Disclaimer: Axis Powers Hetalia no me pertenece, sino a Hidekaz Himaruya

Capítulo 1: La Gruta debajo del Acantilado


Julio 1740 – Algún lugar en Terra d'Otranto (parte de la actual Apulia) – Reino de Nápoles.

Una piedra cortó el aire y rebotó entre las rocas hasta caer en una pequeña piscina entre las rocas disturbando los cangrejos. Otra piedra siguió el mismo camino para terminar unos metros más allá de su antecesora.

-Maldición...

Otra más, esta vez lanzada con más fuerza hasta caer entre las olas.

Con un largo suspiro, Lovino se dejó caer sentado sobre la roca en la que se encontraba, ahora sin munición ni energías para ir en busca de más.

Echó una mirada al cuaderno de bocetos olvidado a un lado. En la primera hoja se veía lo que había intentado dibujar atravesado una y otra vez por enormes y violentas cruces. Con agresividad la arrancó, arrugándola con las manos hasta hacerla una pelota para luego pararse y lanzarla con todas sus fuerzas hacia el mar. Naturalmente, el viento marino en su contra la devolvió antes de que hubiera avanzado siquiera un metro.

Exasperado, Lovino escuchó el papel rodar y rodar entre las rocas detrás de él. Se volvió a sentar para luego recostarse sobre su espalda con los ojos cerrados hacia el cielo recitando cuantas groserías había aprendido en sus cortos 14 años de vida.

No sabía cuándo podría regresar a Nápoles, hasta entonces estaba varado en el medio de la nada ayudando a un conocido de su abuelo a cultivar remolachas.

-Pero podría ser peor, podrían ser patatas en lugar de remolachas... -murmuró para sí mismo.

Feliciano debería estar en algún lugar de Venecia comiendo pasta. Con el pensamiento de comida le rugió el estómago.

-Maldicióooon... -repitió golpeándose la cabeza contra la roca.

-Traje un tomate de sobra, ¿lo quieres? -ofreció una voz a su lado.

-¿Qué crees? -gruñó entre dientes para luego darse cuenta que debería estar solo.

Abrió los ojos de golpe para encontrarse frunciendo el ceño a un moreno de ojos verdes sonriente extendiéndole una mano con un tomate.

-¿Y tú quién demonios eres? -preguntó bruscamente luego de arrebatarle el tomate y volver a cerrar los ojos-. No, espera, no me importa -y ahora con los ojos entrecerrados-. ¿Qué quieres?

El moreno pareció no notar la agresividad en la voz de Lovino y su expresión de plena dicha no hizo otra cosa que aumentar al responder.

-Me llamo Antonio y...

-Dije que no me importa -interrumpió Lovino, y para darle más efecto le dio un mordisco bestial al tomate.

Mala idea. Era un muy buen tomate, delicioso y muy jugoso. Sintió como la cara se le humedecía con la lluvia de gotas de jugo de tomate y la sangre subirle a la cabeza tiñéndole las mejillas de un profundo colorado. Cuando miró a Antonio, vio su expresión de sorpresa, su boca en forma de "o" y ojos brillando en algo que parecía adoración. Con esta vista, su sonrojo se extendió por toda su cara y al intentar tragar el pedazo de tomate se atoró.

Se sentó bruscamente y empezó a toser desesperadamente hasta que de alguna manera el tomate salió disparado de su boca. Con cualquier intento de intimidación arruinado ahora, volteó la mirada lentamente hacia el moreno, quien ahora estaba en una especie de shock, las mejillas con un suave rubor y las comisuras de los labios levemente inclinadas hacia arriba. Cuando se percató de los ojos de Lovino observándolo con rabia y humillación por la escena de la que él había sido testigo, pestañó varias veces y sin saber que más decir expresó lo que estaba pensando.

-¡Qué lindo, pareces un tomate! ¡Jaja! -dijo con una deslumbrante sonrisa que habría encantado a cualquiera menos a Lovino, que cada vez tenía una mirada más mortífera. Aún sin enterarse del profundo desagrado dirigido hacia su persona, alcanzó con un brazo su bolsillo trasero extrayendo un paño y continuó-. Vamos, ven aquí, déjame limpiarte~.

