-Eres mi presa, y solo mía- clavó sus colmillos aun más profundo, era demasiado fuerte, no pude contenerme .
Sujeté la chaqueta de Ayato-kun con fuerza, el reaccionó, liberó mi cuello.
-Así que lo estas disfrutando , ¿eh?- dijo él. Lo mire directamente a los ojos, él se sorprendió, usualmente solo escabullía mi mirada, nunca lo enfrentaba directamente, con ninguno de vampiros que gozan de mi dulce sangre , pero, Ayato-kun era distinto, él era diferente. Aunque no lo mostrara al comienzo, él era mas amable, aunque fuese incapaz de mostrar sus verdaderas acciones y sentimientos, yo lo sabía.
Coloqué mis labios sobre los suyos, sus ojos se sobresaltaron. Sentí sus colmillos, se sentían distintos a como cuando atravesaban mi piel, eran dulces, como caramelos.
-Hmm...-dijo él. No sabia que hacer al respecto, lo estaba meditando.
-Ayato-kun- yo tome la palabra- Tienes razón, soy solo tuya, pero, la condición es igualitaria para ambos.- Moví el cabello que tapaba parte de mi cuello.
Esbozo una pequeña sonrisa, sus colmillos lucían brillantes, acercó su boca a mi oído- Si así lo quieres Yui- susurro él, llamándome por mi nombre, en vez de con sus estúpidos apodos, al parecer el poner apodos tontos es otra característica de los vampiros.
Volvió a posar sus colmillos sobre mi cuello. Esta vez, se sintió diferente, fue más dulce, más suave, más cálido. Emití un bajo grito, Ayato rió.
Comencé a desfallecer, mis ojos comenzaron a cerrarse lentamente, en ese instante mi cuello fue liberado. Una sonrisa emitida por él fue lo ultimo que vi antes de que mis ojos vieran solo oscuridad.
-Al parecer has llegado a tu limite- la tome entre mis brazos, subí la escalera. Comencé a caminar por el pasillo.- Mas te vale mantenerla salvo de esos idiotas-
-No te preocupes por eso Subaru, no dejare que nadie,además de mi, la toque- Continué caminando, él se fue por su camino.
Abrí el pestillo de la puerta. Entre a su habitación, la puse sobre su cama, una manta coloqué sobre su pálido cuerpo.
El tiempo transcurría,el color volvía a su piel.
-Hola, Ayato-kun-dijo ella. Volví a probar el dulce elixir que corría por sus venas, otro de sus tiernos gemidos se escucho a la lejanía.
