respondió irritado. Tenía las piernas flexionadas y los antebrazos descansaban sobre las rodillas. Sus dedos parecían estar jugando con algo.
—Por eso mismo pido disculpas —Raditz lanzó lo que sostenía y después se recostó en el suelo arenoso. Las manos detrás de la nuca.
—Lo más probable es que no sea tu culpa.
— ¿De qué hablas? —el de los cabellos alborotados le miró, asombrado por el cambio de actitud.
—Ellos sabían lo que significabas para nosotros, así que seguramente hicieron algo para que perdieras la memoria. Sin tus recuerdos es improbable salir de este maldito lugar y, además con eso nos rompen toda esperanza —hubo otra pausa, pero esta vez Goku no se atrevió a hablar—. Creo que todos estamos al límite.
Un movimiento que percibió por el rabillo del ojo llamó la atención de Goku.
—No te distraigas con la escoria. No son nadie —dijo con tono despreciativo.
— Son de otras razas ¿verdad? Tal vez si todos nos uniéramos…
—Creo que no sólo has perdido la memoria, sino también lo poco de cerebro que tenías. Esas razas son inferiores, no son nada comparadas con nosotros, ni siquiera Vegeta nos permite acercarnos a ellos.
— ¿Vegeta?
— ¡Ah! Es por demás hablar contigo —Raditz se levantó de un solo salto—. Cuando quieras otra paliza no dudes en buscarme.
El de cabello largo se marchó a grandes zancadas. Llevaba los puños apretados. Los de su raza no eran sentimentales, por eso se sentía molesto por lo que hervía en su interior. Era a su hermano a quien habían humillado y él no pudo hacer nada para evitarlo. No había podido protegerlo. Pero a pesar de todo eso, una parte de él sintió alivio de verlo con vida.
—Esto debe ser tu culpa, Gine.
Sus ojos azules se posaban en el microscopio para luego garabatear algo en su libreta. Se irritó cuando la punta del lápiz se rompió.
— ¡Maldita sea! Con tanta tecnología y poderío no han sido capaces de darme artefactos más sofisticados.
— ¿Tan temprano y de tan buen humor, doctora? —volteó al lugar de donde provenía la voz. En el umbral de la puerta se encontraba un hombre de cabellos verdes y trenzados.
—No molestes, Zaabon —le espetó al momento en que le lanzaba el lápiz al rostro. Él lo esquivó sin mucho esfuerzo.
—Me gustan las mujeres de tu temperamento —le dijo en una media sonrisa. Ella le correspondió el gesto. Zaabon era guapo, al menos ese había sido su primera impresión.
—Pero sería una lástima que el emperador te escuchara decir eso ¿no te parece? No sé tú, pero al menos yo sigo siendo muy joven y bella como para morir —pero su impresión se esfumó al enterarse de su posición dentro del imperio… y de su posición con el emperador.
Zaabon se aclaró la garganta y decidió dejar de molestar a la mujer.
—El Gran Freezer quiere verte.
—Me lo imaginaba —la mujer de cabellos azules tomó un par de pequeños dulces que guardaba en el cajón de su mesa de trabajo y salió acompañada del guerrero de élite. Ninguno de los dos habló durante el camino, que no era otra cosa que pasillos interminables iluminados por lámparas rojas. Algunas que otras puertas metálicas rompían de vez en cuando la monotonía del decorado, pero ambos pasaban indiferentes ante estas, a pesar de que detrás de algunas se podían escuchar diferentes ruidos, desde rugidos, lamentos y súplicas porque llegara la muerte.
Finalmente llegaron a un pasillo mucho más amplio y mejor iluminado. Zaabon tecleó un par de dígitos y la puerta se abrió.
—Sigo pensando que sus códigos de vigilancia son demasiados simples —comentó la doctora al momento de pasar a través de la puerta.
—Nadie más que nosotros mismos conocemos este código. Al menos que tú se los digas a los prisioneros. Además, sabes que el encargado de la seguridad digital es Doddoria y él jamás querrá escucharte.
—Ni que estuviera loca para hablar con él.
—Vamos, Doddoria te ama —le dijo con burla.
— Cállate —le respondió de mal modo, pero en un susurro, pues acababan de ingresar a una sala mucho más amplia.
Ahí, sentado al frente se encontraba Freezer. Ambos hicieron una corta reverencia.
— ¿Cómo ha estado mi doctora favorita? —el emperador le sonrió ampliamente.
—Ocupada con lo que me encargó.
— ¿Y bien? ¿Qué has descubierto?
—De todas las razas que hemos estudiado, la más apropiada para seguir con el experimento son los saiyajin. Pero haber traído un ejemplar y quedarme con su cola no ha sido suficiente, señor.
— ¿Qué quieres decir? ¿Que traigamos a todos esos simios hasta acá? —la doctora miró con asco y recelo a Doddoria, quien había hablado.
—No. Esos simios, como los llamas, son más inteligentes que tú, Doddoria y no queremos que nuestros preciosos conejillos de indias armen un alboroto aquí.
— ¿Cómo te atreves…?
—Soldado Doddoria, guarda silencio —le acalló el emperador, ante la molestia del gordinflón— Bueno, entonces ¿qué propones?
—Déjeme entrar a donde están ellos. Yo misma los estudiaré de cerca y de primera mano.
— ¡Es una locura! El objeto de experimentación te reconocerá y te mataran enseguida —esta vez fue Zaabon quien habló.
—Por eso ya he preparado todo. He hecho que le borren la memoria completamente y reprogramamos su mente. El saiyajin llamado Kakarotto cree que su nombre es Son Goku y en cuanto me vea sus nuevos recuerdos aparecerán.
—Siempre tan inteligente, por eso eres mi favorita —la alabó Freezer—. Otros deberían también de aprender.
El emperador le dio una fugaz mirada al ser rosado que permanecía a su lado. Últimamente estaba atentando mucho en contra de su paciencia. De no ser porque la mujer no tenía el más mínimo nivel de pelea, haría que tomara su lugar sin dudarlo.
—Bien, entonces si usted lo aprueba mañana por la mañana estaré ya hablando y mezclándome con ellos —la doctora hizo una reverencia para marcharse. Cuando estaba a punto de salir el emperador la llamó.
—Bulma, cuídate del súper saiyajin —ella sonrió.
—Claro, no se preocupe.
Bulma cerró la puerta. En ella sólo existía un solo objetivo y no dejaría que nada se interpusiera en su camino. Con eso en mente hurgó en los bolsillos de su bata para sacar un caramelo y comérselo.
FIN DEL CAPÍTULO UNO
Saiyan blood es el tema de Vegeta en el Dragon Ball Kai y la verdad es que estoy enamoradísima de esa canción.
Para quienes han leído la saga de Maze runner, se habrán dado cuenta de que el inicio del fic es muy parecido al del primer libro je, je. No lo pude evitar.
No se olviden, por favor, de comentar, por si les gustó o no.
Arigatou!
