Prefacio
- Tienes que entenderme. - dice una muchacha con el pelo rojo oscuro por la tristeza. - No sé qué es lo que pasa por tu cabeza. Es imposible saberlo. Y necesito saberlo. Necesito saber por qué me dices todas estas cosas, porque no puedes quererme como yo te quiero a ti...
- Soy mayor, soy pobre y soy un licántropo. Eso es todo lo que necesitas saber sobre mis razones para no querer nada contigo, Nymphadora. - contesta un hombre de mediana edad, el pelo liso y castaño algo canoso y unos dulces ojos color caramelo.
- Sé que esas no son las razones principales. Hay algo que no me quieres contar, y ese algo es crucial para poder entenderte. Si no te entiendo, no puedo respetar tu decisión de no querer estar conmigo... Y no vuelvas a llamarme Nymphadora, te lo he repetido millones de veces.
Remus Lupin suspira, abatido. No sabe como parar la tormenta llamada Nymphadora Tonks. No sabe muy bien cómo ha entrado en su vida, cómo ha podido sucederle de nuevo. Pero ahí está. Y quiere saber cosas. Cosas que él no quiere recordar porque hacen daño. Duelen. Cosas que aún no se ha podido perdonar del todo. Cosas que sabe que nunca se perdonará porque él es el único responsable.
- No estoy de humor para hablar, ¿vale? Acaba de ser luna llena y estoy cansado e irritable... No hagas que me enfade, por favor.
La chica se cruza de brazos y frunce el ceño. Él la mira, tratando de averiguar qué está pensando en ese momento. Mira su rostro, su cuerpo, su actitud... ¡Es una niña, por Merlín!, grita su cabeza. Pero sin embargo le gusta. Tiene algo que le recuerda a ella. Tal vez sea su decisión, su testarudez o la dulzura de sus ojos cuando le mira... Nunca se había encontrado con una chica que se le pareciese tanto a ella. Ella. Suspira de nuevo y cierra los ojos, tratando de quitar su rostro de su memoria. Pero es imposible. Siempre está ahí. Clavado en su cabeza. Y la culpa le come por dentro. Y siente que no puede más, que es demasiado el peso que lleva encima. Se sienta en el sillón y mete la cabeza entre las piernas.
- Ey, Remus... - Tonks se acerca a él y le pasa la mano por la espalda, en un gesto de cariño. - Está bien, no pasa nada. Ya hablaremos otro día. Lo mejor será que te vayas a la cama y ya nos vemos mañana, ¿vale?
Él no dice nada, pero siente como sus brazos le levantan y le llevan hacia su dormitorio. Ella le ayuda a tumbarse y le quita los zapatos. Los posa suavemente en el suelo y le quita la chaqueta, que cuelga en la silla. Le tapa con una manta y le da un beso suave y corto en la frente.
- Que descanses. - le dice en un susurro antes de salir del cuarto y apagar la luz.
Oye sus pasos por el pasillo y como, tras unos breves instantes, la puerta de su casa se cierra. Quiere levantarse para ponerse el pijama y lavarse los dientes, pero no tiene fuerzas.
¿Por qué volvía a pasar otra vez por todo eso? ¿En qué momento Tonks se cruzó en su camino y lo lió todo? Cuando por fin volvió a encontrar a su amigo perdido y pensó que podía intentar ser feliz de nuevo, ella entró en su vida como un huracán, revolucionando todo a su paso. Trató de evitarlo, pero no pudo. No pudo con ella, con su insistencia, con sus sentimientos. Tonks era como ella. Tampoco Remus había podido con ella. Ella. ¿En qué momento dejó de pronunciar su nombre? No se acuerda. Pero piensa que así es mejor; él no es digno de pronunciar las letras que componían su nombre.
Y lentamente y pensando en ella, se queda dormido.
Todos los personajes excepto ella son invención de J.K Rowlin. Yo simplemente juego con ellos.
Bueno, este es el prefacio de mi nueva historia. Es un Remus/Tonks con flashbacks al pasado del Merodeador. ¡Espero que os guste!
