Disclaimer: Naruto no me pertenece, todo es obra de Masashi Kishimoto.
Este fic hace parte de Amigos Secretos del Foro "La Aldea Oculta entre las Hojas"
Para: Inochan-uchiha
Trata sobre Ino y Sasori demostrando sus distintas formas de amarse mientras los Akatsukis se adaptan a una nueva realidad. Este fic se ubica en el mismo universo que "Mi camino Ninja" uno de mis fics y disponible en mi perfil sin embargo no es obligatorio leerlo para comprenderlo.
Capítulo 1: El Primer encuentro
Por lo general Akatsuki solía pasar desapercibido, con misiones o sin ellas a pesar de ser una organización conformada por criminales de rango S, sabían que la discreción podía ser su mejor arma en especial si esta se usada con sabiduría. Por lo general viajaban en parejas, con excepción de Zetsu pero él contaba con dos personalidades, quizás eso lo compensaba, ellos se dedicaban a buscar a los contenedores de los bijuus también conocidos como jinchuurikis pero eso era solo el inicio del plan, uno que cambiaría todo lo que se conocía del mundo shinobi.
Pein pocas veces hablaba del objetivo de Akatsuki, probablemente solo lo hacía con Konan, su compañera. Podían ser aliados y trabajar en el mismo equipo pero pocas veces confiaban entre sí, algo difícil sabiendo que eran criminales de rango S especialmente porque algunos de ellos asesinaron a sus propios parientes.
Por mucho tiempo permanecieron en el anonimato, trabajando en las sombras como lo haría cualquier shinobi. A pesar de usar una capa negra con nubes rojas y bandas rasgadas nadie sospechaba de las verdaderas intenciones que ocultaban en especial sobre la existencia de Akatsuki o al menos así fue por el momento.
Su existencia dejó de ser un secreto y es que alguien se había dedicado a espiarlos, sabían que era algo que tarde o temprano pasaría por lo que no les prestaron mayor importancia ni permitieron que eso afectara los planes de la organización. Sus bandas marcadas y el uniforme eran símbolos de haber renunciado a su aldea y de su condición como criminales rango S. Lo primordial era capturar a las bestias con cola, los métodos carecían de importancia en especial cuando se trataban de asesinos.
De momento solo se dedicaban a recolectar información, requerían de tiempo antes de que empezara la cacería de los bijuus y poder completar el jutsu definitivo. Deidara y él se encontraban en los alrededores de la aldea Inaho, en unos meses Akatsuki entraría a la acción.
Deidara no era su favorito, de hecho nadie en Akatsuki le agradaba, si trabajaba con ellos era únicamente porque tenían intereses en común y porque de cierta manera lo toleraba. Lo único que facilitaba la convivencia era el interés que ambos presentaban por el arte aunque en algunos puntos podían llegar a ser contradictorios.
Desde su marioneta defensiva se dedicaba a observar el camino. Ocasionalmente miraba a su compañero. Había estado tranquilo, demasiado para su gusto. No es que disfrutara del comportamiento explosivo de su pareja, era que sabía lo que eso significaba y por lo general no era bueno. No pasó mucho tiempo antes de que sus sospechas fueran comprobadas y no de una manera en que le hubiera agradado.
Como él tenía más tiempo en Akatsuki fue nombrado el superior del grupo. Deidara era el menor, no solo en tiempo, también en edad por las que muchas veces su comportamiento era algo inmaduro sin embargo nunca había sentido el deseo de asesinarlo, como artista que era lo respetaba a pesar de que tuvieran algunas ideas un tanto diferentes.
El rubio tomó un poco de arcilla y comenzó a darle forma con las bocas en sus manos. Lo más probable es que planeara explotar algo, tal y como acostumbraba hacer cada vez que estaba aburrido.
—No creo que sea una buena idea—comentó Sasori dentro de Hiruko.
Deidara lo ignoro e hizo explotar lo primero que encontró a su paso. Para su mala fortuna era un panal de abejas. Para el pelirrojo aquello no implicaba ningún problema, aún sin Hiruko no debería preocuparse ya que su cuerpo en una gran parte estaba hecho de madera.
Sin embargo para el rubio no era así. Las abejas volaban tras de él por lo que no tuvo más opción que saltar dentro de un pequeño lago, ventajas de estar en una colina. Entendía que su compañero era el menor de la organización pero no por ello aprobaba su carácter impulsivo y poco adecuado para un criminal de rango S.
Agradecía el estar dentro de la marioneta y el que nadie, aparte de Deidara, estuviera cerca pues no le hubiera agradado el que lo vieran reírse y menos tratándose de algo tan infantil como ello.
No eran amigos pero tampoco enemigos. Eran compañeros con un objetivo en común, dos artistas que se toleraban a pesar de diferir en su visión del arte. Él creía en la eternidad del arte y Deidara en la belleza de lo efímero.
Esa fue la última vez que tuvo noticias suyas. Deidara y él se habían separado hace unos meses. Normalmente los Akatsukis viajaban en parejas pero en esta ocasión no lo consideraron necesario. Deidara quería explotar algunas cosas y él quería dedicarse completamente a sus marionetas.
En los últimos días no habían tenido ningún inconveniente, no encontraron ni shinobis ni civiles en su camino por lo que estaban aburridos, demasiado para su gusto. No había razón para que permanecieran juntos hasta el momento en que Pein los convocara por lo que decidieron separarse.
El paradero de su rubio compañero era todo un secreto pero en ese momento no tenía deseos de saberlo. Había elegido adentrarse en la aldea mientras que Deidara decidió buscar algo que explotar y aunque no le molestaba dañar la propiedad ajena prefería evitar las distracciones.
