Hola! Bienvenidos a esta mi nueva sección de "locura" . Aquí presentaré relatos breves y no tan breves sobre distintas situaciones que afecten a nuestros personajes favoritos. Realmente espero que sea de su agrado.


Este relato comenzó como un pequeño drabble de no mas de 400 palabras, pero en el fandom de Fb pidieron que subiera un poco y por eso lo extendí.

*Aclaro contiene un poco de lemon, si no es lo suyo favor de abstenerse en la lectura

*Quizás los personajes caen en un tremendo OOC, pero es debido a la época.

Gracias por estar aquí, ahora sí, vamos a leer...


—Lamento haber tenido que llevarte. No tenía realmente opción, ¿estás lo suficientemente cómoda? — dijo sarcásticamente.

Lady Hatori lanzó una mirada asesina a su interlocutor. Ese canalla, ese granuja, ese… maldito calavera de Lord Ainsworth, habría de pagarle por arremeter así contra su honra. No sólo se atrevió a raptarla, sino que el muy ruin la amordazó de pies, manos, y por si fuera poco del único medio que le permitía hablar. ¿cómo esperaba que le respondiera? De verdad que era un… un… ¡idiota!

El caballero inglés mostró una socarrona sonrisa intuyendo lo que la mujer pensaba. Por su puesto que no esperaba que pudiera responderle, pero deseaba provocarle, así como ella lo había hecho comenzando aquel sucio juego.

La miró removerse una vez más. Debía aceptar que así tan indefensa proyectaba una imagen sensual e indecente, o quizás solo era ese encantador corsé que aprisionaba a ese par de perlas blancas y tersas que parecían querer brotar en ebullición. Como sea que fuere, Lord Ainsworth comenzaba a sentirse incómodo y había una razón muy poderosa entre sus piernas para que este se comenzara a remover.

Lady Hatori no supo descifrar ese repentino cambio. El apuesto caballero había dejado de mirarle y ahora sólo se enfocaba en la ventanilla del carruaje. ¿qué podía tener de interesante la llanura? Acaso su presencia en ese reducido lugar no era suficiente para él. A pesar de estar en una situación poco esperanzadora, la mujer deseaba que ese hombre la mirara. Que le dedicara un poco más de ese brío oscuro que comenzaba a gustarle.

El carruaje poco a poco fue bajando la velocidad sacando de su ensimismamiento a la dama, por si fuera poco, la trajo de regreso a una realidad que parecía poco fortuita. La finca de los Ainsworth estaba frente a ellos y eso sólo podía significar una cosa…

—¿Estás lista para satisfacerme? —preguntó el lord abruptamente

Lord Ainsworth bajó del carruaje y se montó a la dama como si fuese un saco de patatas.

Chise Hatori intentaba —malogradamente— golpearlo, pero estando atada como estaba era una tarea imposible. Si las cosas seguían así ese calavera de Lord Ainsworth se saldría con la suya.

Elias atravesó la entrada principal, seguido entró al estudio, y de una manera poco grácil dejó caer el cuerpo de la dama en el sofá. Poco después se acercó para desatar el amarre en su boca.

Chise ardía en ¿coraje? ¿miedo? ¿O…deseo? La verdad es que ni ella misma podía descifrar lo que sentía. De lo único que si estaba completamente segura es que deseaba alejar esos horrorosos amarres que no sólo le impedían el movimiento, sino que ya la comenzaban a lastimar. —¿Podrías desatarme? —ordenó—están…lastimándome

El Lord de Derbyshire le lanzó una mirada escéptica. Anteriormente estaba tentado a hacerlo, pero no sabía si la mujer trataría de huir. Titubeó un momento más y Chise lo abordó:

—¿o es que le gusta tratar así a las mujeres? Amarradas y sin poderse defender— el tono con el que arrastró estas últimas palabras fue tan provocador como la misma dama.

Elias no respondió a la pregunta, en su lugar, correspondió el gesto. Comenzó a escanear a la mujer de arriba abajo; era tan deliciosamente bella, con sus cabellos color fuego que le invitaban a quemarse, y esa mirada tan…tan insinuadora, que lo provocaba. Lord Ainsworth no podía resistirlo más, deseaba perderse en ese hermoso cuerpo curvilíneo. Ansiaba recorrer cada espacio con su lengua y sobre todo… sobre todo necesitaba poseerla YA. Se acercó a la dama y sus brazos la arroparon en un intento por desatarle.

Chise sintió como el aroma almizcle de su raptor le llenaba cada poro hasta marearle. Desde esa posición no sólo podía oler sino también sentir ese calor tan sofocante que al mezclarse con el suyo lograba encenderla. Abrasarla en una candente danza. Deseaba a ese hombre, no podía negarlo más. Deseaba a su raptor.