Al ver a Antonio agacharse a su lado y acercar el trapo a su cara, Lovino se paró de un salto y gritó entre las mangas de su camisa mientras se limpiaba la cara con los puños.

-¡¿Quién demonios te crees que eres?! ¡¿Qué haces?!

-Jaja, ya te dije, soy Antonio, y iba a limpiarte la cara... Aww... es tierno, pero te ensuciarás la camisa...

-¡Aléjate maldito pedófilo! -gritó Lovino cuando el otro avanzó hacia él, dando un paso atrás y lanzándole el tomate mordido-. ¡El tomate estaba envenenado, ¿No?!

-Ugh... deberías ser más amistoso, no digas cosas tan feas... -dijo Antonio enderezándose y esquivando el tomate.

-¡Responde!

-Claro que no estaba envenenado... No deberías desperdiciar comida así, era un buen tomate... -contestó, su expresión hasta ahora de alegría convertida en tristeza-. Ten -añadió extendiendo el paño con una sonrisa de esperanza.

-No sé por dónde podrías haberlo pasado... -dijo Lovino con una expresión de recelo hacia el paño pero aun así tomándolo y llevándoselo a la cara-. ¿Qué querías?

-Jeje... Bueno... -dijo Antonio rascándose la nunca-. Por casualidad me encontraba pasando por aquí y me encontré con este dibujo... -se detuvo un momento para sacar de otro bolsillo el papel arrugado que antes Lovino había tirado-. Y... Emm... Como tienes ese cuaderno al lado y estás frente al acantilado que se supone que está dibujado me preguntaba si fuiste tú quien lo hizo y eso...-terminó casi tímidamente mostrando una sonrisa con dientes como perlas.

-Obviamente -vino la respuesta fría de Lovino, apartándose el paño de la cara para ver el dibujo y arrebatarlo de las manos de Antonio-. Es mío.

-Oh, genial -contestó éste, con el rosto iluminado olvidándose de lo ocurrido anteriormente-. Quiero que me hagas uno entonces.

-No -fue la respuesta cortante de Lovino.

-Aww... vamos, ¿por qué no? -suplicó Antonio.

-Porque no quiero.

Lovino se dio la vuelta con los brazos cruzados planeando encaminarse hacia los prados y fuera de la playa, pero Antonio lo rodeó y se paró delante.

-Vaaaamos, ¡quiero que me dibujes algo!

-¿Y yo que gano?

-Mm... ¿Nada?

-Entonces no -respondió Lovino, dando un paso al costado y pasando de Antonio que ahora presentaba una especie de cara pensativa.

-¡Ah! ¡Espera! ¡Ya sé, ven conmigo~! -dijo Antonio tomando la muñeca de Lovino y arrastrándolo hacia las rocas debajo del acantilado.

-¡Aghh! ¡¿Qué haces?! ¡Suéltame ahora mismo! -gritó Lovino mientras forcejaba contra el agarre de acero de Antonio.

-Jaja, nope~

-¡Suéltame o haré que te encierren!

-Me gustaría ver que lo intenten, jaja~ Pero dijiste que querías que te pague, ¿no? Entonces te mostraré un secreto~

-¡No cuentan como pago!

-No hables antes de verlo~

-¡Ya suéltame!

-Es cerca de aquí, y si te suelto correrás.

Sin poder responder sinceramente, Lovino eligió cerrar la boca y concentrarse en saltar de roca en roca, cada vez eran más grandes y resbalosas, aún más difíciles de pasar agregándole que estaba siendo arrastrado por Antonio, quien parecía más que acostumbrado a cruzar por el lugar y avanzaba a un ritmo veloz. Su orgullo le impedía pedir que aflojara el paso y estuvo varias veces cerca de caerse.

Pararon al llegar a un pequeño banco de arena entre las rocas, las olas suavemente golpeando la costa llena de espuma. Antonio, finalmente soltando la muñeca de Lovino, se dirigió entre dos rocas y sacó de entre las sombras un pequeño bote arrastrándolo hasta el agua.

-Vamos, sube -le dijo a Lovino señalando el bote con un movimiento de la cabeza.