Salió del interior de su marioneta, algo que solo hacía cuando la situación lo ameritaba o tenía que hacerle algunas reparaciones, que era precisamente lo que estaba por hacer. Estaba afilando la cola cuando un pensamiento pasó por su cabeza, hacía mucho tiempo que no creaba una nueva marioneta.
Quería una nueva marioneta, una con una belleza que no se comparara con las anteriores pero por más que buscaba no lograba encontrar un modelo que cumpliera con sus requisitos o al menos así era hasta que la vio a ella.
En su mano llevaba un pergamino, dedujo que ese era el objetivo de la misión. No era algo que le interesara, por lo general trataba de evitar a los shinobis cuando estos no interferían en una misión sin embargo en esa ocasión era diferente, esa rubia tenía algo que llamaba su atención.
Estaba rodeada por sus compañeros pero no sería difícil deshacerse de ellos. Esperó a que llegaran a una zona despejada antes de atacar, quería espacio para desplegar sus marionetas libremente. En los últimos meses había evitado todo tipo de conflictos, como miembro de Akatsuki debía pasar desapercibido sin embargo estaba dispuesto a hacer una excepción, pues el deseo que experimentaba de convertir a esa mujer en una marioneta era mayor a cualquiera que hubiera experimentado antes, un sentimiento únicamente comparable con la emoción que sentía al crear sus primeras marionetas.
Atacaría de sorpresa. Una emboscada era la estrategia perfecta para vencer y conseguir sus objetivos. El arte es eterno y él convertiría a esa rubia en su mayor obra de arte, en su más preciada marioneta.
Su ataque fue efectivo, logró separar a los tres hombres del equipo. La rubia estaba a su merced y hubiera sido sencillo atraparla de no haber cometido un error, había subestimado sus habilidades.
Ella golpeó el costado de su marioneta enviándola varios metros en el aire sin que pudiera evitarlo, no había duda, ella era una experta en el manejo del chackra. Lejos de sentirse desmotivado aquello le causó alegría, era una razón más para convertirla en una marioneta, una que ocuparía un lugar importante dentro de su colección.
Rápidamente los tres adquirieron una postura de combate, la tradicional de su equipo. Chouji extendió su puño y lo usó para golpear varias de sus marionetas. Mientras tanto Shikamaru usaba las sombras para controlarlas y usarlas como sus propias armas.
Si había algo de lo que estaba orgulloso era de sus creaciones. Invocó a todas las que tenían, ciertamente era algo que pocas veces hacía pero no quería esperar. Deseaba empezar cuanto antes en la construcción de su nueva marioneta.
Con los hilos en su mano llamó a una nueva marioneta, tenía varias en combate pero consideraba que si agregaba una no estaría de más. Esta estaba cargada de numerosas armas, todas ellas filosas las cuales fueron lanzadas contra los shinobis. Sus dedos se movían a una velocidad difícil de apreciar a simple vista, algo a lo que él estaba acostumbrado.
Sikamaru, Ino y Chouji tuvieron problemas para esquivar sus ataques y aunque lograron esquivar la mayoría no lograron salir ilesos. Eran fuertes, Sasori lo sabía pero no lo suficiente para que se viera en la necesidad de usarse a sí mismo.
Decidió mostrarse dentro de Hiruko, la marioneta defensiva en la que siempre permanecía. La larga cola de la marioneta se deslizó detrás de él de manera amenazante. Golpeó fuertemente al joven Akimichi para luego clavarse con fuerza en el hombro del Nara. La Yamanaka usó unos sellos explosivos que lo hicieron retroceder momentáneamente.
Aprovechó ese momento para tomar a Ino Yamanaka entre sus brazos. La besó, quería hacerlo al menos una vez antes de que se convirtiera en una marioneta. Sentir la calidez de sus labios antes de que esta fuera reemplazada por la frialdad de la madera, quizás él tampoco pudiera sentirlo pero aquel breve contacto le bastaba.
Desde la primera vez que la vio supo que ella le pertenecería. Su manera de amar era diferente a la de otros, no era romántico ni se preocupaba por los detalles pero sí posesivo quizás obsesivo, perdió a sus padres cuando era niño, no quería perder nuevamente a alguien que quería por lo que haría de esa mujer arte y el arte es eterno.
Notó como se tensaba pero a los pocos minutos perdía la conciencia. Aquello le causó un mal presentimiento pero decidió ignorarlo. Odiaba esperar y ya había pospuesto demasiado la construcción de su nueva marioneta. Tomó una de las navajas con las que había estado reparando a Hiruko y con ella trazo un fino corte sobre la piel de la rubia.
La sangre comenzó a emanar pero eso no parecía importarle. Una mueca de dolor se dibujó en el delicado rostro de la rubia y él no intentó calmarla. Estaba seguro de que cuando acabara ella se lo agradecería, a ninguna mujer le gustaba envejecer y dudaba que ella fuera la excepción.
Subestimó a Ino Yamanaka y no tardaría en comprender su error. Ella se había apoderado del cuerpo de una de sus marionetas y lo usó para liberarse del agarre del Akatsuki. Quizás sus marionetas no tenían vida pero en algún momento fueron humanos y todavía conservaban una mente que no usaban.
Uno de sus dedos había sido rebanado, de ser humano hubiera sangrado pero como no lo era no fue así. Perdió un gran mechón de su rojizo cabello. Sus marionetas eran buenas, demasiado para su gusto, incluso para él eran peligrosas.
No pudo regresar a la batalla ya que sus servicios como miembro de Akatsuki eran requeridos de manera inmediata. Se retiró pero no por ello planeaba desistir en su propósito, aquello era solo un pequeño inconveniente. Si el Kazekage no había podido detenerlo dudaba que esos shinobis de la hoja lo lograran.