Elias desató los amarres, levantó a la mujer del asiento y la atrajo hasta tenerla completamente pegada a su cuerpo. —ahora sí, cumplirás tus roles de esposa—dijo, y enseguida la besó.

El beso se había vuelto tan apasionado que Lady Hatori pasó desapercibido el trayecto a la recamara principal.

La habitación era suavemente ceñida por el tenue reflejo de las llamas en la chimenea, otorgando una sensación cálida e íntima que sus moradores bien supieron aprovechar. Elias comenzó a desvestir a su esposa de un modo tan desmesurado que el vestido cayó expeditivamente seguido por su ropa interior.

Chise no quiso quedarse atrás y aunque era un tanto inexperta no dudo un segundo en deshacerse de la ropa que cubría el cuerpo de su esposo. Comprobando así lo que tiempo atrás imaginó: el cuerpo de Elias era tan —pecaminosamente— ardiente como la lava de un volcán. Su piel lucía bronceada y finamente humedecida a causa del calor sofocante de la habitación, el pecho era tan perturbadoramente fornido como el hierro mismo y, ni qué decir del resto de sus músculos, estaban tan firmes y, tan… abultados. —Oh, cielos—este hombre era toda una invitación al pecado.

Elias abrigó el fuego en la mirada escrutadora de Chise y queriendo ser partícipe de esa acalorada escena, la acercó a su cuerpo hasta que sus pectorales rozaron desvergonzadamente sus pezones. El hechizo fue inmediato porque enseguida la devoró en un profundo, largo, y voraz beso.

Ella sintió como la lengua de su marido rebuscada en cada rincón de su pequeña boca hasta hacerla estremecer. Lord Ainsworth era tan terriblemente delicioso que deseaba fervientemente engullirlo. Hundió de nuevo sus manos en esa espesa cabellera hasta escucharlo gruñir.

La escena era tan apasionada y sensual que pronto fue a deparar al lecho; en ese lugar Elias acomodó a su compañera de tal forma que podía controlarlo todo. Entrelazó sus manos con las de su mujer para aprisionarla contra la cama. Chise quedó inmovilizada, pero podía sentir; sentir el aliento ardiente de su esposo recorriendo sus labios, su cuello y finalmente sus pechos.

Él había llegado a ese par de montañas que anteriormente lo vislumbraron, eran tan provocativamente redondas, tan deliciosamente dulces y tan avasalladoramente suaves que Elias cedió ante el esfuerzo por contener la pasión, abriendo su boca tan desmesuradamente para atrapar a uno de ellos. La sensación le comenzó a ahogar, pero al mismo tiempo a satisfacer. Los senos de Chise parecían haber sido creados explícitamente al tamaño de su boca. Elias brincaba de uno a otro generando miles de emociones en el cuerpo de lady Hatori quien pronto sucumbió al deseo y se arqueó de tal magnitud que sus intimidades rozaron conjuntamente.

El suceso provocó que Elias dejara de hundirse en ese par de montículos y levantara la vista para encontrarse con los Esmeraldas de su mujer que le aclamaban por todos lados que la poseyera. —me encantas—dijo — y la voz de Elias se escuchó tan ronca y gutural que ella volvió a rozarle su intimidad, en un total gesto de provocación. Él sonrió perversamente comprendiendo la seña. Se instaló entre sus piernas sintiendo la ardiente punzada de su compañera abriéndole el paso. La presión pronto afloró; el calor y la humedad le siguieron para hacerle compañía y al cabo de unos segundos Chise sintió el grosor y la dureza de su amado llenándola, colmándola de emociones.

"oh, Dios eres tan exquis…" la frase no pudo terminarse porque la pared con la que se había topado su esposo ahora le causaba dolor.

—¿Estás bien? —preguntó él con verdadera preocupación.

Ella se limitó a asentir. El dolor había sido momentáneo pero la necesidad porque siguiera empujando estaba bien instalada. Elias comprendió y, sin embargo, se removió dentro de ella para terminar de confirmarlo. La acción fue tan sensual que provocó que Chise se viera envuelta en una llamarada ardiente de pasión que le exigió tenerlo más adentro.

Lord Ainsworth dejó escapar un gemido, y seguido empezó la danza. Sus caderas comenzaron a mecerse lentamente, las sensaciones fueron aumentando y aumentando hasta llegar a lugares inimaginables. La virilidad de Elias aferrándose al vaivén en la cavidad humedecida de Chise instaba a que ambos ansiaran la tan anhelada gloria.

El clímax llegó en su forma líquida y ardiente bajando de ambos vientres e instalándose en cada espacio. El néctar de savia llenó el cuerpo de Chise y al mismo tiempo bañó el miembro de Elias en una danza que albergó gemidos por parte de ella y gruñidos por parte de él…


Qué tal? Qué les pareció? Espero puedan retroalimentar esta nueva sección. Siempre se aceptan buenas criticas.

Nos vemos en el siguiente