Lovino, sobándose la muñeca, miró con desconfianza el bote y luego a Antonio y su cara sonriente.

Supuestamente lo habían llevado a un lugar fuera de foco debido a que los acontecimientos en los pasados meses y los que se preveían podrían ocasionar problemas en toda Europa y Nápoles ser peligroso. La camorra también quedaría atrás, y si bien habrían bandidos, era menos probable que se encontrase con alguno.

Ahora, mirando al joven que tenía delante, quien había aparecido de la nada, fuerte a juzgar por como lo había arrastrado de la muñeca, llevando tomates envenenados, diciendo cosas raras y pretendiendo que se suba a un pequeño bote cerca de las olas y rocas debajo de un acantilado para así mostrarle un "secreto"... Terra d'Otranto no parecía tan segura tampoco...

-No quiero...

Antonio suspiró.

-¿Pero no querías que te pague para que me hagas el dibujo?...

Oh... ¿Así que lo iba a amenazar con subirlo a un bote peligroso hasta que acceda a dibujar? Lovino entrecerró los ojos, no podía dejar que gane con algo así.

-Bien, pero ya dije que no lo haría de todos modos... -dijo subiendo al bote-. Tus esfuerzos son inútiles.

Antonio eligió sólo reír y subir al bote también, tomando los remos del fondo y alejándose de la costa hacia la sombra del acantilado donde las olas no rompían pero aún habían peligrosas rocas cerca.

-H-hey... no creo que sea seguro ir por aquí, ¿eh? -comentó Lovino intentando disimular su inquietud-. ¿No te parece mejor si damos la vuelta?

-Jaja, descuida, ya he venido un millón de veces. ¿Recuerdas cuando te dije que pasaba por casualidad cerca de aquí? Era mentira, vengo aquí todos los jueves -al ver que Lovino se puso más nervioso con esto, agregó-. Soy un navegante experto, no tienes de que preocuparte.

-¿Experto? ¡Si cuanto tienes, ¿18 años?!

-Jaja... 17 en realidad~

-¡Argh! ¡Llevame a la costa!

-Pero debo pagart-

-¡Ok, ok, lo haré, dibujaré para ti! -gritó Lovino aferrándose al bote, desesperado por el balanceo-. ¡Me dieron ganas de dibujar de todos modos!

-¿En serio? -el rostro de Antonio se iluminó, soltando los remos para abrazar a Lovino mostrando una sonrisa deslumbrante-. Aww, ¡gracias!

-¡Agarra los remos! ¡Los condenados remos! -volvió a gritar Lovino con los ojos como platos al movimiento del bote por el desequilibro causado gracias a Antonio.

-Tranquilo, no corres peligro -respondió Antonio, aun abrazando a Lovino y acariciándole la espalda de manera tranquilizadora-. Hoy el mar está calmado.

Recién dándose cuenta de que estaba siendo abrazado, Lovino enterró sus dedos en los brazos de Antonio haciendo que este se alejase con un pequeño sonido de dolor.

-Jeje, eso dolió, ¿podrías no volver a hacerlo? -rió Antonio volviendo a agarrar los remos.

-Esa era la idea -dijo Lovino tomando aire para su próximo grito-. ¡Ahora llévame a la costa y haré tu maldito dibujo de una maldita vez a ver si dejas de molestarme!

-Oh, bueno, pero ahora tengo ganas de mostrarte mi secreto -miró hacia atrás y los costados antes de volver a remar-. Aún no me has dicho tu nombre.

-Lovino -respondió, ya demasiado cansado y nervioso como para extenderlo más.

-Oh, nunca lo había oído, te llamaré Lovi, jaja~

-No, no lo harás.

-Sí, sí lo haré, Lovi.

-¡Argh!

Lovino se resignó en la batalla inútil y Antonio sonrió aún más si era posible.

-Ya estamos por llegar -anunció mientras dirigía el bote hacia rocas peligrosamente juntas-. Mm... Ésta es la parte complicada, no te muevas o desequilibrarás el bote.

-Sí, sí...

