Disclaimer: Los personajes de Magi: The LabyrinTh of Magic no me pertenecen.

Rating: M, por futuras escenas

Nota de la autora: La idea de este fic surgió a partir de un sueño*-* La verdad es que es un proyecto que me emociona, porque hay pocos fics sobre Magi en español, y menos sobre Masrur. No entiendo como pueden haber tan pocas historias sobre ese Adonis.

Quitando mis indignaciones, os dejo con la primera parte de prólogo. Recordad que soy como un coche que necesita gasolina, pero como energía alternativa, las fuerza que me impulsa a continuar son vuestros reviews(?) :3


PRÓLOGO, PARTE 1:

El sol se alzaba, imponente, sobre la capital del Imperio Reim, Remano. El calor no causaba problema alguno a la gran cantidad de espectadores que se adentraban en el Coliseo. Ése lugar se había convertido en una atracción turística y cultural, debido a las grandes masas de gente que se desplazaban de los más remotos lugares para observar a los gladiadores luchar.

Una niña de cabellos negros y ojos esmeralda, se camuflaba entre la multitud. Esquivando piernas y más piernas, ágil como un felino, avanzaba rápidamente. Siendo la heredera de una familia poderosa y adinerada, se había escapado de su pequeño palacio, deseando poder observar de cerca a los guerreros luchando con ferocidad: al vencedor regodearse en su gloria, al derrotado intentando mantener la dignidad. Su difunto padre le había contado tantas maravillosas historias durante su corta vida, que desde que ella puede recordar, se había interesado por las espadas y las armaduras, no siendo hasta hoy, recién cumplidos los 14 años, cuando se decidió a escabullirse de la atenta mirada de su madre. Sabía que su acción era poco ética, y que recibiría un severo castigo, pero necesitaba sentirse libre aunque fuera durante unas horas. Su madre, desde el fallecimiento de su esposo, se había convertido en una mujer demasiado preocupada por la riqueza y mucho más controladora con la joven.

De repente, alguien empujó a la pequeña, saliendo ésta del tumulto de personas a la fuerza, y cayéndose. Desgraciadamente, se había raspado las rodillas. Se arrancó un trozo del mugriento atuendo que llevaba, especialmente puesto para no cometer el riesgo de que la reconocieran, y se las vendó. Rezó para que se le curaran lo antes posible, o si no el castigo de su madre sería aún más duro. Como ella siempre decía: "Las personas de la alta sociedad deben poseer una piel de acorde a su poderío". Dioses, cómo detestaba ese tipo de frases.

El grupo de gente de antes se había hecho aún más condensado, haciéndole imposible la posibilidad de volverse a meter. De repente, sus ojos vislumbraron una pequeña escotilla a su derecha. Era muy estrecha, pero no lo suficiente como para impedirle el paso. Asegurándose de que nadie la viera infiltrándose, abrió la diminuta puerta y se deslizó a su interior.

El trayecto fue corto, cayó en agua putrefacta y maloliente, y supo que se encontraba en el subsuelo del Coliseo, es decir, en las alcantarillas. Tenía los ropajes apestando y mojados, pero se puso en marcha buscando un conducto hacia el exterior. Necesitaba darse prisa, o si no el Torneo empezaría sin ella pudiéndolo observar. Pasaron unos minutos y se encontró en un pasillo oscuro y sin salida. Desesperada, se sentó en el suelo para recuperar el aliento mientras pensaba cómo salir de ahí. En frente de ella, vio un pequeño rayo de luz. Miró hacia arriba, curiosa de ver de dónde provenía, y se dio cuenta de que, justo encima de ella, había una escotilla que daba al exterior. Saltó con todas sus fuerzas, logrando abrirla y salir de ella.

Sus ojos se vieron cegados por tanta luz. Sólo podía escuchar voces vitoreando. Una vez que las pupilas se le acostumbraron, se encontró a si misma en el centro de la arena, rodeada por miles de espectadores alzando sus puños. Además, delante de ella estaba un hombre alto y fornido, con una gran hacha en sus manos. Notaba la presencia de alguien más a su espalda, pero no le dio tiempo a girarse. Aquella enorme hacha se acercaba a una velocidad increíble a su frágil cuerpo. Empezó a temblar, sus pupilas se dilataron de la sorpresa. No comprendía nada. Notaba que de la ansiedad que le estaba recorriendo la sangre, comenzaba a perder la conciencia. Lo último que pudo percibir antes de desmayarse, fue una cabellera roja como el fuego apareciendo justo delante de ella…