Antonio cruzó el bote entre las rocas, llegando a un pequeño recinto sereno donde no alcanzaban las olas. Se acercó y entró por una ranura en la pared por la que el bote apenas cabía, pero luego se ensanchaba y daba paso a una enorme caverna iluminada por poros en las paredes. Antonio disfrutó ver como el ceño fruncido de Lovino de suavizaba y su boca se abría en asombro.

La gruta se extendía mas allá de donde alcanzaba la luz. En toda la estancia resonaba el desplazamiento del agua que, clara como el cristal, dejaba ver un fondo de roca con algas y peces pequeños. La roca se alzaba hasta emerger del agua a un lado, creando un amplio suelo firme con extensiones que parecían querer alcanzar las formas similares que colgaban del alto techo. El aire estaba cargado de un agradable aroma a humedad y sal.

Antonio acercó el bote por un lado en donde la roca tenía un corte más abrupto y lo ató con una soga a una estalagmita. Procedió a bajar con cuidado para no caer al agua y sin decir una palabra le ofreció una mano a Lovino, que prefirió ignorarla y bajar de una manera no ridícula, mojándose de la cintura para abajo cuando cayó y quedó aferrado del borde.

-Ten cuidado... el agua es mas traicionera de lo que parece, te absorbe hacia dentro de la cueva. Hay una salida submarina por el otro lado creo... -comentó Antonio, ayudando a Lovino a salir del agua.

-Mhm... -dijo Lovino frunciendo el ceño hacia el piso-. ¿Es este tu secreto?

-No, ¿pero te gusta? Lo encontré al principio de la primavera cuando estaba pescando.

-No está taaan mal, pero aún es malo -frunciendo más el ceño. Antonio sonrió ante la clara mentira de Lovino-. ¿Entonces cuál es tu secreto?

-¡Oh! Déjame buscarla -dijo Antonio dándose la vuelta yendo hasta una irregularidad en una pared más profunda en la caverna-. Al parecer, los vikingos estuvieron aquí y... -Lovino lo vio agacharse y parecer levantar algo-: ¡se olvidaron de esto! -se volvió con una enorme hacha de guerra en las manos. La blandió en un brazo y empezó a cortar el aire con la doble hoja mientras se acercaba a Lovino.

-¡Ten cuidado con eso idiota!

-Jaja, descuida no te haré nada, en mi casa en España tengo varias y mucho mas filosas, pero ésta no está mal, le he intentado arreglar el filo un poco...

-¿Y ese era tu gran secreto que vale un dibujo?

-Naa... al principio pensaba convencerte con ella a que accedieras~ -su sonrisa pareció siniestra durante unos segundos antes de volver a la normal idiota-. Pero me agradas y además ya accediste a hacerlo, así que no hay por qué.

-Tenía ganas de dibujar en el momento, pero quizá ya se fueron... -dijo Lovino por lo bajo-. De todos modos, ¿qué demonios quieres que dibuje?

-¡Ah! Aun no lo sé, pero cuando vi tu dibujo supe que tenia que tener uno. No hay prisa, si estás aquí por la misma razón que yo, podremos encontrarnos muchas veces. Ya somos amigos, ¿no? -respondió con una sonrisa de esperanza a la vez que se llevaba el arma al hombro, creando una imagen extraña.

Lovino normalmente hubiera negado volver a ver al extraño español, pero por alguna razón no encontró la voz. Probablemente era porque quería mejorar sus dibujos pero no se le ocurría que dibujar.

Sí, probablemente era eso.

Como respuesta se limitó a mirar al agua y emitir un gruñido que el moreno prefirió interpretar como un sí.


Umm... Bueno, mi primer fic, soy pésima con los nombres, Spamano y eso... ¿Qué les parece? Para aclarar, no harán nada raro en la cueva. O eso creo... Tal vez un poco... Situaciones raras... Intentaré que no hagan mucho. Es más bien de la especie de amistad que hay entre Antonio y Lovino, como se desarrolla, lo que descubren y lo que hacen en la cueva para pasar el tiempo y dejar de lado lo que pasa fuera. Si no recuerdan, 1740 es el año del comienzo Guerra de Sucesión Austriaca, por octubre creo.

Debería haberlos hecho más chicos si no quería tensión sexual, pero supongo que sí quería que hubiese (igual siempre se comportan como niños)...

¡Gracias por leer!